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jueves, 20 de agosto de 2020

Ruptura hermosa

Me deseo el tiempo. El tiempo necesario para entender que ésto no ha podido ser del modo en que deseaba. 

Me deseo fuerzas, para ponerlas en juego siempre, y cuidarme y protegerme cuando lo crea necesario. Pero también me deseo flexibilidad y tacto, para poder ablandarme cuando eso sea más valedero que levantar las murallas de siempre. Me deseo empatía y corazón para poder saber bien qué elegir o qué hacer con cada situación. 

Me deseo voluntad y lucidez para no cometer los mismos errores, ni repetir las mismas historias.Y me deseo que, aún si las historias se repiten, yo tenga la revancha de poder hacer el camino de otra manera.  

Me deseo respeto e integridad, para ver en éste otro, respeto e integridad en sus acciones pese a que no las comparta. 

Me deseo silencio, allí, donde realmente al día de hoy, no puedo poner palabras que tengan el peso de las piedras y prefiero poner un quizá, o al menos, una aceptación sin peros de las cosas tal y como son. 

Me deseo amor. De ése que es capaz de reconstruirme, del que me ha mantenido siempre en pie, y del que me ayudara a sobrevolar cualquier tormenta. 

Me deseo fe, en un momento tan particular como éste, donde es más difícil que nunca sostenerla. 

Y me deseo, con Galeno en particular, una ruptura si es que debe ser así, pero por favor, una ruptura hermosa. 


Por los viajes suyos a Buenos Aires y las tardes de paseo por Palermo. Por los caminos andados juntos en **** y nuestras andanzas por allá.  Por la pizza, la cerveza y las risas compartidas en los barcitos notables de Buenos Aires. Por el choripán más rico del mundo, sentados en el pasto, en pleno Parque *****.   Por la burla de su tonada, la más linda y compradora,  y sus modos de mostrarme el pedazo del mundo en el que creció. Por los modos de llevarlo a reconocer Buenos Aires y de llenarlo de nuestra impronta. Por decirle allá y que él siempre lo interpretara como si le dijera "asha", por la manera de hablar diferente. 

Por los momentos de alegría. Por las charlas hasta la madrugada. Por las charlas por teléfono eternas donde nadie quería irse a dormir, cuando conocerse y presentirse, era algo de lo más natural. 

Por las noches compartidas juntos. Por haber llenado hoteles con nuestros apodos, nuestras risas y mi manía de desparramar las cremas por toda la habitación. Por las risas y la expectativa frente a la ropa interior, por esa conexión innegable y exquisita, en la cama o fuera de ella. Por la confianza, el respeto y el cariño en cada encuentro. 

Por las lecturas juntos, con mate de por medio, y las visitas a museos o galerías. Por mis "mirá, Galeno ¿te gusta?", frente a cada obra de arte. O por esas visitas de fin de año a la Biblioteca Nacional, donde parecía abierta sólo para nosotros, aún con lluvia. O por las veces donde me miró peinarme el largo pelo después de la ducha. 

Por la tristeza compartida. Por esos momentos donde yo también pensé que se terminaba, como ahora, aunque finalmente ésta sea esa vez y éste sea el momento. Por las noches donde tuve que contarle mis más profundos miedos y mis más profundos dolores y él estuvo ahí. Por las veces donde pude sanar, a través de nuestra experiencia, y pude entenderme o conocerme mejor. 

Por las veces donde me acosté en su regazo y me quedé agarrada a sus manos sin dejar de tocarlas o mirarlas, explicándole que eran hermosas, suavecitas y prolijas, y que me encantaba cuando me tocaba con ellas, siempre tan cuidadoso.  Por esa sensación dulce y prometedora que sentía cuando me desvestía, igual que desde la primera vez hasta la última, y me sacaba la ropa a besos, como si fuera un mercado persa. Por el valor que supe reconocer en cada instante donde me daba un abracito. O por la forma dulce en que cubría parte de mi cara con sus manos para besarme. O la pasión con la que, al mismo tiempo, me desvestía mientras estaba acostada en su sillón, como esperándolo siempre, dispuesta a decirle que sí.  Por las veces donde , hablando de política o literatura, terminábamos haciendo el amor y después continuábamos hablando de esos libros o esas figuras. 

