jueves, 28 de abril de 2022

El camino inexorablemente marcado

 "Por eso, lo único que me resta es pedirle a la vida o la suerte que me tiren una soguita. Que no nos reúnan, que no nos crucen, que no nos pongan en la misma vereda del mismo barrio, ni que nos hagan volver a vernos después de lo que pasó" . 

 Salgo de la oficina cinco minutos antes. Mientras hago las últimas tareas del día, porque estoy atestada de trabajo, pienso como me gustaría volver a casa. Me doy cuenta que tengo dolor de cabeza y que estoy con antibióticos, por lo que no quiero tomar subte y tren como hago a diario. Además, me digo, es hora pico.  Cuento la plata que tengo en la billetera. Ochocientos pesos. Decido entonces que me tomaré una combi, como excepción clara, para poder volver a mi casa. 

Tomo el subterráneo. Me bajo en la avenida más conocida de la CABA y tomo la combi. En el viaje, descanso y pongo música. Trato de procesar el día en el trabajo, mientras pienso de a ratitos en todo lo que comprende mi vida personal.  Como algo y la cabeza me deja de doler. Era hambre, me digo, y caigo en cuentas de que durante el día solo almorcé rapidito y recién a las 19.00 hs probé bocado. 

Bajo en mi ciudad, mi amado hogar. El aire del conurbano me hace bien al corazón. Mientras, le mando un audio a mi mamá diciéndole que estoy retrasada, que iré al cajero, que me espere para más tarde, para que no se preocupe y tengamos algún contacto en el día siendo que son casi doce horas fuera de casa. 

Camino por la calle principal hasta el cajero. Cuando estoy por cruzar la calle, veo que un auto se estaciona adelante mío y no puedo entender quién lo conduce. 

 "Ay, no, esto no puede ser", me digo cuando reconocí a la persona que iba adentro. 

El conductor de ese auto que sin darse cuenta se atravesó en el camino es Javier. También viene de trabajar desde el otro lado de la ciudad y nos acabamos de encontrar. Es casualidad, obvio, jamás pensamos que pasaría una cosa así, menos en este contexto, pero pasa. 

Se me cruza. Directamente. Y metafóricamente. Se me cruza en el camino al cajero y en la vida. Parece joda. Pero es realidad.  Él tampoco se da cuenta hasta que mira para estacionar y me ve. 

Estaciona y baja del auto. Nos miramos por un momento. El con jean, camisa y zapatos, pero camuflado con un buzo. Yo con pantalón negro formal, botas y sweter, a juego con la campera. Nuestros looks de oficina son un plato. 

- ¿Qué haces acá? - le digo, como si se lo gritara con el deseo que vengo guardando bajo llave. 

"¡Qué mierda hace acá!", pienso. 

- Hooola - me dice, y nos empezamos a reír. 

Si, automaticamente, creo que de los nervios, me encuentro riéndome. No, no soy cínica ni forra, sólo que no lo puedo creer. Ninguno de los dos entiende cómo se encontró con el otro. Yo no puedo parar de repetirme que no puede ser. Que lo único que pedí fue no volver a cruzarlo... 

- Vengo de trabajar... - me dice - Espera, voy a comprar pastas que esto cierra. ¿Vos?

 -También vengo de la oficina. Me voy al cajero - le digo, y lo saludo con la mano. 

Me agarra del brazo, me lo aprieta y me dice: 

- Qué día hooooy - y se va. 

Cuando me aprieta el brazo da cuenta de su deseo. Por la forma en que me mira y en qué me toca. Es como si dijera "ay, la puta madre, qué casualidad".  Ya no me rio, pero la cara de estúpida seguro la tengo. Cruzo la calle. Todavía afectada por ese cruce, hago la cola para ingresar al cajero. Pienso que al menos fue breve el cruce. Que no dejó tantas consecuencias. Al caso, somos vecinos. No, no alcanza solamente por no pasar por la casa del otro, me digo lamentándome, quisiera que fuera suficiente escaparme del partido.... Pero ya no sé.  Me pongo los auriculares y sigo haciendo la fila.  "Ya está", digo. "No fue para tanto", añado en mi mente buscando superar la situación y seguir en mi sintonía. 

  Javier sale de comprar las pastas, lo veo y miro mi celular, no quiero que me salude aunque me muero de ganas. Pasados unos instantes, veo que se queda ahí, que no se va a su casa.  Noto que se queda estacionado en su auto. ¿Me espera? No puede ser, pienso.  

 Me mira y me hace señas. Me saco los auriculares. 

- ¿Te vas a tu casa? 

- Si - digo. 

- Te espero y te llevo - dice. 

Asiento con la cabeza, obediente a mi deseo que me desborda. Quiero estar cerca de él aunque no esté bien y eso es una tormenta de arena en mis ojos. Mi mente se pone de inmediato pelotuda. Más tarde entiendo que no le puedo decir que no, pero que necesito decirle que no, no sé cómo.

 No entiendo por qué me pasa esto. Estoy haciendo mi mejor esfuerzo... Le dije que no la primera vez, le dije que no el domingo pasado... ¿Por qué se pone difícil? También tiene límites mi resistencia. También siento. Y esto me consume. Me agarra con la guardia muy baja y mi cuerpo se pone en modo "cómo me gustaría poder decirte que sí". 

" Dios mío, no puedo creer que me este pasando esto", pienso. Respiro hondo y trato de concentrarme. Saco el dinero en el cajero en tiempo récord. 

Salgo y Javier sigue ahí. No, no se fue. No, no se arrepintió. Sigue-ahi. Una parte de mi esperaba que se fuera pero continúa estacionado, esperándome, después de ocho años, un encuentro, tres semanas de ese encuentro, y todo un mambo.  Me da escalofríos está naturalidad en nosotros. Francamente, me da escalofríos que no exista incomodidad o distancia propia del paso de ocho años.  Al contrario, hay confianza. Nos decimos cosas como si nos hubiéramos visto el día anterior. Y eso, hace todo muy-muy difícil. 

Me subo a su auto. Dejo la mochila entre mis piernas. Acciono el botón de la puerta del asiento del acompañante y subo la ventanilla. No quiero que nadie me vea. Quiero disfrutar ese pequeño momento sin pensar en los demás. Total, no vamos a hacer nada incorrecto yendo juntos, me digo, para tranquilizarme y justificarme anticipadamente. Como buena cobarde. 

 Lo miro y me sonrio , sacudiendo la cabeza. De los nervios y de la ironía. Javier me mira y sonríe. Con picardía. Sigo sin poder creer que hace un ratito estaba en una combi, pensando que iba a merendar con mis papás, llevando algo rico para estar con ellos, y ahora... 

- Hola, señora, ¿cómo está?- me dice - Compré pastas al final 

- Que bueno... Rico. 

- Tengo en gente en casa... Hay partido. 

- ¿Quien juega? 

- *** - me dice por el equipo de nuestra ciudad, con gesto obvio. 

- Ni sabía. Se juntan, claro... 

- Seh. Ahora cuando llego, con los chicos- me dice- ¿Cómo estás? 

- Cansada. Día de locos en la oficina. 

- Estaba imposible la Ciudad. Pero es linda. 

- Es divina, si. Pero hoy, un chino volver Javi. 

- Seh. ¿Cómo te fue en la cena del domingo? 

Lo mire, me sonreí y volvi la vista al frente. 

- Bien. Viste que cuando hablamos te dije que tenía que ir. Bueno, fui. Mi hermana está un poco mejor. Comimos algo. Compartimos, no está sola. 

- Si, es jodido lo que le está pasando. 

- Si. Por eso quería estar con ella. 

- Hiciste bien. No son decisiones fáciles. 

- No, ni ahí. Pero bueno, ahora está ocupada con lo económico... En lo que pueda, estaré presente. 

- ¿Y vos? 

- Bien, cansada... Me agota mucho el laburo. 

- Como estás con tus decisiones, digo... 

Lo mire, y me aguante las ganas de decirle de todo. Bueno, malo, prohibido, permitido.

- Como puedo... 

- El trabajo te gusta... 

- Maso. 

- Ah, el otro día me dijiste que si... Me mentiste... 

- Maso - le dije y me reí. 

- Guuuuacha.... 

- No quiero hablar Javi. Estoy adaptándome. Los trabajos son así. La gente es mala gente, pero tengo que tener paciencia. Agradezco tener trabajo. 

- Veo que estás pasando una etapa laboral y académica y personal también, de decisiones muy firmes...  - ironizo. 

- Javier - me reí - sabes que soy una bola de indecisión hoy en día. No jodas. Hago lo que puedo. Soy humana. 

- Estas " si, no sé, no , si" - me dijo.  Se rió. 

Suspiré y no lo mire. Sabía que me miraba. Y sabía que me lo decía por su ingerencia en ese plano de mi vida. El personal. Nada tenía que ver lo laboral. 

- Estoy en un momento de mucha contención en mi vida, Javier. Me contengo en la oficina, en lo académico, en lo personal - le dije - y siento que un día todo va a estallar. 

Le hice un gesto. Se rió. Me miró. Lo mire y le hice un gesto conclusivo. 

- Mmm, si, lo sé - dijo. 

Me sonrió. Lo mire y no le dije nada más. Cerca de casa, le pedí que me dejara a media cuadra. No quería que nadie nos viera juntos. 

Lo saludé con un beso en la mejilla. Después de haberme besado hasta la frente, le di un besito en la mejilla. Se rió. Me hizo reír. Creo que pensamos un poco lo mismo. 

No volver a besarlo fue una decisión re positiva. Me agradeci. Mi autocontrol emocional estuvo ahí. 

- ¿Qué? - dijo. 

Me estaba pinchando. Si yo le decía lo que quería hacer, él no se iba a quedar atrás. 

- Nada, Javi. Gracias por traerme.

- ¿Me vas a escribir para contarme? - me preguntó, por algo que le comenté. 

- No - le dije como si fuera algo muy evidente y soltó una carcajada. 

Suspiré, riéndome.  Me baje del auto. 

- O no nos encontramos nunca o nos encontramos todo el tiempo... - le dije, como con bronca porque era eso lo que tenía atracado en la garganta - Sos un fastidio en mi vida, Dios mio, sos un fastidio... ¿Qué haces acá, me querés decir? Fastidiosooo. 

Javier se empezó a reír. Me contagió. 

- Chau , querido. Adiós. 

- Chau - dijo, sonriendo a más no poder. 

Estaba tan a gusto que me daba miedo. Sonreía, se lo notaba entusiasmado. La energía estaba ahí. Las dos pulsiones jugando casi a pleno. El vaivén. Eso que revive a los muertos  o a dos oficinistas cansados. 

- Gracias. Chau - digo, y me despido. 

Cerré la puerta de su auto. Caminé sobre la vereda igual que hace tres semanas la media cuadra de las apariencias. Me baje del mismo auto que hace tres semanas. Y sí, claro, entré en mi casa a seguir viviendo mi vida. Todas y cada una de las veces, creyendo que será la última. 

Aunque a ciencia cierta, no me dejo de preguntar qué quiere el destino de mi.  Más no puedo hacer. Evito mucho mi deseo pero si estoy a merced de una fuerza mucho mayor que yo, que nos pone en el mismo lugar en el mismo momento como si fuéramos fichas... ¿Que se hace? ¿Cómo se hace?

