martes, 31 de enero de 2023
La vida
domingo, 29 de enero de 2023
El punto intermedio
El primer mes del año me hizo no saber cómo me siento. Es raro pero no puedo decir nada del mes. No fue triste ni fue del todo feliz. Pasó. Y lo viví pero en una especie de punto intermedio. Cómo si me faltara una vuelta de rosca en la intensidad de mis emociones. Especialmente, en las buenas.
Durante enero dije que la prudencia me va a salvar la vida. Y me la salvó de mil maneras. Me ocupo más de estudiar sobre Educación Financiera, pautar un presupuesto y aprender lo básico sobre inversiones; que a seguir queriendo entender cosas que no puedo entender... Estoy tratando de enfocarme en mí. De hacer lo mejor. Aunque a veces no tenga gusto a nada en el presente.
También intento retomar la lectura y trato de no pautarme metas imposibles. No tengo demasiadas expectativas sobre este 2023. Es decir, que ni lo cargué de cosas. Simplemente, deseo que las cosas vayan bien como es lo lógico y voy viviendo.
El 2022 fue un año re intenso. Empecé a trabajar nuevamente, nació mí sobrino, me separé de Galeno, me reencontré con Javier antes de separarme de Galeno, ese acontecimiento me movió todo. Conocí mucha gente. Cambié de trabajo. Viajé. Sentí cosas. Me sentí sola como nunca. Estudie muy en serio Ciencias Económicas. Vivi una intensidad nueva de emociones. Transpire la camiseta. Afronte cosas que no sabía que podían acontecerme. Entonces, claro, quedé como un poco anestesiada.
Y así empecé enero. Y así lo continúo. Anestesiada. Cómo si todo estuviera empezando a bajar la intensidad. Cómo si fuera un año donde me puedo empezar a hacer preguntas y no se me caen en la cabeza las respuestas del pasado. Precisamente preguntas nuevas.
Bajando las revoluciones. Asimilando. Así voy. Viendo todo el trabajo interior y exterior que hay por hacer. Me doy cuenta que el 2022 me cambió mucho. Que es como si una larga etapa con remanentes incluidos hubiera terminado. Viejos amigos, amores y estados de incertidumbre me abandonaron.
Llegaron cosas nuevas. Y mientras voy entendiendo de qué va está nueva temporada, pienso que sanar lleva tiempo y que yo lo intento a diario. Mientras, vivo lo mejor que puedo. Aunque a veces sienta que no alcanza nada de lo que hago.
Veremos si 2023 es el año.
viernes, 27 de enero de 2023
El pancito de cada día
Hoy tuve una entrevista de trabajo. Sí. De nuevo. Fue un caso particular y me pareció bien permitirme escuchar la propuesta y animarme a ver más allá de mí trabajo actual.
Es raro. En 2021 pase por muchas entrevistas mientras buscaba trabajo después del cierre del lugar donde trabajaba. Tuve diez entrevistas . Y desde entonces sucedió que les perdí el miedo pero también les tomé valor, porque cada una fue diferente y me enseñó algo. Valoro cuando tengo una entrevista porque es un ensayo de las diferencias en posibilidades y además que ya no me ponen nerviosa entonces puedo evaluar otros detalles a modo de entrenamiento.
No obstante eso, hay que hacer una salvedad: no es lo mismo ir a buscar trabajo con trabajo, que sin trabajo. Y por eso, decidí vivir las dos experiencias. Para ver cómo me manejaba y me sentía.
Hace un año atrás, yo no tenía trabajo e iba a las entrevistas pensando que ojalá me ofrecieran algo bueno. Me lleve muchos aprendizajes y el más importante fue el de valorar lo que sé hacer. Porque en más de una ocasión me elegían pero lo que daban a cambio era vergonzoso y al principio me costó no aceptar pero supe y debí aprender a esperar dentro de mis posibilidades, a qué llegue lo adecuado. Y en momentos de necesidad eso te afecta realmente y te hace sentir que ellos tienen superioridad sobre vos. Y afortunadamente, eso no es cierto.
Cuando encontré finalmente trabajo, fue en un Estudio Contable. Le puse lo mejor porque considere que iba a aprender mucho, pero no resultó de esa manera. Y justo ahí se operó el cambio: empecé a buscar trabajo con trabajo. Es decir, con la calma suficiente pero con la noción de lo que uno da. Dije "si es bueno para mí, vendrá, porque merezco estar bien en algún lado". Y sucedió.
Así fue que encontré mí actual empleo. Con calma. Con trabajo. Y con la perspectiva de saber que uno merecía algo mejor.
En muchos sentidos, mí actual trabajo es mejor al Estudio. Económicamente, gano un 60% más, aunque mí sueldo no es de los más altos. A nivel prestaciones, cuento con el beneficio de las paritarias y el trabajo registrado junto con la obra social.
Y hoy, sin embargo, me di la oportunidad de ver si podía conseguir algo más. Fui, escuché, comenté lo que quería. Charle con el Contador sin sentirme un poco rara como me pasaba hace un año. Y principalmente, dije la verdad. Cuando me preguntaron por mí experiencia, no mentí en nada. Considere que lo que se hacer es un buen comienzo y que me sigo formando por lo que no tengo que mentir.
La verdad es que no tengo idea si me van a llamar o no. Pero estas cosas muchas veces las hago para confiar más en mí. Para estar mejor. Para intentar estar mejor.
Mí primera carrera, Letras, fue una historia de amor muy muy grande. Pero cuando tuve que salir a vivir de ella, fue también una decepción muy dura. Algo que al día de hoy sigo sanando. Y que creo que sanaré cuando obtenga el título independientemente de si la ejerzo o no.
Mí segunda carrera, Contador y Lic. En Administración, es una historia de volver a creer y volver a apostar y volver a soñar. Volver a construirse. Y creo que vale mucho por eso. Y que me importa cada día un poco más por ese compromiso de volver a empezar aunque estuviera fuera de mis planes.
No hace mucho tiempo, hablé con mi madre largamente. Le dije : "mamá, yo siento que fracasé en todo ¿sabés? Que todo lo que elegí en la vida, lo elegí mal de entrada... Pero jamás, jamás, me voy a quedar sentada y jamás me voy a rendir. Seré una fracasada que no se quedo solo con eso, por lo menos".
Hoy, mientras charlaba con el tipo que me tomo la entrevista, pensaba que haber ido ahí es no rendirse. Yo hice mucho por una carrera que no me respondió como deseaba. Que por esas cosas de la vida no me dio las oportunidades para vivir de ella en la manera donde lo necesitaba. Y lo respeto. Lo entiendo ademas. No siempre sucede. Pero también estoy descubriendo que Económicas me da mucho de esa respuesta. De ese "si, tu sacrificio vale la pena". Y lo agradezco.
