Cuánta belleza cabe en tu susurro. Todo es ya complicidad y mirada desde el mismo momento en el que me hiciste sentar a tu lado con ese gesto tan tuyo. Amanecerá y vendrá la batalla: habrá que tomar las calles, pero queda noche que compartir y aun la alondra no anuncia el día, queda noche de verano y todo está -todavía- en calma. Es pronto, es pronto aun y hay una red de caricias y anuncios de besos que me ata a este momento en el que ya he dejado todas las puertas abiertas. Róbame, me dices, antes de irte pero no te vayas, cuando te vayas y cierre la puerta de casa, imaginaré que todo ha sido un sueño, pero no te vayas. Y no puedo, porque ya todo el deseo se concentra en tus labios, solo labios, solo susurros, solo mirada, solo cuello. La brisa mueve -¡con qué cuidado!- la cortina: tu ventana a la calle, donde habrá que estar mañana.