Mostrando las entradas con la etiqueta COVID-19. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta COVID-19. Mostrar todas las entradas

lunes, 5 de octubre de 2020

Evolución

El viernes Galeno tuvo el positivo en su test por COVID-19, y me mandó una captura de pantalla del resultado del test. Hablamos sobre esto, largamente, después de un día suyo donde fue una locura en toda regla y de un día mío que fue muy estresante laboralmente. Nos quedamos más o menos hasta las doce y media de la noche charlando, tratando de ponerle el pecho a la situación. 

El sábado preferí darnos un espacio para asimilar el día después. No le escribí porque tampoco quería agobiarlo y por mi parte estaba bastante aturdida luego de una semana muy pesada y ésta sorpresa que nos llevamos. Él fue a testearse pensando que no tenía nada y yo por mi parte pensé que tampoco iba a tener nada por una cuestión de fe, incluso, aunque tenía un nudo en la panza. Así que me dediqué a leer, salí a hacer las compras, y de paso, en la misma salida, fui a resolver al cajero un asunto bancario. 

Por ahora, Galeno está bien. Y eso es lo importante. Que esté, siga, y pase toda la enfermedad así. 

Él se ríe, se divierte con la idea, cuando yo le digo que estoy pidiéndole por su salud a diario a mi santito estrella, pero para mí es importante hacerlo, porque realmente quiero que toda buena energía nos juegue a favor frente a éstas cosas.  "Vos hablá con quien tengas que hablar, hacé todo lo necesario", me dijo, porque los dos sabemos que no es joda, que hay que esperar día a día. Le prometí que sí y mandé una fotito de la vela que prendo siempre ante momentos realmente difíciles, del mismo santito que le pedí cuando todo esto le pasó a mi familia. 

Así las cosas que cada día, ya que ésto es paso a paso, le mando buenas energías, un mensaje, un detalle, para que ésto se haga más fácil. 

Una más de las pruebas que le tocan pasar a las personas que estamos viviendo esta pandemia. 

viernes, 11 de septiembre de 2020

Hasta la raíz

Después de casi tres días sin un mensaje de su lado, demasiado, me digo. Que haga lo que quiera, yo haré lo que me guste más y me rehúso a quedarme en ese lugar de "no me das atención, me estás dejando de lado", porque ni siquiera mi propia atención es un regalo que doy así porque sí en este momento.  A estas alturas tengo presente que mi energía no es para ser tirada a la basura, así que la invierto productivamente. No, no me quedo en ese silencio. Pongo música, palabras, arte, afecto y todo lo mejor que tengo a mis días. Le pongo mi propia voz, mis pasos, mis sueños y pienso en lo que me gustaría hacer cuando todo esto pase. ¿Ir de picnic? ¿Disfrutar del viento pegándome en cara? ¿Comprar entradas para el cine? ¿Tomar una birra con amigos? ¿Llevar a mi sobrino a pasear? ¿Hacer ese seminario por Zoom? ¿Tatuarme otra vez? ¿Algún deporte al aire libre? Todo vale.  Pero el silencio de Galeno en medio de una pandemia no vale más que ninguna de éstas cosas y eso lo tengo asentado en mi interior. Porque los dos, a tres días sin decir palabra, tenemos nuestras propias pruebas para atravesar en éste baile. Y que nos encuentre juntos o separados, ahora, no lo podemos saber.

Así que lo dejo hacer sus cosas y yo hago las mías, porque en lo cotidiano todo se repite y no me parece compartirlo por compartirlo… porque aburre. Aburre muchísimo. Prefiero una charla profunda, me digo, que me vuelva a conectar consigo, y no una enumeración de su rutina. Prefiero una charla donde realmente se pueda mostrar como él es y no una charla superficial, como la que puedo tener y de hecho tengo con otros chicos. Prefiero que me muestre sus cosas buenas o lindas, pero que se sienta cómodo para confiar en mí y compartir lo que le pasa, a que siga siendo sólo ese tipo con tonada que, para los demás, bebe vinos buenos y vive en un barrio privado.  Porque, si yo no tengo la pulpa de Galeno, aunque a veces no sean todas rositas, sé muy bien que no me interesa tener nada consigo. Ni siquiera buen sexo, como si para acceder a su vida, tuviera que pedirle un turno y que revise su agenda en el consultorio.

     Él sabe todo eso y más pero en este momento particular parece que adivina, porque aparece. Aparece, entonces, con unos cuantos mensajes. Tenemos una charla profunda, de las que nos convocan, y acortan cualquier distancia. Se abre conmigo, finalmente, un poco más. Me cuenta de su hermano, cosa que lo está matando por dentro, y yo lo escucho, estoy a su lado, le doy mi parecer, lo aliento sin tratar de venderle pájaros. Lo aliento sabiendo que no está solo, que lo que le pasa es normal que le pase, que nadie es fuerte y autosuficiente todo el tiempo. Le hablo como no me gasto en hablarle a nadie que no sean mis viejos, mis hermanas y mis amigos. Le hablo exponiéndome. Le hablo desde el corazón. Y trato, con mis palabras, de llegar a los lugares que mis acciones no pueden hacerlo hoy por hoy. Trato de decirle que, pese a que arregle el ochenta por ciento de las cosas con dinero, para lo humano, se necesita otro humano. Y ese contacto humano, ese lazo con el mundo, no se puede tarjetear. 

    Cuando terminamos de hablar, Galeno me agradece que le haya recordado que es un humano, en el mejor sentido de todos. Yo le explico que siempre ví un humano en él, y que ese humano es de mis humanos preferidos. Se ríe con ese chiste y me dice que no le da el tiempo de vida para querer convertirse en otro y que tampoco quiere. Me río de su chiste y pienso que recién en este contexto estoy conociendo sus verdaderas miserias, sus verdaderas tristezas, su parte vulnerable. Que ésto nos une o nos hace mierda, pero que al menos, realmente vamos a saber quién es el otro en mejor medida. 

