Con Galeno hemos hablado, hace un tiempo, que lo que ocurrió con nosotros fue el arte de la no-seducción. Si, así lo denominé yo para explicarle lo que había sentido al poco tiempo de empezar a hablar.
Un día me agregó a una red social como quien envía una solicitud por los azares de Internet. Yo lo acepté, aunque me tomé mi tiempo para hacerlo, por creer que era una página cultural y no un perfil individual. Pasamos unas dos o tres semanas sin hablarnos, sólo intercambiando likes. Hasta que compartió algo de mi novela preferida y le escribí, sí, yo le escribí, para preguntarle algo sobre el libro. Para mí, ese gesto, lo juro por lo que más quiero, no fue seducción. Realmente, fue curiosidad. Estaba transitando una etapa en la que estaba siendo muy feliz soltera, donde no me interesaba estar con nadie y donde me había cansado un poco de los típicos diálogos pseudo afectivos que tenía con algunos masculinos donde todos terminaban, a la larga o a la corta, pidiéndome nudes. Galeno, como me contaría después, hablaba con algunas señoras y señoritas... pero se aburría rápido. Eran, me diría, las típicas charlas superficiales que tanto lo hastiaban. Andaba podrido de la misma cantinela pero, además, sentía que necesitaba un "un baño de humildad", algo que fuera genuino entre tanta frivolidad. Yo con el tiempo entendí que necesitaba una mujer que no quisiera salvarse consigo. Sino, una persona que lo aceptara siendo como era sin ver en su profesión o en su nivel social, un trampolín fantasma. Y también con el tiempo comprobé que necesitaba un hombre que me dejara de mostrar lo que tenía a nivel material para mostrarme lo que era.
Creo que eso fue lo que nos unió, en un primer momento: el cansancio sobre "los demás". Empezamos a notar que con el correr de los días nos gustaban las mismas cosas, podíamos hablar con cierta propiedad intelectual de muchos temas y el tiempo pasaba súper rápido cuando lo hacíamos. No, no nos aburríamos. Ni yo de él, ni él, increíblemente, de mí.
A decir verdad, nosotros dos no empezamos esta historia diciéndonos cosas lindas. Hablamos de libros, de arte, de música, de política, de historia y de filosofía. Encontramos, si se quiere, en una primera instancia, un compañero intelectual a la altura de las circunstancias. Y para mí, eso, estaba buenísimo a decir verdad. Aunque no lo conociera en persona, tener alguien con quien hablar de todo cuanto me gusta (y no suelo compartir con quienes me rodean) , era genial. Aunque lo más curioso , y bueno, fue que para Galeno también estaba bueno a los cincuenta años haber encontrado una chica de veinticinco que le siguiera la corriente así. "Es lindo hablar con vos", me dijo un día... y yo no pude menos que reconocerle que me pasaba igual. Me gustaba hablar con él. Cada día, de hecho, me gustaba más.
Con el paso del tiempo, mientras cada uno de nosotros nos íbamos contando nuestras vidas, todo se dió muy rápidamente. Galeno no era la clase de tipo que me pedía nudes, sino, la clase de hombre que escuchaba mis opiniones. La clase de tipo que no me decía todo que sí porque se quería acostar conmigo. Aquélla clase de persona que, por haber vivido mucho más, estaba dispuesto a mostrarse tal cual es sin miedo a ser juzgado. Un hombre que no venía a demostrarme nada, sino, a hablar un poco y darse a conocer. Y, desde todos esos aspectos, para mí, era muy lindo haber encontrado una persona así. ¿Por querer algo consigo? No. Solamente, porque me había bien saber que en algún lado existía gente con la que me podía entender; porque me hacía reconfirmar que yo jamás me tenía que salir de mi esencia. Que estaba bien si no me entendía con todos, porque estaba buscando y eligiendo conexiones genuinas.
Ya luego de varios meses de conversación, Galeno me habló de lo que sentía antes de que comencemos a chatear a diario y a hablar por teléfono algunas veces por semana. Me dijo que yo lo bajaba a tierra, que lo hacía sentir contento, porque era real. Yo le expliqué que mi vida era tal como se la contaba en Buenos Aires; que yo trabajaba y estudiaba porque quería estar mejor y que era una persona honesta, que no quería joderle la vida a nadie. Él me explicó toda su vida y, de a poco, sé que me voy enterando de una historia personal que todavía no he terminado de desanudar. Por cosas extrañas de la vida, descubrimos que ambos tuvimos una infancia peculiar, que somos de esa gente a la cual no le gusta todo el mundo. Que cada uno en su generación y en su tiempo, había sido un poco el bicho raro. También descubrimos que a los dos nos gustaba leer desde pequeños, quizá porque no nos entendíamos muy bien con el común de la gente, así que teníamos pocos amigos que no fueran libros.
No, no fue importante el dinero. No, ni me importa ni me importaba su puesto, ni su trabajo y luego de hablar durante meses, de casualidad, me contó que vive en un barrio privado. Realmente, lo único que yo quería era un hombre real a mi lado. Una persona que de alguna manera tuviera la posibilidad de venir a verme, no solo desde el dinero, sino, desde la intención. ¿Qué importaba lo demás? Sin ir más lejos, cada esfuerzo hecho de mi parte para ir a verlo, se gesto con el corazón y con un dinero dignamente ganado, más allá de que no pertenezxo a su clase social ni vivo en un barrio privado.
