jueves, 31 de marzo de 2022

De nuevo es otoño, un año después...

 Miro por la ventanilla del tren. Ahora esa es mi nueva manera de volver a casa desde el trabajo, si es que aspiro a disfrutar tiempo con mis padres y tener resto aceptable de energía para concurrir a la universidad. 

Me doy cuenta que para esta misma época, el otoño del año anterior, yo me enteraba que iría a perder el laburos. Y me digo: "Mirá, ya vuelve a ser otoño... Dios, qué loco". 

Éstas semanas han cambiado muchas cosas en la rutina que sigo a diario. Y creo que en la medida que me fue posible he intentado procesar un poco todo esto, aunque sigo necesitando tiempo. 

Por momentos me siento contenta y agradecida. Por otros, tengo algunos miedos que considero iré superando con el tiempo. Eso me digo, de hecho, todos los días cuando me agarra esa cosquilla en el estómago y pienso: "¿podré?"

Sé, por motivos que en cuanto me sienta lista comentaré, que yo tengo una razón para estar donde estoy ahora. Que la vida me trajo hasta acá vaya a saber por qué, pero no, sin dudas, por mero azar.  Eso sí que no. 

Hay varias cosas que podría contar de ese lugar pero prefiero usar mi energía para pensar en como me siento, en escribir y en hacer cosas que me hacen bien. 

También hay muchas cosas que podría decir sobre cómo ese lugar me hace sentir, pero por ahora, le sigo dando tiempo al tiempo. 

Solo puedo decir que me alegra ser quien soy. Que me siento orgullosa de la educación que me dieron mis padres. Que refuerzo nuevamente mis valores y que sea donde sea que yo trabaje y sea donde sea que estudie,  reconoceré mis orígenes y mantendré mi personalidad. 

¿Si los cambios nos cambian? Si, claro. Yo no me resisto a lo que la vida preparó para mí. Tampoco me opongo a los planes que me tocan, porque siento que hay cosas que uno no puede evitar. Pero si, creo que iré por el camino que la vida tiene ahora para mí con todo lo que yo considere adecuado y que eso no lo cambiaré.  Porque me define. Y me hace saber quién soy. 

A fin de cuentas, y aunque trabajo en un lugar que jamás imaginé en un montón de sentidos, cuando llego de trabajar me recibe mi mamá y me pregunta cómo me fue. Y me recibe mi papá y me dice que me compro Coca Cola y que la puso en la heladera. 

Quizá sea una tonta, pero eso, eso para mí, es todo y lo guardo de los demás como el mayor de mis tesoros. 

Si, no lo digo a nadie, ni lo comento. Es una parte muy preciada de mi intimidad... Pero voy por la vida sabiendo que tengo el apoyo de mis padres cada día que vuelvo a casa, de mi familia. Y eso me da fuerza para seguir, para seguir atrás de nuevas aventuras.

La vida ha cambiado para mí. De eso no hay dudas. No es solo el trabajo, ya me explicaré. Pero aunque mucho haya cambiado, pienso que hay hilados que siempre permanecerán.

Si miro para los costados, cuando el camino se hace finito y ni sé para dónde se va a escurrir, sé que es normal sentir miedo... Pero no estoy sola. Y mi gente y todos mis lugares son el norte que encuentro hoy. 

El resto, lo juro, es todo pantalla. Papel picado. 



martes, 29 de marzo de 2022

El regalo: la presencia.

 Después de ese primer abrazo, internamente, empezaron a removerse partículas de todo tipo y espesor dentro de mi cuerpo.  Con la cercanía de su cuerpo recordé todo, aunque, con la mente más madura, lo catalogué desde un costado distinto al de la primera vez. 

No había pasado media hora que yo quería hacer todo junto: abrazarlo, charlar, darle regalos, contarle cosas; todo.  Hasta que caí en cuentas que tenía el momento más importante delante de mi cara: conectar consigo realmente, más allá de las acciones que podían posponerse.  

- Vení, no importa el regalo - me dijo. 

- Pero... Te traje algo. ¿No lo querés ver?

- Después - me explicó - Veni un ratito conmigo - me pidió.

- Bueno, después, después - le dije, en broma y me acerqué a su cuerpo para que me apretujara a gusto. 

Nos quedamos un buen tiempo así, que me pareció un montón. Finalmente, me relajé. Abrazada a él, mientras nos contábamos algunas cosas, me di cuenta no se trataba de correr por la ansiedad, si no, de disfrutar. 

- Ahora no me quiero mover - le dije, en susurros - Me gusta esto. 

- Te podés quedar todo el tiempo que quieras acá... 

 Me acarició la parte baja de la cintura y sus derivados. 

- Me quiero quedar, me parece que sí - le dije, en broma - Si no te peso... 

- Nah, nada. 

Me abrazó de nuevo y apoyé la cabeza en su cuerpo. Dejé que todo su perfume me invadiera, que su presencia me invadiera y que su manera de ser se me actualizara por completo.

domingo, 27 de marzo de 2022

Coordenadas de un reencuentro

 Una de las noches calurosas de principios de enero, estaba tomando una copa de vino Malbec en el jardín trasero de mi casa.  Podía respirar por primera vez en el día luego de un calor agobiante y eso me hacía sentir agradecida. Tenía luz, la posibilidad de usar mi ventilador y, en caso extremo de calor, como sucedía durante esos días, me podía meter a la pileta. 

"Estoy contenta por no estar pasando calor ", pensé, y me quedé en silencio apreciando ese pensamiento por un instante.  Hacía largos meses que uno de esa clase no aterrizaba en mi cabeza, porque sí, de esa forma inesperada, y me alegré de que finalmente aquél ingresante fuera bueno. 

En ese mismo instante, me llega un mensajito de Galeno donde entre otras cosas me pregunta cómo estoy y me comenta que, luego de dos años de incertidumbre, vuelve a tener vacaciones en una mediana normalidad siendo personal de salud.  "Me las autorizaron", me dice, y realmente me alegro por él y por su cansancio. Comparto su alegría por la noticia y le auguro un buen descanso. 

