viernes, 22 de noviembre de 2024

Concilio

- A vos te enoja eso - dijo - Pero yo siempre fui así. No es contra vos. A mi me cuesta mucho hacer las cosas por obligación, de hecho, no puedo. Por eso, desaparezco. No porque tenga una pareja. 

Lo miré y asentí, fría. 

- Desaparecer es lo que tenés que hacer. La verdad es que a mí no me molesta que lo hagas. Antes, sí - le aclaré - pero ahora me chupa un huevo. 

Mofó. 

- Estás con alguien, es obvio que tenés que desaparecer. Vos ya sabés lo que pienso de eso. De eso y de todo. Lo sabés. 

- Sí, pero yo no lo hago porque esté con alguien. Lo hago porque tengo que hacer un proceso respecto a vos - admitió. 

Noté que se había puesto un poco nervioso, así que no lo ataqué y pregunté: 

- Un proceso ¿sobre qué, o en qué sentido? 

- Necesito tomar distancia de vos para poder sostener la mentira. Para poder... 

Javier levantó la cabeza. Lo miré y tomé lo último que me quedaba de vino en la copa. 

- ¿Para poder qué? 

- Para poder... separar las cosas. 

- Ok - dije, nada más - ¿Necesitás ese tiempo para separar? 

- Sí. 

- Ok - insistí. 

- Porque yo soy muy boludo para mentir. Se me nota todo.  Y necesito tomar distancia de vos para poder hacerlo porque no puedo si no... 

-  Entiendo. No comparto, ojo ¿eso lo sabés, no? 

- Ya lo sé. Sí. Por eso desaparezco, pero vos sabés que siempre entre nosotros va a estar todo bien. Con vos está todo bien, siempre. 

Lo miré en silencio. 

- Ponele - dije, en voz baja.

Sonrió. 

- Pero a vos eso te enoja. Yo lo sé. Sé que te enoja que desaparezca - insistió. 

- No, no creas.... Antes, en otro momento, sí que me enojaba. Pero yo te lo decía porque la situación era distinta entre nosotros - dije - Ahora, vos desaparecés y yo descanso de vos, Javi. Además, creo que tenés que desaparecer.  

- Ah, mira vos - dijo, ofendido. 

- Es que... vos aparecés y, si aparecés como el otro día, olvidate. Me dan ganas de mandarte a la mierda. 

- Sí, sí, yo sabés que dije: "ésta me va a mandar a la mierda" - musitó riéndose. 

- Y bueeeno ¿ves? ¿Para qué rompés los huevos? Te dije, además, que no tenía ganas de hablar mucho del tema. Me mandaste fotos de los vinos y yo te respondí eso. No podías pretender que te dijera: "hola, sí, muy ricos los vinos pero más lindo vos" - argumenté. 

Sonrió. 

- Yo te jodo más de lo que te pido... 

- Pero me jodés. Y ese día que me agarraste yo tenía un día de mierda. Estaba cansada, con muchísimo laburo, preocupada por los nenes... 

- Igual no pasaba nada. 

- No, ya sé que no pasa nada... Obvio. Pero vos preguntá. Yo no vengo acá de la nada y te digo: "¿y Javi, para cuándo?". ¿Me entendés? 

- Sí - dijo, y se rió - Pero yo no te pido tanto... Yo te jodo. Me encanta joderte. Me encanta cuando te enojás - me explicó. 

- Bueno, eso, vos ahí me sacás el lado violento y yo te quiero matar. Por eso me fui, no te respondí más. Me hinché los ovarios - musité, dando por concluida la charla. 

- Cabrona.  Te enojaste, eh - dijo. 

- Para mí, tiene que haber algunos límites. Yo sé que nosotros solamente tuvimos sexo algunas veces, pero tiene que haber límites con el tiempo del otro. Y no pasa por expectactivas ni nada de eso que me pusiste en el mensaje, pasa por entender que somos personas. Vos sos un tipo con una vida, yo soy una mina con una vida. 

