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lunes, 10 de junio de 2013

Nos llamarán a todos. Blas de Otero, hoy.


Con motivo de la publicación de la Obra completa de Blas de Otero (ed. de Sabina de la Cruz, Barcelona, Galaxia Gutember, 2013), me han asaltado los recuerdos. Blas de Otero, como tantos otros autores de la poesía social de los años cincuenta del pasado siglo, fueron echados al olvido -o eso intentaron- por los poetas que introdujeron la postmodernidad en España. Hubo confrontación y poca elegancia en aquella batalla, por ambas partes. Solo se salvaron algunos poetas que habían estado incómodos en la etiqueta de poesía social y no se encontraban en las nuevas etiquetas de las vanguardias formales de los años sesenta. Nada nuevo. El tiempo decanta las cosas, por supuesto. También atempera los enfrentamientos personales. Sobre todo porque vienen nuevas generaciones que rivalizan con los jóvenes de antaño y los colocan en su sitio.

De aquellos poetas que cruzaron el duro páramo de la dictadura -que fueron muchos y buenos-, el nombre de Blas de Otero ha sido uno de los más recordados, aunque haya dejado de leérsele. Un poemario suyo le instala para siempre en la historia de la poesía española: Ángel fieramente humano (1950).

Leí a Blas de Otero con motivo de su fallecimiento, en 1979. Era un adolescente que soñaba comprender el mundo a través de la literatura y la noticia de su muerte me interesó. Con mis pocos ahorros compré un ejemplar de la segunda edición de Poesía con nombres (Madrid, Alianza, 1979), que el mismo poeta había preparado dos años antes. Aún lo conservo, agradecido a las colecciones de libros de bolsillo de Alianza Editorial o de Austral, que me permitieron leer tanto en aquellos años en los que los veranos significaban horas de lectura apasionada. La cubierta es de Daniel Gil: un blanco que, con el tiempo, ha tomado un color ahuesado, con el título en un rojo gastado. Las letras están en relieve y ahora mismo he detenido la escritura para pasar mis dedos sobre ellas.

Poesía con nombres es una antología de poemas escritos por el autor desde 1950 en los que la escritura se centra en un nombre propio. Me gustó aquel libro: Blas de Otero repasaba, en homenaje y juego intertextual, nombres de escritores y personajes que le permitían reflexionar sobre la literatura y España (es una constante en la poesía de Blas de Otero, poco dado a esconder sus fuentes). Allí están Antonio Machado o don Quijote, Sancho o Velázquez, Miguel Herández o José Menese. En la antología se encuentra su poema A la inmensa mayoría -una declaración de poética- pero también está el que quizá sea su poema más logrado, inspirado en una frase que pronuncia Sancho en el Quijote (II, 74): ...porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más... En el poema se denuncia la injusticia en la que se vive en todo sistema falto de libertad, en el que el miedo impera:

Me llamarán, nos llamarán a todos.
Tú, y tú, y yo, nos turnaremos,
en tornos de cristal, ante la muerte.
Y te expondrán, nos expondremos todos
a ser trizados ¡zas! por una bala.

Bien lo sabéis. Vendrán
por ti, por ti, por mí, por todos.
Y también
por ti.
(Aquí
no se salva ni dios. Lo asesinaron.)

Escrito está. Tu nombre está ya listo,
temblando en un papel. Aquel que dice:
abel, abel, abel... o yo, tú, él...

Blas de Otero se lo dedica a Sancho, a Sancho Pueblo, el único que tiene la razón en tanto desafuero:

Pero tú, Sancho Pueblo,
pronuncias anchas sílabas,
permanentes palabras que no lleva el viento...

En efecto, la mayor tontería que puede hacer alguien es dejarse morir, así, sin más, en un momento en el que vienen a por todos y que una bala, ¡zas!, puede trizar tu vida, mi vida. También tu vida. Porque aquí no se salva nadie en estas batallas en las que el enemigo puede cambiar de nombre o de munición, pero las víctimas se llaman siempre de la misma manera.