Mientras me cuenta algunos detalles más de su trabajo,  me indica además que ya había hablado con la dirección médica que comanda parte de sus funciones para, y de cualquiera manera, poder tomarse esos días libres. Los médicos han perdido o visto modificados muchos de sus días libres, de sus beneficios por trabajo de riesgo o insalubre, con los que merecen contar habitualmente y el nivel de estrés acumulado estaba siendo descomunal. 

Cuando cambiamos de tema, dejando atrás el asunto de lo administrativo y operativo de su profesión como médico, le hice una pequeña broma acerca de los mensajes que intercambiábamos. La mía fue una broma relajada, parte del mismo estado que traía, pero que desembocó en una bomba de su parte cuando Galeno me dijo: "sí, hablando de eso, justamente, quería comentarte algo". 

Claro, me dije de pronto, entendiendo: había buscado la manera de introducir el tema. 

Ahí mismo Galeno me dijo que en relación a lo que acababa de contarme había estado pensando algunas cosas, como por ejemplo, volver a venir a Buenos Aires y que había pensando en proponerme algunas fechas tentativas de viaje en caso de que quisiera encontrarme consigo, según su agenda, y compromisos que yo le había comentado que tenía en la mía. 

La noticia fue en toda regla una sorpresa.  Yo solamente me estaba sintiendo agradecida por tener luz, pileta y no estar pasando calor, cuando de pronto, algo dormido durante tanto tiempo, se había despertado en mi mente. 

Restaba decidir si quería recibirlo. Restaba hablar con mi padre para decirle que el día de su cumpleaños - en caso de recibirlo - iba a llegar sobre el mediodía y restaba repensar si tenía o no tenía ganas -dos años después- de volver a verlo y compartir tiempo de calidad consigo, es decir, tiempo donde realmente tuviera que estar presente. 

Al final de esa noche, cuando terminó aquélla conversación, habíamos quedado de acuerdo. 

Galeno vendría a Buenos Aires a finales de éste mes y se pondría a buscar pasajes por nuestra línea aérea de bandera a la brevedad. 

Y yo... yo... empezaría a procesarlo. 

 

domingo, 20 de marzo de 2022

En el camino

 Todavía recuerdo cuando empecé a trabajar en mi anterior empleo. Al principio, acostumbrarme a tantas cosas nuevas, me costó un montón. Recuerdo que contaba por este mismo espacio las cosas que iba viviendo, las actitudes nuevas, los reveses, o lo cotidiano que para mí era novedoso y complejo. 

Si miro para atrás y recorro esas entradas yo sentía que no iba a poder. Que no me iba a ir bien en ese trabajo porque, como todo comienzo, estaba siendo difícil y me sentía insegura al respecto.  No obstante eso, el paso del tiempo en aquel lugar me demostró muchas otras cosas nuevas. Terminé mi etapa en esa empresa habiendo ascendido, domine el trabajo que me parecía imposible y me llevé personas que al día de hoy siguen en mi vida a través de recuerdos hermosos, tales como mi ex jefa y mi compañeras de la Administración (que fue el sector al que me promovieron y del que me quedé encantada). 

¿Por qué pienso en todo esto? Pues porque estoy en una situación de comienzo de etapa nuevamente. Y porque el miedo se hace presente, de la misma manera que el entusiasmo y la gratitud.  

Hoy le expliqué a mi madre, mientras hablábamos, que la misma cabeza que intenta procesar todo lo nuevo que aprende cada día es también la que sostiene a la persona , a la humana que soy. Por eso, le decía, que me está tomando tiempo asimilar el nuevo estado de cosas y por momentos me pongo ansiosa , o no encuentro el momento , o quiero hacer todo rápido y apurar los tiempos que en realidad ni siquiera controlo. 

Sé que más allá de todo eso, lo que me ocurre es normal. Súper normal. Por un lado mi cabeza está ocupada en aprender y por el otro está pendiente de acompañarme a comprender y asimilar los cambios en lo cotidiano. A organizarme nuevamente, a organizar los estudios, la agenda, los gastos y los tiempos. 

Admito que me cuesta relajarme desde que empecé, pero también reconozco que si yo no me doy el tiempo para decir " y si, es normal lo que te está pasando, no te preocupes, no te presiones, sos una persona real", nadie lo dará.  Y lo cierto es que no me importa mucho si alguien lo da o no, porque lo dudo, pero si me importa muchísimo poder darme ese permiso a mí misma y separar el exterior y sus presiones con mi interior y mis autoexigencia.

Me debo el acompañarme en esta. El teneme paciencia frente a lo nuevo, a la organización, a lo nuevo que estoy aprendiendo, al nuevo entorno, al nuevo rubro, al nuevo viaje, al nuevo edificio, a los nuevos compañeros, a la nueva inserción. Y claro, a las inseguridades que afloran solamente cuando estamos saliendo de la zona cómoda para hacer algo impensado. O algo que desafía nuestros propios límites de toda la vida.  Porque también pienso que detrás del cansancio, del miedo, del estrés y la ansiedad, hay mucha valentía en lo que estoy haciendo. Mucha, de verdad, porque es probar algo completamente nuevo. 

Si, este trabajo paradójicamente toca muchas de mis creencias limitantes sobre mi. Cosas que pensé que no iba a poder hacer nunca forman parte de lo que se me pide a diario.  Y la realidad es que a esas creencias no solo las potencia si no que además las desafía. Me desafía la propia visión, la propia identidad e ilustra, aun en medio del estrés inicial, que los límites son todos pero todos mentales. 

Creo que lo fundamental en este sentido es recorrer la experiencia del pasado y darme el tiempo de que todo empiece a caer en su lugar en el presente, sabiendo que tarde o temprano todo se acomoda de alguna manera. 

De hecho, si las cosas no se hubieran acomodado, yo no tendría está segunda oportunidad en lo laboral después de haberme enterado que iría a perder el trabajo el 08 de abril de 2021. 

Y si, todo esto, de a poco, lo tendré que procesar. Y eso haré en cada momento donde encuentre el modo para darme apoyo y amor y acompañarme en este nuevo desafío. 

La vida a fin de cuentas es inevitable movimiento.  Es muy importante poder animarse a ir más allá de los límites autoimpuestos. Desafiarlos. Cuestionarlos. Y lanzarse. Aunque de un miedo bárbaro, seguramente, alguna enseñanza me va a dejar sobre la vida que quiero vivir. 

