Todavía tengo su vino en mi habitación. Intacto. Así como lo traje aquel domingo y ahora anclado en un rincón de un mueble me mira recordándome que aquello sucedió.
¿Podré tomarlo a modo de despedida? Quizá la nuestra tenga gustito a vino. Y sea el vino de la victoria que termino siendo el vino de la agachada. De mi agachada. Ya no sé.
He de decir que Javier en estas semanas se ha vuelto un fantasma. Un fantasma que vive a cinco cuadras de mi casa. Un fantasma que tiene mi teléfono y dirección. Que me trajo a casa, después de muchos años, hace tres semanas en su auto. Y que después se volvió a escurrir en silencio por la misma calle donde su auto se perdió hace años. Y si, tanto está como esa vez, creía y creo que fueron un para siempre.
II
Javier descansaba sobre mi panza. Se quedó un rato enorme allí. Acurrucado. Como un niño.
- Yo sabía que algo iba a pasar - le dije, como con bronca.
- ¿Algo así?
- No, no imaginaba tanto... Pero tenía un presentimiento.
- ¿De qué?
- Yo no pienso casi nunca en vos, ahora. Pero cuando volves a mi mente, y no hay ninguna razón que yo pueda atribuirle a eso, es decir, que no nos vimos o hablamos, sé que algo va a pasar. Es como si te presintiera.
- ¿Sentías algo está semana? ¿Cómo qué?
- Me acordé de vos, si. Era como si me estuviera rondando alrededor tu energía. Y convengamos que no sos la persona que más tengo presente en la vida.... Imagínate - ironicé.
- Y nos encontramos.... De casualidad. Hoy.
- Seh. Igual como mucho esperaba verte, no terminar acostada en tu cama luchando por no hacer algo indebido.
Se rió.
- Deja de luchar.
- Nunca. Aplica para todo.
- La combativa de siempre.... Que me parió.
Perdí mis manos en su pelo.
- Vos y yo siempre combatimos. Antes, porque moría de amor por vos y vos no me querías tocar un pelo. Y ahora, porque me querés... Tocar todos los pelos - dije.
- Y vos no querés. Está vez sos vos la que no se anima.
- No pasa por eso...
- Si, pasa por eso. Por animarse. Y vos no te animas.
- Bueno, pensa lo que quieras.
- Cabrona, siempre igual - me dijo y rodeo todo mi cuerpo con sus brazos, de nuevo, apoyando la cabeza en mi panza - ¿Me puedo quedar acá?
- Ya estás ahí - musite.
Me acarició las costillas.
- Javi - dije - no tires de la cuerda. Puedo hasta acá. Respeta mi decisión.
- Es que se nota que querés más...
- Si. Pero después no se que va a pasar. Pasarme. Pasarte.
- ¿Puedo decirte algo? Sin que pienses que soy un boludo
- Si.
- Por la forma en que te pones cuando te toco, sé que te gusta. Pero estás haciendo fuerza para que no te guste.
No le dije nada. Me quedé callada. Tenía razón.
- Entonces, aunque ni hagamos nada, por lo menos reconoceme que te gusta cuando te acaricio o te beso. Te va a hacer sentir mejor.
Le seguí tocando el pelo. No conteste nada. No quería equivocar mis palabras. Estaba centrada en mi autocontrol. Buscando mi norte. Atesorando cada palabra. Sabiendo que no olvidaría esto en mi vida por muchos motivos. Buenos y malos.
- ¿Qué te gusta? ¿Me podés contar?
- No.
- No es por morboso... Quiero saber. Entenderte.
- ¿Para que? Si nunca vamos a tener sexo nosotros dos... ¿De que te sirve?
- Siempre tuve curiosidad de saber lo que te gustaba. Cómo eras. En ese aspecto.
- Oh - le dije, sorprendida - Es bastante fácil. Me gusta que me respeten ante todo. Y que si van a acostarse conmigo tengan ganas de acostarse conmigo, no con ellos mismos, y su placer. Una experiencia compartida.
Levanto la cabeza. Me sonrió. Note que le gustaba haberse sacado la duda. Lo aliviaba.
- ¿Y qué más?
- No hago nada por compromiso.
- Se nota.
- Y soy suave. Para mí no hay por qué apurar nada. Me tomo todo mi tiempo en disfrutar. Y me gusta que el otro esté cómodo. Con su cuerpo, con el mío, con todo...
- Y todo eso te hace muy intensa...
- Supongo. No sé.
- Si, te hace intensa. Me encanta. Al fin puedo saber.
- Vos sos igual, Javier. Te estás conteniendo. Y está bien. Creo que es lo mejor.
- No, es lo peor. No quiero contenerme más. Por favor.
- ¿Por qué justo ahora decidiste esto? - me queje.
- Porque sí.
- Bueno, pero no es porque si... Hay otra gente.
- Ya se. Pero esto es diferente a todo. Hace años que vengo con ganas de que estés en mi cama, acá, así...
- Dios - murmuré - Años. Qué mierda todo esto.
- Ahora sos una mujer hermosa. Bárbara.
- ¿Estabas esperando que creciera, Javier?
- No se. Pero ahora estás más grande...
- Y te da menos culpa...
- Algo así.
- ¿No te sentís responsable por mostrarme cosas del mundo que yo no conozco, no?
- Claro.
- Si, entiendo. Cobarde de mierda.
Se rió.
- Yo estaba roto. Ya te dije, vos caiste en todo ese quilombo. Me sentía atraído por vos pero era imposible. No estaba buscando una relación. Y me parecía justo que no te quedaras esperando eso.
- A mi siempre me pareció algo diferente. Pero bueno... Me lo estás diciendo vos, ahora.
- ¿Qué te pareció?
