Ése atardecer lo miramos desde un octavo piso. El octavo piso que ocupa en la Ciudad Capital de la Provincia de ***. Nos quedamos callados, contemplándolo, sin que supusiera éso un problema. Miramos, a la izquierda, el resto de la gente retirarse de la pileta y al personal del natatorio empezar a juntar sus cosas.
- Ya se va la gente de la pileta - musitó Galeno, acostumbrado a los movimientos del barrio privado donde vive hace ya varios años.
Miré ese escenario sintiéndolo como lo que era, es decir, como algo extraño para mí, ajeno a mi mundo.
- ¿Siempre están acá?
- Mientras haya gente en la pileta, tienen que estar los guardavidas - me explicó - Es parte de las reglas... de acá.
Asentí con la cabeza pensativamente.
- ¿Alguien externo puede pasar a hacer uso de algo? ¿Pueden usar el spa o el solarium? - le pregunté, porque no sé si por la arquitectura o qué intentaba entender para qué tanta magnificencia.
- No, sólo la gente del complejo y los invitados a los que uno les haga una autorización - me explicó.
Miré a Galeno, seguramente, con la ajenidad manifiesta en el rostro.
- Y sin embargo, lo más lindo, sigue siendo lo simple - le dije, y le señalé con los ojos la esplendorosa vista de ése anochecer tan prematuro.
Nos quedamos en silencio, mirando cada uno hacia un punto diferente.
- Por eso, cuando la gente se queja de estupideces, me enoja tanto - musitó.
Miré a Galeno por un instante y me acerqué un poco más a él, casi cancelando la distancia.
- La gente siempre va a tener algo para decir - admití - Creo que lo único que podemos hacer es seguir apreciando lo que se tiene en el momento donde se lo tiene. Y ya está.
Galeno asintió con la cabeza.
- Por eso, no entiendo a esa gente que se queja. He conocido tanta gente que se queja y no sabe lo que realmente es...
- A veces, es mejor no ser como esa gente. En especial, cuando sabés lo que es, y cuando ya tuviste la experiencia. No hay que olvidarse de apreciar y de valorar los buenos momentos.
- No, jamás - sentenció.
Lo miré, le sonreí levemente y me quedé callada.
- ¿Dónde vamos a ir a comer nosotros dos? - me preguntó, con otro tono.
- A donde usted quiera, señor, soy turista - le dije, en broma.
- ¿Te querés bañar primero vos? - me preguntó, cortés.
- Hoy sí - dije, acariciándole la espalda - así me arreglo un poco mientras vos te duchás y no me esperás...
- Dale - me dijo Galeno, sonriéndome, y se dispuso a entrar de nuevo al departamento. Yo me quedé un instante más meditando lo extraña que es la vida como para haberme llevado a ese lugar y, como si saliera de un trance, me fuí a buscar ropa limpia a la habitación.
Una vez que él se dedicaba a leer desde la tablet y mirar algunas cosas en su celular, lo dejé hacer.
- ¿Puedo pedirte una toalla? - le dije, en un tono formal, antes de cerrar la puerta y entrar en el cuarto de baño.
Él se rió, y me contagió, porque me le aparecí en ropa interior como si fuéramos largos convivientes.
- Sí, claro, disculpame - musitó y me acompañó hasta el sitio de las toallas limpias dentro de un enorme armario - No ibas a tener con qué secarte ... - admitió.
- Ni con que cubrirme... Qué desgracia - ironicé.
- Por favor, chicos - me burló.
- Gracias - le dije, y antes de irme, se lo pregunté: - ¿Ya elegiste un número?
Asomando la cabeza desde el otro ambiente, Galeno afirmó.
- Sí. El uno.
Me reí. Era el mismo que yo había elegido, la opción de lencería que me gustaba más.
- ¡Buenísimo! - le avisé y me salí de su campo visual.
Una vez que salí, y que a su vez Galeno entró en el baño, me dediqué a cambiarme, pasarme todas las cremas que uso a diario, a peinarme y a maquillarme. Elegí un jean de color azul oscuro, una camisa de mangas cortas a rayas muy bonita y me maquillé lo justo y lo necesario.
Él salió del baño, envuelto en una toalla, justo cuando me estaba terminando de acomodar el pelo. Lo miré a través del espejo y le sonreí muy levemente. Galeno se me quedó mirando, desde atrás, sonrió e hizo un gesto de aprobación con el rostro.
- Te pusiste la camisita... - musitó, con un tono divertido.
- No quiero que tu único recuerdo mío sea la cara ojerosa o irritada por el sol - lo burlé.
- Tengo otros recuerdos, yo - dijo, y se fue para la habitación.
Sacudí la cabeza, me reí por lo bajo, y lo dejé vestirse. Una vez que terminó de acicalarse, es decir, de calzarse su remera negra lisa y sus Levis, asentí con la cabeza y me lo quedé mirando.
Galeno fue al baño y, desde lejos, pude observar como se ponía su perfume, es decir, un detalle suyo que me convoca el deseo casi sin fallos.
- ¿Ya estamos? ¿Vamos? - me preguntó.
Tomé mi cartera bordó, me puse mi campera de cuero, y con un gesto dí la aprobación. Cuando nos subimos al ascensor, directo hasta la playa de estacionamiento interna, lo miré en el espejo.
- Veni - le pedí, haciendo que agachara su cabeza - Tenés una antenita - le expliqué y lo peiné con los dedos de mi mano.
Le sonreí cuando terminé. Galeno me miró con una sonrisa sin mostrarme los dientes.