Por eso voy. Por eso sigo. Y al final entiendo que de fracaso no hay nada. Que todo es camino.
Veremos dónde va.
domingo, 22 de enero de 2023
Nuevos vientos de calma
Qué linda es la calma, la verdad. Eso pensaba el otro día mientras volvía a mí casa desde el trabajo. Qué lindo es no tener miedo de que te llegue un mensaje privado o que te suene el teléfono y el nombre del tipo se lea en la pantalla.
Por un lado, llevo poquito tiempo soltera. Dos meses recién cumplidos. Me cuesta pensar en Galeno porque me pongo triste y no quiero profundizar en el tema. Galeno ha sido importante en mí vida y lo que me quiero llevar de él es lo lindo que vivimos. Sentirme triste por una relación sana y linda, que se terminó como era una posibilidad, sería estropearlo. Sería mancharlo. Yo no volvería a estar con Galeno. Había cosas que no funcionaban ya y lo comprendo. No quisiera volverlas a vivir tampoco, entiendo que me hacían sentir un poco triste y que a veces me enojaba y ahora estoy más tranquila. Simplemente quiero quedarme con la gratitud de haberlo conocido y el haber aprovechado esa oportunidad. Nada más. Despedirme así. Deseándole de todo corazón lo mejor porque pasamos momentos hermosos juntos.
Por otro lado, en ese breve tiempo soltera, pensé bastante qué hacer. Es también un poco lo que me pasa con el año. No siento nada especial sobre este año ni sobre lo que quiero hacer como me ha pasado en otros. Es como si lo único que quisiera en este momento es esquivar los problemas. Organizarme. Proyectarme. Avanzar. Pero sin presionar a nadie ni a nada.
Lo bueno de este deseo de estar en paz y mejor es que no está lleno de reglas. Quiero simplemente lograr cosas buenas. Quiero que me pasen cosas lindas. Pero no condiciono a la vida sobre eso. Pueden ser de cualquier estilo. Pueden ser de cualquier tamaño. Yo solamente pido estar en calma, sentirme bien y estar tranquila.
He estado soltera muchos años y estando en pareja con Galeno, siempre me dedique mucho tiempo. Así que esto no ha cambiado mucho. Pero entiendo que tengo que dedicarme tiempo para otras cosas en este tiempo. Enfocar esa energía en otras cosas.
También note que Javier , en este tiempo soltera, me hizo sentir emociones fuertes pero que se atravesó con su carga una vez más. Es emocionalmente pesado en mí sistema y eso aunque ya no tenga que ver con un compromiso con otro, sigue sucediendo. Me cansa un montón, la verdad. Me drena. Y me hace perder de vista las cosas chiquitas.
Sin ir más lejos, en este tiempo, un día estaba caminando por la calle y me di cuenta que no estaba apreciando NADA de lo que veía. Y eso sucede cuando Javier me afecta. Cuando me saca la posibilidad de mirar las cosas chiquitas que he mirado toda la vida.
El cielo. Los pájaros. La cara de la gente. Los perros. Los semáforos. Las vidrieras. Nada me significó ese día todo el entorno que amo y me estaba rodeando si yo lo único que pensaba era en que Javier me había querido hacer el amor de nuevo y le había dicho que no.
Si, obvio que quiero estar en paz. Resistirme a soltar algo es totalmente en vano. Serán las mismas manos con las que tenga que agarrar, además. Por eso lo necesito. Por eso quiero tomarme unos meses de descanso y de entendimiento. Porque los necesito y porque quiero volver a mí centro.
A veces me siento desconectada de mí misma. Eso también es raro. Me siento bien o mal pero me falta una estrechez interior conmigo que no se dónde la perdí.
Veremos si puedo ir acomodando los pensamientos y que eso sea lo bueno que pase. Lo bonito. Lo verdadero. La calma linda donde podes apreciar lo chiquito.
Eso que me salvó la vida siempre.
viernes, 20 de enero de 2023
20 de enero
diálogo en la oficina, entre dos compañeros:
- Che, *** ¿ninguna novedad de la nacionalización? ¿Las SIRA? - le dijo.
No pude evitar levantar la vista.
- No, todavía nada. Tiene salir , nacionalizar y después vemos si llega el tacho - espetó el Gerente, en relación al estado de las importaciones.
Inspiré hondo y traté, en vano, de controlar el recuerdo, como un rafagazo, que se me vino a la mente. Es de la última vez que nos encontramos, y hablamos, con Javier. La vez final. Un escalofrío me atravesó completa y sacudí levemente mi cuerpo. Comercio exterior , pensé, con ironía, ahora los dos trabajamos en comercio exterior.
26 de diciembre de 2022
- Te quiero hacer el amor, te quiero *** ya mismo, te lo juro por Dios - decía Javier - Dale, por favor ¿me dejás que te saque toda la ropa acá?
- No, Javi. ¿Cómo me querés hacer el amor acá? - le solté - No vamos a volver a tener sexo nosotros dos.
Me agarró de la cintura, me acercó mucho a él y me miró aprovechando que me lleva un poco más de una cabeza. Al ver que yo no me movía, se sacudió para que me acomode a la fuerza. Puse mis manos por encima de sus hombros y me reí, anonadada, pensando el absurdo de sus gestos. Quedamos así frente a frente, muy cerca el uno del otro, mirándonos.
- ¿No?
- No. No se puede.
- Sí que se puede. Tenemos ganas, dale.
- No porque vos estás saliendo con alguien y yo no quiero que tengamos problemas. Entonces, no, no se puede.
- Ya lo sé, yo... Pero viniste... Y estás acá cerca y no me puedo resistir... Te queda lindo ese pantalón y este pelo... ¿Para qué viniste?
- Para que te calmes. Para que pienses. Y porque no podemos seguir así, nos vamos a desbordar. Y vos después la pasás re mal, también. Y se va a armar un lío bárbaro. Y yo no quiero ser una puta, y vos que no podés controlarte... Vas a mandarte otra cagada conmigo ¿si? En tu situación, aunque lo queramos, es un error ¿me entendés? ¿si?
- Ya lo sé, sí. Pero... es que vos... ¿No vas a volver a venir? Vení siempre, dale. Veni a tomar mate conmigo, a charlar, a que te saque toda la ropa también podés venir si te gustaría que haga eso. Veni a contarme cosas, a tomar vino conmigo, lo que vos quieras... Pero si venís, ya sabés... - dijo, y me miró con cara de pelotudo obnubilado por el deseo.
Le puse cara de culo.
- Vine para que razones pero es al pedo. Afloja tus manitos que me voy - musité - Además ¿qué es lo que tengo que saber, tonto?
- Que te quiero hacer el amor. Ya lo sabés. Si venís, te voy a hacer el amor. Bien hecho. Eso es lo que te merecés. Que te agarre y *** - espetó.