     De alguna extraña manera, terminando pensando que su vida es bastante triste a fin de cuentas, aunque tenga otros aspectos tan cómodamente resueltos. No le tengo lástima, no. Sólo entiendo, a través de todo lo que me cuenta, cosas que nunca me había contado, por qué me trató siempre como lo hizo, por qué se la jugó, por qué no se dejó ganar por el miedo y siempre, desde el día uno, vivió esta historia conmigo al margen de los prejuicios. Su vida está rodeada de cosas privilegiadas en buena medida, que otros pasaríamos la vida soñando, pero por otro lado, está llena de aspectos muy tristes, muy desafortunados, que otros no cargamos. Misteriosamente, lo que yo no tengo, él lo tiene. Pero aún más misteriosamente, lo que yo tengo, es precisamente de lo que él carece. Y mientras tanto, nuestra humanidad, es lo que prevalece, por lo que nos seguimos eligiendo, por lo que podemos sentir más allá de cualquier tipo de circunstancia material. ¿Qué me importa si Galeno vive en una barrio privado y yo en una casita humilde? ¿Qué me importa si es re contra top buena parte de su mundo y el mío re contra sencillo, si cuando estamos frente a frente cada uno es lo que tiene adentro y lo que puede dar? 

     Yo me siento orgullosa de lo que soy. Me siento profundamente orgullosa de lo que podría darle. De lo que tengo para darle a él o a otro. Y también entiendo que no comparte con mucha gente sus más profundas miserias. Que no con todos, ni él ni yo, compartimos lo que somos realmente, más allá de las cosas lindas de ésta historia. Así que lo escucho, le doy mi parecer y le mando un abrazo. Hemos ido hasta la raíz así que me dice que extraña decirme pendeja y que yo lo mire con los ojos que lo miro siempre. Me río, porque esos ojos, no se pueden comprar. Esos ojos, son de ser humano a ser humano.

    Apago todo y me voy a dormir. Mañana, me digo, será otro día.  ¿Qué cosas buenas le voy a encontrar? Ésa es la última pregunta que enuncio en mi mente antes de cerrar los ojos. 

jueves, 3 de septiembre de 2020

Jueves

Todo sigue bastante igual que la última vez. El fin de semana participé en una radio de mi zona para hablar de literatura. También durante estos días - feos a nivel climático - estuve con mucho trabajo,  y además, haciendo las actividades para mis clases de la Facultad que son mañana. 

Mi sobrino sigue creciendo a pasos de gigante. De la misma forma en que aprendió a decirme tía, al principio de la pandemia, ahora aprendió a decir "tía no", cuando no quiere hacer o decir algo con mi hermana o conmigo. Según nos relata su mamá, cuando quiere hablar con nosotras, se acerca a su falda y empieza: "tía, tía,tía", mientras le dá el celular. Ese tipo de gestos no pueden dejar de sorprenderme. Si bien los niños vienen muy adelantados, me da mucha ternura que a su manera, como se puede, haciendo lo que se puede, mantenga un vinculo con nosotras desde lo más genuino, teniendo en cuenta su inocencia y su corta edad. 

En líneas generales, estoy leyendo lo que puedo, en el tiempo extra que me queda después de mis actividades fijas y mis lecturas para la facultad. Todavía tengo un libro pendiente, pero la verdad, sólo puedo hacerlo los fines de semana y me gratifica poder tener ese plan.  Con el trabajo de la semana y con el hecho de que ahora, cuando termino, me pongo a revisar mis clases de la facultad, de lunes a viernes, me alcanza y me sobra; pero trato de hacerlo así con el fin de que durante sábado y domingo pueda darme el espacio para hacer otras cosas, aunque no se pueda salir a la calle. 

La primera parte del año, hice un curso pago con el que intenté absorber nociones básicas de mi laburo, que me incorporaron antes de la pandemia y que aprendí a los ponchazos. Quería hacerlo en la Facultad, que lo ofrecían a menor valor, y con esto del confinamiento quedó suspendido.  

Por lo pronto, en esta segunda etapa del año vi que mi facultad ofrece de modo gratuito un curso sobre escritura científica (académica), que nada tiene que ver con mi trabajo pero sí me puede dar un piso para otras cuestiones, por lo que me decidí a tomarlo. Es corto, aunque... es durante la semana. Pero, bueno, creo que es un momento adecuado. 

El otro día, justamente por todo ésto, estaba hablando con mi padre que la pandemia me permitió hacer cosas por ahorrarme el tiempo de viaje. Si bien él sabía que tuve problemas con la facultad, me decía que le encontré el modo de aprovechar un tiempo que, de otra manera, hubiera estado muerto y que tenía que estar muy contenta por eso. Y sí, en parte tiene razón. Si tendría que ir a la oficina como antes, por ejemplo, o a la facultad, no me hubiera quedado casi tiempo para trabajar, estudiar y además hacer un cursito extra. 

Así que, si éstas son las circunstancias que nos tocan, y teniendo en cuenta que ya me tocaron muchos de mis puntos más sensibles, trataré de sacarles el mayor provecho posible, siempre que quiera, pueda y tenga ganas. 

A mí me hace mejor estar ocupada que desocupada. Eso siempre ha sido así. Y pese a que al comienzo de la pandemia estaba muy desmotivada, espero haber llegado a una etapa diferente, donde pueda hacer lo mejor con lo peor. 


domingo, 23 de agosto de 2020

Lo subjetivo de la felicidad

La felicidad es una especie de lealtad consigo mismo. Es no apurarse cuando no podemos dar más de lo que damos. Es atenderse. Darse un baño. Procurar reconciliarse con ese pedazo del mundo que habitamos, nuestro cuerpo, cada vez que nos miramos al espejo. 