Veremos a qué camino nuevo me lleva la vida. Porque desde ya, esto, no es algo que había planeado ¿saben? Y sospecho que quizá así está bien. A fin de cuentas, lo que se cruza en el camino, es el camino. Dicen. 


sábado, 19 de marzo de 2022

La eficacia de la paciencia

 Una de las cosas más complejas de entender cuando entramos a un lugar nuevo, y conocemos nuevas personas, es que algún día serán moneda corriente en nuestra vida. 

Parece todo tan frío, tan lejano y tan desconocido que, como todo, da miedo. No solo porque todos los comienzos dan miedo, sino, porque cuando los comienzos son movidos por la valentía y las ganas de estar mejor, a veces, nos llevan a lugares que nunca hubiéramos creído accesibles para nosotros. Y eso potencia todas las emociones, inclusive, el miedo. 

Mi prudencia ante el presente me indica que la única manera donde podré atravesarlo es por una única ruta , que incluye dos cosas a la vez: el apoyo incondicional frente a mi misma y la capacidad de tener paciencia con mis propios procesos, independientemente de TODO lo demás.  Eso engloba al mismo tiempo un concepto más grande, y que es algo que me da bastante trabajo: dejar fluir las cosas como deban pasar y dar lo mejor que se pueda anhelando que la vida haga el resto por nosotros. 

La vida hizo algo por mi algo que no esperaba hace casi un año atrás. Hoy estoy, casi un año después, siendo otra vez puesta en un lugar que me da miedo. Pero que siento que tenía que estar aunque todavía no entienda bien por qué.  Y si siento que tengo que estar ahí, les juro, no es un decir. Hay razones por las que esto lo vivo de esta manera. 

No voy a negar que es una ensalada de sensaciones nuevas. Estoy cansada y ese cansancio es el telón de fondo a emociones diferentes, pero también, a cambios que anhelé. Por momentos no proceso lo que estoy viviendo. Por momentos, hago esfuerzos para desconectar. Por otros, tengo ganas de llorar, ni sé por qué, quizá como una manera de desahogar todo el estrés y el malestar de los meses anteriores... Y por otros, me abrazo a mi misma y disfruto el presente en sus momentos nuevos como puedo. 

La consigna es que cuando todo lo exterior es rarisimo, como a mí me pasó en su momento con mi primer trabajo formal, y como me está pasando ahora, pero en realidad, como siempre en toda situación, yo debo ser mi propio apoyo. 

Saber que pase lo que pase, cuento conmigo para todo. Y saber que la Veinte del presente estaría orgullosa de la Veinte que era una niña y sentía que se iba a quedar amurallada por el miedo.

Ambas sabemos que ahora, pese a que estemos súper asustadas, damos lo mejor de nosotras. Y cuando uno da lo mejor, el resultado de las cosas, no es lo más importante. 

Siempre y siempre y siempre lo más importante es uno mismo. De ahí para abajo, se trata de dar el mejor esfuerzo. 

Con este mensaje, me voy a ver qué hago con mi sábado a la noche. Son las 22.30 y tengo sueño... Pero eso sí, no me quiero dormir todavía.  Mi día preferido de la semana son los sábados y quiero que éste dure un buen rato más. 


viernes, 18 de marzo de 2022

La nueva realidad

 Vuelvo a mi lugarcito seguro en el mundo después de algunos días. Hoy ya es viernes y dispuse este momento de tranquilidad para poder poner en palabras la intensidad de esta semana. 

El lunes rendí un examen que por suerte aprobé. Y el martes, empecé a trabajar en el nuevo lugar.  Todo el resto de la semana, consistió en sobrevivir al nuevo rumbo de mis circunstancias en el afán de intentar entender al menos algo de lo que me pasa ahora. 

Mi nuevo trabajo es en CABA. Jornada completa, lo cual es algo nuevo para mí, porque solía hacer horarios reducidos por ser estudiante.  Está semana fue muy dura al estar cargada y más que colmada de información. Además de encontrarle la vuelta al viaje, al tránsito y a las horas pico en el transporte público. 

Fue una semana de conocer a mucha gente. De adaptación a cosas que me parecen chocantes. De escasos momentos de relax y de sostener una fuerza de voluntad para darle todos los días hacía adelante. Pero fue una semana donde entendí que a mí los cambios me cuestan mucho y le veo todo lo malo para después verle las cosas buenas. 

Al mismo tiempo, estoy un poco asustada. Va a sonar raro pero espere este trabajo por muchos meses y me parece raro sentir miedo. Pero el miedo esta. Y ahora, una parte de mi disfruta la oportunidad y la otra batalla con los cambios y desafíos de la inserción en una nueva etapa. Laboral, pero además, profesional... Porque este trabajo nuevo tiene que ver con la nueva carrera que empecé a estudiar hace un año y eso también es un impacto. 

Por momentos, ni yo sé bien qué hago ahí. Es como si mirase todo de afuera menos el trabajo que realizo ahora, en el que me involucro.  Por otros momentos, solo deseo aprender, ganar autonomía y así poder mezclarme entre los demás sin llamar la atención.  Pero por ahora eso no se puede: soy la nueva, y la que ya estudio una carrera universitaria antes y se cambió de rubro. De mundo. De trabajo. De amigos. O mejor dicho,  la que perdió mucho y está armando una nueva temporada. 

Podría decir muchas cosas de este lugar pero quiero darme el espacio de decir lo que me pasa a mi con este lugar. Lo que siento. O lo que pienso ahora mismo.  Y es esto que voy nombrando aquí. 

Agradezco enormemente tener trabajo . Si, me gusta. Solo que estoy asustada, soy nueva, son MUCHOS cambios y es difícil en este momento no tener inseguridades o angustia. 

¿Algún tipo de consejo para sentir menos angustia y más compasión por mi misma frente a los cambios? 

Sería lindo. 





miércoles, 16 de marzo de 2022

La vida y sus cambios de ruta

 Extraño escribir acá todo lo nuevo que estoy viviendo, pero francamente, no me alcanza el día para hacerlo. Y ahora, siendo las 23.00 hs, solo quiero dormir. O pensar en otra cosa que no sea el trabajo, en realidad. Mañana me tengo que levantar súper temprano y llegué a casa a las 19.00 hs. 