No sé qué hacer. Llego a mi casa, le digo a mi mamá que me trajo una conocida en auto porque me pregunta feliz como hice tan rápido. Ella está contenta porque vine pronto y yo estoy desbordada. Me tomo unos mates con ellos como siempre, vuelvo a mi centro despacito.  Me voy a bañar. Necesito estar sola un rato despejando la mente. 

II

Más tarde, Galeno me envía un mensaje. Le cuento todo mi día. Le pregunto cómo está. Me intereso por el, y por sus ocupaciones. El se interesa por las mías. Nos apoyamos. Nos mandamos besos.  Con el siento que no tengo que salir corriendo. Al contrario. Quisiera que estuviera acá conmigo, para abrazarme a el y dormir en paz después de un día muy muy intenso. Me hacen bien al final del día sus palabras dulces, me hacen sentir en casa. Le devuelvo las mismas, porque las siento, y porque aunque todo sea diferente, Galeno es muy especial para mí. 

Mi parte oscura está profundamente conmovida. Mi parte clara, hace lo mejor que puede. El deseo por Javier me deja agotada. Desplomada. Como si me consumiera toda mi energía resistirme a él. Es un deseo culposo, por lo demás. En cambio, la dulzura y la afectividad de Galeno, que también representa deseo, es como un susurro que aunque mucho más tenue me hace sentir querida. Tenida en cuenta para alguien que también uno tiene presente y a quien quiere. 

Cuando hablo con Galeno, sin embargo, omito el encuentro a la salida del trabajo con Javier. No se lo podría explicar a nadie. Menos a él, porque sabe quién fue Javier para mí y todo lo bueno y lo malo que pasó. Además, aunque fue casualidad, entiendo que sería un motivo de discordia entre nosotros y no quiero eso. Quiero estar calma, aunque se complica a veces. En especial, desde que Javier irrumpió en mi vida de esta manera y me planteó mil preguntas. 

Todo este último tiempo siento que recorro un camino inexorablemente marcado. Para bien y para mal. Algo que siempre estuvo ahí y llegó la hora de afrontar. Algo de lo que no puedo escapar por más de lo que quiera con toda mi razón. 

A veces, tengo el presentimiento de que, tarde o temprano, me encontrará. 



sábado, 23 de abril de 2022

Deseos imposibles

 Todavía tengo su vino en mi habitación. Intacto. Así como lo traje aquel domingo y ahora anclado en un rincón de un mueble me mira recordándome que aquello sucedió. 

¿Podré tomarlo a modo de despedida? Quizá la nuestra tenga gustito a vino. Y sea el vino de la victoria que termino siendo el vino de la agachada. De mi agachada.  Ya no sé. 

He de decir que Javier en estas semanas se ha vuelto un fantasma. Un fantasma que vive a cinco cuadras de mi casa. Un fantasma que tiene mi teléfono y dirección. Que me trajo a casa, después de muchos años, hace tres semanas en su auto. Y que después se volvió a escurrir en silencio por la misma calle donde su auto se perdió hace años. Y si, tanto está como esa vez, creía y creo que fueron un para siempre. 

II

Javier descansaba sobre mi panza. Se quedó un rato enorme allí. Acurrucado. Como un niño. 

- Yo sabía que algo iba a pasar - le dije, como con bronca. 

- ¿Algo así? 

- No, no imaginaba tanto... Pero tenía un presentimiento. 

- ¿De qué? 

- Yo no pienso casi nunca en vos, ahora. Pero cuando volves a mi mente, y no hay ninguna razón que yo pueda atribuirle a eso, es decir, que no nos vimos o hablamos, sé que algo va a pasar. Es como si te presintiera. 

- ¿Sentías algo está semana? ¿Cómo qué?

- Me acordé de vos, si. Era como si me estuviera rondando alrededor tu energía. Y convengamos que no sos la persona que más tengo presente en la vida.... Imagínate - ironicé. 

- Y nos encontramos.... De casualidad. Hoy. 

- Seh.  Igual como mucho esperaba verte, no terminar acostada en tu cama luchando por no hacer algo indebido. 

Se rió. 

- Deja de luchar. 

- Nunca. Aplica para todo. 

- La combativa de siempre.... Que me parió. 

Perdí mis manos en su pelo. 

- Vos y yo siempre combatimos. Antes, porque moría de amor por vos y vos no me querías tocar un pelo. Y ahora, porque me querés... Tocar todos los pelos - dije.

- Y vos no querés. Está vez sos vos la que no se anima. 

- No pasa por eso... 

- Si, pasa por eso. Por animarse. Y vos no te animas. 

- Bueno, pensa lo que quieras. 

- Cabrona, siempre igual - me dijo y rodeo todo mi cuerpo con sus brazos, de nuevo, apoyando la cabeza en mi panza - ¿Me puedo quedar acá? 

- Ya estás ahí - musite. 

Me acarició las costillas. 

- Javi - dije - no tires de la cuerda. Puedo hasta acá. Respeta mi decisión. 

- Es que se nota que querés más... 

- Si. Pero después no se que va a pasar. Pasarme. Pasarte. 

- ¿Puedo decirte algo? Sin que pienses que soy un boludo 

- Si. 

- Por la forma en que te pones cuando te toco, sé que te gusta. Pero estás haciendo fuerza para que no te guste. 

No le dije nada. Me quedé callada. Tenía razón. 

- Entonces, aunque ni hagamos nada, por lo menos reconoceme que te gusta cuando te acaricio o te beso.  Te va a hacer sentir mejor. 

Le seguí tocando el pelo. No conteste nada. No quería equivocar mis palabras. Estaba centrada en mi autocontrol. Buscando mi norte. Atesorando cada palabra. Sabiendo que no olvidaría esto en mi vida por muchos motivos. Buenos y malos. 

- ¿Qué te gusta? ¿Me podés contar? 

- No. 

- No es por morboso... Quiero saber. Entenderte. 

- ¿Para que? Si nunca vamos a tener sexo nosotros dos... ¿De que te sirve? 

- Siempre tuve curiosidad de saber lo que te gustaba. Cómo eras. En ese aspecto. 

- Oh - le dije, sorprendida - Es bastante fácil. Me gusta que me respeten ante todo. Y que si van a acostarse conmigo tengan ganas de acostarse conmigo, no con ellos mismos, y su placer. Una experiencia compartida. 

Levanto la cabeza. Me sonrió. Note que le gustaba haberse sacado la duda. Lo aliviaba. 

- ¿Y qué más? 

- No hago nada por compromiso. 

- Se nota. 

- Y soy suave. Para mí no hay por qué apurar nada. Me tomo todo mi tiempo en disfrutar. Y me gusta que el otro esté cómodo. Con su cuerpo, con el mío, con todo... 

- Y todo eso te hace muy intensa... 

- Supongo. No sé. 

- Si, te hace intensa. Me encanta. Al fin puedo saber. 

- Vos sos igual, Javier. Te estás conteniendo. Y está bien. Creo que es lo mejor. 

- No, es lo peor. No quiero contenerme más. Por favor. 

- ¿Por qué justo ahora decidiste esto? - me queje. 

- Porque sí. 

- Bueno, pero no es porque si... Hay otra gente. 

- Ya se. Pero esto es diferente a todo. Hace años que vengo con ganas de que estés en mi cama, acá, así... 

- Dios - murmuré - Años. Qué mierda todo esto. 

- Ahora sos una mujer hermosa. Bárbara. 

- ¿Estabas esperando que creciera, Javier? 

- No se. Pero ahora estás más grande... 

- Y te da menos culpa... 

- Algo así. 

- ¿No te sentís responsable por mostrarme cosas del mundo que yo no conozco, no?

- Claro. 

- Si, entiendo. Cobarde de mierda. 

Se rió. 

- Yo estaba roto. Ya te dije, vos caiste en todo ese quilombo. Me sentía atraído por vos pero era imposible. No estaba buscando una relación. Y me parecía justo que no te quedaras esperando eso. 

- A mi siempre me pareció algo diferente. Pero bueno... Me lo estás diciendo vos, ahora. 

- ¿Qué te pareció? 

- Que no hubo cariño. Para mí paso eso. Con esta chica, por ejemplo, más allá de todo lo que me comentas ahora, si tenés una relación. Me parece que elegiste. Y está bien. Yo también elegí. Es normal eso. 

- Cuando nos conocimos con ***, en el medio de todo este quilombo, dónde también estabas vos, yo no esperaba nada. No quería que nadie más me odiara. Que vos me odiaras era lo último que necesitaba. 

- Bien. 

- Y ella tampoco quería saber nada. No quería una relación. No le interesaba. 

- Suele pasar. Menos la querés y después... 

- Así que nos quedamos. En esto. 

- Si, yo recuerdo verte extrañamente feliz al principio - ironicé. 

- Estaba bien. Al principio. Pasamos buenos tiempos. Y también muchos malos. 

- Hay rachas. 

- No hablemos más de esto... - dijo. 

- Ah, claro, pero para que hable yo... De mi relación, dale ¿no?

- No. No quiero que me cuentes nada. No quiero saber nada de él. 

- ¿Y qué querés saber entonces?

- De vos. Todo lo que te gusta a vos. Lo que querés vos. 

Me di vuelta , cambiando de posiciones, y escondiendo mi cuerpo. Javier me abrazó por detrás y apoyó su rostro en mi espalda. 

- No te puedo mostrar eso. Lo comparto con quién lo tengo que compartir. Es una dimensión que no todos conocen. 

- Creo - dijo, y me dió un beso en la espalda - que nadie se imagina lo que hay ahí adentro hasta que te conoce... 

Cerré los ojos. Tenía razón. 

- Es la idea. 

- No te das una idea la pena que me da ni poder conocerlo. 

- Algún día , capaz. 

- No sabemos si eso va a pasar. ¿A eso estás esperando? ¿Más? ¿Que vas a esperar? - dijo. 

Javier me abrazó más fuerte. Recorrió con todo su rostro mi espalda. 

- Si en algún momento de tu vida te separas y yo estoy en esa misma situación... Tendría que pasar eso. 

- No voy a esperar más - me susurró -  No tengo tanto tiempo. 

Se rió. 

- No te vas a morir mañana. 

- No sé si en algún momento esa posibilidad se va a dar. Si yo me separo y te voy a buscar vos seguro estás con alguien. 

- No se sabe. Es todo un misterio. Pero me gustaría que no estemos con remordimiento. Esa sería la situación más oportuna. 

- No existe la situación perfecta. 

- Javier... ¿por que sos así ahora? Me querés llevar por el mal camino...

- Si queres que alguien te lleve por otro camino, soy el primero. 

Me reí.

- Si, no me lo recuerdes. 

Suspiré. 

Nos quedamos callados largamente. 

- ¿Qué pasa? 

Javier temblaba. Su cuerpo irradiaba una energía tan cerca del mío que parecía poder quemarme. 

- Estoy intentando procesar que me voy a tener que conformar con esto. 

Suspiré. 

-  Calma... - le dije. 

Javier me acerco a su cuerpo, con una fuerza que desconocía. Quedé encima suyo sin tener tiempo ni de pensarlo.  

Me acarició el rostro. 

- Dame un beso por favor te lo pido. Quiero quedarme con este recuerdo. 

- No seas masoquista... ¿Que recuerdo? ¿Que te dé un beso no es un buen recuerdo, o si? No te entiendo. 