Porque yo también lo quiero, aunque no se lo haya dicho cuando me lo dijo por última vez, y porque siempre, una parte de mi, lo querrá y lo recordará con mucho mucho afecto y con agradecimiento. Por las veces donde me dijo que había sido hermoso lo que habíamos vivido. Por las veces donde yo le agradecí que me hubiera enseñado tantas cosas y por las veces donde yo le enseñé lo que pude y lo que forma parte de mi vida. Por haberse animado a vivir ésto con 51 años. Por haberme animado a vivirlo yo también, con veinticinco. O con 50 y 24, es decir, exactamente la edad que teníamos cuando nos cruzó la vida y el azar de Instagram. 

Por todo eso, y más por cómo está siendo el presente, lo único que nos deseo, es una ruptura hermosa. 

Ojalá alguien esté escuchando este pedido.

Ojalá alguien pudiera comprender cuan necesaria es, a veces, la oportunidad de sanar las historias con la paz suficiente para seguir adelante y disfrutar de la vida, aún con dolor. Porque el dolor, me digo, no es impedimento para la felicidad.  Se puede sentir dolor, como el que yo siento ahora mismo, pero también se puede sentir felicidad, como la que también siento, por haber vivido lo vivido. 

Nunca se debe dejar de disfrutar la vida. Ni aún en el dolor. Ni aún en la tristeza, la vida deja de ser merecedora de ser vivida. 

Así que... Eso pido. 

Que lo que sea que nos depare la vida, sea hermoso. 
Incluso, si ésto que tenemos que vivir, es la ruptura. 

sábado, 5 de agosto de 2017

Anahí

Pensé mucho en ella, desde que me enteré sobre su desaparición. Pensé y recé porque hubiera sido solo un día complicado. Me empeñe en negar que el cuerpo hallado podía ser su cuerpo. Por la televisión, decían que no estaban seguros, y aunque en el fondo sentía el mismo miedo, y aunque en el fondo era muy probable que fuera el suyo; yo me decía que no; Anahí, no.

 Aunque no la conocía a ella, este caso me tocó de cerca. Hay muchas personas en las que pensé, a través de lo que le paso.  Resultó ser una chica de mi comunidad y eso me dejo ver bien de cerca la desesperación, el dolor y la tristeza. Me contagie, sin poder evitarlo, observando locales, bares, autos, paredes, postes de luz, y todo cuanto fuera susceptible de poder sostener una hoja A4 con un rostro sobre si; empapelado. Cruce a chicas que la buscaban, escuche las conversaciones, palpe la incertidumbre, inclusive, mas de lo que me hubiera gustado.   Doy de que se la buscó con mucho amor y coraje. Doy fe que salí, durante todos esos días, con su rostro flotando en mi cabeza, para ver si en una de esas... 

Pese a que no la había visto ni una sola vez, yo sentía que la conocía, por todas estas cosas.  Se decía que era una piba retraída y callada, pero a mi me dio la impresión, quizá, por uno lo ve desde una edad afín, que ademas de ser retraída y buena dibujante, Anahi era una adolescente que pensaba, estudiaba e intervenía en su realidad, formando parte de las actividades del centro de estudiantes que tiene su colegio. Llegue a la conclusión de que, si bien era tímida, para lo concreto, ahí estaba con su mochilita roja... y eso me hizo dar cuenta, de nuevo, que al igual que muchas adolescentes revestidas bajo una enorme capaz de prejuicios que buscan penalizarlas, en un contexto asi, ella estaba llena de verdad, de vida y de amor. Como cualquier piba joven que, en una sociedad como la actual, se busca su lugar, intenta afrontar como puede sus alegrías, sus emociones y ademas, su docena de problemas. Si a todo el extraño mundo que somos los seres humanos, le adosamos sus valores y su porción de  coraje para intentar pensar sobre lo que estaba y modificar lo que la disgustaba; yo me enorgullezco de la singularidad de esta chica.  

