Salgo de rendir un examen en la facultad, que me costó montones preparar, por el sinfín de cosas subterráneas (como la salud de mi padre, y ahora, la presión nerviosa de mi madre) que pueden interferir en mi ánimo y a las cuales, les doy batalla. Los nervios intentaron jugarme una mala pasada en la mesa de examen oral, y lo sé. Me siento tranquila, sin embargo, por haberme tomado cinco minutos, frente a las profesoras para respirar hondo, eludir los nervios y continuar con la exposición. Fue más fuerte la necesidad de seguir adelante con la carrera aún en los momentos difíciles y fue sobreponerme al miedo. Me sentí agradecida con ellas, también, porque hayan sabido entender si siquiera sospechar que, antes de entrar, del estrés considero, se me nublaba la vista cuando quería repasar la ponencia.
Llego a casa, a eso de las ocho de la noche.
Saludo a mi perro, que me vé y de inmediato se deshace en gestos de amor, para darme la bienvenida.
- ¡Hola mi santo,precioso, hermoso, cosa linda de la vida! - me agacho, a acariciarlo, porque enseguida se recuesta panza para arriba, esperando los mimos de siempre - Te extrañé, mi vida... - me mueve la colita unos instantes más.
Escucho una voz.
Es de Urtubey, que está en casa y yo no me enteré.
- Holaaa - entro a la cocina y lo saludo - ¿Cómo andás? ¿****? - le pregunto, por su retoño.
- Bien ¿y vos? - me sonríe - Se fue a su casa, *** - me hizo un guiño.
- Bien, bien, todo bien - miro a nuestro alrededor, buscando a su retoño - ¿De verdadddddd? - le pregunto, y enseguida le sigo el tren.
Se ríe.
- Se fue a su casa, cansando de esperarte - me explicó.
- ¿Ah si? - hice un gesto de falsa lamentación - ¿Me estaba esperando desde hace mucho?
- Sí, se quedó esperándote pero se fue caminando solito, viste... Porque no llegabas.
- ¡Ay, qué lástima! - me reí, mientras lo buscaba - Yo lo extraño cuando no lo veo... Me había ilusionado, además, quería jugar con él y hacerle mimitos en los pies, como la otra vez... - dije, en voz alta, apropósito.
- Qué lastimaaa - me cargó - ¡Qué lástima que se fue!
Desde abajo de la mesa, su retoño, hizo un ruido.
- ¿Estás seguro que se fue, Urtu? - bromeé, mientras me agachaba y lo encontraba a su pequeño sentado en indio, debajo de la mesa de la cocina, mirándome con una sonrisa de oreja a oreja, mostrandome todos los dientitos blancos.
- ¡Hola mi amor! - exclamé y se tapó la cara con el mantel - ¿Cómo andás? ¿Salís del escondite a darme un besito, dale? - le pedí - ¡Te quiero dar un abrazo enorme!
Hizo morisquetas, hasta que Urtubey le pidió que saliera. Hizo caso y enseguida me agaché, frente a él, para saludarlo. Estaba super afectivo y me tranquilizó su cariño, me bajó a tierra, después de tanto estrés.
- Te extrañe mucho - le dije y enseguida me agarró de la mano, se me quedó pegado a las piernas, para llevarme a jugar - ¿Cómo andan? - miré a Urtu.
- Bien, todo bien - asintió.
- No paraba de preguntar por vos - reconoció mi papá.
- ¿Ah si? - sonreí.
- Sí, estaba preguntando todo el tiempo, dónde estabas.
- Estaba dando un examen - le expliqué a Urtu - Es un amor él - lo miré al peque y sonreí.
- ¿Así que te fue bien, hija? - intervino mi papá.
Suspiré, con alivio.
- Sí, lo salvé. Pero fue una situación tensa, tensa - reconocí.
- ¿Qué pasó? - me preguntó Urtubey.
- Me puse re nerviosa. Me trababa, pero bueno, controlé el estrés... - sacudí la cabeza.
- Uh, claro - suspiró - Era oral, entonces.
- Si, oral - le expliqué a Urtu - Vos sabés, yo soy tímida, y cuando estaba frente a los docentes dando me ponía así - hice una parodia de mi propia timidez - Al rojo vivo, ella.
- No, claro... - se rió.
- ¡VEINTEEEEEEEE, VENÍ! - gritó el pequeño retoño.
- ¡Voy, pequeño saltamontes! - me fuí, dejando la conversación a la mitad.