Escribir tiene eso, me conecto conmigo misma y en momentos dónde todo cambio de la noche a la mañana, lo necesito un montón. Pero no me da la cabeza en este momento. 

Prefiero dormir un poco más y descansar en este momento porque es lo que encabeza mi lista de prioridades. Además, así corto un poquito. 

Hasta mañana a quien esté del otro lado :) 


lunes, 14 de marzo de 2022

Conversación incómoda

 Rara vez desde que nos conocimos nos pusimos a discutir con Galeno. En eso fue como si nos conociéramos desde siempre: ninguno de los quiere quilombos.  

Sin embargo, hay momentos en donde lo que para uno es solamente una charla pidiendo ciertas coordenadas para otros es una discusión. O bien, que un planteo donde le decimos "che, esto que hiciste me generó rechazo y quería que lo supieras, quería saber bien que onda", es motivo de enojo o rencor.  

Y ahí la cosa se complica un poco. Gusta menos todo. Nos sentimos molestos, invadidos, y nos separamos a millones kilómetros de distancia a través del silencio. 

Yo, porque necesito sentirme segura de que cuento con un espacio donde puedo expresar lo que siento sin que sea un tema de estado. Y el otro, porque quizá se siente molestado con el planteo, y no quiere esos planteos a esa edad, porque no le gusta que le rompan la paciencia. 

Ambas posturas son respetables. La suya, que a los 53 no quiere líos, y la mía, que a los 27 quiere tener una explicación si surge una situación que le genera rechazo o malestar porque siente que tiene derecho. 

Según los parámetros de Galeno, yo sé que no soy una mujer que lo joda y se que es algo que le gusta de mi, porque le doy libertad en su hacer, porque respeto sus momentos, porque no hago reclamos ni escenas por tonterias. Y principalmente, porque hago todo eso no para quedar bien con el, si no, para ocuparme de mi vida. 

Según mi punto de vista, es el un tipo que lo mejor que hace es no molestarme ni invadirme. Pero claro, hay una diferencia: él a su edad no tiene las mismas dudas o inseguridades que yo siento por momentos y ahí es donde se complica. 

Porque aunque no sean muchas dudas, la verdad, e incluso porque yo no soy retorcida, hau situaciones que si necesito hablar. Y más, si son situaciones que molestan. 

Hubo muy pocos momentos dónde le puse temas en el tapete. Pero siempre fueron temas importantes para mí, que me generaban angustia y que con la experiencia hasta entonces no llegaba a entender en su totalidad.  Se los puse de una forma calma, clara y honesta porque de eso para mí dependió toda la relación.   De poder hablar con honestidad. 

 Hace unos días estamos bastante disgustados. Bah, yo ví algo que me pareció demasiado y se lo envié para que me lo pudiera poner en contexto. Cuando lo hizo, recibí la info y le dije que todo bien, que era su decisión, y tomé lo que decía como un parámetro de lo que me encuentro dispuesta a bancar en cualquier relación, o no. No lo hice personal. Lo pensé como algo suyo y dije "¿me lo quiero bancar o no?". Nada más. 

Para mí de todos modos no fue una discusión, ni tampoco una castración lo que pasó. Fue sacarme una duda.  Pero parece que a Galeno no le gusto ni media. Y lo entiendo. Pero se que si el hubiera venido a plantearme cualquier inseguridad, yo hubiera estado ahí para explicarle todo y para demostrarle que me puede decir lo que necesite y que no lo dejaría de querer, ni le dejaría de hablar, por eso. 

Pero bueno... Ese no es su caso. 

Antes que nada, las relaciones deberían ser espacios seguros de tolerancia y afecto. Si no, así va la gente, toda lastimada por la vida, con miedo a mostrarse como es por no ser aceptado. Con miedo a que no lo quieran por cómo piensa.  Y eso es muy triste.  

Igual yo sigo pensando lo mismo, con la misma intención y muy fiel a mis formas. Con o sin Galeno para mí está primero vivir como realmente soy. Y dentro de eso está el derecho a decir lo que pienso (obvio sin herir o violentar a nadie). 

Si eso lo acepta o no, será su decisión.

Yo no guardo rencores. Pero tampoco guardo silencio. 


jueves, 10 de marzo de 2022

"Siempre listos"

 Uno de los acontecimientos más chistosos que me ocurrieron con Galeno en su viaje a Buenos Aires, fue el episodio del destapador.  

Antes de irnos, se me ocurrió llevar algunas cosas que podían servir, entre ellas, un destapador. Lo mismo Galeno, que trajo el mate y compró una yerba por si nos daban ganas de tomar.  ¿Por qué un destapador?  Porque ambos somos fanáticos del vino y a mí se me ocurrió que quizá un día podíamos comprar un vino que no conociéramos y tomarlo juntos, independientemente de si salíamos a cenar o no, porque a veces nos quedábamos haciendo "otras cosas" y se nos hacía un poco tarde. 

No obstante eso, al destapador, jamás lo usamos. Siempre terminamos saliendo a cenar y tomando vino con la comida pero, obviamente, yo seguí conservándolo en mi cartera. Y con esa misma cartera fui y vine por Buenos Aires todos los días que estuvimos juntos hasta que, en cierto lugar sacrosanto para nuestra democracia, yo entré con-el-destapador-encima.

Sí, lo olvidé y me mandé. 

II

Como había detector de metales en la puerta de entrada, animé a Galeno para que pusiera todos sus objetos de valor en mi bolso así pasábamos más rápido.  Cabe decir que no me acordé en ningún momento que tenía un destapador.  

El señor de seguridad me miró dudoso, casi con una mueca graciosa.  Claro, yo no tengo pinta de terrorista ni aunque me mires en la oscuridad, por lo que el contraste entre mi cara de inocente y el objeto punzante en mi cartera, era bastante bizarro. Lo mismo Galeno, que aguardaba a mi lado en un cómodo silencio. 

- ¿Puede ser que tengas un destapador? - me preguntó. 

- ¡Ay, sí, mil disculpas! - le dije, y me agarré la cara. 