La felicidad es escuchar los grillos cuando ya anocheció. O  disfrutar del sol mientras tomamos unos mates y leemos un libro espectacular.  Es respetarse los espacios, es escuchar todos los juicios pero priorizar la propia experiencia y es, sencillamente, no contagiarse del optimismo ni del pesimismo ajeno. La felicidad es hacer lo que uno cree, a veces lo que uno quiere, y otras veces, cuando éstas dos se conjugan, lo que se cree y se quiere. 

La felicidad es, a veces, no agotar todas las balas o bien prender fuego todos los puentes de una.  Es guardarse, retirarse o quedarse, pero siempre a gusto con lo que uno realmente cree que es mejor. Es acordar con nosotros mismos, antes que con nadie más, y es priorizarse la propia opinión por encima de cualquier otra cosa. La felicidad no es tomar revancha o anticiparse. Tampoco es juzgar lo que no conocemos del todo o tirar opiniones al azar más allá de que el otro las tolere. La felicidad es cerrar la boca y abrir el corazón, dejando fluir las situaciones. 

Hoy, la felicidad para mí, es éste momento.  Aunque no lo hubiera podido siquiera imaginar unas semanas atrás, sigo sosteniendo, tal cual le dije a Galeno, que con esto me hizo un favor.  Me dio un escenario valioso para enfocarme en mí y en lo que deseo. Para conectar, en plena pandemia eterna, con la única persona que tengo con certeza, es decir, conmigo misma. 

Tardaría mil años en contar cómo me siento ahora. Es muy difícil de explicárselo a alguien. Lo tengo que vivir, no hay caso. Antes de contarlo, lo tengo que vivir, para no embarullarme en el proceso.

Pero acá sigo, como siempre. Aprendiendo, claro. Haciendo mi propia experiencia, es decir, haciendo lo que creo que debo hacer. Lo que no es poco. 

jueves, 20 de agosto de 2020

Ruptura hermosa

Me deseo el tiempo. El tiempo necesario para entender que ésto no ha podido ser del modo en que deseaba. 

Me deseo fuerzas, para ponerlas en juego siempre, y cuidarme y protegerme cuando lo crea necesario. Pero también me deseo flexibilidad y tacto, para poder ablandarme cuando eso sea más valedero que levantar las murallas de siempre. Me deseo empatía y corazón para poder saber bien qué elegir o qué hacer con cada situación. 

Me deseo voluntad y lucidez para no cometer los mismos errores, ni repetir las mismas historias.Y me deseo que, aún si las historias se repiten, yo tenga la revancha de poder hacer el camino de otra manera.  

Me deseo respeto e integridad, para ver en éste otro, respeto e integridad en sus acciones pese a que no las comparta. 

Me deseo silencio, allí, donde realmente al día de hoy, no puedo poner palabras que tengan el peso de las piedras y prefiero poner un quizá, o al menos, una aceptación sin peros de las cosas tal y como son. 

Me deseo amor. De ése que es capaz de reconstruirme, del que me ha mantenido siempre en pie, y del que me ayudara a sobrevolar cualquier tormenta. 

Me deseo fe, en un momento tan particular como éste, donde es más difícil que nunca sostenerla. 

Y me deseo, con Galeno en particular, una ruptura si es que debe ser así, pero por favor, una ruptura hermosa. 


Por los viajes suyos a Buenos Aires y las tardes de paseo por Palermo. Por los caminos andados juntos en **** y nuestras andanzas por allá.  Por la pizza, la cerveza y las risas compartidas en los barcitos notables de Buenos Aires. Por el choripán más rico del mundo, sentados en el pasto, en pleno Parque *****.   Por la burla de su tonada, la más linda y compradora,  y sus modos de mostrarme el pedazo del mundo en el que creció. Por los modos de llevarlo a reconocer Buenos Aires y de llenarlo de nuestra impronta. Por decirle allá y que él siempre lo interpretara como si le dijera "asha", por la manera de hablar diferente. 

Por los momentos de alegría. Por las charlas hasta la madrugada. Por las charlas por teléfono eternas donde nadie quería irse a dormir, cuando conocerse y presentirse, era algo de lo más natural. 

Por las noches compartidas juntos. Por haber llenado hoteles con nuestros apodos, nuestras risas y mi manía de desparramar las cremas por toda la habitación. Por las risas y la expectativa frente a la ropa interior, por esa conexión innegable y exquisita, en la cama o fuera de ella. Por la confianza, el respeto y el cariño en cada encuentro. 

Por las lecturas juntos, con mate de por medio, y las visitas a museos o galerías. Por mis "mirá, Galeno ¿te gusta?", frente a cada obra de arte. O por esas visitas de fin de año a la Biblioteca Nacional, donde parecía abierta sólo para nosotros, aún con lluvia. O por las veces donde me miró peinarme el largo pelo después de la ducha. 

Por la tristeza compartida. Por esos momentos donde yo también pensé que se terminaba, como ahora, aunque finalmente ésta sea esa vez y éste sea el momento. Por las noches donde tuve que contarle mis más profundos miedos y mis más profundos dolores y él estuvo ahí. Por las veces donde pude sanar, a través de nuestra experiencia, y pude entenderme o conocerme mejor. 

Por las veces donde me acosté en su regazo y me quedé agarrada a sus manos sin dejar de tocarlas o mirarlas, explicándole que eran hermosas, suavecitas y prolijas, y que me encantaba cuando me tocaba con ellas, siempre tan cuidadoso.  Por esa sensación dulce y prometedora que sentía cuando me desvestía, igual que desde la primera vez hasta la última, y me sacaba la ropa a besos, como si fuera un mercado persa. Por el valor que supe reconocer en cada instante donde me daba un abracito. O por la forma dulce en que cubría parte de mi cara con sus manos para besarme. O la pasión con la que, al mismo tiempo, me desvestía mientras estaba acostada en su sillón, como esperándolo siempre, dispuesta a decirle que sí.  Por las veces donde , hablando de política o literatura, terminábamos haciendo el amor y después continuábamos hablando de esos libros o esas figuras. 