- Por favor. No me hagas rogarte. Quiero que vos me des un beso. Siempre te los doy yo. Y quiero quedarme con el recuerdo de vos dándome un beso. 

Suspiré. 

- Que masoquistas... 

Me acerque incluso más a su cuerpo. Le abrí media ventana al deseo intenso, el más intenso que sentí jamás, y lo besé. 

El mío fue un beso intenso, pero además, suave. Remoje mi lengua con la suya, mordiendo apenas, haciendo fuerza en una danza de aceptación y correspondencia. Mostrándole solo el comienzo de lo que había conocido del mundo. 

 Acomodando todo el resto de la figura en ese beso, ajustándola, imprimiendo todo mi ímpetu en una sola acción permitida, sostuve ese beso después de ocho años como mi última esperanza. 

Solo Dios sabe cuánto había deseado hacer eso, aún mismo odiara todo de él y aún mismo odiara nuestro pasado. 

Una vez que me separé de él, volví a darle un beso breve. Cómo cuando estás comiendo algo que no podés y tomas solo un pedacito más. Uno pequeño. Para sacarte el gusto. O casi. 

- Ya está - le dije - Basta porque me zarpe. 

- Como me voy a acordar de todo esto. Voy a cerrar los ojos así - me dijo, cerrando sus ojos - y vas a estar ahí.  Con esta piel y este cuerpo y todo... 

- Ni pienses en eso ahora. Masoquista. 

- Es que me voy a acordar y me voy a querer matar... Besos así das, hija de puta... Vos no sabes lo que yo estoy viendo. Tu cara y el pelo , sabes cómo te agarraría de ese pelo ¿no?  

Me reí. 

- Yo no puedo creer lo que estoy viendo - le dije - No lo puedo creer. Ni lo que veo ni lo que escucho. 

Se rió. 

- Pero ya esta ¿si? Volvamos a la realidad - musite - Por favor. No me hagas rogarte a mi, ahora. 

Me tocó el pelo. 

- Es hermoso tu pelo. Me guardo eso también y tu cuerpo y las caras que me pusiste hoy- Todo acá - dijo, tocandose la frente y cerrando los ojos con fuerza - Todo acá. 

Por dentro me repetí lo mismo. Todo quedaría por dentro de mi. En algún lugar. Oculto. Para siempre. Casi como si fuera un sueño. 

Un deseo de aquellos que parecen no tener el lugar suficiente para cumplirse nunca de la manera indicada. Es decir, sin lastimar a nadie. Incluidos nosotros mismos. 

viernes, 22 de abril de 2022

Infracción

 Javier estaba recostado en la cama. Boca para arriba. Abrazado a mí, y mientras yo tenía apoyada una de mis manos en su brazo, salió el tema del trabajo. De mi trabajo. 

- ¿Dónde laburás ahora? Hoy no me dijiste... 

- En un Estudio. 

- ¿Estudio? 

- Contable - le dije, hermética. 

- ¿En serio? 

- Sí. 

- Y pero ¿cómo entraste ahí, qué hacés ahí? ¡Sos de Lengua, vos! 

Se rió. 

- En 2021, empecé a estudiar Ciencias Económicas. Perdí el trabajo en el medio y lo que empezó siendo un interés académico de conocer más de lo que hacía, se convirtió en mi nuevo trabajo. Por eso estoy ahí. 

Javier me miró atónito. 

- ¡Nooo! ¿Me estás hablando en serio? 

- Sí, boludo. No te voy a mentir... 

- No sabía nada - me dijo. 

- Casi nadie lo sabe. 

-  ¿Cómo te pusiste a estudiar eso, vos? ¿No querés ser Licenciada en Letras? ¿Estás segura? 

- Lo saben mis padres, mis hermanas y *** - le dije, en referencia a Galeno - Son las personas en las que más confío. Mi familia y él. Y ahora también lo sabés vos. 

- Ah - dijo. 

Nos quedamos en silencio. 

- ¿Por qué empezaste a estudiar eso? 

- Porque me pareció bien tener un plan B, aunque haya terminado siendo obligadamente el plan A. 

- Sonsa, no dejes de hacer lo que te gusta. ¡No te vas a morir de hambre como Licenciada en Letras! ¿O qué es lo que vos querés? 

- No sé - dije - Empecé probando, y estoy viendo a dónde me lleva la vida. No sé si haciendo lo que me gusta tendré trabajo, no sé si me alcanzará para poder mantenerme y eso me preocupa. Entonces, ideé un plan B. 

- Pero a vos te gusta la literatura... - dijo - Desde que te conocí te gusta eso. 

- Ya sé. 

- ¿Y qué hacés trabajando en un Estudio Contable, entonces, cabezona? 

Me reí. 

- Lo que puedo. Trabajando para poder pagarme la facultad, ayudar en mi casa, tener lo mío. Tardás mucho en establecerte como Licenciada y yo tengo 27 años.  Estoy viendo cómo hago para independizarme, recibirme, tantas cosas... 

- No sacrifiques lo que te gusta ¿sabés? No es vida. El rédito económico que te pueden dejar profesiones así no compensan la vida. Yo hice eso y mirame. Estoy cansado. A los cincuenta años no quiero trabajar más. Detesto mi trabajo. Vivo lleno de problemas en el trabajo, de estrés.... 

Lo miré en silencio. 

- Ahora lo sabés .- le dije - aunque no lo entiendas... 

- No, si que te entiendo, pero no hagas esto... No sabés lo que es después... 

- Ves que no soy solamente tu objeto sexual ¿no? Tengo corazón. Y eso. 

Nos reímos. 

- Y eso, me dice, la guacha - respondió - Yo tengo ganas de estar con vos. Y vos también, eso es lo peor. 

- Yo tengo un compromiso con otra persona... 

- Y yo también, pero me muero por estar así, tenerte tan cerquita, olerte y que me digas que no... Y tu cuerpo me dice que sí ¿sabés? 

- Sí, ya sé. Conozco a mi cuerpo. Mas que vos. 

Suspiró. 

- Tremenda sos. Todo es tremendo en vos. ¿Cómo hacés? 

- Yo soy así, Javi. En versión ocho años después, pero soy así. 

- Me encanta que seas así. 

Me reí. 

Me dió un beso en el cuello. 

- ¿Qué perfume es? 

- ¿El mío? 

- Seh, eso y tu piel, Dios... ¿Cuál es este perfume? 

- Un importado. 

Suspiró. 

- ¿Y con tu novio?  

- ¿Qué pasa con él? 

- ¿Sos así de tremenda como sos conmigo? 

Lo miré, sorprendida de lo que estaba pensando. Se estaba comparando. 

- ¿Qué te importa eso a vos? 

- Es que... Qué hijo de puta... Mirá lo que sos y con él sí querés.... 

- Es mi novio. Lo elegí. ¿Cómo no voy a querer estar con él? Es un hombre brillante y cálido y obviamente voy a tener sexo con él... ¿Qué te imaginás? 

- Está bien, está bien. Entendí - dijo - ¿Te puedo preguntar algo? 

- Sí, obvio. ¿Qué? 

- ¿Yo no te gusto, no? ¿No te atraigo? ¿Por eso no querés estar conmigo? ¿Te doy asquito? 

Negué con la cabeza. Suspiré. Javier había sido históricamente la persona que más había amado. El amor de mi vida en toda regla. 

- Nah, Javi, jamás me vas a dar asco.  A mí jamás me importó cómo fueras físicamente vos, yo te quería y por eso te deseaba tanto...  Y ahora no es lo mismo, no te quiero como te quería antes... O sea, sí, me pasan cosas pero no son afectivas. Para nada. Y a vos te pasa igual. Querés a otra persona, conmigo, sólo estás caliente. 

- ¡Qué hija de puta! ¡Ella siempre pensando, ocho años pensando, que no la quiero! 

- ¡Obvio que no querés boludo! ¡Me querés coger! Pero no me querés...  

Se acercó a mi cuerpo y me estampó un beso profundo y combativo. 

- Todo me gusta de vos, sos tan ácida... Qué pendeja hija de puta, que no la quiero me dice - musitó. 

Me reí, con sorna. 

- Basta. En serio. ¿No podemos hablar bien de nosotros, ponernos al día sin querer violarnos? 

- No. 

- Javier, esta noche es un no. 

- Encima, te debe gustar estar con un tipo grande, porque estás con uno... Encima eso, es grande. Y vos sabés como es todo y seguís estando con él. 

- Fue casualidad. ¿Qué estás pensando tonto? 

- Pero sabés cómo es... y estás con él, te debe gustar... ¿no? ¿Te gusta? 

- Sí, lo sé. ¿Pretendés que te cuenta mi vida sexual y afectiva? ¿Vos me la querés contar? No quiero saber. 

- Yo tampoco quiero saber tu vida con él. Quiero saber de vos. Estar con vos. Verte. 

Mofé. 

- Basta. No te voy a contar qué hago de mi vida intima con otro tipo que no sos vos. O sea, no. 

- Tiene suerte. Vos con él sí querés estar... No te tiene que suplicar como yo. Soy un pelotudo. 

- Javier, es distinto. No me estás suplicando. Yo te estoy diciendo que no porque salgo con alguien. Con él.  

- Pero conmigo también querés estar. Se te nota en el cuerpo. Te toco y tu cuerpo me dice que sí. 

- Sí, es cierto, pero no debo. Vos tampoco debés, además, hablás como si nada... - le reproché. 

Aunque, los dos estábamos cometiendo infracciones.  

La charla continuó, intermediada por enormes campos de silencio, por recorridos de palabras, por respiraciones intentando amansarse. La pérdida de la dimensión de actualidad en ese encuentro fue total. Sabíamos que había algo afuera, que era diferente a lo anterior, pero creo que por dentro de esa burbuja todavía había cosas que necesitábamos decirnos.

Desde entonces, con Javier, ambos hemos seguido con nuestras vidas. Sin contacto. 

jueves, 21 de abril de 2022

Volver a casa

 Me siento mejor. Acabo de cortar con mi psicóloga una videollamada imprevista porque luego del día de ayer, necesité frenar aun mismo estuviera laburando para poder seguir. 

Tuve una crisis vocacional muy fuerte ayer cuando salí del trabajo. Fue como si me desplomaran una biblioteca mental que venía construyendo en contra de todo lo que soy.  De todo lo que me gusta y es mi esencia. 

No sé si me va a ir bien o no, si voy a tomar las mejores decisiones del mundo, pero lo que sí sé es que no nací para vivir en automático. No nací para estar todo el día atrás de un excel en una oficina cargando comprobantes y conciliando cuentas. Que me salga o no, que lo pueda hacer o no, lo que yo quiero es tener una vida que ame. Y para tener una vida feliz, que ame vivir, es imprescindible hacer lo que me gusta, para lo que yo sí siento que nací. 

La literatura estuvo siempre en mi y siempre lo estará. Si bien no es mi sueño dar clase a adolescentes entiendo que dedicarme a lo que estudié y estoy casi por recibirme, le hace mejor a mi mente que estar todo el día encerrada en una oficina presionada por cosas que no me interesan.  No, la verdad es que no sé si tendré éxito u oportunidades. Pero ¿si no pruebo, cómo voy a soportar vivir con esta duda? ¿Si no le doy una oportunidad plena, dejando los prejuicios de lado, cómo voy a hacer para soportar vivir como si yo no hubiese encontrado - y estudiado - lo que amo? 