Quería que la tierra me trague. 

- Es que... nada, por las dudas... - le dije, intentando explicar lo inexplicable. 

En un atisbo de lucidez, cerré mi boca.  Galeno se acercó a mi lado y disimuló una risa.  El de seguridad se quedó con mi destapador, me devolvió el bolso con todo el resto de nuestras cosas, e ingresamos a realizar la visita guiada. 

- Dios, qué vergüenza - le dije a Galeno, quien se carcajeó, cuando comenzamos a recorrer la primera sala. 

-  Hay que explicarle al señor que nos gusta tomar vino - me dijo, en broma. 

- Sí, creo que lo notó - añadí - ¿A quién se le ocurre? A nosotros nada más, mi *** - le dije. 

-  No sabemos cuándo nos podemos cruzar con un buen vino - musitó. 

III

A la salida, cuando la charla terminó, la guía que era una chica de mi edad muy simpática (con quien habíamos pegado onda durante la charla porque hacía muy bien su trabajo), me dijo: 

- Siempre listos ustedes - y sonrió. 

Con Galeno nos miramos y nos reímos. 

- Sí, la verdad que sí - contesté yo - siempre listos , nosotros, para un vinito.   

Acto seguido, me acerqué al señor de seguridad con cara de circunstancia, tratando en vano de no reírme. 

- Acá está, acá está, no creas que me lo iba a llevar... - me dijo. 

Me reí, otra vez. Alcancé el objeto que me depositaba en la mano con cordialidad. 

- Gracias por cuidarlo - le dije, y nos despedimos. 

Con Galeno salimos riéndonos.  Yo quería meterme debajo de una baldosa, y sé que, en condiciones normales, soy mucho más atenta. Pero también entiendo que, a veces, en ciertas ocasiones, distraerse es un equivalente al placer.  Aún mismo, esas distracciones, te hagan pasar una vergüenza plena. 

miércoles, 9 de marzo de 2022

La vida como una espiral

 I

8 de abril de 2021

Recuerdo ese día. Estaba esperando el colectivo desde el trabajo que me dejaba más cerca de casa.  De pronto, percibo que en mi celular empiezan a caer notificaciones del grupo de mi trabajo y como eso no era habitual miro si viene el colectivo antes de consultar mi teléfono.  Mi jefa de entonces preguntaba si habíamos leído el correo que acababan de enviar desde RRHH. Yo contesté que estaba por subir al colectivo y que en un momento lo consultaba. "Viajá tranquila, Veinte, y avisame cuando estés en tu casa ¿si?", añadió.  

Cuando leí el correo electrónico en el que se me informa que me había quedado sin trabajo, arriba del colectivo, dejé de percibir todo lo demás. Y por debajo del barbijo, se me empezaron a caer las lágrimas.  Entendía, al haber recibido las noticias, por qué mi jefa me había dicho que volviera a casa con calma y por qué le había preocupado que estuviera en la calle al recibir esa noticia.  

¿Qué sentí en ese momento? Tantas o más cosas de las que podría explicar. Pero lo principal fue una angustia que me sobrepasaba porque yo, en ese momento, no esperaba perder el trabajo. Días antes, incluso, el dueño de la empresa me había dicho que íbamos a trabajar mucho, que se venía una nueva etapa en la que yo estaba incluída... Y jamás pensé que la nueva etapa se centrara en la quiebra de una pyme.  Más bien, todo lo contrario.  Ni siquiera el dueño se lo esperaba. Pero fue lo que sucedió. 

 Mi mamá, a quien le conté en el colectivo, me llamó por teléfono y me pidió que por favor fuera directamente a mi casa para poder hablar.  Yo estaba en una especie de letargo donde no salía del asombro y del impacto.  Parecía que me habían pegado una piña. 

Y sí, simbólicamente, fue así. 

Acababa de empezar un nuevo año de facultad. Acababa de calcular cuántas materias cursaría. Me tenía que comprar libros. Pagar tarjetas de crédito. Tomar algunas clases que necesitaba.  Y para cada pequeño o gran proyecto en ese momento, necesitaba de mi sueldo. Un sueldo que acababa de esfumarse en el aire de un día al otro. 

II 

30 de junio de 2021 

Último día en la oficina, finalmente, luego de haber visto irse a más del 90% de la planta. La Administración donde trabajaba, y de la cual apagué la luz al irme, quedó finalmente vacía. Fuimos el último sector en disolverse. Nos despidió uno de los dueños con un desayuno enorme, como si fuera una fiesta de final de etapa. Pero para mí, era una especie de mal sueño, incluyera o no masitas finas. 

 Salir de la empresa, mirar todo por última vez, y pensar: "¿Y ahora? ¿Qué voy a hacer?". 

Llegar a casa y darse un baño muy largo, hacer silencio ante esa pérdida. No saber bien qué hacer.  Realmente, no saber por dónde empezar. 

III 

un día en 2022 

Recorro el mismo camino que hacia mi antiguo empleo. Me tomo el mismo colectivo y hago todo el trayecto hasta, inclusive, volver a pasar por el mismo lugar del que, creí, me había despedido en junio del 2021 para siempre. Mis planes no implicaban volver a pasar por ahí bajo ningún motivo, porque vivo bastante lejos. 

Me invaden muchos sentimientos cuando vuelvo a pasar por esos lugares. Primero, los nervios ante la entrevista con esa gente nueva, en otro punto de la ciudad. Después, la sensación de paradoja permanente por volver a pasar los mismos edificios, aunque esta vez el punto de llegada quede un poco más lejos. "Creí que no iba a pasar nunca más por acá", pensar, mientras el colectivo continúa avanzando. 

Me bajo en otra avenida, a la que corta otra calle, en otro momento de mi vida. Otro lugar, otro tiempo y otra posibilidad que, sin embargo, parecen ser casi literalmente una continuación de lo anterior. 

Encuentro la dirección, chequeo el correo electrónico que me envió la persona encargada de entrevistarme, mientras trato de retener su apellido, y finalmente entro en el edificio.  Me anuncio, explico a dónde voy, y subo por el ascensor al piso indicado. 