Porque yo también lo quiero, aunque no se lo haya dicho cuando me lo dijo por última vez, y porque siempre, una parte de mi, lo querrá y lo recordará con mucho mucho afecto y con agradecimiento. Por las veces donde me dijo que había sido hermoso lo que habíamos vivido. Por las veces donde yo le agradecí que me hubiera enseñado tantas cosas y por las veces donde yo le enseñé lo que pude y lo que forma parte de mi vida. Por haberse animado a vivir ésto con 51 años. Por haberme animado a vivirlo yo también, con veinticinco. O con 50 y 24, es decir, exactamente la edad que teníamos cuando nos cruzó la vida y el azar de Instagram. 

Por todo eso, y más por cómo está siendo el presente, lo único que nos deseo, es una ruptura hermosa. 

Ojalá alguien esté escuchando este pedido.

Ojalá alguien pudiera comprender cuan necesaria es, a veces, la oportunidad de sanar las historias con la paz suficiente para seguir adelante y disfrutar de la vida, aún con dolor. Porque el dolor, me digo, no es impedimento para la felicidad.  Se puede sentir dolor, como el que yo siento ahora mismo, pero también se puede sentir felicidad, como la que también siento, por haber vivido lo vivido. 

Nunca se debe dejar de disfrutar la vida. Ni aún en el dolor. Ni aún en la tristeza, la vida deja de ser merecedora de ser vivida. 

Así que... Eso pido. 

Que lo que sea que nos depare la vida, sea hermoso. 
Incluso, si ésto que tenemos que vivir, es la ruptura. 

miércoles, 29 de julio de 2020

Mi sol

Los últimos dos días fueron extraños para mí y considerablemente difíciles. La ausencia inesperada de Galeno y todo lo que me evocó del pasado, en un contexto como el que estemos viviendo, es muy complicada.Mi mente se llenó de burbujas. Pero si algo me quedo por rescatar, fue un gesto de mi sobrino mientras hacíamos videollamada. 

- Mándale besos a la tía que va a cortar - le explicó mi hermana, cuando me estaba yendo, porque se me acababa el horario de almuerzo. 

Cuando le dice así, el por lo general saluda con la mano o tira besos. Por eso, saludé, le dije que lo amaba y agite una mano para que lo identifique de algún modo. 

Pero esta vez se acercó a la pantalla y le dió un beso a mi rostro.  Al instante, morí de amor. 


viernes, 24 de julio de 2020

Seguimos aquí ...

Mientras mi cuñado, hermana y sobrino enfrentan el Coronavirus, vamos teniendo de a poco novedades sobre cómo se mueve éste virus. Como se sabe, no son muchos los niños pequeños que contrajeron esta enfermedad en Argentina por lo que fue necesario hisoparlo. En efecto, los tres hisopados arrojaron resultados positivos, por lo que se sabe con certeza que los síntomas ahora están respaldados por un test, aunque realmente era imposible que fuera otra cosa porque los tenían a todos. 

Hoy hablé con mi hermana y mi sobrino por videollamada. A él, por suerte, lo encontré muy bien. Los síntomas que tenía hace unos días tales como fiebre, dolor de cuerpo, y una erupción en la panza - todos compatibles con las manifestaciones de COVID-19 en niños pequeñitos - fueron desapareciendo. Mientras charlamos hoy se mostró interactivo, sonriente e incluso bailó así que fue una tranquilidad y una manera de que todo ésto sea menos duro para nosotros, los familiares, que nos angustiamos frente a ésta situación. 

Mi hermana ahora se encuentra en el pico más alto de los síntomas, a diferencia de mi cuñado, que ya lo pasó. Le duele mucho el cuerpo, el malestar se le nota en la cara, pero nos dimos cuenta que el virus se mueve diferente en cada cuerpo y que mientras ataca ciertos lugares en algunos, en otros organismos, se centra en manifestarse como dolor de cabeza o en fiebre.  En vías de recuperación, de todos modos, están ambos. Tienen que cuidarse mucho, sí, pese a todo, porque todavía atraviesan una instancia donde pueden contagiar a los demás y eso les implica un aislamiento absoluto que por otra parte están cumpliendo con gran responsabilidad. 

Lo cierto es que me alegra que, nosotros como familia, también fuimos responsables durante éste tiempo y no nos juntamos de modo clandestino. En especial, porque mis padres son posibles pacientes de riesgo y tranquilamente podrían haberse contagiado en cadena si nos congregábamos. Sabíamos que siendo médica mi hermana podía circular con más libertad, y que podía venir a vernos, pero creo que justamente por esa razón elegimos que no sea de ése modo. Y ahora, la verdad, me siento muy aliviada por eso, porque por lo menos en nuestro caso, se volvió significativo todo éste sacrificio de los últimos cuatro meses. 

Vamos a ver cómo concluye éste capítulo de la historia, pero mientras tanto, seguimos aquí... Ojalá pronto ocurra uno de ésos giros inesperados, que siempre suelen ser parte de los argumentos literarios, y empiecen a ir mejor las cosas para nosotros como país. 


jueves, 9 de julio de 2020

Día 114

Estoy cansada. Agotada. Cómo si tuviera la cabeza bloqueada. No sé de qué hablar con mis amigos. No sé de qué hablar con un Galeno que es de esa clase de tipos que no aguantan las charlas superficiales. No sé de qué hablar, la verdad, porque no tengo ganas de hablar con nadie. Además, el en su provincia tiene permisos que yo aquí no tengo. Me dice ¿sabes que mañana me voy a comer?" y valoro que me lo cuente... Pero ¿qué puedo sumar del otro lado? Al mismo tiempo, cuando no le cuento nada, siente que le respondí por obligación. Y no, no es así. Para nada. Pero ¿qué le voy a contar, si parece que está hablando con una presa? 

"Hoy comí, me bañé, me levanté más tarde, mire una película , estuve un poco al sol. Lo extraño mucho a ****. Hay mucha gente en la calle. Quiero salir pero mejor lo hago más adelante , cuando sea extrema la necesidad de ir al supermercado. Trabaje, tuve bastante que hacer... ". Esas son las cosas que le puedo llegar a contar en este momento a Galeno. Casi cuatro meses diciéndole las mismas cosas . ¿Como no se va a cansar y como yo no voy a saber que hacer ?