- Que no hubo cariño. Para mí paso eso. Con esta chica, por ejemplo, más allá de todo lo que me comentas ahora, si tenés una relación. Me parece que elegiste. Y está bien. Yo también elegí. Es normal eso.
- Cuando nos conocimos con ***, en el medio de todo este quilombo, dónde también estabas vos, yo no esperaba nada. No quería que nadie más me odiara. Que vos me odiaras era lo último que necesitaba.
- Bien.
- Y ella tampoco quería saber nada. No quería una relación. No le interesaba.
- Suele pasar. Menos la querés y después...
- Así que nos quedamos. En esto.
- Si, yo recuerdo verte extrañamente feliz al principio - ironicé.
- Estaba bien. Al principio. Pasamos buenos tiempos. Y también muchos malos.
- Hay rachas.
- No hablemos más de esto... - dijo.
- Ah, claro, pero para que hable yo... De mi relación, dale ¿no?
- No. No quiero que me cuentes nada. No quiero saber nada de él.
- ¿Y qué querés saber entonces?
- De vos. Todo lo que te gusta a vos. Lo que querés vos.
Me di vuelta , cambiando de posiciones, y escondiendo mi cuerpo. Javier me abrazó por detrás y apoyó su rostro en mi espalda.
- No te puedo mostrar eso. Lo comparto con quién lo tengo que compartir. Es una dimensión que no todos conocen.
- Creo - dijo, y me dió un beso en la espalda - que nadie se imagina lo que hay ahí adentro hasta que te conoce...
Cerré los ojos. Tenía razón.
- Es la idea.
- No te das una idea la pena que me da ni poder conocerlo.
- Algún día , capaz.
- No sabemos si eso va a pasar. ¿A eso estás esperando? ¿Más? ¿Que vas a esperar? - dijo.
Javier me abrazó más fuerte. Recorrió con todo su rostro mi espalda.
- Si en algún momento de tu vida te separas y yo estoy en esa misma situación... Tendría que pasar eso.
- No voy a esperar más - me susurró - No tengo tanto tiempo.
Se rió.
- No te vas a morir mañana.
- No sé si en algún momento esa posibilidad se va a dar. Si yo me separo y te voy a buscar vos seguro estás con alguien.
- No se sabe. Es todo un misterio. Pero me gustaría que no estemos con remordimiento. Esa sería la situación más oportuna.
- No existe la situación perfecta.
- Javier... ¿por que sos así ahora? Me querés llevar por el mal camino...
- Si queres que alguien te lleve por otro camino, soy el primero.
Me reí.
- Si, no me lo recuerdes.
Suspiré.
Nos quedamos callados largamente.
- ¿Qué pasa?
Javier temblaba. Su cuerpo irradiaba una energía tan cerca del mío que parecía poder quemarme.
- Estoy intentando procesar que me voy a tener que conformar con esto.
Suspiré.
- Calma... - le dije.
Javier me acerco a su cuerpo, con una fuerza que desconocía. Quedé encima suyo sin tener tiempo ni de pensarlo.
Me acarició el rostro.
- Dame un beso por favor te lo pido. Quiero quedarme con este recuerdo.
- No seas masoquista... ¿Que recuerdo? ¿Que te dé un beso no es un buen recuerdo, o si? No te entiendo.
- Por favor. No me hagas rogarte. Quiero que vos me des un beso. Siempre te los doy yo. Y quiero quedarme con el recuerdo de vos dándome un beso.
Suspiré.
- Que masoquistas...
Me acerque incluso más a su cuerpo. Le abrí media ventana al deseo intenso, el más intenso que sentí jamás, y lo besé.
El mío fue un beso intenso, pero además, suave. Remoje mi lengua con la suya, mordiendo apenas, haciendo fuerza en una danza de aceptación y correspondencia. Mostrándole solo el comienzo de lo que había conocido del mundo.
Acomodando todo el resto de la figura en ese beso, ajustándola, imprimiendo todo mi ímpetu en una sola acción permitida, sostuve ese beso después de ocho años como mi última esperanza.
Solo Dios sabe cuánto había deseado hacer eso, aún mismo odiara todo de él y aún mismo odiara nuestro pasado.
Una vez que me separé de él, volví a darle un beso breve. Cómo cuando estás comiendo algo que no podés y tomas solo un pedacito más. Uno pequeño. Para sacarte el gusto. O casi.
- Ya está - le dije - Basta porque me zarpe.
- Como me voy a acordar de todo esto. Voy a cerrar los ojos así - me dijo, cerrando sus ojos - y vas a estar ahí. Con esta piel y este cuerpo y todo...
- Ni pienses en eso ahora. Masoquista.
- Es que me voy a acordar y me voy a querer matar... Besos así das, hija de puta... Vos no sabes lo que yo estoy viendo. Tu cara y el pelo , sabes cómo te agarraría de ese pelo ¿no?
Me reí.
- Yo no puedo creer lo que estoy viendo - le dije - No lo puedo creer. Ni lo que veo ni lo que escucho.
Se rió.
- Pero ya esta ¿si? Volvamos a la realidad - musite - Por favor. No me hagas rogarte a mi, ahora.
Me tocó el pelo.
- Es hermoso tu pelo. Me guardo eso también y tu cuerpo y las caras que me pusiste hoy- Todo acá - dijo, tocandose la frente y cerrando los ojos con fuerza - Todo acá.
Por dentro me repetí lo mismo. Todo quedaría por dentro de mi. En algún lugar. Oculto. Para siempre. Casi como si fuera un sueño.
Un deseo de aquellos que parecen no tener el lugar suficiente para cumplirse nunca de la manera indicada. Es decir, sin lastimar a nadie. Incluidos nosotros mismos.
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