La semana anterior me fui de viaje al mar unos días. Lo único que me traje con la plata de mi nuevo empleo en un estudio contable, fueron cuatro libros y un mate.   Creo que eso lo explica todo. Me la pasé leyendo y anhelando escribir. 

Si me sueltan la correa, es indudable a donde voy. Ojalá tenga suerte. Por lo menos, habré luchado por lo que quería. Y eso no es poca cosa. Así, si siento que estoy viviendo una vida que tenga sentido, propósito. Y eso me gusta mucho más que la vida que estoy viviendo ahora, lejos de todo lo que soy, lejos de mi, pero con ansias de volver a casa. 

Ojalá pueda volver a casa, es decir, a mi misma.  Y prontito. 

Derecho de piso a las almas libres

 Los días en mi nuevo trabajo están siendo a veces muy hostiles. Algunos de ellos, en los que tengo la necesidad de tomarme unos minutos haciéndome un café para respirar. 

Ya hace un mes que estoy trabajando en un Estudio Contable. Sí, en un estudio contable. La verdad es que cuando inicie a pasos tímidos mi carrera en Ciencias Económicas, movida por el gusto al trabajo que tenía, no me imagine que mi vida se iba a desviar tanto de las decisiones que alguna vez tomé. 

Pero acá estoy. Habiendo empezado una nueva carrera que todavía no sé si va conmigo e, increíblemente, teniendo el día a día de la profesión. O al menos, una parte. Quizá no la mejor, siendo franca. 

Donde estoy , es un estudio grande. De esos que se ubican en las zonas mejor cotizadas de la ciudad y tienen muchos clientes. Eso quiere decir dos cosas en este lenguaje nuevo que estoy aprendiendo: trabajarás demás y tendrás que lidiar con todo porque no es rentable especializar a la gente. Sepas o no. Será como si estuvieras en un purgatorio pagando algún pecado que no cometiste. 

Por un lado sé que voy a aprender de esta experiencia un montón, aunque siendo franca, el ambiente es pésimo y la calidad humana es muy pobre. Son gente bien en su gran mayoría y hay una mirada clasista que hasta ahora nunca había visto en ningún trabajo.  La gente que vive en capital de ese grupo miran al conurbano bonaerense como si fuera una cueva de ladrones. Y uno, que es del conurbano y vive una vida igual a la de ellos, se queda descolocado. ¿Desde cuándo importa donde vivas a la hora de hacer sociales en un trabajo? 

El perfil promedio de todos los contadores que hay allí, es básicamente todo lo que no quiero ver en un contador. Y eso es feo, porque conozco gente (mi jefa anterior era un ejemplo en vida) que se dedica a esta profesión con humildad, con calidez y empatía. Que no se la pasa quejándose todo el día. Que valora tener trabajo y que no mira a los demás desde arriba. En este sentido, mis compañeros son todo lo contrario. Miran a todos desde arriba, se creen que tienen a Dios agarrado de ya sabemos dónde y ahí pasan... 

No hace falta decir cómo me puedo sentir en un contexto así, yo que soy tan diferente. Que aunque sea Licenciada en Letras, Contadora Pública, vendedora o recepcionista en un salón de fiestas (por nombrar trabajos dispares) jamás me voy a sentir más que los demás. Y ni que decir de juzgar a los demás. Y ni que decir hablarles mal, tomarles el pelo, menospreciarlos, etc. 

En todo lo que he vivido en este tiempo que cumplí allí, a veces me da la sensación que estoy pagando el derecho de piso a ser un alma libre. A tener otros intereses además de lo contable, cosa que en mi ámbito particular de trabajo, por los compañeros, no está muy bien visto. 

Se que no todos los profesionales de esta rama son así, que muchos tienen toda una masa cultural y espiritual muy hermosa... Pero los que me tocaron en suerte, son algo así como la escoria. La basura al final del tacho de la gente que denigra a los demás o que se burla de los demás. O que se saca los ojos con el otro, o que mezquina la información, o que se caga de risa si no entendés y te explica cómo "ay, es fácil, no podés no saber lo que es ésto". 

Pero si, se puede no saber. Porque así se aprende también. Y eso me está pasando a mi. Sin contar el hecho capital de que soy prácticamente profesional en otra rama, que es la vereda opuesta y eso tampoco gusta mucho. A ellos en particular, no se que me pasaría en otro lado. 

Lo único que se es que agradezco tener trabajo en un momento difícil del país, que lo busque mucho, y que tarde en conseguirlo. Por eso lo cuido y lo aprecio desde lo económico. Pero todo lo demás, la verdad es que no tiene nada que ver conmigo. Se que voy a aprender un montón y de solo pensar la metodología de trabajo propia de este EC, me agota. 

Asi que trato de ni anticiparme. De vivir el día a día y de hacer todo lo que pueda. Aunque la verdad es que es difícil ser buena conmigo misma cuando todo se complica por fuera.  Pero si no hago esa salvedad no sé que voy a hacer. 

II 

Paralelamente a mi vida numeral y fría, estoy analizando hacer algo con mi primera carrera. Calculo que puede ser lanzar algún servicio o algo de ese estilo porque la conexión con mis pasiones se vuelve imprescindible. Al menos, hasta que la vida me vaya mostrando a qué me voy a dedicar. 

O al menos, para no sentir que perdí por completo el rumbo de lo que algún día quise para mí y lo que todavía no sé si alguna vez podré materializar. Es decir, vivir de algo que no sea dar clases y que este vinculado a la literatura. 

Mientras tanto, a seguir aprendiendo y tratando de entender qué tiene preparado la vida para mí. Procurando hacerme más fuerte en esta jungla de gente superficial, paqueta y repulsiva para mí por lo menos. 

¿Podré ser una empleada contable con brillo en los ojos, con sensibilidad, con apreciación por la vida simple? 

Esa es la pregunta que me hago todos los días. Si alguna vez mi capacidad de ver el mundo me servirá para ejercer lo que sea que haga con respeto por el otro y con humildad.  Ojalá que la vida me de ls oportunidad de hacer lo que me gusta. De encontrar la forma. Un camino. Algo. 

Lo deseo realmente. Pero mientras tanto, también agradezco tener trabajo y salud. 

Hoy fue un día pésimo. Día donde tomé decisiones. Una de ellas fue, precisamente, saber que este trabajando dónde esté, una parte de mi vida tiene que ser literatura. Si no, vida no es. 

También pensé que no tengo la obligación de saber si me quiero dedicar ya mismo a lo Contable. Que son procesos de criterios que se forman con el tiempo y la experiencia. Y yo no tengo tiempo y estoy ganando experiencia.  

Y me alivia enormemente saber que cualquier día de estos, si veo que no es sostenible la idea de una vida de oficina detras de un excel, siempre puedo buscar horas de clase y enseñar (aunque esa no sea exactamente la idea de mi primera carrera, es una posibilidad más). 

Ojalá todo mejore pronto. Sepa para donde quiero ir. Pueda encontrarle la vuelta. 

Esto aplica para todo. Trabajo y vida personal. 

Ambas, diferentes a lo que jamás hubiera imaginado. 





miércoles, 13 de abril de 2022

Erosión

 Galeno es una persona que me da paz. Estando al lado mío o estando a kilómetros de distancia, tiene ese poder. Me calma, me ayuda a bajar las revoluciones y es... mi confidente en mil cosas. Es mi lugar seguro, junto con mi familia, porque nos une una relación muy especial, algo que no siento con nadie de la misma manera (incluso, más allá de todo lo romántico). Galeno es una persona que me siento afortunada de haber conocido porque, muchas veces, siento que tenemos el alma bastante parecida. 

Pienso bastante en Galeno desde el domingo donde me encontré con Javier. Aunque parezca que solo fue una traición a mis propios principios, el contraste entre una persona y otra fue muy fuerte. Caí en cuentas de quien era cuando elegí a Javier y quién cuando elegí a Galeno. Y sí... El panorama fue por completo distinto. 

II

A medida que pasan los días creo que lo que atravesamos con Javier el domingo anterior fue tan nuestro  que no se lo podría explicar a nadie.  Pero al respeto agregaría algunas cosas tales como el saber que él y yo somos dos personas que no se complementan, sino, que son del mismo tipo y por eso chocan y se atraen con una fascinación y una frustración animal. 

 Siendo total pero totalmente franca, no tengo palabras para explicar la intensidad de los diálogos o los sentimientos que se jugaron en mi ese día. Y tampoco sé que suena lógico decir que esto fue un paréntesis, pero esa es la única manera de describir que mas o menos se acerca a lo que realmente ocurrió. Se abrió un sub-tiempo dentro del curso normal de las cosas ese domingo donde al encontrarme con Javier me encontré también con todas las representaciones adquiridas durante todos estos años. Y en ese paréntesis, ocurrió todo. 

Después, de hecho, Javier y yo no hemos vuelto a vernos y hemos seguido con nuestra vida sin tener ningún contacto. 

III

 Tampoco puedo explicarle a otro que yo quiero a Galeno, que lo prefiero, y que me hace bien; pero que a la misma vez Javier me desordena, me puebla, me moviliza, me nubla la mente, me desorbita las ideas y, fundamentalmente, me saca de los lugares donde estoy. Es como si bajo su influencia yo fuera capaz de convertirme en una versión de mi misma que es capaz de hacer de todo y que no mide los límites. Y eso, a decir verdad, es enloquecedor. 

Lo que me produce Javier no es algo que yo pueda manejar. Es algo que me pasa. Que me pasa a pesar mío y de lo que me conviene. Algo que me ocurre y que voy por la vida tratando de poder manejar, o al menos, de contener, de encauzar en un riel que sea menos movilizante y más adecuado a lo que me hace sentir en paz más allá de la pasión descontrolada que ciertas personas puedan despertarme casi contra mi propia voluntad racional. 

También es complejo explicar con palabras la intensidad de Javier en su mirada, sus formas, sus maneras de abordarme, el sacudón de una resistencia sostenida durante años.  Justificada o no la atracción despiadada, todo aquello resulta indecible. Inefable.  Lejano para alguien más, e incluso extraño si es que pretende comprender el porqué en todo su esplendor. Esto, a mi pesar, no lo maneja la mente. 

Quizá alguien que nos hubiese visto de afuera a Javier o a mi, hubiera dicho: "míralos, que hijos de puta, están traicionando a todo el mundo".   Y si, es una posibilidad, no hicimos algo que estuvo del todo bien ninguno de los dos... Pero también está la otra razón, que la entendemos nosotros, y la que en otro orden de las cosas nos llevó a romper (tarde o temprano) nuestras propias reglas. 

¿Alguien se imagina lo que es pensar sobre uno mismo toda la vida de una determinada forma y darse cuenta que no sabemos hasta donde somos capaces de llegar? No se podría explicar la seguridad que yo tenía, antes de esto, respecto a mi propia lealtad. Siempre pensaba que era el otro el que se iba a ir, el otro el que me iba a mentir, el otro y el otro... Pero terminé siendo yo la que por poco no pierde la cordura.  

Estamos hablando de un apasionamiento que fue como una gota cayendo constantemente sobre una roca hasta ir dejándole una marca profunda en su identidad... Hasta que la modificó. 

domingo, 10 de abril de 2022

La génesis de su ruptura

- La relación con mi familia cambió mucho - dijo. 

