Jaime Gil de Biedma comienza De moralidades con una consciente autoparodia en la que saca a la mesa de trucos la situación de casi todos los poetas de su generación, a los que recuerda y saluda junto a sus padres y su amor después de poner fecha (domingo 26 de abril de 1959 a las tres de la tarde) y declarar escribir en nombre del mundo:
Finalmente a los amigos,
compañeros de viaje,
y sobre todos ellos
a vosotros, Carlos, Ángel,
Alfonso y Pepe, Gabriel
y Gabriel, Pepe (Caballero)
y a mi sobrino Miguel,
Joseagustín y Blas de Otero,
a vosotros pecadores
como yo, que me avergüenzo
de los palos que no me han dado,
señoritos de nacimiento
por mala conciencia escritores
de poesía social,
dedico también un recuerdo,
y a la afición en general.
Cuando se llega a la conciencia social, qué difícil es no darse cuenta de lo poco que importa tanto como queda fuera de ella y de cómo la historia debe tomar otras sendas:
De todas las historias de la Historia
sin duda la más triste es la de España,
porque termina mal.
(...)
Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.
Aún Gil de Biedma guardaba la esperanza.