¿Que, si tenia un padre homicida o una madre que había vuelto a formar pareja? ¿Que, si se había enamorado de su profesor? ¿Eso daba pautas para? ¿Eso justificaba algo? ¿Eso tenia que conducirla, inevitablemente, a terminar en un descampado? Ciertamente que no.  En otros tiempos, en otras épocas, mujeres y adolescentes nacieron en familias mas o menos conflictivas; en otras épocas, también, adolescentes se enamoraron o mantuvieron ciertas relaciones clandestinas con hombres casados, profesores suyos, o no.  Y no necesariamente, como se trasluce a través de los diversos medios de comunicación, sus decisiones las condujeron hacia un descampado. 

El problema, lamentablemente, pasa a ser de una órbita mayor y, como carbón caliente, nadie parece querer hacerse cargo: asesinan personas, y, en muchos casos, te asesinan por la única causa de ser mujer. De ahí que, recientemente, se haya creado y con razón la figura del femicidio como delito yendo mucho mas allá del mero cambiar un prefijo. Porque, quizá sea una consideración muy tonta de mi parte relacionar todo con el lenguaje, y sus modificaciones; pero no hay que olvidar que cuando se producen cambios en el lenguaje,  siendo un producto social y cultural, es porque también se están produciendo cambios en la sociedad a los que necesitamos ponerles un nombre. ¿Y que decir, de los que tienen y deben responder ante el compromiso tomado, mediante el ejercicio del poder, mas allá de crear consignas valerosas que, poco mas, aparecerán en los libros de historia dentro de algunas décadas?  Solo les diría que, por si no se enteraron, el poder no es la forma de catapultarse hacia una vida falsamente burguesa y acomodada, si del otro lado, uno, como ciudadano, en el fondo, no es tan tonto como parece en términos de sensibilidad. 

Sé que Anahi podría haber sido mi amiga, mi hermana o mi compañera de facultad. Se, que, aunque me de pánico pensarlo, podría haber sido yo. ¿Cual es la salvedad? Ninguna y a muchos les da demasiado miedo tomar noción de esto. Pero es real, por mucho que duela: ella podría haber sido mi alumna, en el futuro o yo podría haber ido a aprender a dibujar consigo ya que el arte le gustaba tanto como a mi me gusta escribirles. Pero a Anahí la asesinaron y ahora andan revisandole los diarios, y poniendo en tela de juicio su mundo y su vida, como si eso justificara o fuera capaz de reparar algo, cuando la vida, no se recupera ni se recuperara. 

Los ojos se me llenan de lágrimas haciendo este recuento de motivos y de tópicos que me indignan.  No puedo escribir más, al menos, no puedo escribir mas, sin llorar. Entonces, mientras tampoco puedo dormir y se me caen las lagrimas de la bronca, pienso que llorar y escribir es mejor que guardar silencio. Porque por evasores, por naturalizadores profesionales del horror diario; estamos como estamos. Rodeados de profesionales que ejercen mal su labor, con una justicia hija de puta, y con la gente como carnada de periodistas socarrones que no tiene un mínimo de respeto, que no se donde han dejado el concepto de ética, cuando recaudan información. Mientras, siguen haciendo desaparecer chicas, siguen violándolas, siguen matándolas, siguen enterrándolas como perros, descartandolas como basura. Y las personas, creyéndose salvadas de antemano, miran todo, del otro lado de una pantalla plana, cual eternas Doñas Rosas. 

¿Y que tal si uno, sin hacer caso de los medios, solamente saliendo a la calle y viendo y conviviendo en sociedad, se da cuenta que tiene miedo?  Si, yo tengo miedo. Miedo de salir a caminar a un parque municipal, como ella. Miedo de esperar el colectivo, donde a ella la encontraron muerta. Y estoy podrida de tener miedo, porque nadie, tampoco yo, puede vivir con eso.  Y mucho menos, el miedo puede ser compatible con el ferviente deseo de progresar dignamente y de poder darme una oportunidad  de cambiar las cosas que no me gustan al menos, desde el ejercicio de una profesión social. A diferencia de Anahi,  todavía puedo. Todavía tengo muchos motivos para luchar y ella aparece dentro de ellos ahora, representando a todas. Así que lloro llena de bronca, pero ademas, escribo.

 Anahí, que Dios te acompañe, que puedas descansar en paz, que no seas un numero en la estadística, que se haga valer todo tu sufrimiento. 

¡No sabes cuanto me hubiera gustado que te encontraran viva...! 

#Niunamenos

# Vivasnosqueremos.