Al rato, ambos volvimos.
- Contale, ***, que hoy empezaste el jardín.
- ¿Ah si? - lo miré, al peque.
- Shi
- ¿Y qué tal te fue?
- Bien, bien - me dijo, de una forma que me daba ganas de comérmelo a besos.
- ¿La pasaste lindo?
- Shi - me explicó - Estuve con mami
- Muy bien. Qué bueno, mi vida - le dije, naturalizando la mención.
- Y después fuiste a lo de la abu ¿no? - lo orientó, Urtubey.
- Shi - respondió y se fue urgente a besar a mi perro, con el que se quieren un montón- Veinte, vamos a buscar a *** - me dijo, en referencia a mi perro.
- Vamos a hacerle mimitos,dale, así le demostramos que lo queremos - lo animé.
Y se conjugó, efectivamente, lo que me da un nivel de ternura desbordante. Los nenes chiquitos - especialmente los varones - jugando con los perros.
- ¿Papi, ya nos vamos?
- Sí, que hay que cocinar, bañarnos y a dormir, piojito - le explicó, Urtu.
- ¿Me hacés poshito y papitas? - le pidió.
Yo ya me imaginé a Urtubey pelando papas, como un servil padre. Es que, si te lo pide así...
- Sí, vamos a comer pollo, con papitas... - se rió - Le iba a hacer puré, pero si quiere papitas... - sacudió la cabeza - ¿De postre qué hay?
- Nu she - lo miró, intrigado.
- He... - se rió - la...
- ¡Heladitooooo! - festejó.
- Listo, te lo compaste - me reí - Después venís, papito, ahora andá a comer el pollito que te va a cocinar papá... - lo animé.
- Bueno, dale - me dijo, muy campante - Vamos papi, vamos - lo tironeó.
Y los acompañé hasta la calle, por expreso pedido del pequeño, que me quería mostrar unas morisquetas más.
II
Por suerte, más allá del último viernes, nadie volvió a hacer ningún comentario relacionado con Urtu y yo. Eso me alivió un montón, luego de que en una cena que tuvimos el pasado viernes, donde escuché a mi madre, a una de mis hermanas y a su novio, hablar de nosotros dos, en susurros, durante la comida.
Ese día Urtubey vino a cenar con nosotros. Dejó su auto estacionado a pocas cuadras y bajó con paquetes. Lo vieron venir de lejos, jugando con las llaves, con una bolsa. Yo también lo vi venir de lejos pero no le preste atención a lo que traía y seguí sumida en mis pensamientos, que ese día, eran medio tristes.
Apenas se acercó a la mesa donde estábamos todos, lo miré y saludó en voz alta, mientras me daba un paquete.
Lo miré, pensando que era para mi mama, porque mas temprano habíamos estado hablando del regalo de ella, por whatsapp y quizá quería que lo vea... No sé, eso se me cruzó por la cabeza, siendo franca.
- Es para vos - me dijo, mientras saludaba a mi familia y sonrió.
Evidentemente, sonreí también, cohibida. No me lo esperaba, realmente, y más, cuando había pasado mi cumpleaños y cuando me había hecho un obsequio y no había nada - a mi parecer, al menos, que "justificara" el gesto.
Lo mire y miré el regalo sorpresa, con un fuerte desconcierto. Me encantó, apenas lo ví. Le devolví una mirada significativa y se rió. << Sabía que me gustaba... >> pensé.
Era un libro que sabia que me interesaba, del que habíamos hablado hace unas semanas atrás. Un día había estado en casa, justo cruzando la puerta recordó ese libro, y se detuvo buscándome data sobre él, antes de irse. <<Llego a la casa de mi viejo y después te mando unas cosas >> me dijo, frente a mi mamá. Yo me quedé callada y asentí con la cabeza. Un rato después me llegaban varias fotos de la edición que se había comprado para él del mismo ejemplar que ahora, reposaba en mis manos. Al suyo, lo había sacado de su empaque incluso para mostrarme las ilustraciones y yo le elogié el hecho, de pura inocencia. No esperaba, claramente, que me lo regale y más cuando habíamos estado hablando de que me iba a comprar cierto ejemplar, que fue el que me regaló Urtu, finalmente.