Me reciben, ingreso a la sala de reuniones y aguardo allí.  Luego de unos minutos, llegan dos personas. Me chocan la mano haciendo un puñito. A la chica la conozco, porque me hizo la primera entrevista, al chico no. 

Converso con ellos, que me entrevistan, sorteando preguntas a la vez que hago lo mismo con los comentarios.  No sé por qué pero, esta vez en particular, me siento muy tranquila cuando charlo con ellos, aunque sin perder el eje de esa reunión. Me manifiesto con calma y cautela, pero sin menospreciarme a mi misma. El proceso ha sido muy largo, he dado mucho de mí para mostrar interés en el puesto, y he entendido finalmente que lo que yo sabía y lo que yo tenía eran suficientes para este presente. 

- Tengo que definir algunas cosas después de nuestra charla - me dijo, un tipo de unos cuarenta años, con camisa a rayas, mezclando el blanco y el gris - ¿Podrás quedarte un momento más? 

- Sí, por supuesto - le dije. 

- ¿Te gustaría tomar un café o agua? - me preguntó la otra chica que me entrevistó, muy amable. 

- No, muchas gracias. Estoy bien - les contesté. 

Me mantuve en calma durante los momentos donde me quedé sola. Aproveché y observé el lugar más detenidamente. La sala de reuniones donde estaba parecía muy limpia. Escuché teléfonos sonar y algunas conversaciones de fondo.  Pero no pensé, como otras veces, si yo sería capaz de estar ahí.  Solamente, observé lo que me rodeaba, inclusive la ventana que daba hacia la calle por donde entraba el sol y esperé.  Puro presente, me repetí. 

Un momento después volvió a entrar en la sala, solamente, el tipo de camisa a rayas. 

- Bueno, estaba evaluando la pretensión salarial con el dueño - me dijo - y podemos acercanos a ésta cifra. Si te parece bien... 

Miré la cifra, detenidamente, y le dije que sí. 

- Ok - musité, firme. 

- Podés pensarlo - me indicó. 

- No, me parece bien.  Por mi parte, las condiciones están bien, incluído el monto del salario - le dije, firme, pero relajada. 

Me esperaba un "bueno, excelente, nosotros en cualquier caso nos estamos contactando con vos", igual al que había recibido en las últimas entrevistas de 2021.  Es decir, pasar a una fase de espera luego de dos entrevistas.  Creo que por eso me relajé al contestar. Creí que la entrevista había terminado. Le dije que para mí estaba bien ese acuerdo y me quedé callada, pensando que lo tenía que volver a consultar con alguien más. 

Pero me equivoqué.  

- Bueno, entonces, bienvenida - me dijo el tipo de camisa a rayas, sonriendo a la altura de los ojos, hablando por detrás del barbijo. 


sábado, 5 de marzo de 2022

¡PAF!

 I

2014 

Justamente estamos frente al horno. Si no lográs empezar a aceptarte, nunca vas a ser feliz - me dijo - Yo observo una gran dificultad para establecer relaciones de tu parte - sentí eso como un ardor por dentro y miré para abajo - Si esto se sostiene, y no lográs dejar de pensar en que nada bueno va a pasarte no vas a poder construir una relación donde permitas que alguien más te conozca realmente- apeló. 

- Ya lo sé - le contesté. 

- Es duro lo que viene a partir de ahora, lo sé - bajó la intensidad de la devolución - pero si no lo hacemos, el día de mañana, va a ser muy difícil para vos formar vínculos genuinos basados en la confianza. 

- Si, eso también lo sé - acoté, desabrida - Ahora yo no soy feliz. Y creo que tengo que hacer algo para ser feliz. Pero al mismo tiempo pienso para qué intentarlo si siempre me sale mal. 

- Pero ya vemos que es necesario. Que puede ser mejor intentarlo - añadió.   

Ese día salí de mi sesión de terapia pensando si, alguna vez, lograría sentirme plena, si podría vivir sin tener vergüenza de mi misma. Estaba destrozada por dentro. Pero quería pelear.  

Al menos, eso me había prometido a mi misma.  Y cuando yo me prometo algo, mi propia palabra tiene mucho poder sobre mí. En especial, si es por algo que necesito hacer. 

 

 II  

  2019

Misma terapeuta, mismo consultorio, luego de muchos años sin vernos. 

- Siento que es una locura que me esté pasando esto. A todo el mundo no le pasa esto - le expliqué - No lo puedo creer. 

- Podés estar sorprendida, sí... ¿pero por qué creés que no te puede pasar algo así a vos? 

Suspiré y lo pensé por un momento. Realmente no lo creía posible por mis problemas de confianza, por mi forma de querer lo bastante evitativa. 

- Puede pasarme, considero, en el mundo hay miles de chances de eso - sostuve - pero a todos quienes me rodean jamás les pasó algo así. Y no sé... Es difícil pensarlo... ¿No le pasa a quienes me rodean y justo a mí? Me siento extraña. Siempre pensé que eso le pasaba a otra gente... Pero ¿a mí? 

- Pero a vos sí - marcó. 

Me quedé en silencio. 

- Yo sé que lo que voy a decir puede parecer una locura - empecé - pero esto no se trata de una fantasía o de haber idealizado a alguien.  Aunque nosotros sólo tengamos un contacto virtual, esto que me sucede a partir de haberle dicho que no viaje, te juro que no es una fantasía.  

Mi terapeuta se me quedó mirando en silencio. Esperaba más información ya que, pese a que hablábamos hacía un mes y medio, yo jamás se había contando nada de Galeno. Y no, no era precisamente porque no me estuviera moviendo las placas tectónicas de mi vida, sino, porque todo ese hecho lo estaba haciendo a tal punto que yo lo quería negar.  Sin embargo, cuando tuve que hacerme cargo de haber rechazado su iniciativa de conocernos en primera instancia, la angustia me consumió. Y a eso, realmente, no lo pude negar.  Sin ir más lejos, a la mañana siguiente de decirle a Galeno que yo no estaba preparada para conocernos en persona, me quedé afónica. Sin un gramo de voz. De la nada. O más bien, por hacerme la que no me estaba pasando nada. 

Por eso estaba ahí, en mi sesión, confesando todo. 

Miré a mi psico. 

