jueves, 16 de julio de 2020

Coraje

"No, no me puede estar pasando esto. No puede ser, justo a mi. Además, ¿qué va a decir la gente?". 

Eso me repetía los primeros quince días mientras hablaba con Galeno. Las primeras semanas dónde todo era un secreto y ya había dedicado treinta noches de conversación consigo. 

- Mamá - le dije, y me acerqué para ser honesta - tengo que contarte algo. 

- ¿Qué pasó, Veinte? -dijo mi madre. 

- Hace un mes, me mandó una solicitud de amistad una persona por las redes. Estamos hablando mucho. Y... me ofreció conocernos en persona. Y te lo quería decir porque estoy meditando hacerlo. 

Mi madre me miró con extrañeza. 

- ¿De dónde es? - quiso saber. 

- De la Provincia de *** - le dije.

Abrió los ojos ampliamente y se quedó callada. Obviamente, no le parecía para nada normal ni cuerdo lo que yo proponía. Es que, lo que mi familia tiene de buena, en ciertas cosas, lo tiene de conservadora. Y yo venía a ser una especie de nueva generación respecto de mis padres, pero además, de mis hermanas. 

-¿Cuántos años tiene? - prosiguendo con el interrogatorio, conteste lo justo. 

- Me lleva muchos años, sí - admití acortando camino - No es nada seguro. Pero quiero que lo sepan desde ahora... Por las dudas. 

- Pero... No sabes ni quién es. ¿Cómo es que quiere venir, de un día para el otro? ¿Qué hace de su vida ese tipo? Además, ¿hablan solo un mes y quiere venir? Mira si te hace algo, estás loca. 

- Es médico. Siguió la misma especialidad que *** - le dije, en referencia a mi hermana que también es doctora - No tiene aspecto de psicópata, ma. Al menos, no de momento. Ha sido muy congruente durante todo este tiempo, lo he buscando y rastreado. Todo lo hace parecer real. Si no, yo no estaría pensando ésto... - le expliqué. 

- Es una locura, Veinteava.  ¿Además, como es que una persona quiere viajar de una provincia a otra? ¿A qué va a venir? ¿Para que se van a conocer? Puede ser un degenerado. 

- Porque nos llevamos bien, me parece bueno que en algún momento nos conozcamos  - le dije - Te lo estoy contando para que sepas , no para que me juzgues, mamá. 

- Pero... Es muy raro. Reconocelo. ¿Qué tipo de relación vas a tener? ¿No te das cuenta que no se sostiene una relación así, a la distancia? ¿Te vas a ir a vivir a ****, estás loca?

- ¿Quien te dijo que íbamos a tener una relación, mamá? ¿Quien te dijo que me voy a mudar a otra provincia? ¡Por Dios, che, no se puede hablar con vos! Sos un prejuicio con patas... Y además... ¿ni lo conozco y ya me querés mudar? Vamos de a poco, mamá. No te mortifiques. 

Me di media vuelta y me fui dando fin a esa charla. 

Un tiempo después, una de mis hermanas, noto que estaba mucho tiempo pendiente del celular. Me preguntó con quién hablaba. 

- Con un amigo. 
- ¿Qué amigo? ¿Un chongo, boluda? 
- Nah. Con un buen amigo. Virtual. 
-¿Virtual? No tenes cara de que sea amigo. ¿Nunca nada normal, vos? - dijo, y se rió levemente. 
- Yo solo te dije que estoy hablando con un amigo virtual. Es un hombre de ***, súper inteligente, leyó mucho, es muy culto. Me gusta hablar de libros. Leemos a Cortázar. Por eso hablamos mucho, tenemos mucho en común. 
- ¿Pero de dónde salió, qué hace de su vida? 
- Me mando hace un tiempo una solicitud de amistad y lo acepte - dije - Es médico, el. Trabaja de eso. Pero le gustan los libros y todo, como a mí. 

En eso, intervino mi otra hermana que hasta el momento permanecía en silencio. 