- No, soy una tonta, yo pensé que hablaba con una persona pero hablo con tu cuerpo , cierto - espeté - Dejá de aprisionarme que me voy, estás caliente y decís estupideces.
- Noooo, digo la verdad. Y sí, estoy sobrepasado ¿qué querés que sienta? ¿Cómo querés que me ponga si te veo? - dijo, y me abrazó - ¿Vas a volver? ¿Por qué no nos vamos a un lugar solos vos y yo, querés? ¿Nos vamos? Donde no haya nada ni nadie. Si, nos tenemos que ir los dos solos.
- Dejame salir, Javier, estás hablando pelotudeces - le dije, y esperé.
Lo miré. Le agarré las manos y se las saqué de mi cuerpo. Las acompañé, con cuidado, y las apoyé en el suyo, en su pecho. Las acaricié despacio, por un momento, y le dije:
- Así están bien, acá tienen que estar conmigo ¿si? - y les dí una leve palmadita.
- ¿No querés que nos vayamos los dos solos?
- No - le mentí - Además no podemos irnos así... - espeté, diciéndole la verdad.
- ¿Por qué no?
- Porque yo no vine a que me cojas, vine a hablar bien con vos. Y me estás haciendo hacer un esfuerzo enorme porque no entendes y porque me estoy aguantando y porque yo también tengo mil ganas de hacer cosas y te estoy respetando pelotudo. A vos y a esa relación que tenés. ¿Me entendés ahora? Yo estoy soltera y te respeto. No me convenzas de lo contrario cuando estás en pareja, Javier.
Le tiré eso en la cara.
- ¿Viniste por Comercio Exterior? -
- Sí, vine por las SIRA.
- Mentiraaaa - se quejó.
Me abrazó. Lo abracé. Suspiré y me quedé unos minutos apoyada en su cuerpo.
- ¿Vos sabés que sos re tonto, no? Tenés que cuidar todo lo que formaste. Hacé las cosas bien. Esto se tiene que ordenar. Sé prolijo. No me escribas más, Javi. Estás en pareja con esta señora y hay que respetar - le marqué - ¿Me entendés eso?
- Sí - dijo.
- Yo quiero estar con vos pero siento que no corresponde y obvio que tengo razón. Y eso no cambió y yo no me quiero volver a acostar con vos si éstas son tus circunstancias. ¿Sabés lo que pasaría?
- ¿Qué?
- Me sacarías toda la ropa, me cogerías, lo disfrutarías porque así estás, y después te sentirías para el culo. Te morirías de la culpa. La pasarías mal. Y yo no quiero eso, no quiero que te hagas eso de nuevo. Ni para vos pero tampoco para mí. No quiero que te sientas mal como me dijiste que te sentiste. Nunca más. No conmigo por lo menos. Yo no soy tu puta, además ¿si? Por favor, ordenate. No me escribas más. En tu situación, no lo podés hacer. Yo fui sexo para vos , además, ¿que me vas a andar mandando gatitos por Instagram tarado?
Javier me miró muy serio.
- ¿Si? ¿Quedamos así?
- Sí - dijo.
Me lo quede mirando un momento y me di media vuelta para orientar todo mi cuerpo hacia la puerta.
- ¿Qué? ¿Por qué me mirás así?
- No, nada - le dije - Vamos.
- No, decime. Pará.
- Porque te quería dar un besito... - musité
- ¿Un besito? - dijo.
Se me quedó mirando un momento y se frenó. Yo, en cambio, seguí caminando.
- Sí. Pero no. Me voy, me voy - le dije.
Lo saludé con un beso en la mejilla. Me encajó con intención un beso en la mejilla dado con severidad. Esa sensación de una persona que conoce todo tu cuerpo, que te besó hasta los pulmones y que sabe de ese límite que los otros no.
- Chau. Sabés que te voy a escribir ¿no?
- No, por favor. No me escribas.
- Sabés que si. Te voy a llamar. Me podés decir que no. Yo te llamo.
- No, en serio - le dije, seria - Basta. Cuidate. Hacé las cosas bien.
Me miró. Yo sé que decirle eso era arrinconarlo con su lado inseguro. Con su lado cobarde.
- Andate, por favor, porque te voy a meter para dentro de nuevo...
Se rió y se puso colorado.
- Nos vemos.
- ¡Adentro, vamos adentro, Pepe! - le dijo a su perro, que se le escapó cuando salí, para hacer pis en el pasto delantero.
- ¡Adentro, vamos adentro vos también! - me dijo, mientras me miraba y sonreía, y con la otra mano llamaba a su gatito que había salido detrás mío.
- Que estés bien, Javier - le dije.
Me di media vuelta y empecé a caminar a casa.
Con justa razón, cuando dijeron el nombre del documento aduanero más conocido del rubro, en la oficina, a mí un escalofrío me paralizó completa. Por suerte, luego de éste recuerdo, mi mente conectó con lo importante de seguir eligiendo esa opción del camino correcto y sobreviví al día. Cuando me asalta esta especie de privación, de secuestro al deseo, pienso que es un deseo hacia una persona que no está disponible. Que nunca lo ha estado por algún motivo o por otro.
Y que me merezco una persona disponible para cuando me dé ganas de avanzar y tener algo con alguien. No tengo obligación de hacerlo ya, y tampoco tengo ganas, pero sí quiero seguir haciendo las cosas bien. Porque todos nos podemos equivocar una vez - y no sería lo ideal - pero una segunda vez ya no es un error. Yo, por lo menos, lo considero una elección.
Y creo que uno puede estar hasta las manos con alguien pero si sabe - como yo sé - que la otra persona no es buena para uno, o bien, que no hace las cosas bien, no vale la pena indigestarse. No vale la pena romper todo un recorrido de veintiocho años teniendo buenos valores para ser la amante o el polvito fijo de un tipo que pudiendo haber tenido TO-DO conmigo, no lo eligió cuando le correspondía jugarse si era eso lo que quería. Un tipo que vino de un día para el otro - aunque sepamos que esto estuvo latiendo siempre - a confesarme que no se había animado y que cuando pudo, que cuando tomo la decisión de patear el tablero a los cincuenta años, me lo escupió con desesperación y urgencia.