Picoteé salame y un pedacito de queso para darle el espacio de hablar. 

- ¿Por qué? 

- Porque sí. De lo que conocías vos, nada que ver. Con mi hermano la relación se modificó. No tenemos la relación que teníamos en ese momento, ahora. Me fui alejando de él. Es una persona muy rígida. No somos cercanos desde hace mucho, ya. 

Me sorprendió esa noticia, pero más me pareció un hecho simbólico, el que se hubiera alejado de una persona que toda la vida le marcó la moral y las buenas costumbres. Que siempre le dijo: "¿qué estás haciendo?" cuando se trataba de mí. 

- A tu hermano le caía pésimo - le recordé, riéndome. Dicen que el tiempo hace que te cause gracia lo que alguna vez te dolió y en ese momento me di cuenta que tenían razón los creadores del dicho. 

- Nah... No sé, bah. Tiene problemas con todo el mundo - dijo. 

- ¿Y con vos, qué pasó? 

- Él es un tipo que no sonríe, que nunca lo vas a ver contento, vive con cara de culo - argumentó - No le gustó que yo me metiera en su proyecto... Tomé un lugar que se prestó a confusiones. Se sintió desplazado. Él quería hacer de ese proyecto algo solamente literario. Y yo empecé a proponer salir, juntarnos, pasarla bien... Y eso no le gustó. 

Lo miré y asentí. 

- Tu hermano quiso hacer de todo ese grupo, y esto te lo digo mirándolo a la distancia, la mismísima Revista Sur. Y no daba. Tampoco la pavada, viste... No tenía nada de malo que fuéramos gente que escribiera y apoyara la cultura barrial, y además, se juntara para ir a comer una pizza , para ir a la cancha, se relacionara... - argumenté. 

Javier sonrió. 

- La gente se relaciona, sí - dijo, pícaramente. 

- Nosotros somos un gravísimo ejemplo de lo que es la dinámica de relaciones en los grupos culturales  - acoté. 

Él se rió. 

- Pero está bueno relacionarnos... - me dijo. 

- Seguime contando, dale, relacionarnos... Seguime contando - lo alenté. 

- No, además que yo quería hacer otras cosas con el grupo. Me prestaba más para lo social, las degustaciones de vino, el teatro, el arte... pero de escritura, nada. Y menos siendo como es el, rígido. Demasiado. Yo para escribir no sirvo. Pero sirvo para degustar vino, ir al teatro, organizar fiestas... - me explicó. 

- Sí, son criterios opuestos. Cosas diferentes. Vos sos una persona sociable, o al menos, sos muy buen anfitrión...  y él, bueno... no lo es para nada. Nada de eso está mal, pero es defendible el desacuerdo en la forma de vida. 

- Por eso me fui alejando, y ahora estamos re distanciados hace mucho tiempo.  Discutiamos todo el tiempo, hasta que me fui del grupo. No tenemos la misma relación ahora. Veo a las nenas pero ellas también están grandes, hacen la suya. 

Nos miramos. Le puse cara. Yo también tuve épocas de distancia muy profunda con mis hermanas. Como nos pasa un poco a casi todos. 

- Sí, se re pica con los hermanos. A mi me pasa con las mías. Son momentos, como todo, etapas. Y además que ustedes son grandes, tienen formas de vivir la vida diferentes, eligieron otras cosas...  Pasa, Javi. 

- Seh, no sé - suspiró - Pero cambió mucho nuestra relación.  

 ¿Y tu papá, cómo está?  - le pregunté. 

- Con mi viejo, hace tres meses que no me hablo - dijo. 

Eso me sorprendió pero no tan alegremente. 

- Uy ¿y eso por qué? 

- Por laburo. Hace mucho tiempo me vengo planteando la posibilidad de cambiar de trabajo. Necesito dejar de trabajar de esto. Temas de laburo, de quilombos en el laburo... Pero con mi viejo todo bien, se va a solucionar.  Lo que pasa es que yo no quiero trabajar más. La parte económica llega un momento donde te cansa, no lo completa todo. Podés ganar muchísima plata, y yo te juro que me siento un privilegiado, pero te volvés loco. Me vuelvo loco. 

- ¿Mucho lío, no? 

- Un desastre. Se viene una movida económica muy fuerte este año. Va a estar jodido. Y yo tengo empleados, encima. Está todo en blanco, todo en orden... Imaginate, sale algo mal y estoy yo pero están los empleados también...  No es facil, si se va todo a la mierda dejas a gente sin laburo... No es joda. Me preocupa eso. No tanto por mí. Yo tengo la suerte de tener mi casa, puedo vender algo. Pero la gente que trabaja conmigo.... Eso me tiene inquieto. 

- Mucha responsabilidad. El plato de comida de otro siempre es mucha responsabilidad. Pero vos no vas a cagar a nadie, Javi. Si te sigue yendo bien, vas a seguir adelante con tu gente. Son cosas mucho más grandes que nosotros. Se trata de un contexto económico, de movilidad laboral - le expliqué. 

Me miró con un brillito en los ojos. 

- Qué seria que te pusiste. 

Me reí. 

- ¿Por qué? ¿Qué? 

- Porque te pusiste a hablar de trabajo, de economía, y me gusta poder hablar así con vos.... 

 Le revoleé los ojos, dándole a entender que no fuera mentiroso. 

- En conclusión, te están pasando muchas cosas. Salís de una y estás metido en dos, Javi, no en una... En dos.  

Lo miré de forma significativa.  

- Quilombos por todos lados. Por eso te digo, llego de la oficina y me encuentro consumido, estoy todo el día sobrepasado de cosas, y ya no quiero saber más nada con todo eso. No quiero ir más al centro. No quiero trabajar mássss, te juro. 

Javier me sonrió con tristeza. 

- Lo que pasa es que el comercio exterior no te permite las facilidades de otros trabajos. Es un tema a considerar, obvio. Porque no vas a vivir del aire... Y entiendo que quieras sacarte eso de encima si no es lo que querés vivir... Aunque tendrías que planificarlo.  Buscar alternativas. O esperar a jubilarte y cagarte en esto que sentís. 

- Si. Y me falta para jubilarme todavía. Muchos años. 

- Sí, Javi, te faltan más de diez y me quedo corta. 

- Pero sí... ya lo sé. Lo que pasa es que me tapan los quilombos. Toda la responsabilidad, los criterios... - suspiró - Y por fuera hay más quilombo. Con *** pasamos èpocas tremendas. Fuimos y volvimos millones de veces, es una relación muy complicada. Estamos ahí, nosotros. No sé,  es difícil.  Voy a irme la semana que viene de viaje. Un tiempo. 

- ¿A dónde? 

- Afuera. 

- Me parece que está bueno... Te va a ayudar. 

- Hace años no me tomo vacaciones. Tres años. Tengo unas ganas de irme a la mierda... 

- Bueno, pero les va a hacer bien irse de viaje. No abundan las relaciones fáciles. Hay que elegirlas sabiamente. Digo yo, bah. Todos estamos en un proceso de aprender todo el tiempo. Los quilombos te quitan mucha energía además.  Capaz que yéndose juntos de viaje la pasan bien, conectan... - le dije. 

- No sé... 

- A veces, igual, me da la sensación de que cargás demasiado - le dije, con todo respeto. 

Me miró. 

- Y me parece que hay que tratar de aliviar ese peso. Que cada uno se haga cargo de lo que le toca. No todo vos. 

Hasta ese momento era una charla normal. Sin besos, sin caricias y sin nada. De pronto Javier agachó la cabeza y se miró las manos. Noté que me quería decir algo y que ese algo le costaba. Entonces, esperé en silencio. 

- Ayer ingresaron a mi sobrina en un hospital. Está internada en el *** - soltó. 

- ¿Cómo? ¿Internada? ¿Qué le pasó? - le pregunté. 

- Si. Ayer la internaron. 

- Uy, qué bajón... . ¿Por qué? 

- Porque **** - me soltó - así que eso es un quilombo mas viste, porque no sabés cómo ayudar. 

Me quedé de una pieza. 

- Pará, pará - lo frené - ¿vos me estás hablando en serio? 

- Sí - dijo. 

Todo lo que le acababa de decir cobraba otro sentido. 

- Dios mío, Javier - le dije,  mientras lo miraba atónita -  ¿Ella está bien? ¿Como te está pasando todo esto? ¿Vos estás bien? En serio... ¿estas bien? 

Me miró. Su máscara de superado se desarmó. Me llamó mucho la atención que fuera capaz de confiar tanto en mí, que me hubiera invitado a su casa en esa noche de tanta desesperación, y que estuviera contándome todo ese lío. 

- Yo estoy - admitió -  Tratando de que mi mamá no se entere de nada, muy pendiente de todo esto. Si mi mamá se entera de todo esto, se muere. Le pegaría muy mal. Estoy preocupado por eso. Entonces estoy pendiente de que nadie le diga nada, ni que sepa nada - me explicó. 

Nos miramos. 

- Es entendible. Es una persona mayor y hay que protegerla. ¿Y tu otra sobrina? ¿Quién la está conteniendo? 

- Ella también en algún momento va a estallar. Lo está viviendo todo. Lo está viendo todo. Está con mi cuñada, pero... 

- Entiendo, sí. 

- ¿Por qué creés que pasó esto? ¿Qué creés que pasó? ¿Le encontrás algun sentido? - le consulté. 

- Mi hermano es muy exigente con ella. Muy duro. Y ella no lo tolera bien... es una chica muy dócil, que siempre hace lo que se debe hacer... y está muy presionada. No le puede hacer frente. No lo logra. 

Suspiré. Pensé en mi sobrino y comprendí su tristeza y su preocupación. Para mi el gordi es lo más preciado que tengo y por eso no entendía qué hacía el conmigo. ¿Justo conmigo? ¿En un momento así?  ¿Qué creyó que iba a encontrar en mí esa noche que ninguna otra persona pudiera darle? Misterio. Sospeché que no estaba buscando solo sexo y eso me preocupó aún más. Buscaba apoyo. 

-¿Pudiste hablar con ella de esta situación en algún momento? Para que cuente con vos, es tu sobrina... Digo, puede contar con vos. Estás para ella. 

- No del todo... Viste como son los chicos... *** tiene ya veinte años. No me confía sus intimidades. No soy su amigo. Soy el tío pero no tengo la misma llegada que un amigo. 

- La puta madre, cómo creció - le lancé. 

- Sí, está inmensa. *** también, tiene diecisiete. Muy grandes. Y yo soy el tío, no tienen confianza de abrirse conmigo. No me dejan acercarme tanto para hablar de sus cosas.  Trato de acercarme a ellas, pero no podemos tener charlas profundas, la adolescencia que ellas viven es una etapa complicada. Me trato de acercar a ellas dos, para estar, pero no es fácil. 

- Sí. Es cierto - le dije - Qué fuerte, Javi. En serio. Me dejás helada. 

Bebí un poco más de vino. 

- Y saliendo de todo eso, esta reunión...  con vos.... después de tantos años... - musitó. 

- Escuchá, pará - le dije - ¿y tu cuñada, está acá? 

- Sí. Con las nenas. 

- ¿Y tu hermano qué onda en todo esto? 

- Nada. Está ahí. 

- ¿No hablaste con él? 