Me da mucha pena no poder hacer nada. Nos hace falta vernos, no hay caso. Por mucha onda que le pongamos, necesitamos vernos. Porque yo le puedo mandar un audio, unas fotos, una canción... Pero no puedo evitar sentir que eso llega un punto dónde no alcanza. Y el puede mandarme audios, fotos, una canción, pero sin dudas está en otra instancia mejor que la de nosotros los Bonaerenses. Fase cinco, le llaman a su libertad. La nuestra, es fase uno. 

Yo quiero que alcance, la verdad. Al menos hasta que Buenos Aires vuelva a ser tierra habitable. Porque la suya, ya casi que lo es. Pero también se que no depende de mí. Que esto es lo que me pasa. Que esto es lo que estoy viviendo. Y no lo puedo disimular. No le puedo contar algo novedoso, divertido o genial, si hace cuatro meses que vivo encerrada. Si en Buenos Aires las cosas están picantes. Si el como personal de salud me pide que me cuide y que me quede en casa. 

Pero todos los días sueño con el momento donde le mande un mensaje contándole que volví a ver a mi sobrino (quien cumple un año y medio hoy), que me junte con amigos, que me anoté en un curso, que me hice las manos como tengo le gusta y que estoy comprando cosas bellas para ponerme cuando nos veamos. 

Ojalá algún día eso se haga realidad. Y yo llegue lo suficiente sana mentalmente como para no haberlo arruinado antes y poder darme el regalo de disfrutarlo.  Porque después de lo difíciles que fueron estos meses, realmente siento que me re contra merezco que me pasen cosas buenas. Cómo nos las merecemos todos. Que nos re contra pasen cosas buenas, una detrás de la otra, una detrás de la otra... Así combatimos todo lo que este virus odioso está haciendo y no se mide en variables. 

viernes, 3 de julio de 2020

Decantación

Pensé mil veces el modo de plantearle cómo me estaba sintiendo, tal como comenté la semana pasada, pero no lo encontraba. No quería que sonara como lo que no es, ni tampoco, invadirlo o meterme en circunstancias que no me correspondían por eso lo estaba meditando y trabajando internamente.  Eso, junto con el estar esperando que Galeno me dijera que ya no quería estar más conmigo (no porque me lo hubiera dado a entender, si no, porque yo lo sentía así), hizo que progresivamente me fuera cerrando. Hablábamos a diario, sí, pero algo en mi no estaba dándose al cien. Olvidaba contarle cosas, no las mencionaba o elegía pasarlas por alto. No le escribía en todo el día... y era él quien me escribía a la mañana y a la noche.

Hace unos días, Galeno me planteó que notaba un cansancio en mí. Dijo que me sentía  hastiada y que, a veces, le parecía que yo le contestaba por obligación. Me explicó que él no quería ser como esos tipos que yo le mencionaba antes con cierto desdén que me preguntaban lo que iba a comer.  Y ahí me di cuenta que si no le explicaba realmente lo que me pasaba, nos íbamos a distanciar por algo que no era lo que verdaderamente pasaba... Porque el estaba pensando que ya no me importaba cuando, lo único que yo necesitaba, ante el interés que me despierta y lo que lo aprecio, es protegerme ante una eventual despedida. 

Ni bien me comunicó su parecer, no ahorré explicaciones. Pusimos blanco sobre negro con el tema de la mamá de su nena que era lo que a mí me tenía insegura hacía meses. Le expliqué como me sentía con eso, y por qué estaba más cerrada consigo. Le expliqué que para mí era un tema difícil de abordar porque no entendía algunas cosas, desde la experiencia en si y que todo esté tiempo había estado esperando que me dejara para irse con alguien más, siendo totalmente sincera. Le confesé también que yo a los veinticinco años no sabía, y no creía tener que saber, qué es lo mejor o peor para hacer en ésta situación.  Por eso te lo pregunto - le dije -, porque aunque hago un sincero intento de entenderte,  en ésto, no sé cómo hacerlo.

Galeno se comportó honestamente. Me explicó cómo es su situación, luego me preguntó si quería saber algo más, si me había quedado alguna duda o si le quería hacer alguna otra pregunta. Me contó algunas cosas más que nunca me había contado referidas a esa etapa de su vida y, siendo sincera, a mí me pareció un gran gesto de su parte. Un gesto muy valorable dado que no subestimó mis incertidumbres, sino, que me dió información para atravesarlas. Y no vino a reclamarme que entienda nada, con veintiséis años menos que él, sino que también me explicó un poco lo que eso significaba, particularmente en su caso, para que finalmente comprendiera. Yo también le expliqué, entre algunas cosas más, que aún mismo me preguntara todos los días lo que voy a comer, se lo respondería... porque él no es para mi como fueron todos los demás y ojalá hubiera visto a la persona que yo era antes de conocerlo, a nivel afectivo, para que notara la enorme diferencia.

Creo que todos sabemos cómo hubiera terminado todo ésto si yo tuviera a otra clase de hombre en éste dúo como compañero. Por eso, pese a lo difícil que sea por momentos atravesar la situación , la distancia, y la pandemia, reconozco que ésta relación me enseña. Que Galeno, aunque suene trillado decirlo, me enseña un montón a cambiar para mejor, a superar maneras de ser que vengo arrastrando de personas que no fueron como es él. Y yo estoy poniendo mucho de mí para que éste aprendizaje tenga algún lindo sentido para los dos, pudiendo disfrutarlo. 

jueves, 2 de julio de 2020

Creciendo...

Ayer a la mañana me levanté como siempre. Fui al baño, me alisté y me recogí el pelo indomable, largo hasta más allá de la cintura, sin miramientos de ir a una peluquería pronto. Encendí mi computadora, mi mamá amablemente me hizo el café con leche caliente mientras aprontaba mis cuadernos y mis elementos de trabajo, y envuelta en una bata de tela calentita, comencé a trabajar. 