- Me gusta esa cartera - admitió - y la camperita está linda también
Lo miré, riéndome.
- Me encanta cómo te fijas en todo, vos... ¿Yo soy ojitos, al final?
- Pero por supuesto que me fijo en todo... - bromeó.
- No te vas a salvar de mis ojos, te advierto eso - le respondí.
- ¿Y quién te dijo a vos, pendeja, que yo me quería salvar? - espetó.
Me reí y seguimos andando.
II
- ¿En serio?- le dije, mientras trataba de conmensurar el gran placer que me estaba haciendo sentir con sus caricias, sus besitos, sus masajes - no me hagas eso, si no querés que me muera - supliqué.
Galeno siguió besándome muy despacio, con toda la paciencia del mundo y la experiencia de sus años, la línea del cuello, la nuca, la espalda... Ante mi clara aceptación, se rió por lo bajo y lo siguió haciendo, incluso con más delicadeza y más expectación.
- ¿Sabés lo que quiero yo? - me preguntó.
- No - le dije, como pude.
- Que disfrutes como lo estás haciendo - me dijo, al oído - Me encanta que disfrutes así... - añadió y a mí se me puso toda la piel de gallina. Sentí un escalofrío atroz que me recorrió completa. Un estremecimiento general. Algo que sólo Galeno logró conmigo hasta el momento.
- Dios mío - le dije, ni bien envolvió todo mi pelo con su mano para despejar el área y seguir arrastrando sus labios por mi espalda, mientras mordía muy despacio parte de mi cuello y llenaba de besos húmedos mi nuca - no podés hacerme ésto así de bien - me reí, por lo bajo. Y cuando creí estar un poco más en tierra, mi cuerpo le siguió respondiendo más y más y más... -
- Soy todo tuyo... - me dijo, mientras nos quedábamos acostados frente a frente, casi robándole el uno al otro el aire.
Lo atraje hacia mí sólo unos milímetros para besarlo, apretujarlo y grabar mi cuerpo en el suyo.
- Yo también soy toda tuya, sabés que sí - afirmé, dispuesta a demostrárselo, enderezándome, dispuesta a cambiar un poco la perspectiva de los cuerpos. Y se lo demostré con creces. Incluso yo misma me sorprendí, porque salió a la luz algo mío que jamás había salido con otra persona y eso fue una especie de revelación.
Al día siguiente, de hecho, Galeno todavía recordaba complacido el episodio que yo había llevado adelante la noche pasada.
- Qué bien que estuvo - me dijo, con ojitos brillantes - Nunca me habías hecho algo así. Espectacular.
Lo miré, sonreí y asentí con la cabeza.
- Lo que pasa es que vos sos tan generoso conmigo, que sacás mi lado sexual más dulce... - le expliqué.
Se rió.
- Que seas dulce, toda hermosa vos, me vuelve loco - reconoció.
Ésa frase le salió con mucha más tonada que las demás, por lo que me reí levemente y revoleé los ojos.
- Me va a dar un ACV con esa tonada, mi *** - argumenté, mientras lo llamaba por el gentilicio de su provincia, es decir, el apodo que lleva y que uso como si le dijera mi amor - Yo te suplico que no me repitas esa frase porque cagamos... - le dije, en un torno que reconozco como dulcificado, sí, sin que pudiera evitarlo. Y me la repitió.
Como para que después no ande uno sacando sus lados más dulces, empáticos y sentimentales cuando pasan las cosas que pasan.
se me ocurrió pensar si se nota la diferencia de edad entre ustedes... hablo del aspecto... a los 50 ya nos empezamos a arruinar nosotros jaja...
ResponderBorrarpero se sincera eh! no como lo ves sino como lo es realmente! ja saludos
Hola, JLO!!
BorrarSiendo sincera, sí, se nota un montón. Yo parezco más chica en apariencia, no me dan veinticinco casi nunca. Y el, pese a que está "bien conservado" (cuida su dieta, casi ni panza tiene, por ejemplo), no deja de tener la edad que tiene. Eso implica que todos los rasgos sean de un hombre de cincuenta y un poquito más. Yo siempre pensé que, comparado con gente de su generación, está re bien. Acá todos los que lo vieron en fotos (amigos y familia) me han dicho que parece más joven de lo que es... No sé. Yo lo veo de la edad que tiene.
Creo que fui sincera jaja. Al menos, te contesté con total franqueza estética.
Besos
volví a ver que contestaste jaja... pero vos lo ves mas grande de lo que parece entonces? porque no coincide lo que vos decís de lo que dice tu gente conocida...
Borrarigual ahora justo no es momento de preguntarte nada mas jaja... ya te va a hablar y nos contarás...
La cosa es así... Cuando yo le muestro fotos donde estamos juntos a mi familia, todos me dicen que parece más joven de lo que es. Que "está bien conservado". Yo, en cambio, si bien reconozco que está bien conservado, no lo veo más joven de lo que es. Para mí tiene 51 años, y dentro de su generación, se mantiene re bien, pero tampoco es que tenga treinta o cuarenta... Yo creo que mi familia me lo dice más por mí que por él, eso que parece más joven... O se vé que les dá esa sensación en las fotos cuando estamos juntos, aunque se nota la diferencia.
BorrarDe todos modos, creo que siendo aún más honesta, a mí me atrae físicamente. Aún si me dijeran que parece un viejo de setenta, si me gustara, me pasaría lo mismo. El deseo no es algo que se pueda encuadrar en lo estético muchas veces.
Aunque no esté todo en buenas condiciones, Galeno no avejentó veinte años, che jaja.
Besos.