Por lo general, nosotros hablamos mucho de libros. Él, pese a que su trabajo nada tiene que ver con los libros, lee de todo. Tiene una biblioteca exquisita, a decir verdad, y más, porque los acumula desde el placer y desde sus intereses, no desde las modas. Suele andar pendiente de las colecciones, le gusta perderse en librerías y, siempre que sale algo o que vé un titulo bueno o que lee algo bueno, me avisa, me cuenta, me manda una foto o un link. Yo hago lo mismo, a decir verdad, aunque reconozco que soy un poco más discreta con el asunto, porque me da timidez contarle todo el tiempo de libros. Me ha prestado libros y yo le he ofrecido míos. Incluso, cuando todavía estaba casado, habíamos estado hablando del Quijote y lo había rastreado por Capital y por nuestro barrio, para regalarme los dos tomos en una edición de lujo, tapa dura que yo había estado buscando y le había comentado de casualidad, a él y a su ex- mujer, una noche, mientras salía el tema de los libros.
Y sin embargo, yo consideré este regalo del presente, un gesto inesperado. La que cumplía años era mi mamá, no yo, por lo cual, me sentí un poco avergonzada. Al libro lo dejé con el empaque puesto y lo puse a un costado, esperando que mi familia saliera del mutismo general, aunque tengo que reconocer que me encantó el detalle, pero no podía darlo a entender si sentía que tenía todos los ojos encima, poco más.
Se acercó a saludarme con un beso y siendo la única silla libre, se sentó a mi lado.
- Ey - le toqué el hombro, discretamente, para que me mirara - Gracias por esto. Me encantó. No hacia falta.
- ¿Te gusto? Me alegro mucho - sonreímos- Es que lo vi y bueno... - sonrió - Dije: " ´ma sí, yo se lo llevo". Sabía que te interesaba... - me explicó.
- Sí, la pegaste... - admití - Es genial, en serio - me reí.
- Salí de trabajar el otro día y lo enganche justo. Ya lo tenia de hace unos días...
- ¡Me leíste la mente entonces! - le expliqué - Ayer, justamente, estaba pensando en estos libros... Quería comprarme uno, pero pasé tan apurada que no me pude ni parar a preguntar.
- Ahora ya esta. Justo, entonces - nos reímos - Yo me compré este el otro dia - me dijo y me mostró otras fotos.
Hablamos brevemente de esos libros, le comenté que había nuevas cervecerías por la zona y me mostró unas fotos de una construcción rústica espectacular. << Me gustaría ponerme un bar con tu papá >> me dijo. <<Sería genial... Mesitas rústicas, ladrillos a la vista, buena música >> soñé, en voz alta <<yo me ofrezco como moza y te tomo los pedidos mientras leo poemas con la otra mano, dale, me gusta la idea... >> lo cargué.
El cumpleaños siguió viaje. Todos me preguntaron qué era el regalo y si me gustaba, como si les diera curiosidad el detalle, como si les pareciera raro, cosa que no me extrañaría en mi familia, llena de expectativas respecto a que no pase otros veintidós años soltera y, al mismo tiempo, aterrados y recelosos de la posibilidad de que alguien comparta la vida con la preferida de la casa, la consentida, una especie de mascota que soy, para todos, pese a que me moleste y me pese, en un punto.
- Cuña - me dijo uno de mis cuñados, el novio de mi hermana mayor, al rato - ¿Sabés lo que soñé el otro día?
- No - lo miré, con curiosidad - ¿Qué?
- Que vos tenías novio, y yo lo conocía... - me dijo.
- Ah, bueno... - musité, con sorna.
- Igual, no le ví la cara, eh... Así que no sé quién es.
- No puedo darte la información que le faltó inventar a tu psiquis, cuña, perdón - me reí - De verdad, esta semana, está vedada la palabra novio, niiiiii hablemos, ni hablemos... - intenté tomarme la pálida de ese miércoles con humor y no quería entrar en un escenario escabroso donde entraran mis gustos y esas cosas, en discusión.
Todo iba mejor. Yo estaba comiendo un tostado gigante. Lo veo demasiado grande y pregunto quién quiere compartirlo conmigo. Todos me dicen que no. Miro el plato de mis cuñados y mi padre me hace señas, para que se lo dé a Urtu. Se lo sirvo, con todo cuidado.
- ¿Y eso? - se sorprendió - ¿Vos no comés más? No comés nada, Veinte... - resaltó.
- Quiero que ingieras alimentos... - le susurré - No tengo hambre, hoy...
- ¿Querés que ingiera alimentos? - se rió, por la expresión - Igual, ya no estoy flaco como antes. Recuperé peso, tengo panza, mirá - me mostró.