- Sí, hablé. Pero imaginate, no es fácil. 

- Nooo, olvidate - suspiré - Qué lío todo ¿no? 

Me lo quede mirando. Me dió ganas de darle un abrazo. Me miró con cara de necesitar uno pero traté de contenerme porque entendí que no hacíamos bien en mostrar esa vulnerabilidad tan peligrosa y tan humana. 

- ¿Puedo hacer una pregunta?  ¿Y tu novia dónde está? Es algo grave lo que está pasando. Muy grave.  Creo que te vendría bien apoyarte en ella en este momento, que te acompañe. 

- Sí, *** está con sus quilombos. A la hija, la van a operar. Ya la operaron hace años y la van a volver a operar. La quiero a esa nena, pobre, tiene un millón de problemas de salud. Y ella también tiene millones de problemas. No están muy bien que digamos... 

- Mh , cuánto conflicto, la verdad... - musité. 

- Mi vida es un quilombo, es así. 

- Sí, parece que sí.  Además, vos te hacés cargo de uno, del otro, del vecino, del perro del vecino... - espeté - pero para vos es como si te dejaras siempre para después. Qué cosa ¿no? 

Se notaba que yo había tomado vino porque estaba diciendo cosas que pensaba con una libertad como de fin del mundo. Cosas que quería saber, pero cosas que sentía que tenía que decir como una manera de despabilarlo. 

- Hoy a la tarde, antes de escribirte para ver si querías venir , pensé en lo que quería decirte... - me dijo -  Lo pensé toda la tarde y me di cuenta que no se puede más así.  Me tomé todo ese rato para pensar las cosas en frío. Así que me decidí. 

- Me imagino. Estás como muy movilizado por todos lados y no tuviste mejor mejor mejor idea que invitarme a mi, después de ocho años, a comer una picadita ¿no? 

Se le escapó una carcajada. Debo admitir que con Javier tengo un humor algo ácido pero sé que es un código de ambos, que no es con el fin de hacerle daño. Me reí también. 

- Sos un caso serio, Javi. Tu vida es un lío y no tenés mejor idea que llamarme a mí que soy tu persona no recomendable - le dije. 

- Hacía mucho tiempo, rato largo, que quería invitarte a tomar un vino y a comer una picada conmigo. Mucho tiempo que quería hacerlo. Un montón. 

- Tenemos un tema con la picada, nosotros. Lo primero que comimos solos fue una picada. Hoy, sale otra. Me alegra que podamos hablar bien a corazón abierto... Nosotros nos llevamos bien en el fondo... Pasa que bueno, en el medio, pasaron muchas cosas.... Enojos, distancia, actitudes de mierda, silencios.... Muchas cosas...  - admití. 

- Pero te invité.  Y vos viniste - me sonrió. 

- Sí, creo que nos debíamos este encuentro. Solos los dos, tomando un vino, para reflexionar y para contarnos cosas. 

Sonreí. Él me sonrió. 

- Te dije esto que me pasa con vos y me siento liviano. Aunque todo es un quilombo, me siento liviano y relajado con ese tema. 

- Bueno, algo es algo. Por lo menos lo blanqueamos. Ya está. Está bien eso. Ahora lo sabemos. 

- Yo quiero estar con vos - dijo, en voz muy baja. 

- Vos necesitas contención, hoy - musité - un abrazo me parece que te vendría mejor que mañana despertarte conmigo ¿no? Sería menos conflictivo para todos. Podemos hablar, tomar este vino, y... listo ¿no? - le pregunté. 

- No, no seamos hipócritas - dijo - Podemos hacer es, sí, pero todo lo otro va a seguir igual. 

Me reí. 

- Bueno, no seamos hipócritas pero tampoco sumemos más... Convengamos que venis teniendo un finde muy movido. Me encontraste a mi y dijiste: "ya fue, me relajo con ella, libero, tengo sexo, la paso bien". 

- No mezclemos, no pasa por ahí. Nostros hoy nos vimos  a la mañana.... 

- Sí, te recuerdo todo deportivo, con el bolso viniendo de entrenar , creo - le dije, en broma. 

Me sonrió, cálidamente. 

- Sí. Me acuerdo. Vos también estabas vestida por desgracia - me aclaró y se rió -  Nosotros charlamos, tomamos mates... te regalé el vino... y cuando te fuiste sentí que me quedé corto. Te ví irte así y no quería que te fueras. Pero me quedé corto... No te dije nada, no te ofrecí quedarte a comer conmigo... Me quedé corto. 

- ¿Con el vino? - le pregunté, en broma. 

Sonrió. 

- Te hubiese dicho ahí mismo... Pero me tomó todo por sorpresa. Te vi cuando llegué acá pasando, no sabía cómo retenerte, no sé... Hablamos, me quedé pensando en todo lo que hablamos, me quedé pensando en cómo estás ahora... 

- Claro, me actualizaste ¿no? Dijiste "justo vino a caer esta pendeja , voy a darle así me saco los nervios" - le dije, en broma. 

- Hija de puta , no digas eso... Qué piba, por Dios - me sonrió - Qué mujer que sos, eh. 

- Mirá la que tiraste, querido, más respeto conmigo eh... - le dije, con ironía. 

Suspiré. Me puse seria. 

- Si bien yo tengo otra historia, me pegó verte hoy - admití - Volví turbada a casa, ansiosa. Ni pensé que nos íbamos a encontrar. Pasé, le compré eso al gordo y chau. ¿Qué mierda me iba a imaginar que vos ibas a venir en ese momento? 

- Parece que tiene que ser así -dijo. 

- Parece que teníamos que charlar un poquito. Momento lindo en la vida de cada uno hemos elegido, eh... - parodié. 

Me sonrió. 

- Las cosas son así. Esperamos un montón de tiempo para esto - dijo. 

- ¿Qué es esto? - le pregunté. 

- Esto - dijo, con mayor énfasis. 

- ¿Que me quieras usar como material sexual? 

- Noooo, nena, nooo - se quejó, entre risas - Pará, no es eso. ¿Por qué siempre ves lo malo? 

- Capaz que es un poco eso, Javi. El sexo libera, relaja, te pone contento, me parece que viste la chance y dijiste "no me vendría mal" - argumenté. 

Se rió, pero enseguida negó con la cabeza. 

- No te invité por eso. Quería hacer esto, nada más, no me importaba más nada que ésto.  Tomarme este vino. Estar acá. Hablar con vos. Me encanta esto que se genera cuando estás vos.  Quería estar con vos, sí, me gustás mucho. Obviamente, obvio. Tengo todo pensando ¿sabés? Pero va más allá... 

- ¿Qué significa eso de que pensabas?  - le dije, porque no me quería detener en todo lo que implicaba ese deseo de querer estar conmigo en un momento tan simbólico como el que estaba viviendo. 

- Tengo todas las escenas en mi cabeza. Todo. Pero todo - dijo.  

Me le reí en la cara. 

- Ah, me muero. Pensé que te habías tomado la tarde para pensar en frío... Veo que muy frío no fue... 

- Sí que pensé en frío - se atajó - Pero siempre tuve todo en mente... Sé cómo quiero hacer todo con vos. Cada detalle. Cada movimiento. Todo. 

Me quedé asombrada. El nivel de fantaseo de Javier me impactó bastante. Se cruzó con mi angustia, con todo ese manojo de sensaciones. Pensé que yo también me había imaginado cien mil veces cómo sería pero... que lo había porque estaba enamorada. Soñaba con él. Lo deseaba y lo imaginaba todo el tiempo. Me gustaba lo mismo desnudo o vestido. Quería tenerlo cerca, saberlo todo, protegerlo y cuidarlo. 

- ¿No es mucha intensidad? - le pregunté, para protegerme. 

- No, de ninguna manera. Me siento liberado por haberte dicho todo. No te lo puedo dejar de repetir, ahora, porque cada vez que te lo digo me siento mejor. 

- Ay, Dios - sacudi la cabeza - lo que es poner en palabras las cosas... 

Me quedé en silencio. Lo miré. Supe que estaba metida en un conflicto gordo con mis propias emociones. 

II

Luego de esa charla en la cocina, y entremedio de todos los acontecimientos y amagues físicos que decoraron ese encuentro, Javier me contó por qué nunca se había decidido a formar una familia. Por qué no había querido tener hijos. Por qué estaba roto cuando nos conocimos hace nueve años atrás.  Sentados en la cama, los dos, lo escuché con paciencia y un restito de empatía muy pequeño pero poderoso. Su dolor me llegaba, claro, pero no me dejaba sin posibilidades en lo personal. No limitaba mi propia vida. Agradecí ese detalle. 

- Ahora entendés por qué cuando te conocí no podía... - dijo. 

Me lo quedé mirando en silencio. 

- Si, estabas en un campo minado. 

- Vos tenías una visión hermosa del amor - dijo - pura. Tenías idealizado todo eso, tenías tus sueños, una visión de mí...  Pero yo estaba roto. Me atraía mucho esa visión del amor que tenías vos, tan ideal, pero lo mio era muy complejo, no te das una idea...  Y te veía a vos, toda tierna, con todos los sentimientos, y no quería lastimarte. 

Se me hizo un nudo en la garganta. Agache la cabeza. 

- Yo quise todo con vos - le dije, conteniendo las lágrimas - ¿Viste cuando amás mucho a alguien que querés vivir experiencias de todo tipo a su lado? Nada... yo me había enamorado de vos.  

Lo miré  suspiré. Javier me miró, me acarició el pelo y me sonrió. Me dije que era una locura estar diciéndole eso ocho años después. Era todo una locura. Pero era un privilegio a la misma vez. Una extraña fortuna. 

- Capaz que sí, que era inocente mi postura, pero... sentía en serio. Todo lo que te decía era verdad. 

- Lo sé, sí. Se notaba que no tenías otra intención, que era real. 

- Si, nunca sentí nada igual - le confesé - Desde esos momentos, elegí que no me volviera a pasar lo que me pasó con vos. Fue un limite para mí.  Por eso no puedo entregarme a vos del todo. Tengo miedo. No quiero volver a pensar más en vos. 

- No, está bien... Está bien. Pero si querés estar conmigo ¿no? 

- Sí.  Pero me parece que va a ser un agujero negro... 

- No. Vení, huevona - dijo, y me abrazó - Vení, vení conmigo. Abrazame. Te abrazo. Dale. 

- Nadie me dice así, Javier - me quejé - sólo vos. Hacía años que nadie me decía así. 

Me quedé en silencio. Me abrazó y lo abracé.  

- Galeno - musité - me enseñó a ser como soy ahora. Antes de conocernos, y después de lo que pasó con nosotros, yo me quedé sin sentir. 

Javier se mantuvo en silencio. 

- Él me enseñó a volver a confiar en alguien y a querer. No le podía decir que lo quería. No pude durante mucho tiempo. 

- No hace falta que me digas... - se atajó - yo te entiendo si lo querés... 

- Me gustaría contarte. Para que me entiendas.  

Nos quedamos callados. 

- Esto que conocés es mucho de lo que me impulsó a ser con su valentía. Con todo lo que hizo por mi - le dije - y vos estás acá ahora, diciéndo todo esto, yo estoy al borde... ¿y me preguntás por qué no puedo? Con vos me atrae todo. Pero no... No hay nada más. 

- ¿Para vos no hay nada más? 