A la tarde, ya en el último tramo de mi día laboral, llega un mensaje al grupo de las mujeres de la familia, es decir, mis dos hermanas, mi madre y yo. Resulta que mi sobrino, al igual que el día interior, quería hacer videollamada con nosotras. 

Se levantó de la siesta diciendo "tía-tía-tía" y, cuando su madre le preguntó si quería hablar con las tías, nos relató que miraba el celular y sonreía. ¿Lo maravilloso? También dijo que sí. Como si realmente comprendiera lo importante que es para nosotras en este momento poder sentirnos cerca de él, en alguna instancia, hasta que todo ésto pase. 

Decir que lo amo, queda corto. Ojalá algún día llegue a sentir lo que siente mi corazón cuando de él se trata. Es el nene más bonito de mi mundo. Y quienes lo conocen ya sea por redes o en persona, saben que cuando digo que tiene cara de pícaro no estoy mintiendo... 

jueves, 25 de junio de 2020

Amor de cuarentena...

Para quienes no lo saben, cosa que veo difícil, mi amor platónico es Leonardo Sbaraglia. Me gusta como actor, lo sigo en las redes, miré muchas de sus películas y es, por definición, mi tipo de tipo a nivel estético. 



Pero, en relación a estos cien días de confinamiento, sacó una propuesta de teatro virtual que se titula "Amor de cuarentena". Consiste en una obra de teatro virtual que se desarrolla utilizando un soporte de mensajería actual: el whatsapp. Su autor es Santiago Loza y ésto surge a través de la necesidad de reinvención en tiempos de COVID-19 en la Argentina.   El actor elegido - porque hay varias opciones, entre ellas, Leo - te envía audios, fotos y canciones durante catorce días consecutivos como si fuera una ex pareja a quien la cuarentena le removió sentimientos.  El argumento es el reencuentro, aún mismo en un contexto que lo imposibilita, a través de los mensajes sucesivos. 

El fin de semana previo al Día del Padre, después de regresar de mi salida semanal al supermercado y a comprar un obsequio para mi papá, estaba mirando las redes sociales del actor y me dió curiosidad la propuesta. Me fijé, sólo para saber, cuánto salían las entradas y me encontré con que tenían una base de $600,00, lo cual me parecía accesible... Así que, me la compré.  El dinero juntado tiene fines benéficos. Parte de lo recaudado se usará para ayudar, si no me equivoco, a la Casa del Teatro. 

Realmente, antes de empezar, no sabía muy bien cómo iba a ser. Pero, cuando comenzó la experiencia, fue tan real como si un viejo ex nos contactara de nuevo y nos hablara de la vida, de las cosas lindas compartidas y nos contara qué tal sus cosas.  Y todo, en la voz de Leo. 

Me gustó mucho la idea. Casualmente quería ir al teatro justo antes de la pandemia, y con la sorpresa del virus, encontré la manera de hacer de éstos días algo especial. Quizá en algún momento, pueda ir presencialmente. Pero, mientras tanto, algo es algo. 

sábado, 13 de junio de 2020

Sábado de cuarentena...

Hoy en Buenos Aires hace mucho frío... y continuamos en cuarentena.  Creo que ésta tarde soleada pero helada está para leer, estudiar o mirar una película junto con algo calentito. 

Por acá creo que voy a aprovechar para avanzar un poco con las lecturas pendientes de mis cursos.  Quizá, más tarde, acompañe la actividad con unos matecitos. 



PD: Ver ésta imagen me recordó que no me vendría nada mal comprarme un termo nuevo 
y un mate decente. 

miércoles, 10 de junio de 2020

Día 85 (creo)

Actualmente estoy trabajando siete horas por día. También, estoy haciendo un curso en modalidad virtual y teniendo lecturas relativas a esos temas. Además, tengo que preparar finales de la Universidad para rendir en algún momento y, todos ellos, tienen como condición necesaria (sólo para presentarme a la mesa) un trabajo monográfico. 

Voy a ver cómo hago con todas estas cosas. Aunque lo cierto es que estoy muy improductiva. Concentrarme me cuesta un montón, pero además, se constante. Situaciones que antes del virus no me pasaban ni ahí. 

No obstante eso, yo creo que debe ser difícil para todos sostener la voluntad, plantearse metas, tratar de ponerse un objetivo. Nunca me pasó, la verdad, porque siempre me apremiaba el tiempo. Ahora, cuando tengo tiempo, cosa que era mi mayor deseo, no tengo casi voluntad. 

De hecho, tengo la energía suficiente como para vivir día por día. Ni más, ni menos. 

Parece que éste virus nos ha dejado en tierra con todas nuestras exigencias. 

martes, 9 de junio de 2020

Fortalecedor

Hace unos días, finalmente, le expresé a Galeno dos cosas muy específicas: 

La primera: que, suponía, ninguno de nosotros dos esperaba estar tantos meses sin ver al otro.  Y la segunda: que quizá encontrábamos la sabiduría para sobrevivir a la situación y salir fortalecidos de ella. 

Aquellos dos puntos los dije sin asegurar nada. Desde la mayor sinceridad. 

Todo esto salió a la luz cuando le expliqué que, si algún día la vida nos reúne nuevamente, (esto es nuevo para los dos y a los dos nos pega de formas diferentes) para mí va a ser como si fuéramos a conocernos de nuevo.

Y si.  Mucho de eso hay. 

jueves, 4 de junio de 2020

Día 79

Hoy mi hermana, que es personal de salud, se realizó el hisopado para descartar la presencia de COVID-19. Tiene dolor de garganta y ante la inminencia y la cercanía de los casos en el propio servicio, estamos todos a la espera de los resultados. 