- ¿Es médico, Veinte? 
- Si. Hace lo mismo que vos. 
- Mira vos... Qué raro un médico con tiempo libre para chatear o leer libros que no sean de medicina - bromeó, porque ella sabe lo que es vivir con eso - ¿Y cuántos años tiene? ¿Se recibió hace poquito? - preguntó. 
- No, hace mucho. Tiene más de 45 años- les dije a las dos. 

Mi hermana hizo un gesto y se llamo al silencio. Otra, me miró y sacudió la cabeza. 

- Siempre viejos, vos. Además, por qué no te buscas una persona común. ¿No podés buscarte gente que sea de nuestra clase social? - me dijo, riéndose, en honor a qué me dice que no soy como ellas a la hora de elegir.

- Che, yo soy de la misma clase social que ustedes - dijo mi hermana mayor, la doctora.

Me sonreí. 

- Loco, que exagerada que sos- le dije a mi hermana que había empezado con lo socioeconómico - Cómo si yo saliera a la calle con un cordón para cazar tipos, déjame de joder... - le dije - No busqué nada... El tipo vive en otra provincia, además, qué te creés... ¿Vos pensas que va a pasar algo? ¿Querías saber con quién hablaba? Bueno, hablaba con el. Punto. Fin del tema.

II

Pasaron dos meses y medio de esas charlas con mis hermanas, mi madre y también mi padre. La única persona que recibió la idea de primera mano y sin prejuicios fue mi mejor amiga. Ella me ayudó en todo. Me ayudó a entender lo que me estaba pasando y comprendió la situación desde el amor y la libertad. Siempre le digo a Galeno que sin ella, nosotros dos, quizá no nos conoceríamos. Que es como el sponsor oficial de nuestra historia. Y hay mucho de cierto en esto.

Porque lo cierto es que a mí los comentarios no me afectaban del todo, principalmente, porque tenían algo de lógica. Yo no creia que posible vivir una historia así. Yo tambien tenía miedo de que fuera un engaño. Entonces, ni me lo tomaba personal. Lo único que para mí tenía relieve era todo aquello que me iba haciendo sentir una persona que no había visto ni siquiera una vez, por el nivel de realidad con el que se manifiestaba.

Estaba feliz. Me despertaba de mejor humor. Veía los días más lindos porque ninguno era igual al otro. Y me gustaba mucho cuando podía hablar con alguien y contarle como me había ido, con la misma intensidad en la que pretendía escucharlo. No, no era una pasión desmesurada ni un arrebato demencial. Era algo mucho más profundo. Algo que tenía que ver con haberme conectado con mi identidad y que justamente en ese preciso momento se hubiera cruzado en mi vida una persona que parecía ser compatible a ese nivel.

Hasta que un día, me levanté y le dije a Galeno que no me animaba a recibirlo en Buenos Aires. Que por un lado lo quería conocer pero por el otro no. Que me perdonara, que era demasiado para mí. Y que tenía mucho miedo porque no me sentía capaz de vivir algo así.

Con el tiempo, comprendí que yo no me sentía merecedora de algo original, distinto al menos de lo que tenía como referencia en mi familia o amigos. Y por eso, aunque una parte de mi daba la razón a todo lo que decían los demás en favor del sentido común, la otra, la más anudada a mi identidad, ni podía creer lo que estaba pasando .

III

Todavía recuerdo la tarde donde llegué a terapia y le dije a mi psicóloga que tenía que hablar de algo. Le expliqué por qué no había hablado antes con ella. Y finalmente, lo expresé todo. Acababa de decirle a Galeno que no viniera y me había dado cuenta que no iba a poder vivir con esa decisión. Por eso, sentía que tenía que ponerlo en palabras. Para ser virtual, todo, se estaba tornando demasiado real.

- Yo sé que es una locura. Lo sé, por eso le dije que no... Se que puede ser otra persona. Pero te juro que no lo siento así en este caso, algo me dice que es cierto... Al contrario, te podría decir que sin haberlo visto una sola vez es más real que cualquier otro chico que veo todos los días en mi trabajo. 

- Bien. Suponiendo que Galeno es real, sacando la posibilidad de que sea un farsante... ¿Por qué es una locura conocer a alguien por Internet, en estos tiempos?

Me quedé callada.