- ¿Hay algo más? - le pregunté. 

- Sí. Las ganas tremendas que nos tenemos. Pasaron casi diez años... - me dijo - y seguimos con ganas. Todo esto, Veinte. Lo que pasa. 

Mofé. 

- ¿Raro, no? ¿Cómo pueden durar tanto unas ganas? - le dije. 

Me acarició la espalda y se quedó callado. 

- Vení, acostate así - me dijo, y me abrazó por detrás - Un abrazo te voy a dar. Te lo juro. Permitite, por favor. 

Lo dejé apañarme con su cuerpo como había sabido hacer un día. 

- ¿Me dejás hacer esto nada más? 

- Sólo esto. 

- Bueno, sólo esto, te lo prometo - dijo - Tu piel es espectacular ¿sabés? Muy muy hermosa. 

Suspiró, complacido y me abrazó mejor. 

- En serio - dijo - me quiero quedar así. No quiero moverme. 

- Basta, dale - musité. 

- En serio te lo digo. Sin fines sexuales.  Sos tan suave y olés tan rico... ¿Cómo no te voy a decir todo lo que te dije, eh? 


viernes, 8 de abril de 2022

Intensidades máximas

I

- Estaba todo bien pero, cuando nos cruzamos hoy, y te ví... - me dijo como parte de su justificación - Me cansé. Miles de veces quise que vengas a tomar vino, pensé en invitarte porque si no quedaba como un pelotudo que te amagaba.

- Nunca pensé eso. Sabía que había algo más. Siempre pensé que tenías miedo .

- En parte.

- O que te daba vergüenza sentir deseo por mi. Por tu estructura mental y todos tus mandatos - añadí. 

Me miró fijamente. 

- Con los años, deje de pensar en todo esto y traté de hacer mi vida - le confesé - Entendí realmente que vos te habías decidido por la vía normal y listo.  Se complicaba un poco cuando te veía porque notaba como me mirabas, pero, todo bien. Se pudo seguir. 

- ¿Cómo te miraba? 

 - Como si te estuvieras conteniendo para no hacer algo... Yo me daba cuenta, pero era difícil - admití. 

-  Si te decía algo iba a ser un problema. Yo soy muy transparente. A mi edad, imaginate que no es la idea tener más quilombo... Ya hice todo lo que quería cuando era joven. Ahora, en teoría, estaba más tranquilo. Toda mi vida es un quilombo, mira si me voy a buscar más...  

- Obvio, es re entendible buscar la paz. Igual yo jamás te voy a alterar y tampoco te voy a perseguir. Nunca lo hice. Y ésto es solamente una reunión que venía pendiente. 

Sonrió. Y suspiró, antes de decirme: 

-  Vos me gustás tanto... Hace casi diez años que estamos conteniéndonos.... No hace falta que no me alteres. Ya está. Ya lo hacés - dijo, y se carcajeó con ironía. 

Asentí. 

- Lo sé. Me pasa lo mismo. Me daba cuenta cuando nos cruzábamos - le dije. 

- ¿Si? 

- Los ojos. Sos transparente para mí. Te acabo de decir que me daba cuenta que se te complicaba... Que era como si me quisieras decir otra cosa...  - le dije. 

- ¿Todo sabés vos? - me preguntó - Era así. 

- No soy tonta, además el deseo es perceptible. Es obvio, uno se pone obvio frente a lo que desea - argumenté - Y yo te venía ponerte así, pero no iba a hacer nada. Me servía que estuvieras con otra. Así no pensaba. No cuestionaba nada. Porque entre lo que vos hacías y lo que yo veía que te pasaba había mucha diferencia... 

- Me imagino - dijo Javier - Así que te dabas cuenta que te deseaba, mirá vos. 

Sonreí. 

- Pero también te veía bien... y jamás iba a hacer algo para joderte ni a vos ni a nadie. Solamente, lo sabía y lo dejaba pasar...  Por eso hubo muchos años donde ni te hablé. No me podía contener frente a lo que sabía pero tampoco quería tener problemas. 

- Al principio, yo estaba seguro que me odiabas. Me odiabas, hija de puta - me dijo y se rió. 

Me reí, a carcajadas. 

- No, estúpido, no te odiaba. Pero odiaba que me pasara todo eso con vos y que vos fueras tan boludo que no supieras poner una cara más neutral cuando me veías por la calle...  

- Guacha - dijo, y se rió. 

- También me daba mucha bronca que no pudieramos en ese momento, tener el control y la perspectiva de ahora, por ejemplo, que podemos estar acá, tomando un vino, casi diez años después, blanqueando tooodo. 

Nos quedamos mirándonos, en un silencio simbólico, por un instante. 

- Si, no podía tomar la decisión... Cuando estuvimos allá hace años - Javier señaló el sector de su casa donde ocho años atrás habíamos tenido contacto íntimo- , y nos fuimos al carajo, yo no quería que me odiaras. No te quería usar. Ni prometer cosas. Y vos eras tan tierna, tenias sentimientos....  Me sentía mal. 

- Claro, vos pensabas que yo me iba a espantar si me decías que querías tener sexo conmigo y nada más. ¿Que hubiera tenido de malo? ¿Hubiera o no hubiera tenido sexo con alguien qué tenía de malo que vos y yo hubiéramos estado juntos? Quería estar con vos. Vos me gustabas. No era menos valioso eso... 

- No podía. No tenía nada que ofrecerte. Y tampoco quería dejarte ahí tirada después y que te sintieras mal. 

- ¿Pensabas que estaba mal, suponiendo que lo hicieras, acostarte conmigo a los 19 años y que solo se tratara de sexo?

- Algo así. No lo podía poner en palabras. Lo que hice, consideré que era, entre todas las opciones, la única. Nunca lo dudé. Hice lo mejor, en ese momento. No podía hacer otras cosas. Y no me arrepiento de eso. 

- Ahora sí, parece, que te arrepentís... 

- Ahora es otra cosa - dijo. 

- Por lo menos, sabemos que dimos tantas vueltas por una calentura. Es válido. 

- No es una calentura... solamente. Es todo. La química. Vos me hablas, y me muero. Yo te hablo y siempre me la rematas. Manejamos el mismo tipo de humor. Ninguno de los dos da el brazo a torcer. Vos te pones tira bomba y eso me encanta....  Es todo eso. Me vuelvo loco. 

- Es lo pendiente, es lo que no se puede, es lo prohibido - enumeré - es que me veías como a una nena pelotuda y ahora te das cuenta que yo no lo soy. 

Me reí, con sorna. 

- Me lo decís así - mofó - y más ganas tengo de estar con vos. 

- Qué hijo de puta que sos - le reclamé -  Para mí está todo bien con la vida que llevo ahora. Cuando te veo, me agarra una cosa que necesito salir corriendo porque no me puedo contener.  Lo que pasa es que los dos estamos en otra situación. A vos ella te parece buenísima, la querés, la bancaste, no sé... Te seguís quedando ahí, tendrás tus motivos. Yo... También estoy en otra. 

Eso se lo dije después de que me dió el primer beso. 

- Y yo... quiero. Al otro. Lo quiero - le dije - O sea, no... es lo mismo que como quería a los diecinueve años. Pero es un cariño más adulto, que necesito respetar, porque él sí se la jugó. No sé... - suspiré - 

- No me expliques nada. No necesito que me des explicaciones, no quiero saber cómo es tu relación - me dijo, Javier -, yo me quiero acostar con vos. Está bien, te entiendo, si lo querés. No pensemos en eso. Ni vos, ni yo.  Lo único que quiero saber es si estarías conmigo. Lo que te pasa conmigo. 

Cerré los ojos. 

- A mi me las estoy dando - musité - estoy tratando de pensar. 

Bebí un poco más de vino. Pasados algunos minutos de silencio, lo rompió: 

- Vení - anunció, y me tomó de la mano. Sin mediar palabra, me sentó en su falda y me abrazó. 

- Como quería hacer esto, Dios - dijo abiertamente. 

Yo escondí mi rostro en su cuello. Era demasiado todo lo que estaba haciendo. Demasiado para resistir. 

- No te das una idea de lo que quería hacer esto - me repitió - Te juro que siempre quise hacer esto - insistió. 

Me quedé abrazada a él. Inmóvil. Hasta que me removí y lo mire, sentada sobre él, a pocos centímetros de su rostro: 

- Javi - le dije, desde su regazo- ojalá me hubieras dicho todo esto antes. 

Javier me miró, sonrió y me dió un besito en el hombro. Me acarició el rostro y parte del pelo. 

Volví a mi silla. 

¿Por qué no me fui en ese momento, por qué no encontré la capacidad para detenerme? 

II

Más tarde, me arrinconó contra una de las paredes de la misma casa en la que nos despedimos hace ocho años. Sentí todo su cuerpo, absolutamente todo, apoyado sobre el mío. La fuerza. La presión. Lo sentí todo. 

Me habló en susurros y yo cerré los ojos. 

- Dame un beso, besame - me pidió. 

- Por favor, no me pidas eso  - le dije, con un hilito de voz. 

Javier me rompió la boca de un beso y no me corrí en lo absoluto. Se lo seguí hasta el fondo de las entrañas, agarrándolo del pelo, con odio y un deseo que me llenaba de culpa. Nunca lo había besado así. Porque obviamente hace ocho años no era la misma y porque no me animaba.  Lo bese con ese lado oscuro asociado a su persona que había vivido conmigo tanto tiempo, lo besé con el acumulado que había tenido que esconder. 

- Qué hermoso beso - dijo, y me miró sonriéndome - Veinte, por favor, dejame complacerte por favor. Te hago todo lo que me pidas. 

- No. 

- ¿No querés? - dijo a centímetros de mi. 

- No puedo, no puedo, no... me preguntes... - dije y le corrí la cara. 

Me levantó el rostro usando el impulso del mentón. Una embestida más a mi resistencia. 

- Vos y yo, esto, qué hermoso la puta que me parió - me dijo, muy cerca de mi rostro - sos muy intensa, eh... Mirala, a ella, todo lo que tenés guardado. 

- Basta Javier. No me digas eso - le dije, sorprendida por ese disfrute. 

- Me encanta, me encanta mucho más de lo que pensé que me iba a gustar... - dijo. 

Me quedé helada. 

- ¿Qué estás diciendo? - le reclamé- ¿Cómo que pensabas? 

- Me imaginé todo. Todo, todo. Tengo todo adentro - me dijo - Pero nunca pensé que fueras tan intensa.

- Dios mío.... Soy intensa Javier. Si. Lo soy. Esto no es algo que vos conocías. Y está bien. Cómo corresponde. 

 - Me gusta todo mucho más de lo que pensé. Sos peor de lo que pensé. Hija de puta, cómo hacés las cosas así, la mirada que me ponés, el cuerpo que tenés...  

- Por favor - le dije - Basta. Me voy a mi casa. Ayudarme por favor a hacer las cosas bien.  

- A disfrutar, sí. Todo tenés que disfrutar, te aseguro que voy a esforzarme mucho para que sea así. Todo lo que vos quieras te lo doy. 

- No, no me podés decir eso. O sea, no, no ahora, no ahora, la concha de la lora- le dije. 

Me separé de él. 

- ¿Y cuándo? 