¿Animarse a qué? ¿A usar mi cuerpo, a verme como a una mina descartable, a disociarme? A veces recuerdo las palabras y los gestos de Javier, y veo este desorden del pasado reciente, y me dá curiosidad. ¿Cómo la persona que me dijo que no quería que yo sufriera nunca - que no soportaba verme sufrir -, es la misma que llegó a decirme todo eso? Cosas raras. ¿Cómo la persona que me dijo que cuando yo llegaba a los lugares para él todo ese lugar cambiaba, no se da cuenta que tendría que dejarme (como lo está haciendo ahora) vivir la vida en paz? ¿Cómo la persona que me dijo que le encantaba mi amor puede hacer con eso lo que él hizo? ¿Cómo? Ni idea cómo. Pero me tranquiliza saber lo que ahora sé. Me tranquiliza saber que pude ponerle un freno a todo eso y terminarlo. Me tranquiliza tener toda la fuerza para decirle que no. Para poner mis valores por encima de mis deseos y que por suerte eso sí se pueda sostener en el tiempo y salga bien.
jueves, 19 de enero de 2023
A mano
domingo, 8 de enero de 2023
Lo hemos conseguido
La decisión correcta
Mi deseo para éste cumpleaños es que en algún momento de éste año pueda volver a sentirme feliz. Que esté donde quiero, haciendo lo que quiero, no teniendo que soportar ninguna carga o cosa que no me guste. Que este ya en mi casita, festejando a mi manera, sin tener que poner cara de "qué bueno cumplir años" cuando no disfruto festejar mis cumpleaños.
¿Algo bueno? Javier no me saludó. Eso es uno de los mejores regalos que alguien pudo hacerme el día de hoy. Que me mire las historias y no me haya saludado implica que entendió mi renuncia. Que entendió que todo terminó el 26 de diciembre. Y eso es todo un logro en si mismo. Un logro que me costó casi diez años de mi vida y que ahora parece que está llegando a su final. El alivio que siento por eso es inexplicable. El dolor, lo mismo. Pero prefiero quedarme con el alivio, con el alivio de saber que estoy tomando, al menos en éste aspecto, la decisión correcta.
Por suerte, el año que viene tengo otro cumpleaños y una oportunidad para pasarla como yo quiera. Quizá pueda ahí también tomar la decisión correcta en ese aspecto. Pero al menos por ahora, voy de a una cosa por vez. Que es, considero, la mejor manera de avanzar sin abandonar.
Éste año lo que me toca es saber que tengo tanto pero tanto para mejorar en mi vida que ya no puedo seguir perdiendo el tiempo. Que la persona que más amé me haya visto siempre como un culo con destellos debe ser además de doloroso una lección, una motivación para despertarme y hacerme sentir a fondo que no vale la pena seguir sufriendo.
La vida que yo quiero, que yo sé que quiero, no se va a construir por arte de magia. Son todas decisiones. Tomarlas no es tan difícil para mí como sostenerlas. Pero estoy bien. Javier está lejos. Me parece increíble que haya entendido... pero lo logré. Lo logré después de sentirme tan perdida tantos meses: Javier del lado de allá, yo del lado de acá, como estuvimos ocho años y vamos a seguir estando el resto de nuestras vidas. Otra vez, la normalidad y la calma. Qué placer.
sábado, 7 de enero de 2023
La primera semana de enero
Enero empezó cargado. La semana laboral que terminó ayer me dejó detonada por los compromisos y la cantidad de cosas que me tocó hacer después de la oficina desde el lunes al viernes.
El lunes, tocó entrar en el ritmo nuevamente y aguardar para poder hacer el cierre de diciembre. Me faltaron algunas cosas y tuve problemas con el servidor de correos electrónicos de la oficina. Lo mismo con el sistema contable que estaba en modo vacaciones. Cuando salí del trabajo me dediqué a pagar cuentas, a transferir y a darme cuenta de que había gastado cantidades industriales de dinero entre fiestas, despedidas, regalos para mis sobrinos y los gastos corrientes que tengo todos los meses.
El martes tuve un día bastante más tranquilo en la oficina porque me anduvo el sistema contable y busqué una alternativa para lo del servidor de correos electrónicos. Hice todo el reporte semanal de cobranzas que tengo y se la mandé a los vendedores, como dice una de mis funciones. El resto del día tuvo pocas consultas al punto de que, después de todos los meses que llevo ahí, me pude poner a corregir un texto literario para compartirlo con un conocido que se dedica a la escritura. Yo soy su lectora externa y él es mi lector. Cuando salí, tuve terapia. Volví a mi casa con angustia, helado, y terminé el día temprano después de comer con mi papá y avisarle que le había traído su postre preferido. ¿Lo bueno? No cociné. Él me compró una de las comidas que más me gustan: sándwich de carne en la parilla del barrio. Él no lavó tampoco e hicimos trato.
El miércoles, el día fue un poco más pesado. Se reincorporó a la oficina el Gerente con el que trabajo más codo a codo y mi compañera directa -Loqui- que está atravesando una época compleja en la oficina y a mí me hace pensar que quizá sería bueno ir comprándome dos o tres cajas de vino y unos buenos auriculares. Algún día contaré lo que pasa con ella, pero la verdad, es que prefiero guardar mi energía porque suficiente la soporto de lunes a viernes media jornada, hasta que se va, y el ambiente de la oficina muta para mejor por completo. Cuando salí de la oficina, ese día, tuve una videollamada programada. Después, me tomé un rato para hacerme unos mates, charlar con mi madre, y coordinar la comida de mi cumpleaños porque estaba desorganizada con el tema.
El jueves fue un día movido en la oficina. Hice el cierre mensual, gestioné algunas pocas cobranzas e identifiqué algunos pagos de los cuales no había tenido novedad directa pero que sí se reflejaron en cuentas. Salí agotada, con la cabeza cansada y con una plantita que me regaló mi otra compañera de oficina, que es al menos en apariencia una buena chica. Fui con la planta, directo de la oficina, a la casa de mi hermana que festejaba su cumpleaños. Antes de la fiesta, fuimos con mis sobrinos y mi hermana mayor a ver el Desfile de Reyes. Después, nos fuimos a la fiesta de mi hermana del medio, que duró hasta pasadas las doce de la noche. Yo, que me había levantado a las seis y cuarto de la mañana, estaba agotadísima y pidiendo una cama en múltiples idiomas.
El día de ayer, viernes, lo empecé, producto del cansancio de toda la semana, y el cumpleaños del día anterior, quedándome dormida. Por suerte no llegué más que diez minutos tarde a la oficina, pero llegué vestida sencilla y sin maquillaje. Cuando lo hice, no había nadie, mis compañeros también se habían atrasad, por lo que me tomé unos minutos para maquillarme y quedar más o menos igualita a todos los días. A media mañana, y siendo que Loqui estaba insooopooortable, me calcé mis auriculares, me dediqué a contestar algunas cuestiones referidas a consultas, descuentos o pagos, acompañada de un café muy negro, es decir, para mí, un recurso de emergencia. También traté con una persona que me había pedido descuento especial por cantidad y lo mismo por un caso de una factura generada por el proveedor de un servicio, según AFIP, y que el tipo no reconocía del todo, lo que me olía a quilombo, además de las tareas de todos los días. Cuando salí de la oficina, me encontré con mi madre en la zona céntrica de la localidad donde trabajo, muy cerca de donde vivo, para comprarle el regalo de cumpleaños de mi sobrino que cumple éste lunes que viene. Después, me fui a toda velocidad al cotillón, a la panadería y finalmente a hacerme las manitos al salón de belleza. Cuando llegué a casa, me dio un baño, y me tomé una sidra rosada. Viernes al fin.