Si alguno está del otro lado de la pantalla, haga el favor de cruzar los dedos conmigo para que dé negativo. 

miércoles, 22 de abril de 2020

Celos

Buenos Aires, 30 de diciembre de 2019

Desmaquillándome después de salir de la ducha, me pasee por la habitación en remera y ropa interior. Galeno me miró, sonrió y tomo el celular. 

- Me escribió ** . Me dice que se fueron con *** a pasar un fin de semana en lo de la tía. No vuelve hasta el miércoles. 

Estaba haciendo referencia a su ex mujer, la madre de la hija que tiene Galeno, y me comentaba lo que le había dicho. Me pareció un gesto lindo de su parte. De confianza. Un gesto sencillo, pero al mismo tiempo, serio. 

- Oooh, bien... ¿De mini vacaciones? - le sonreí, animada - Va a estar contenta, ***, seguro...  -observé, en relación a la nena. 

- Seguramente... Ella está chocha - me sonrió. 

Siguió trajinando con el celular. Yo me seguí arreglando. Sin darle importancia, me acosté, me tapé y me puse  a mirar mi celular. Fue una manera de darle su espacio. 

- Uh, bueno... - musitó, quejoso, fastidiado de pronto.  

- ¿Qué? 

- Que ahora me está preguntando si la puedo tener el 20. Falta para eso. No sé ni cuándo es veinte... - musitó. 

Me sonreí. Busque mi aplicación de calendario en el celular . 

- Acá me fijé... Cae lunes, si te sirve. 

- Bueno, entonces si... Igualmente falta muchísimo, pero sí - dijo - Esto se puede arreglar en otro momento. Falta un mes... 

Yo seguí con mi celular. Galeno suspiró. Dejo el celular en la mesita de luz. Lo miré de reojo y lo dejé hacer. Me pone un poco incómoda cuando habla con la ex, me dije en ese momento, sólo por no querer estar ahí y darle intimidad. Pero, al caso, ¿qué tenía de malo que estuviera o que me lo comentara? Me relajé. 

- Listo - me dijo, más dulcemente y se me acercó en plan de unos mimos. 

El celular vibró. 

- Contéstale, dale... - me reí.  
- No. Ya está. Ya le dije que sí. Listo. No es una urgencia... - dijo, firme. 
- Bueno, como vos quieras... Yo no tengo drama... - le expliqué. 
- Yo quiero hacerte mimos... Si me das habilitación - musitó. 

Dejé el celular y le sonreí.  

- Vení acá, por favor, vení un poquito... - me dijo, al ver la afirmativa. 

- Bueno, voy un poquito nada más y mañana otro poco, tipo, voy mitad y mitad - lo burle. 

- Noooo. Vení entera conmigo - me pidió. 

Me abrazo fuerte. Me dió besos tiernos hasta que logro relajarme. Me atrajo hacia él y comenzó a hacerme caricias. 

Galeno se rió. 

- ¿Me explicas como me respondes así? - le dije - No hice nada todavía, sólo te abracé, unos besitos...  - me reí. 

Había pasado un segundo y todo estaba coordinado. Unos mimos en el pelo, unos besitos más por la mandíbula, y Galeno estaba conmigo. 

-  No hace falta que hagas nada más. Vos me abrazas y para mí es suficiente. Me gustás, pendeja. 

- No soy la única máquina de sentir... - sonreí mientras me acostaba encima de el, para más mimos - Disfrutá, como me decís vos - musité, riéndome.  
-  Me pasa con vos 

Lo bese. 

- A mi también...  Me pasa lo mismo cuando me tocas - le confesé, entre beso y beso.  

Galeno se aferró a mí, me besó con fuerza y se encargó de que me sintiera segura y feliz con sus caricias y todo el resto de los menesteres. 

En ésa época, en mi vida, no existían los celos por las minas que likea en redes ocasionalmente o porque la ex lo quiere de ésa manera. Ni Galeno me decía , al contarle de un Fulano conocido, que ése otro hacía X cosa porque quería mantener relaciones sexuales conmigo.  Pasaron otras cosas, claro, y a eso se le sumó la distancia impuesta por éste virus raro y las dudas y los likes en culos ajenos pero además los comentarios de: "quiere jugar al tenis con vos, sí, y te quiere gar", de su parte. Se sumó el "me gustaría que estuvieras acá" y otros deseos de la misma textura.

Pero puedo decir, con total sinceridad, que los celos son una gran cagada. Y que no reflejan al otro y sus elecciones, que nunca lo harán... Sino que reflejan todo lo que más nos cuesta asumir de nosotros mismos.

Y quizá, de éso se trata. 36 días encerrada tienen que servir, mínimamente, para pensarse y reconocer los propios demonios.  Quizá, cuando volvamos a la normalidad, entendamos que los celos no sirven para nada. Que nos tenemos que aferrar a los que queremos y , esencialmente, que no hay tiempo que perder. Cada quien es libre de elegir con quien estar, y dónde. Cada quien se mueve por sus deseos y sus pulsiones... Por eso, cuando nos estén eligiendo, hay que saber apreciarlo y, si correspondemos, aprovecharlo hasta el fondo. Aunque no sea para siempre. Porque uno, a fin de cuentas, nunca sabe lo que puede pasar. Está a la vista.  Nadie se esperó que ésto nos sucediera. Y acá estamos...

Entonces ¿de qué sirve hacerse películas cuando estamos pasando por todo ésto como Humanidad? ¿De qué sirve manijearse? ¿De qué sirve desconfiar, si es el contexto más propicio para rendirse? ¿De qué sirve asustarse del futuro, si lo único que se espera es que sea mucho mejor del presente?