- Me gustaría encontrar a alguien como Galeno... pero que me quede más cerca... Él está lejos. No puede venir. 

-  ¿Qué significa "cómo Galeno"? - me preguntó. 

Esa pregunta me impactó. Fue como si me hiciera dar la cabeza contra una pared y entrar en correlación con otra parte de la realidad que hasta entonces me estaba perdiendo.  

 Me la quedé mirando, en blanco y se me hizo un nudo en la garganta. Al contrario de lo que esperaba, me emocionaba decir lo que acababa de entender, no me entristecía. 

- Yo suelo sentirme lejos de las personas. Hoy en día, aunque esté rodeada de gente en el trabajo y en la universidad, me siento muy diferente a la gente que me rodea. Ojo, no digo que sean malos, he conocido gente muy amena, pero no me puedo mostrar de una forma íntima... - le expliqué - Y con Galeno... 

Mi psicóloga sonrió. 

- Cuando nosotros hablamos, todo... fluye tan diferente. 

- Comprendo (...) - me dijo mi psico, y avanzó con una intervención lúcida. 

-   Esto no se trata de amor sí o amor no - argumenté - es una cuestión de identidad.  Cuando hablo con Galeno, siento que estoy siendo quien soy. Finalmente. Eso es lo que siento. Por eso quisiera que me quedara más cerca...  - le dije, haciendo énfasis con las manos. 

- ¿Como para no estar movilizada, no? - me preguntó. 

Me reí, a medida que iba liberando la tensión, pero enseguida me puse seria. 

- Al día siguiente donde le dije que no estaba preparada para vernos, o sea, el jueves ...  cuando me levanté para ir a trabajar no tenía voz. Me quedé sin voz. 

- ¿Perdiste la voz? 

- Sí. Estaba bien, tuvimos esa charla antes de dormir, yo me dormí, no quise pensar en eso la verdad, y... al otro día no podía hablar. No... no podía decir nada. Ni siquiera avisar por teléfono que no podía ir a trabajar, fue una locura. 

Ella me miró y asintió con la cabeza lentamente, como si hubiera quedado expuesto algo esencial. 

- Qué curioso que pierdas un elemento muy importante como es la voz, cuando se trata de tu identidad. ¿No? 

La miré. 

- Sí. 

- ¿Cuándo recuperaste la voz? 

- Cuando me quedé sin voz, me di cuenta que esto no es joda. Y... como me tuve que quedar en mi casa, eso me obligó a pensar... y pensé en todo. Y me di cuenta que yo pensé que se iba a solucionar todo diciéndole que no venga, pero... no. 

- ¿Por qué? 

- Porque no estoy contenta. No me siento mejor. 

- Entonces, podemos ver que para ser una situación virtual está trayendo muchas reacciones reales. Emociones reales que te afectan. Eso quiere decir que, aunque esté en otra provincia, esa persona es real. Existe, aunque no la puedas ver. 

- Sí. Creo que existe - bromeé - Digo, no es un loco suelto. 

- ¿Hay datos que te ayuden a poder verificar, lo hablaron, hubo hechos en relación al tema? 

- Sí. Yo lo investigué... y no hay sospechas de nada. De hecho, me ofreció juntarnos en un sitio público, donde me sintiera más cómoda, me contó donde trabaja, dónde vive. Me mostró fotos de todo, de su hija, de todo...- suspiré - y sé que no es muy... racional, pero, lo intuyo.  Siento que es una persona de verdad. No sé por qué, pero... digamos, no siento que haya peligro en verlo. No es por miedo a que me haga algo que yo le dije que no quería que venga. 

- Bien - dijo - supongamos que Galeno existe como tal. Sí, ya sabemos que está en otra provincia, pero supongamos que no sea un loco, que sea un hombre normal que quiera conocerte.... y vos me decís que no es miedo a que sea otra persona. 

- Sí.  En ese sentido, me ha dado muestras de confianza. Pero esto es una locura... Ese es el tema. 

- ¿Qué tiene de malo? 

- Que una persona que vive en **** se está tomando un avión para venir a verme. Que eso no lo hace cualquiera, que no es algo que le pase a todo el mundo... ¿entendés? O sea, para mí es rarísimo que, de un día para el otro, venga un hombre y me diga que se quiere tomar un avión porque me quiere ver.  ¿Quién es capaz de tomarse un avión por ver a una chica? No, te juro que... me cuesta mucho entenderlo.    Además, eso no le pasa a todos... 

- ¿Cuál sería el problema si esto te pasa a vos? ¿Si en vez de tomarse un colectivo, por ejemplo, se toma un avión? Justamente, eso no lo hace cualquiera y puede que le parezcas una persona tan movilizante que sea capaz hasta de tomarse un avión para conocerte. 

Mi psico sonrió, dejándome llena de preguntas, y me citó para la próxima semana para seguir trabajando sobre el tema. 

     III 

                                                                                                                                           noviembre,  2019

- Veinte, tengo que admitir que pensé mucho en vos este fin de semana... - me dijo ella - ¿Cómo estás, cómo te fue? 

Sonreí. 

- Bien, estoy viva - le dije, entre risas - Estoy bien. Fue un fin de semana muy muy raro. 

- ¿Y Galeno? 

- Galeno fue la persona que necesitaba que fuera. Si te lo tuviera que decir, sería eso lo que más representa todo.  Fue respetuoso, me trató súper bien, me sentí cómoda... 

- ¿Y físicamente, te atrajo? ¿Te gustó en ese sentido? 

- Sí. Ni bien lo ví, me senté, charlamos, y... fue muy importante poder asociar el cuerpo de ese tipo que tenía en frente mío a todo lo anterior... 

- Entiendo. 

- Pero... hablamos un ratito, en el café donde nos habíamos citado, y... me gustó. Asocié todo y me sentí atraída por él también físicamente.  No podía creer tenerlo en frente mío. Lo miraba y lo miraba, pobre. 

Nos reímos. 

-  ¿Y él? 