Hoy sábado me desperté después de unas cuantas horas de sueño delicioso. De doce de la noche a nueve y media de la mañana. Me quedé en la cama haciendo fiaca. Tomé unos mates, me di un baño, y me tomé el tiempo de hacerme un tratamiento en el pelo y aplicarme mi crema autobronceante porque en éstas épocas la blancura extrema de mi piel se pone todavía más evidente. Si bien todavía tengo algunas cosas para hacer, el ritmo es diferente.
Mañana domingo ocho es mi cumpleaños, así que será un domingo para celebrar y palpitar los cuatro añitos de mi sobrino mayor, quien nació al día siguiente, casi como el mejor regalito que hubiera podido pedir.
jueves, 5 de enero de 2023
Los adictos II
Cuando ése día volví a mi casa cerca de las ocho de la noche, una de las primeras acciones que ejecuté fue darme un baño largo y privado para poder ubicar mis emociones en algún cauce.
Mientras me desvestía, el perfume de Javier se desprendió del pantalón de la oficina y de la remera que llevaba puesta ese día. Pensé que había sido una fortuna extra el hecho de que él me hubiera encontrado con remera y no con camisa, porque los fetiches o las fijaciones sobre ésa clase de ropa hubieran sido mucho peor. Y su mirada ,a la vez, aún más recalcitrante. Yo lo había encontrado como siempre, con su look casual, remera-short-ojotas, confirmando que cuando estoy hasta las manos en lo último que me fijo es en la manera de vestir que lleva una persona.
Sentir su olor en mi ropa me causó mucha indignación, por lo que hice un bollo con el pantalón celeste y la separé para lavarlo de inmediato. No quería permanecer con el perfume y el olor a suavizante de la ropa de Javier en la mía. No quería tener relación consigo de esa forma.
También estaba azorada por la visita sorpresiva - al menos para mí - de su padre y mientras el agua caliente limpiaba mi cuerpo de emociones, memorias y restos de las manos de Javier con las que me había abrazado, noté que jamás hubiera esperado ver a su papá en ese contexto pero que, así como su padre, la visita podría haber sido de cualquiera.
Cuando ví a ese señor, y le ví la cara de sorpresa por entrar a la casa de su hijo y verme merendando y tomando mate después de ocho años de no hablar demasiado en sociedad, supe que lo mejor era decir lo justo. No intentar explicar más de lo que explicaría si yo no quisiera como quiero a la persona que crió. Así, conversé con él de trabajo y continué la charla que había comenzado Javier, contándole de mí.
- Ahora trabaja en comercio exterior , viejo - le comentó, entre muchas otras cosas - Se dedica a muebles - le dijo, nervioso.
- A vidrios - lo corregí a Javier.
- ¿A vidrios? ¿No eran muebles? - me preguntó.
- Sí, a muebles con vidrio - le dije yo, para salir del paso, pensando que Javier se bloquea en determinados casos.
Me miró con una cara de confusión que después aclaré y se rió por la manera en que lo había cubierto. Supe que había veces donde Javier se ponía especialmente sonso y ése, era uno de ellos.
II
Teniendo a su desconcertado padre cerca, un flashback vino a mi mente sin previo aviso. Juan, el padre de Javier, me decía:
- Vos tenés que estar en la familia. Me gustaría tanto que alguno de mis hijos tuviera al lado a una mujer tan especial como vos, querida... - me decía Juan, su papá, mientras yo asistía a una reunión donde Javier estaba paseándose con ella con una mano y con los ojos mirando lo que charlábamos.
- Vos porque sos un amor... Pero no, eso me parece que no es posible...
- Tenés a Juan, pero... no sé, no tenés llegada vos... - me dijo, con picardía - de S. no te digo porque tiene esposa... Y está Javi... - musitó con disimulo.
- Javi también está en pareja, así que quedaría Juan que no me habla... Ya te digo, mi querido, no hay chance de que esté en tu familia. Pero sí puedo ser tu amiga, obvio, y me podés adoptar simbólicamente como vecina aunque no seamos...
- No es mi nuera, esa... - dijo, en referencia a la señora novia de Javier - no es mi nuera - insistió - Es una lástima querida que los hombres, algunos, sean tan pelotudos. Yo si fuera un poco más joven, con todo respeto, no desperdiciaría a una chica como vos... Tenés que estar en la familia...
- Bueno, pero estoy como amistad de la familia **** - insistí - y eso es un honor.
Juan se rió, cruzamos un abrazo cálido, y recuerdo que Javier nos miró a la distancia. Creí que quería hablar con su papá y que yo molestaba, entonces, disimuladamente, me alejé y me despedí de Juan. La novia de Javier me miró con una mirada de esas que no son amigables y yo me fui hacia conocidos menos bélicos.
Si bien en ese momento ese comentario me generó mucha confusión, terminé sepultando el hecho como parte de un resbalón. De uno más de los tantos "comentarios raros" que recibía de la gente cercana a Javier, algunos buenos, y otros muy malos.
III
Ocho años después de esa reunión, Juan entraba a la casa de Javier y estaba yo merendando. Supuestamente, hablando de trabajo. Verdaderamente, hablando de todo lo que había pasado. Supuestamente, tratando temas de comercio exterior. Verdaderamente, despidiéndome. Juan fue muy perceptivo con la situación y notó que Javier lo estaba despachando poco más con una estampilla en el culo. Se levantó, despacio, me saludó nuevamente con un abrazo y me despidió con un "me alegra mucho verte, querida, qué sorpresa".
Mientras peinaba mi pelo, ya fuera de la ducha, intenté asimilar que probablemente en esa merienda el destino malogrado nuestro había terminado de atar sus cabos. Agradecí no haberle dicho nada a Javier de aquélla charla mantenida con su padre y recordé que había tipos muy boludos, entre ellos su propio hijo, que no habían sabido apreciar el amor. Agradecí que hubiera sido su papá y no su mamá o su hermano el visitante, ambos pesos pesados en la moral de Javier. Agradecí que nadie con prejuicios me cagara la despedida. Principalmente, porque yo sabía que una parte de Javier iba a reaccionar e iba a seguir mis instrucciones, y porque sería un alejamiento incluso más real del que sucedió nueve años atrás.
miércoles, 4 de enero de 2023
Los adictos
- ¿Querés algo de tomar? - me preguntó.