- No me entra en la cabeza como otra persona viaje desde otra provincia para verme. Eso es lo que me frena más. No toda la gente lo hace. Es algo muy raro. No le pasa a todos...

- No, es cierto. No le pasa a todos... Pero a vos te está pasando, Veinte. Y aunque vos me digas que todo era virtual, yo aquí veo algo muy real en vos. Te afecta en el plano real. Vamos a trabajar está cuestión y el por qué de esa decisión. Ahora yo te pregunto algo y me gustaría que reflexiones sobre esto: ¿por qué no te puede pasar a vos, más allá de lo que le ocurre a los demás?

IV

Lo que no fue en septiembre, fue en octubre. El mes dónde después de mucho trabajo interior y silencioso, le dije a Galeno que si. Que quería conocerlo.

Ya no me importaba la diferencia de edad ni la distancia. Quería conocerlo, en virtud de todo lo que habíamos compartido virtualmente esos meses. Quería conocerlo porque sentía que no me lo podía perder, que era demasiado compatible con lo que alguna vez había anhelado ver en alguien como para resignarme así sin más. Quería ser valiente y aprovechar cada una de las oportunidades que me regalaba la vida.  Y si, a mí criterio, era una locura. No era nada que pudiera haber planeado. Pero necesitaba honrar mi propia identidad... Y estaba dispuesta a correr riesgos.

Y así lo hice. Fue en el décimo mes del año dónde le dije que si quería verme sacará los pasajes cuando pudiera y que yo lo esperaba, que había tomado una decisión correcta y que no me iba a arrepentir. Le prometí que está vez iba en serio, y le propuse que lo pensara un poco, que ni me iba a disgustar si ya no quería venir. "Yo nunca dude sobre ir a verte", me dijo, y prometió que se iba a poner en campaña para sacar los pasajes de avión cuanto antes para la fecha que habíamos acordado.

V

Galeno no me hizo esperar demasiado.  A los pocos días ya tenía arreglado el panorama general.  Había buscando un reemplazo para su trabajo, había sacado los pasajes en avión y había reservado un hotel en CABA. Pim-pum-pam. Ya desde ahí empezaba a demostrarme la intensidad que maneja una vez que toma una decisión y la gran determinación que siente cuando quiere algo. Empezaba a ser diferente a todos los que yo conocía. 

A fin de cuentas él era tan cotidiano y verdadero en mi vida, que conocerlo me parecía el acto más necesario y más valiente en veinticuatro años. No podía negarlo más, dijeran lo que dijeran, nada de eso me representaba. Nada hablaba tanto de mi propio deseo como esa posibilidad.

Y vaya si era cierto. 

A casi un año del comienzo de esta historia, Galeno ya es parte de mi vida. Mis padres, cotidianamente, me preguntan por el. Mi madre le puso un apodo simpático. Y mis hermanas ya lo tienen incorporado. A su manera, con apertura mental y afecto hacia mi, lo han aceptado y yo hasta he mandado fotos de algún que otro paseo al grupo familiar, cuando estamos juntos. 

Conforme pasa el tiempo, no obstante, reflexiono y admito que jamás imaginé que esto me fuera a pasar a mi. Que yo, una persona tan común y corriente, pudiera convocar algo semejante en otra como para que a su edad se tirase así a la pileta. Pero pasó. Y arrasó con todos los prejuicios que cada uno de los participantes de ésta historia (principales y secundarios), tenía. Porque lo que menos me imaginaba aún es que Galeno me iba a conmover así. A mí. Si. Después de tantos años y de experiencias feas. 

 ¿Que va a decir la gente? Eso solía preguntarme. Ahora conozco la respuesta y, la verdad, lo que diga, me tiene sin cuidado. Nosotros tomamos la decisión correcta. Aún con veintiséis años de diferencia, nos unió la vida y su circunstancia.

Creo que eso no puede ser casualidad. Los planes divinos no tienen margen de error. Sólo se necesita mucho coraje para andarlos. 


1 comentario:

  1. Y resultó que tenías razón, fue todo un acierto.
    Y te dio felicidad, en más de un momento. Descubriste cuanta afinidad tenían.
    Espero que vuelvan a encontrarte. Merecés la felicidad.
    Besos.

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Veinteava