- Entiendo - musitó - ¿Y sobre lo que pasó recién, entonces, está mal? 

- No. ¿Por qué? 

- Porque yo te pregunté... 

- Claro, vos me lo ofreciste y yo acepté y bueno, acepté aceptando aceptando - argumenté. 

Javier se rió. 

- Es distinto a venir de la nada como si yo estuviera a tu disposición. No lo estoy. 

- Ya lo sé. 

- Hay que labrar la tierra del otro más allá del tipo de explotación - le dije y le sonreí. 

Miré mi celular. 

- ¿Tenés internet para compartirme? Se acaban de morir mis datos y quiero pedirme un uber. 

- ¿No tenés datos? 

- Se me terminaron recién. 

- Mmmm, me voy a fijar, esperá - dudó - dejame que te busco la clave. 

- Andá a tu celu y compartimelo por el QR. 

- ¿Y cómo se hace eso? 

- Andá a wifi - dije. 

- ¿Acá? - me mostró. 

- Excelente, sí - dije - ¿Me prestás un segundo? 

- Sí, tomá - me dió su celular , busqué el QR y me lo compartí  - Ya está conectada. Gracias. 

Me miró. 

- ¿Cómo hiciste? Mostrame a ver.... como hiciste. 

- Acá, mirá - le mostré - ¿ves este cosito? Bueno, tocás ahí si alguien te pide y el otro pone la cámara y escanea el código QR y se conecta automáticamente.  Ni hace falta que le des nada. 

- Mirá qué bien - dijo. 

- Ahora sí - musité y me puse a buscar el Uber para irme. 

- ¿Qué, ya te lo vas a pedir? Dejá, yo te llevo, dejé el auto afuera. 

- No, dejá. Ya lo pedí. 

- Pero cancelá. ¿No se puede cancelar? Cancelá. Dale. 

- ¿Qué querés hacer, vos? ¿Me querés llevar o no? Por mi no vas a hacer la diferencia. Decidí. 

- Sí, te llevo. Cancelá. Dejé el auto afuera. 

- Igual no hacía falta, me podía pedir un Uber - le dije, ácida. 

- ¿Un qué? Noooo - dijo, burlón. 

(...) 

Nos subimos al auto en la noche de un martes en nuestro barrio. 

- Ahora - dijo Javier - voy a sacar a pasear al perro y a los gatos. Así damos una vuelta.

- ¿Los gatos van y vuelven con vos? 

- Sí. Saltan, juegan, pero vienen conmigo y con el perro. Siempre lo hacemos y después nos vamos a dormir. 

- ¿Mañana arrancás temprano en CABA? 

- Sí, tengo que ir bastante temprano a la oficina mañana, tengo cosas que terminar... ¿Vos? 

- Voy a dormir hasta más tarde. Estoy de vacaciones. 

- Ya lo sé. Pero ¿qué vas a hacer? 

- Preparar algunas cosas para el viaje - dije, escueta y fuimos cerrando la charla. 

- Espero que te desenchufes. Pasala lindo. Capaz que ahora estás más relajada, dale, que te hace bien desenchufar. 

- Gracias, espero que sí - dije y lo saludé - Feliz cumple el lunes. Yo no creo poder saludarte. 

- Está bien. 

- Pero te los adelanto sin mala suerte - dije y sonrió, dándome un beso en la mejilla, que siempre le pongo. 

- Chau. 

Cuando volví a casa, antes de entrar, ví como su auto se perdía en la calle después de que yo estuviera a resguardo. Me quedé mirándolo como un símbolo más de esa historia.  Una vez el silencio del barrio me dió cobijo mientras el ruido suave del motor se iba haciendo cada cuadra un poco más invisible. 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¡Muchas gracias por pasar a visitarme!

Si querés, podés dejar tu comentario más abajo (será respondido a la brevedad)

Hasta la próxima,

Veinteava