Yo ya estaba hacía algunos minutos sentada en la silla de la cocina de su casa. Mirándolo con cierta intermitencia porque lo cierto es que sus ojos me devoraban. Con esa habitual mezcla de deseo y cariño histórico - pero solo cariño porque parece que el amor en Javier es una mala palabra - sostuvo sus ojos en el puente creado con los míos.
Se hizo un silencio incómodo y se dió vuelta para acomodar algo en la heladera que estaba haciendo ruido. Le dió un golpecito que sonó seco y ese ruido paró.
- Agrrrrgg, me estaba volviendo loco ése ruido - se quejó - ahora sí. ¿Te sirvo algo?
- Una patada en el pecho para digerir los bizcochitos estaría muy bien - le dije.
Javier me sonrió.
- Tengo... - dijo, mientras abría la heladera - Agua, cerveza, Coca Cola... O puedo hacer mate. ¿Querés tomar?
- ¿Vos tomas? - le pregunté.
- No.
- Entonces no... No, quiero. Otra cosa… Agua… - musité.
- No, no, está bien. Te doy - dijo, y me miró.
Fue algo dicho a la pasada, parte de lo cotidiano de merendar. Pero en Javier nada es dicho de forma inocente y menos dentro de la situación en la que estamos. De hecho, cuando nos miramos, ambos entendimos que había sido una metáfora equivocada. Él se puso colorado y me miró con sorna. Lo miré y sonreí. Me acomode en la silla y me toqué el pelo, le hice un gesto de "no estamos hablando en ese sentido" y lo limité con el silencio. Sin embargo, había logrado su propósito: yo estaba nerviosa, ansiosa y comprometida. Preferí pensar que más allá del chiste, estaba hablando de la infusión y conservé la composición del papel que estaba llevando adelante.
- ¿Te doy? - me preguntó, con tono amable - ¿Mate?
Le clavé la mirada y se rió. Lo había puesto nervioso, ansioso, y lo estaba comprometiendo.
- Sí. Por favor - le dije y mire la televisión - Unos mates. Está bien.
Escuché a Javier reírse por lo bajo. Se sentó a la mesa frente a mí. Apoyó la pava. Aprontó el mate. Me miró y trató de retomar la charla.
- Deja que se enfríe un poco, el agua está re caliente, mirá - le dije. Hablando en serio, obvio y señalando la pava.
La pava estaba muy caliente. El vapor salía de sus orificios cuando Javier la destapó. Me la quedé mirando y pensé que él estaba tan nervioso que se le había pasado el agua. A él, si, que toma mate siempre y se resiste a usar pava eléctrica. Y también admití que yo estaba todavía nerviosa por rehacer el camino hacia su casa, donde me habían temblado sin parar las piernas y se me había encogido la panza. ¿Por qué lo que le tenía que decir me resultaba tan difícil, me inhabilitaba tanto, me producía un movimiento interior tan grande? Mientras miraba la pava humeante de Javier, pensé que no encontraría respuestas más allá de lo que estaba haciendo, es decir, frenando el oleaje. Me dije que me tenía que rendir y decirle lo que considera una parte de la verdad.
- Si, me pasé - dijo.
Le acerque el paquete de masitas que llevaba a mí casa pero que terminó en la suya y lo alenté a comer. Si bien no quería, ni quise en su momento, compartir escenas cotidianas en este caso era inevitable. De otra manera ¿cómo lo haría? ¿Sentada en un sillón, dentro de un auto, o inmersa en el jacuzzi que Javier tiene en su jardín? El mate, las masitas y la sencillez de la propuesta eran a fin de cuentas más propias de mi mundo. Una forma contenida para decir la verdad. O al menos, esa parte de la verdad que iba a asegurarnos no tener más problemas.
- Servite - musité - No están envenenadas .
- No, no quiero - dijo , riéndose despacito.
- Come algo, al menos hasta que estén las milanesas - musite - ya sé que no almorzaste pero para que piques algo.
Me sonrió y agarró uno.
- Me voy a comer un cuernito - observo, curiosamente - y tomo mate. Está bien. Después como las milanesas.
Lo miré, dejé pasar ese comentario, y volví a temas seguros.
- Si, fíjate que acá también hay pepas, capaz te gustan… - le indique.
Javier asintió, mastico tranquilo su comida y reflexionó en silencio. Tomó impulso y volvió a mirarme decidido a romper el silencio. O al menos, a racionalizar mi visita.
- Soy la última persona que te puede ayudar en cosas contables... No sé por qué pensaste en mí para eso... ¿Yo realmente te puedo ayudar?
- Si me lo decís así, Javier, me voy - le dije, con sorna.
-Noooo - dijo, riéndose de pronto - Pero no entiendo por qué pensaste en mi para ésto específicamente. Es contable. Vos conoces mas que yo - anunció.
- Pero trabajas en Comercio Exterior. Cómo yo, ahora. Me pediste que te cuente y te cuento. Más allá de eso, quiero decirte algo. Por eso vine. Porque si te lo decía por mensaje me ibas a clavar el visto…
- ¿Por que sos mala? No te ignoro.
- Deberías. Pero sos tonto y me escribís y salís corriendo todo cagado - le dije, con sorna - Igual no viene al caso este punto. Realmente quiero decirte algo más.
Estás muy seria - observó.
- Estoy bien. ¿Estoy seria? No sé... Yo estoy bien - le mentí - Cansada, capaz.
- Si, pero seria. Estás cansada , lo sé, pero… no me digas las cosas toda derechita, tan formal que sos…
Me reí.
- Es con buena onda. Vos me re conocés y sabés cuando estoy enojada y cuando estoy seria porque vengo embalada…
- Siiiii. Mucho te conozco… Pero no te pongas seria, dale - admitió.
- Y sabes que ahora no estoy enojada, estoy siendo racional - musité - que está todo bien... pero que estoy poniendo orden.
- Es verdad. Tenés razón - dijo, suspirando - Podés decirme lo que quieras.
¿Podía decirle lo que quisiera o lo que debía? Ése era el problema. Si yo le decía lo que quería íbamos a marchar presos. Pero, en cambio, si le decía lo que debía y lo que no quería, cada uno de nosotros sería - al menos de forma manifiesta - un ser humano libre. Y la libertad, en éste sentido, no dependía de la decisión de Javier, sino, del corte que yo le estaba pidiendo por favor que pudiéramos hacer de los dos lados.
II
Hablando ya de la cuestión personal, sobre lo que realmente había ido a decirle, Javier me dijo:
(...)
- Es muy difícil controlarme cuando me pongo así. Para mí la pasamos bien. Pero me había quedado con esa duda y quería saber qué te pasó a vos. Porque yo ya sé que soy un indio, pero tenía miedo de lastimarte y no sabía si algo no te gustó o si fui muy bruto o si… No sé. Me quedé pensando en eso desde ese día.