- Ahora no. No sé cuando, ya está, no importa, ya está - me quejé - Por favor, no me provoques así. Basta. Me voy. No podemos ni hablar nosotros dos. Somos un desastre, Javier, somos dos pelotudos... ¿Entendés? Vos no me podés dejar de besar y yo voy como una tarada y te respondo... No, está pésimo. 

- No te enojes... No te enojes conmigo. Estás peleando con vos misma. Con tu cabeza en este momento. Con lo que tenés que hacer y lo que querés hacer - me dijo - Pará. Pará. 

Lo miré. Estaba derrotada. Tenía razón. En todo parecía tener razón esta vez y yo sólo parecía tener argumentos.  El plato se había dado vuelta a la inversa, ocho años después. Él sabía cómo me estaba sintiendo. 

III

Javier me tomó en sus brazos y me depositó en la cama. Le pedí por favor que no siguiera con eso porque no podíamos hacerlo.  Le dije que estaba mal. Me besó y me trague de golpe todas mis palabras. Esto no se trataba de que él me forzara. Esto se trataba de no dejarme llevar. De poder resistirme. De lograr resistirme. 

- Vos sabés que querés estar conmigo - me dijo.  Y sí, yo sabía, pero justamente por eso, necesitaba no hacerlo. 

- No me digas eso. No seas forro - le dije, a escasos centímetros de distancia - No me trates de convencer - traté de respirar aire que no fuera todo el suyo.  

Tenerlo encima de mi besándome, era algo que no puedo explicar con palabras. Mi cuerpo hacia lo que quería y yo lo reprimía con la mente.  Mi cuerpo se pegaba al suyo, buscándolo, llamándolo, pidiéndoselo, pero mi mente me decía "no, no, no.... aunque sea sí, no, no seas tonta". 

Se sonrió y me besó el cuello.

- Dejame, por favor, dejame besarte... Se nota que querés estar conmigo. 

- No se puede... no hagamos esto  - le suplique. 

Luchaba con mi propio cuerpo para no dejar que sintiera el placer que estaba sintiendo. Un placer repleto de culpa. Que me daba miedo sentir. Nunca había creído ser capaz de sentir placer con algo incorrecto, que supusiera un desengaño para los otros. Nunca pensé que mi cuerpo pudiera mandar y mi cerebro pudiera olvidarse de poner la empatía en primer lugar como había sucedido siempre. 

Javier recogió mis dos manos por encima de mi cabeza.  Empezó a besarme lentamente la mandíbula. El cuello. Las clavículas. El escote. 

- No sigas  - le dije,  y mi respiración dijo todo lo contrario. 

Cerré los ojos. Sentí placer. "No, no, no sientas esto, no" me dije, retándome a mi misma. Los abrí y Javier hizo que los cerrara de nuevo. 

- ¿Te gusta? 

- Si, pero por favor, no podemos seguir - le dije, con la voz entrecortada. 

- Cuánta resistencia que tenés.... - dijo, y me besó - Dejame, dame permiso, por favor, decime que sí - me pidió. 

Mordiéndome los labios, en cuanto lo miré y lo sentí quedé en cualquier lado. No había vivido nada de todo eso antes. Ese abordaje que se comunicaba con la parte más oscura de mi cuerpo. Un abordaje dónde mi cuerpo pedía una ruta y mi mente imponía otra. Pero por primera vez mi cuerpo ganaba.  

- No - le dije. No sé bien a quién o a qué. Pero aunque dije que no, lo besé. Lo besé y lo agarré para que no dejara de besarme y olfatearme. 

- Si, me parece que si - dijo cuando liberé su boca por un momento.  Ese abordajé lo alentó y lo motivó mucho.  Seguimos el beso. Yo lo agarré del pelo y lo apreté contra mí. Él se dejó por completo y en cuanto pudo reunió de nuevo mis manos por encima de mi cabeza, haciendo que mi cuerpo quede mas expuesto y con su movimiento se quedara aún más en evidencia. 

- Uy no, no - suplique - ¿Que estoy haciendo? 

Lo mire. Era impresionante notar como si mi cuerpo se quisiera pegar al suyo mientras mi razón lo  estaba intentando amansar. 

- ¿Te gusto o es un no porque te doy asco? - dijo, a dos centímetros de mi rostro. 

- Es un no se puede, ¿no te das cuenta?  No me das asco, al contrario... Pero no pruebes, no me hagas esto...  

Se rió. 

- Todo te quiero hacer - contestó. 

- Javier... - le dije, soltando mis manos. 

Freno y me miró. Dos centímetros había. 

- Por favor. Te lo pido por favor. Me voy a morir si hacemos esto. Separemonos. 

- Hagámoslo. No te vas a morir. De gusto , capaz. 

- Por favor, dale, no seas engreído - me reí - Qué creído que sos, qué sabésssss si me va a gustar... ¡No seas creído! ¡No lo vamos a comprobar! 

Se rió. 

- Te va a gustar. Lo sé. Te va a gustar mucho. Me voy a esmerar en hacerte todo lo que me pidas. Se que te puedo hacer disfrutar. Sé cómo. 

- Ya lo sé. Nadie dice eso, sabemos cómo. No se trata de eso. Me queda clarísimo que sabés cómo... Pero... Todo lo demás. 

- No existe hoy - dijo, y me acarició el rostro, buscándome la arista más expuesta para besarla. 

- No, no. Si existe. Si - respire. 

Lo agarré de las manos y se las acaricié con fuerza. Lo tome de los brazos. Me acerqué a su rostro.  Todo con fiereza , con intensidad.  

- Por favor. Yo entiendo que esto se fue al carajo pero no puedo hacer más. Entende mi límite. Te lo estoy poniendo como puedo. Vos sabés que siempre me costó mucho y a vos se te fueron hoy...  Pero si hago esto, no sé dónde podemos terminar.  

- Es que es el momento de hacerlo... No me importa nada más. Nada. 

- Pense que nunca te ibas a animar - le dije - Todos estos años, pensé que nunca me ibas a decir esto. Que eras un cobarde. 

- Me anime ahora. 

- Y yo ahora siento que no puedo siendo las cosas como son. 

- No demos más vueltas. No hay otra posibilidad ahora. 

- Si, que algún día nos encontremos separados. No sé. Otra cosa. Sin todo ese lío. 

- No sabemos si algún día va a pasar... hoy estás acá en mi cama ocho años después y lo único que siento es ganas de estar con vos. Vos, no. 

- Para mí es un no puedo. Vos me podés. Pero me pierdo... siento que voy a terminar en un lugar oscuro. Y quiero ir... pero son mis convicciones no ir. 

- Bueno. Ok. Espera. Yo sé que soy lo más complicado que hay. Todo es un quilombo. Pero no te pongas así. Abrázame, vení. No quiero que sufras. No quiero lastimarte. Tranquila. Es una lástima, porque se nota que querés estar conmigo, y porque yo me muero por estar con vos. Pero tranquila ¿si?  Te respeto. 

Nos abrazamos, me dió besos castos, yo se los devolví brevemente. Me acaricio con más cariño que sexo. Yo lo rodee con un brazo. Nos quedamos frente a frente. Cerré los ojos. El calor que me llegaba de su piel era muy intenso.  Su cuerpo temblaba como el mío había sabido temblar un día.  Me perdoné esos minutos. Ese rato. Esas caricias.  Solo eso. Ese límite puesto tan tarde. 

IV 

- Bueno - dijo, meditabundo - Creo que en el futuro voy a pensar que yo quise pero me rechazaste. 

Lo miré, abrazado a mí, hablándome en susurros, alumbrado únicamente con la luz del velador de la mesa de luz. Le acaricié la cara. 

- Sabés que no es rechazo, Javier. 

- ¿Lo querés hacer? 

- Sí.

- ¿Lo estamos haciendo? 

- No. 

- Entonces ya está. Está bien igual. Pero no me digas que no se puede ... No te animas. 

 - Es que no puedo. Te juro que no puedo disociar. 

Me acarició la cabeza. 

- Ésto - me dijo, tocándome la sien - te está impidiendo vivir algo que querés vivir. Hoy, te está cagando.  Voy a pensar eso, me hace sentir bien. Me voy a repetir que yo pude y la que no pudiste ahora sos vos. Que lo intenté. 

Dejé de mirarlo y perdí la vista en el resto de su habitación. 

- ¿Te hace feliz eso? 

- Sí. Yo puedo pensar lo que quiera. Elijo pensar eso. Todo lo demás, pasa para vos. 

Se rió. Suspiré. Me reí. 

- ¿Me querés echar la culpa? 

- Sí - dijo, jocoso. 

- Lo peor es que me lo decís en serio... Vas a ir por la vida, en el futuro, pensando que no quise. Sin pensar en todo lo demás, escudándote en eso. 

- ¿Y qué voy a hacer? ¿Esperar ocho años más? ¿En ocho años más vas a querer? 

- No voy a estar acá - dije. 

- Mañana vas a estar diferente, de cualquier manera, ya está ¿no te das cuenta? Ya estamos acá, ya estamos juntos... - dijo - Dejame aunque sea poder abrazarte, abrazarme vos. 

Lo miré y me acerqué. Javier me agarró de las manos y las acomodó para un abrazo.

 Lo abracé. Lo abrace y resguarde mucho más cerca de mi cuerpo con una capacidad diferente. Activa y propia de mi presente. 

- Ahora si, me estás abrazando eh... - se carcajeó. 

- ¿Estás contento? - le dije, mientras todavía lo abrazaba. 

- No. 

- ¿Cómo que no? - me carcajee. 

- No. Quiero mucho más - dijo. 

- Javier, por Dios, qué te pasó. ¿En serio no te conforma esto?

- Te estoy diciendo la verdad. 

- ¿No te alcanza esto? 

- No. 

Me reí. 

- No se puede otra cosa.  Ya hicimos lío. ¿Te puedo pedir un favor? 

- Sí - me contestó. 

- Que esto se muera con vos ¿está bien? Jamás se lo digas a nadie. Ni por muy necesitado que estés de hablar. Esto tiene que quedar en nosotros. 

- ¿Vos creés que se lo diría a alguien? ¿Qué le voy a decir, qué no querés estar conmigo? ¿Que no te gusto tanto, que hasta siento que te doy un poco de asco? 

Me reí. 

- No, idiota. Que me aguanté las ganas de estar con vos cuando nos encontramos después de ocho años. Si me darías asco jamás hubiera pasado ni un besito 

Mofó. 

- Tranquila. Es nuestro. Tengo demasiados problemas como para sumarme uno más. 

- ¿Y si tenés tantos problemas, qué hago yo acá? - le pregunte. 

- Esto es al margen. Yo me hago cargo de esto. 

- ¿Querías distraerte? 

- Nah, no es eso. Siempre pensás que lo único que quiero hacer con vos es tener sexo... - se quejó. 

- ¿Y qué es , si no? Hace dos horas que me estás tirando lanzas. 

- Vos me atraés , tenía que tomar está decisión de una vez por todas - me dijo. 

Entendí que se refería a mi persona como un todo. A lo que habíamos vivido antes y s lo que estábamos viviendo ahora. 

- Está bien - dije. 

Me quedé en silencio, abrazándolo. 

"Nunca más volverá a pasar esto, me la pierdo", pensé.  

Cuando cerré los ojos en ese abrazo no quise pensar en los brazos de quién estaba. Porque sabía lo que eso significaba. Y porque una parte no se quería ir de allí.