Lo único que nos dá esperanza en éstos momentos, es seguir siendo elegidos por los vínculos que formamos. Es sobrevivir a la prueba. Es poder contarla juntos con familiares y amigos, cuando la pesadilla acabe. Es ir a buscar a las personas que siempre estuvieron con nosotros y que, en éste contexto,  nos buscaron y nos siguiendo eligiendo pese a la ausencia física.  Sin egoísmos, sin celos, sin pormenores.

jueves, 16 de abril de 2020

Fortaleza


" No puedo seguir. No es una pérdida de tiempo o una experiencia posible de ser vivida, lo que se juega para mí. Me pasan otras cosas distintas a las tuyas y... no son las mismas que te pasan a vos. Se me fueron los sentimientos de las manos y... es muy corbarde de mi parte no hacerles justicia más allá de que vos no vas a ir conmigo para esos lugares.  Así que, quería decírtelo, porque desde hace tiempo me siento para atrás con el tema y ... traté de solucionarlo pero no pude. De acá en adelante, sé que vas a estar bien y yo creo que voy a poder estar mejor. Sé que querer mucho a alguien no es malo, pero sí creo que no es lo que buscábamos ninguno de los dos y... a mí me pasó mucho antes de que me mostraras tus límites, pero, lamentablemente, no supe darme cuenta a tiempo como para poder explicártelo y ser más prolijita. Te lo explico ahora: creo que estoy enamorada de vos. De una forma re silenciosa, muy... dificil de explicar y, al mismo tiempo, con plena conciencia del final, pero me encuentro hasta las re manos.  Me hubiese gustado poder decírtelo de otra manera, quizá hablar ésto frente a frente, pero no es posible, ya lo sé. También sé que no estás buscando eso, que ya te pasó, que ya está. Así que... no soy partidaria de insistir, respeto tus condiciones... Sólo que no puedo sostener las mías.  Te mando un beso. Cuidate mucho. Y gracias, por todo "

Antes no podía ni escribir éste mensaje.
Ahora, por lo menos, ya tengo el borrador.
Lo próximo, es mandarlo.
Lo sé.

¿Por qué será que los fantasmas siempre ganan?
¿Por qué será que el miedo, la falta de seguridad, la ciclotimia, el pasado, ganan? ¿Por qué no puedo decirle : " No veo la hora de que esto pase para que podamos vernos" y que eso no implique una derrota? ¿Por qué será que estoy tan a la defensiva y todo lo que hace me cae como el traste?

No puedo dejar de pensar en el equilibrio atroz que tenía mi vida de antes como un faro en la oscuridad y, al mismo tiempo, como la posibilidad plena de esa misma oscuridad.

II

Se sentó a mi lado y, sin pensarlo, me acomodé sobre sus muslos. Apoyó una mano en mi cuerpo y buena parte de su brazo. Lo agarré de las manos en un profundo silencio y se las miré. Le acaricié cada una de las uñas planas. Supe que lo estaba admirando pero no me importó. Galeno me agarró una de mis manos, frotó las yemas de sus dedos sobre mis uñas con esmalte semipermanente y sonreí. Le encanta hacer eso y le gusta también que tenga las uñas arregladísimas.

Lo tomé de la mano un rato después y cerré los ojos por un rato.
Galeno me acarició la cara, teniendo nuevamente sus manos libres cuando me cansé de admirarlas y acariciarlas y mirarlas fijamente.

- Amo tus manos - musité.

Se rió.  Se acomodó un poco mejor y me dió un beso en la nariz. No dejó de acariciarme ni un segundo. Volvió a besarme en el pelo.  Y yo, vencida, cerré los ojos.

Al ratito, mientras lo sentía sobre mí, y podía apretarlo por la espalda y mezclando las manos por su pelo, lo ví sonreír, resplandeciente. Nos miramos. Nos reímos por un segundo y paramos las rotativas para disfrutar de lo que estaba pasando. Volví a besarlo. Volvimos a reírnos. Lo mordí un poco al siguiente beso. Galeno suspiró y me dió un beso tan apasionado como intenso.


miércoles, 15 de abril de 2020

Amor incondicional

Ayer hablé con mi sobrino por videollamada. Creo que sí hay alguien que me hace muchísima falta en este momento, es el. Desde antes de que se dictase la cuarentena obligatoria que no lo veo porque estaba ocupada trabajando, estudiando y haciendo mil cosas. Según mis cálculos debe hacer un mes. Y nunca había pasado tanto tipo lejos suyo, desde el día en que nació. 

Todas las semanas, lo visitaba. A veces me iba después del trabajo, otras dedicaba mi único día libre a verlo u otras venía de visita a casa. Pero siempre estábamos muy cerca, a decir verdad. Y eso que la casa de mi hermana queda a tres bondis de la mía, o al menos, a 45 minutos yendo desde CABA. 

La última vez que lo ví, cuando me vio, me tiró los brazos. Lo agarre en upa y me dió un abrazo. Si, me dió un abrazo. Se quedó agarradito de mi y lo apreté profundamente conmovida. " Gracias, mi vida, un abrazo... Que hermoso, mi amor " le dije porque confío en que de algún modo el puede sentir mi amor.  Y ese gesto no lo había tenido con mucha gente a excepción de su mamá. 

Cuando hablamos ayer descubrí que dice y hace cosas nuevas. Dice palabras sueltas, se hace entender mucho mejor y sonríe cuando escucha nuestras voces. "Hola, ***" , le dije y me parece mentira que ya mire la pantalla y sonría con mi voz.  Mi hermana me dijo que, a su modo, dijo "hola ia"... Aunque yo no lo llegué a distinguir bien porque mientras habla con nosotros juega o hace lío.  

Lo lindo es que siempre que nos vemos o siempre que hablamos él realmente me conoce. Incluso, cuando lo visito en su casa, viene corriendo y me tira los brazos para que lo levante, si, increíble. Cómo suelo lavarme las manos, me sigue, haciéndose entender, y apenas lo levanto, lo abrazo y lo beso todo. El se ríe. Y lo mejor, se deja. Se queda quietito, a veces pega su cabeza a la mía y me mira fijo. Yo le hablo bajo y le pregunto : ¿Cómo estás, mi amor? Cuánto te extrañó tu tía, che" y se deja besar y abrazar todavía un poco más. 

No podría explicar lo mucho que lo extraño. Y cuánto lo necesito.