- Nada que ver, Urtu, estás bien así... - sacudí la cabeza - Comé, que está rico, dale... - lo alenté.
Seguí comiendo lo que me quedaba de mi plato.
A mi derecha, estaban mi mamá, mi hermana y mi cuñado. Yo estaba inclinada, de costado, mirando un poco las conversaciones ajenas, sin opinar, mientras masticaba. A ellos tres, casi les daba la espalda, y habrán pensado que estaba entretenida, porque empezaron a comentar:
- Sí... *** percibió lo mismo, desde el cumpleaños de ella - decía mi hermana - Me decía que se había dado cuenta también, de lo mismo...
- %··&/···&&/)())$"··... - decía mi mama.
- Si, sí - decía mi cuñado, que nunca habla, pero...
- ... y trajo el libro - escuche que decía mi hermana.
Me moví para servirme más gaseosa, con disimulo para ver si seguían o no hablando. Los quería matar, a los tres.
- Y ella encima que... ·"$%&"$!·!%& - dijo mi hermana.
- jsjdjsnwjejdnanw - susurró mi mama.
Las miré. A los tres las vendió la cara, como si necesitara confirmar que estaban hablando del Urtu y de mí. Lo curioso era que se estaban riendo, como si algo de la situación fuera divertido, gracioso, no lo sé.
- ¿Alguien quiere más? - les ofrecí, apropósito.
- No no, gracias.
- No gracias, gorda.
- No hija, gracias.
Enseguida, rehuyeron la vista y cambiaron de tema. <Cobardes> pensé. Pasó gran parte de la celebración que no fue larga ni excéntrica. Mi hermana que antes había estado hablando del tema, me pidió si le mostraba el libro, y se lo tendí.
Casi al final de la cena, el muchacho en cuestión se levantó de la mesa. Nos quedamos literalmente en familia.
- ¿Y eso que es? - me pregunto mi papa.
- Un libro, que me regaló Urtu - le dije.
Se lo quedó mirando, encima de la mesa, muy fijo.
- ¿Vos se lo encargaste o algo? - me dijo en referencia a su amigo.
- No - respondí, austera.
Mofó.
- Es una cosa... - suspiró, pero se quedo callado - No pierde... - dijo.
Ni le dije nada. Lo miré, con cara de fastidio, porque no tenia ganas de escuchar estupideces.
- Che, ¿vos no me podrás prestar un libro, Veinte? - me dijo, cómplice mi otra hermana.
- Si, mas vale - sonreí - ¿Cual querés?
- No se. Elegime vos y yo lo leo.
- ¿Leíste lo de la otra vez...?
- No - dudo - ¿Galeano era?
- Benedetti - rectifiqué - De Galeano no tengo demasiado.
IV
Lo del miércoles mismo, con mi hermana y mi madre, lo hablé al aire, parece. Y ya no perdieron pisada para hacer usufructo de las circunstancias más sencillas, en pos de especular.
¿Qué, no me puede hacer un regalo inesperado? Que piensen lo que quieran.
Cuando llegamos a casa, ese día, mi hermana me dijo:
- Me parece que ese libro tiene dobles intenciones... - yo seguí sentada en mi cama, observándolo, con adoración.
- No seas boluda... - me limite a responder y seguí inmersa en mi burbuja.
De hecho con la sorpresa que me hizo me alegró mucho el dia. Fue un gesto inesperado, que no valió por el regalo, sino, por la intención de ver algo que sabía que podía gustarme y comprármelo, porque sí. De rifas sobre mí felicidad ni hablemos.
Me alegro que hoy, por lo menos, me hayan dado tregua los comentarios y el examen.
Lo que sí, creo que mi padre se quedó con la sangre en el ojo, por el presente. Vió una colección en la televisión y exclamó, enseguida:
- ¡Vos tenés que tener esos libros, Veinteava, esas cosas son necesarias para tus estudios! ¡Yo te los voy a comprar, en cuanto pueda! - exclamó.
- Sí, igual, está todo bien... - le expliqué - Es bastante plata por semana, así que no sé... - lo previne.
Me miró y puso cara de pocker. Es decir, esa cara de padre que dice: "Hay un tipo que le hace regalos de cosas que aprecia y que realmente le gustan y más adelante la van a raptar, dejará de ser mi hija más chica, la que siempre toma mate conmigo, la que me convida galletitas a la madrugada y yo a este tipo lo voy a cagar a trompadas".