- También. Me miraba pero... no como si quisiera aprovecharse, al contrario. Me miraba todo para conocerme, para ver cómo era, con la misma curiosidad.  Me dió la sensación, es algo que me di cuenta después cuando pasó el fin de semana, que ninguno de los dos se imaginaba que nos íbamos a atraer tan rápido y a congeniar... Así, ni bien nos sentamos a charlar y nos pudimos ver, paf. 









martes, 1 de marzo de 2022

Nuevas bases y condiciones

I

 «El problema del exceso de empatía es que, mientras nosotros podemos entender las luchas ajenas, los demás son incapaces de entender las nuestras. Y entonces uno es la hoguera donde nadie más coloca leña pero se acercan a calentar las manos».

•Ann Everestt | Catarsis

Mi vida actual puede resumirse en esa frase de Ann Everestt. Es decir, en el desbalance que traen todas las relaciones cuando ya no sirven más, o bien, cuando necesitan refacciones. ¿Cómo decir que casi ninguna relación de las que tengo hoy por hoy tiene el basamento que espero, o que yo invierto, en términos de empatía? 

Creo que pasan dos cosas actualmente con las personas: sólo les importa la propia vida y sin embargo las demandas que hacen a los otros son demasiado exigentes en relación a lo que dan. Eso es lo que vengo notando: la gente pide mucho de uno, pero cuando uno pide algo de los demás, na-da. Cuando pide solamente que entiendan su lucha, o lo que le está tocando vivir, corriéndose del medio y con ello a su ego; pues nada.  No sucede nada de lo que, considero, debería suceder. Es decir, que la otra persona sigue enfocada en lo que siente y aunque vos hayas intentado conocer sus motivos, no hace el mismo ejercicio con los tuyos. 

  El desbalance existente entre la oferta y la demanda en los vínculos humanos, es notable. Parece que sólo cuando el otro necesita de nosotros, entonces, nuestra presencia es válida. Pero parece que cuando uno necesita dedicarse a si mismo, porque tiene cosas que atender, a la gente ya no le reportás funcionalidad. Y las cosas cuando no funcionan, se descartan. 

Sé que, por mi manera de ver el mundo, soy una persona empática. Hay momentos donde no tengo ningún problema en dejar de lado el lugar central de mis ocupaciones o donde me corro de lo que siento para intentar entender qué onda el otro porque no siempre se puede ser el centro del mundo, ni siquiera, en nuestra propia vida. Al menos, si es que queremos entablar relaciones con otros.  Pero... me voy dando cuenta que la empatía no es una gran virtud.  Al contrario. Sentir empatía por el dolor de los demás te hace creer que la gente también va a intentar ver tus luchas, que va a respetarte, que va a evitar juzgar lo que no conoce y que va a tener respeto por tu manera de vivir; y eso lamentablemente no es lo que sucede cuando las fichas realmente se disputan en la partida. 

Desde hace bastantes meses, las demandas en relaciones se me hacen insostenibles. Las exigencias, me urtican. Y todo lo asociado a esos comportamientos, como ser los celos o las escenitas, también.  Por eso, he cortado algunas relaciones personales de mucha trayectoria.

  He llegado a un estado en mi vida donde ya no aguanto los condicionamientos en las relaciones. Ni con la familia, ni con los amigos, ni con los hombres. Y estoy actuando en consecuencia de formas implacables, eso sí hay que decirlo.  He comprendido finalmente que necesito un tipo de relación que mucha gente no entiende, o malentiende, y es la de ser libre. ¿Vincularme con los demás? Obvio. Pero siendo libre por encima de todas las cosas. 

Sé que hay gente que se siente cómoda con la demanda, porque eso la hace sentir útil o necesitada, pero a mi es una situación que no me cae para nada, pero para nada, bien. No soporto las demandas que tienen base en el ego de las personas. Los condicionamientos. La invasión y la falta de empatía para entender que el otro, a veces, necesita que lo respetes. 

II

Esto no es algo que he aprendido porque sí. Precisamente, mi relación con Galeno me enseñó del tema y mucho. De hecho es la única persona con la que puedo manejarme con una sinceridad - actualmente - muy interesante sobre el tema. Me dice "hoy estoy muy ensimismado", por ejemplo, y mi respuesta es "sí, sabes que me acabo de dar cuenta, no te saco más charla. Te mando un beso", es decir, un entendimiento y una confianza que va más allá de contentar obedientemente la demanda que le hacemos al otro. Que integra e implica el dark side. 

Demanda de atención, de tiempo, de amor, de ser prioridad, de sentirse reconocido o importante, de creerse imprescindible... Son varias las que a veces aparecen en los vínculos. Lo sé porque, antes, yo también demandaba, porque sentía que había obligaciones en los vínculos y que no eran elecciones que podíamos hacer, o cosas que se podían hablar. Incluso, uno de los rasgos más tóxicos de la historia con Javier, fue el nivel excesivo de demanda de amor que tenía en su momento hacia una persona como él; la demanda de coraje, la demanda hacia el "tenés que poder jugártela", cuando el otro no quería hacerlo.  Y, hoy entiendo que sí, que estaba bien, que estaba mejor que bien, porque no tenía obligación frente a mi demanda (aunque digamos que en el caso de Javier tampoco tuvo responsabilidad afectiva y eso fue el mayor error). 

III

Con el paso de los años, por suerte, maduré y me di cuenta que la demanda es un comportamiento que te quita por completo el eje de tu vida y de los vínculos sanos. Que los vínculos sanos son aquéllos donde hay libertad, donde hay un compromiso que se asume individualmente y que no está sometido a las demandas. ¿Si hay responsabilidad? Sí. Pero no hay obligación.  Y eso es una diferencia exponencial que la gente, cuando le toca hacerse una autoevaluación, creo que no entiende del todo. 

El mapa de las demandas lo empecé a identificar a mansalva en vínculos cercanos de los que me fui alejando. A algunos los cambié de lugar, como en el caso de mi familia, donde acomodé ciertos mecanismos en las relaciones con mis hermanas, por ejemplo. Y a otros, los eliminé porque ya no quería tener esa clase de vínculos en mi vida, aunque a cambio, la soledad estuviera más presente. 

¿Creen que marcar nuevos limites o plantear nuevas condiciones sentó bien? Pues no. Como todo cambio en los términos de una relación, al principio, cuestan y no siempre el vínculo sobrevive. Pero creo que quedan las relaciones que deben quedar.