- Me imagino, Javi - suspiré - bueno, si lo miramos de lejos, fue porque estábamos muy ansiosos. En ese momento la situación nos sorprendió a los dos. Nos desordenó todo. Nuestros cuerpos además tienen una dinámica y experiencia diferente. Yo tengo una edad y una experiencia y vos tenés otra edad y experiencia - dije.
Meditó mis palabras unos cuantos segundos en silencio, me miró con atención y finalmente asintió.
Creo que con eso te sacas todas las dudas que te hayan quedado... - añadí, con timidez.
- Me controle un montón con vos, no sabes. Tenía miedo de lastimarte o ser bruto... Pero no podía parar... Y cuando yo me pongo así, que no puedo parar, controlarme.... Es re difícil. - dijo, con esa manera de ser tan sintético.
-Si, fue diferente. Me di cuenta - musité - Me sentí... No sé, como que me querías comer. Nunca me había pasado eso. Disculpá la metáfora pero realmente no te lo puedo explicar de otra manera ¿sabés? No había pasado por eso antes.
- Si , te quería comer - musitó y me miró con una mueca que mezclaba la dulzura y la picardía.
Lo miré y le abrí grande los ojos, en señal de advertencia. Suspiré y me rendí finalmente al influjo:
- Fue diferente por eso. Pero todo bien. Paso como paso. Ya pasó, además. No se puede analizar todo con el diario del lunes - le dije.
- ¿Por qué fue diferente?
Lo miré con cuidado. Me recordó a la explicación o la experiencia de los adictos. Y era una descripción que Javier estaba haciendo conmigo pero además algo que yo no terminaba de saber manejar consigo .Precisamente. Un cuerpo y un encuentro descripto como si fuera una adicción. O más bien, como un objeto-sujeto-droga.
- Porque fue una especie de locura todo. Imagínate que estábamos atravesados por mil cosas ése día - le dije, de forma engañosa, como si en el presente nada me hubiese llevado hasta allí- Mí experiencia de otros encuentros no tuvo nada que ver con lo que pasó entre nosotros. Me había acostumbrado a algo que disfrutaba mucho, donde todo era en función a mi ritmo, pero el caso de nosotros fue diferente. Nada más. Yo no sé si podría tener algún concepto… - musité , para ser cuidadosa con mis palabras y no herir susceptibilidades - Vos marcaste un ritmo que hasta ahora no había conocido. Parte de lo nuevo o inesperado.
Lo miré como diciéndole "ya está, quedate tranquilo". Javier me miró, recibiendo todo ese paquete de información y nos quedamos sumergidos en un breve silencio. Creo que ambos nos acordamos del momento, de ése momento en particular dentro de casi diez años de conocimiento y trato. . La imagen de nosotros dos desnudos, de nuestras charlas previas con vino de por medio, y de la copa que me había traído para después, mientras mi miraba acercarse despacio…
Pero ok, ya estamos con el tema… - le dije, conteniendo mi propia memoria - No sé por qué estamos hablando de esto con tanto adjetivo - musité, tratando de recobrar el humor.
- ¿Te lastimé?
- No. Mí cuerpo fue capaz de resistirte. Pero me di cuenta que sos una persona que hasta para el sexo sos intenso, me sentí como "Dios, ¿de dónde sacó esa fuerza, esa intensidad y esa manera?" - le dije, intentando representar lo que había sentido - No quiero decir que no te fijaste en nada, porque la verdad es que me tuviste en cuenta, pero me sorprendiste mucho. Me sentía como que me ibas a consumir.
- Yo con vos tuve mucho cuidado - dijo - Tenés un cuerpo chiquito. Tenía miedo de lastimarte o pasarme en fuerza. Pero me di cuenta que… te gustó. ¿No?
-Con la fuerza que sacaste me podrías haber revoleando por todos lados - le dije, en broma para cortar la tensión que iba creciendo en el medio de las confesiones inevitables - pero en cambio en mí memoria no hay nada de dolor. Solamente lo recuerdo como si hubiese venido una avalancha y yo ahí, entremedio... Absorbiendo. Se trata de incorporar experiencia - le dije, sosteniendo mi mentira y mi máscara indiferente hasta el fondo.
Mi corazón estaba desbocado. Sentía que me transpiraban las manos, pero, andaba haciendo uso del mejor recurso que la vida me regaló hasta ahora: la capacidad de no demostrar mis sentimientos en momentos donde ellos pueden dejarme en malos estados.
Pero ¿te gustó?
Le sonreí. Javier me sonrió .
Sí, Javi. Pero bueno, fue una mezcla de todo.
- Pero… ¿te hice doler o algo?
- Al otro día , me dolía el pelo - le dije, de mala gana, teniendo en cuenta que lo que me había dolido durante muchos años había sido el corazón - el cuerpo también, pero el pelo... Eso fue un despropósito…
Le revoleé los ojos. Él se rió. Pensé que a él le encantaba mi pelo, que lo había acariciado y elogiado pero que a la vez lo había amarrado con fuerza. Y Javier tiene mucha fuerza. Y eso se traducía en la relación de nosotros: te gusta tanto aquél otro, ese objeto deseadísimo, pero resulta que de tanto que te gusta también te hace mal y te mete en problemas.
- ¿En qué momento te hice doler? ¿Por qué no me dijiste? - me preguntó Javier, intrigado.
- Nooo. Javier, en ese momento, ¿qué me iba a dar cuenta de eso, si estaba en otra? - exclamé. Solamente te estoy contestando. Te putee un poco al otro día porque me dolía el cuero cabelludo... Y pensé que había sido en la desesperación del encuentro... Eso fue lo diferente. Nada más. No hablemos.
- Te lo merecías - dijo y se rió.
- ¿Qué?
- Si, te lo merecías... - dijo.
Me hizo reir. Sonrió.
- ¿Te das cuenta, no? No seas pícaro.
Se rió a carcajadas.
- ¿Cómo me vas a dar esa respuesta, Javier?
- Es la verdad.
Lo miré. Me quedé en silencio. Puse cara de desconcierto y mientras una parte mía se estaba por enojar, la otra, eligió la parte más calma de la estrategia. De otra manera, el enojo evidenciaría el desborde que estaba atajando a manos llenas, con toda la fuerza que reuní desde los 18 cuando nos conocimos, hasta mis casi 28 años, cuando a fuerza de todo nos tenemos que poder despedir.
Sí, entiendo a donde vas. ¿Yo tengo la culpa de todo, no? Soy la pendeja que viene a volverte loco, a cagarte la vida, dale… - le dije con ironía.
No. Y sí - aclaró - A volverme loco sí.
Por eso, no me hables más - musité - Es un montón de sufrimiento al pedo, sé mi amigo o por lo menos sé mi vecino normal… - le pedí, y sentí como se me prendía fuego el corazón - ¿Qué hacés vos con tus vecinas? Las saludás de mala gana cuando cortás el pasto ¿o no? - lo burlé.
Me miró muy serio y con ese comentario se le escapó una sonrisa dulce. Asintió.
Bueno, conmigo, hacé algo así. Porque corremos el riesgo de vernos todo el tiempo mientras los dos vivamos acá, en el mismo barrio, Javi.
Lo sé.
Y bueno, tonto… Es así la cosa.
Me miró, se agarró la cabeza con las manos, y se rascó la barba con violencia.
Es que yo a mis vecinas no les quiero tocar ***, no es lo mismo.
¡Ay, Javier, la puta madre! ¿Vos estás loco o quieres que nos maten a los dos? Nos van a matar, Javier, nos van a matar a los dos.
¿Pero a vos no te pasa?
Siiiiiiiiiiiiiiiiii. Pero no se puuuueeedee - le expliqué, con parsimonia - ¡Por favor, te lo pido por favor!
No me importa - dijo, clarito - Nos vamos a ir bien lejos, a un lugar solos los dos. ¿Quieres? Dale. Nos vamos.
¿Vas a tener problemas, sabés? ¿Qué me estás diciendo de irse lejos, vos? Son tonto.
Sí.
Y bueno, por eso… Por favor, no me mandes más mensajes, ni más gatitos tiernos, ni me quieras desnudar acá… Todo eso puede llegar a terminar en un lío enorme y me muero si pasa eso…
Ya lo sé. Yo no quiero que te mueras…
Sabés que no te lo digo por mí, además, porque no tengo que darle explicaciones a nadie… Pero vos, Javi… En vos no cambió nada. Y yo sé que la vas a pasar mal. Sé que te morís de ganas pero que la vas a pasar mal. Y no quiero que la pases mal, te lo juro - le dije.
Mi corazón ardía. Sentía una desesperación muy grande porque comprendiera algo que, finalmente, nos distanciaría para siempre. Como debía ser, sí… aunque mi corazón ardiera. Con mucho valor, aguanté la compostura. Javier empezó a darme argumentos increíbles acerca de sus motivos para escribirme o volverme a contactar. Motivos que cada vez tenían menos coherencia y menos que ver con el sexo. Motivos que tampoco tenían o eran claros en cuanto al amor. Motivos que solo eran inentendibles o confusos para los dos.
Yo te juro, hago el esfuerzo, trato de evitarlo y de esquivar… pero se me escapa. No puedo - argumentó - No puedo.
Lo miré a muy poca distancia.
Ya lo sé… Sí, te entiendo, te aseguro que entiendo todo… Pero no se puede esto, no podemos volver a mandarnos cagadas. Va a terminar haciéndose cada vez más difícil…
Javier me miró, inspiró muy hondo y me dijo:
Tenés razón, pero - dijo, acercándome más aún a su cuerpo de imprevisto - ¿como queres que haga? Vos venís acá, me decís esto, y… Te quiero tocar, te quiero abrazar, te desnudaría acá mismo ¿entendés eso vos?
Me olisqueó el cuello, mientras perdía sus manos por mi pelo y me acariciaba más allá de la cintura.
Si. Mucho lo entiendo - musité - pero si no venía me ibas a seguir escribiendo y era lo mismo.
Entonces, dejame… Dale, por favor.
No te puedo dejar. Ese es el problema. Si yo pudiera dejarte, te dejo, pero no te puedo dejar. Vine acá para decirte que basta, por favor, de tentar a la suerte. Basta de todo esto. Se tiene que terminar. Basta porque vamos a hacer un quilombo tremendo. Pensalo, por favor, pensalo cuando estés menos caliente - musité.
Javier se rió a carcajadas.
Me hacés sentir un pelotudo… - se quejó.
- No, tonto, vos sabés que no… Te pasan las cosas y lo sé, lo entiendo. No está mal que te pase. Está mal que te pase estando como vos estás, con ésta señora… - musité - No quiero problemas. A mí me van a matar, me van a colgar de un palo de luz acá en la puerta de tu casa y me van a decir "puta, puta de mierda" - argumenté - Y a vos también te van a matar. . Así que dale ordenemos éste lío mental por favor… ¡Y no me mandes cositas, nada, por favor!
Entre pedidos, súplicas, e intentos de convencerme, Javier se dio cuenta que yo ya me iba a ir. Y no me la hizo nada fácil. Pero me fui. Al igual que hace - ahora - nueve años atrás, pero ésta vez, tanto o más fuerte. O al menos, intentando fortalecerse pese al dolor de ésta relación que se acaba y no se acaba.
Cuando salí de la casa de Javier, atajando todo lo que hubiera hecho y no hice, todo lo que le hubiera dicho y no dije, no sentía mi corazón. En cambio, sentía un dolor muy fuerte en el estómago y una angustia muy palpable. Las ganas de llorar me invadieron entera y tuve un momento de duda donde me dije: "¿y si pego la vuelta y vuelvo y le doy un beso?". Y lo pensé, realmente lo pensé, y en cuanto pude pensar y saber que sentía todo lo que sentía, me dije: "no, no tendría sentido nada de lo que acabo de hacer, ya está, esto se acabó".
Desde ese día soy, simplemente, una fiesta de ojeras. Una persona que ha pasado por éste dolor de desprenderse de él más de una vez, entre renuncias y amagues a lo largo de ésta década de vida, pero que siente que ésta vez es diferente. Porque es un dolor donde por primera vez los dos queremos hacer lo mismo y los dos sabemos que no es correcto y los dos debemos renunciar.
Yo tengo en claro, muy en claro, que Javier no va a romper sus compromisos. No lo pretendo tampoco porque no podría vivir este sentimiento de tanta intensidad y porque volver a esperar algo que no fue me dolería demasiado. Y ya estoy grande para semejante dolor por amor… Sí, eso me digo. Que ya es hora de sentar cabeza. Que ya es hora de suspender la pasión, al menos, hacia su persona, que tengo que alinearme con un tipo que me trate bien y que no me traiga problemas. Que debería casarme. Formar un hogar. Sí, yo, justito… Casarme, ser la esposa de alguien, y seguir poniendo cosas que me alejen de ésto que no tiene sentido y que no cambiará jamás.
Tengo en claro que Javier es muy muy malo disimulando. Que quizá no quiere disimular. Y que hay una infinidad de decisiones que no se animó a tomar y que probablemente no tome nunca. Pero que todo eso, esas dudas y esas indecisiones, son suyas ya. De mi lado, solamente tengo una renuncia. Sí, una renuncia voluntaria pero que es a la luz un total sacrificio. Algo que me deja mitad viva y mitad muerta. Algo que no soluciona nada de lo de fondo, pero que evita problemas mayores. El mal menor, que le dicen. O mejor dicho, el buscar una vida en base a lo que te quedó para elegir de lo que elegiste y salió mal.