Y eso, por su forma de ser y por la mía, logro vencer un gran prejuicio en mi. Logro hacerme entender que , a veces, lo que desea esa gente es un poco de realidad. Y es exactamente lo que uno busca a la vez. Que cada uno en su instancia le de al otro un poco de verdad.
No, no fue importante el dinero. No, ni me importa ni me importaba su puesto, ni su trabajo y luego de hablar durante meses, de casualidad, me contó que vive en un barrio privado. Realmente, lo único que yo quería era un hombre real a mi lado. Una persona que de alguna manera tuviera la posibilidad de venir a verme, no solo desde el dinero, sino, desde la intención. ¿Qué importaba lo demás? Sin ir más lejos, cada esfuerzo hecho de mi parte para ir a verlo, se gesto con el corazón y con un dinero dignamente ganado, más allá de que no pertenezxo a su clase social ni vivo en un barrio privado.
Y eso, por su forma de ser y por la mía, logro vencer un gran prejuicio en mi. Logro hacerme entender que , a veces, lo que desea esa gente es un poco de realidad. Y es exactamente lo que uno busca a la vez. Que cada uno en su instancia le de al otro un poco de verdad.
II
¿Qué fue para mí la verdad?
¿Qué fue para mí la verdad?
Cuando hablamos de lo curioso que fue conocernos, creo que Galeno hizo lo que ningún otro hombre había hecho hasta el momento: mirarme sin prejuicios y no intentar seducirme a la primera con los lugares comunes. Éso fue verdadero. Real. Algo que nunca me olvidaré. Precisamente por ser todo lo que yo necesitaba en ese momento dónde no creía en nadie ni en nada que pudiera atravesarme.
Si, hizo algo fuera de lo común para mí y, cuando yo no creía que podía pasar a mayores, se animó a tomar un avión a Buenos Aires sólo para verme. Así. Eso. Como si fuera lo más natural del mundo tomarse un avión para conocer a una milenial de veinticuatro años - por entonces - cuando no tenías ninguna cosa asegurada.
Y con ese gesto, pero además con todo el contexto y con el haberme esperado tantos meses a qué estuviera lista, me conquistó.
Si, hizo algo fuera de lo común para mí y, cuando yo no creía que podía pasar a mayores, se animó a tomar un avión a Buenos Aires sólo para verme. Así. Eso. Como si fuera lo más natural del mundo tomarse un avión para conocer a una milenial de veinticuatro años - por entonces - cuando no tenías ninguna cosa asegurada.
Y con ese gesto, pero además con todo el contexto y con el haberme esperado tantos meses a qué estuviera lista, me conquistó.
Quizá nuestra historia no dure para siempre, la verdad, pero no puedo dejar de reconocer lo mágica que fue nuestra manera de comenzarla. Cómo fue que, sin previo aviso, Galeno se me metió en la vida y yo poblé la suya. Cómo fue que le contó a sus amigos y yo le dije a mi mejor amiga que era el tipo de tipo - es decir, la clase de persona - que tenía todo lo que yo quería en un hombre a nivel intelectual... Y finalmente sucedió todo lo demás aunque parecía una locura por entonces. Cosas que solo le pasaban a los demás o en las novelas de la televisión.
III
- ¿Sabés lo que más me gustó de vos, cuando recién nos mensajéabamos? - le dije, el otro día.
- ¿Qué?
- Que no me decías que sí a todo , que no me dabas siempre la razón - admití, y me reí sola - Fue clave ese aire de no-seducción.
- Yo solamente le digo todo que sí a la gente que no me importa - me contestó, entre otras cosas - Y todo entre nosotros se dió muy tranquilamente. No estaba en los planes tener una historia. Paso así.
- No, la verdad que no. En los míos, por lo menos, no. Empezamos hablando de libros, súper normal todo... Si yo hubiera pretendido seducirte, te lo juro, la cagaba. No sirvo para eso, la verdad.
- Así fue, las primeras charlas eran así, hasta que después todo se fue dando... - admitió - Si yo hubiera intentado, seguro me bloqueabas. Me hubiera salido mal. Pero se dió así, como tenía que darse.
- Y salió bien - le recordé.
- Siii. Por suerte. Estuvo bueno habernos conocido - me dijo.
- Sí. Tuvimos suerte de habernos encontrado - le recordé.
Y creo que sí, que pese a todo, si dentro de todas las remotas posibilidades nos tuvimos que encontrar en el mundo, algo bueno debe haber.
Galeno sigue siendo para mí la posibilidad de contar la historia que deseo. La historia que el miedo no me impidió hacer realidad. La historia que Él no tuvo el coraje de vivir y la que me hirió pensando que jamás iba a volver a conocer a alguien más. La historia en la que yo siempre pensaba cuando anhelaba algo. Y la que había perdido las esperanzas de concertar.
A veces las historias no tratan estrictamente de lo que pensamos que tratan. A veces, todo lo que conllevan, es el núcleo principal.
Supongo que ese es nuestro caso.
Y creo que sí, que pese a todo, si dentro de todas las remotas posibilidades nos tuvimos que encontrar en el mundo, algo bueno debe haber.
Galeno sigue siendo para mí la posibilidad de contar la historia que deseo. La historia que el miedo no me impidió hacer realidad. La historia que Él no tuvo el coraje de vivir y la que me hirió pensando que jamás iba a volver a conocer a alguien más. La historia en la que yo siempre pensaba cuando anhelaba algo. Y la que había perdido las esperanzas de concertar.
A veces las historias no tratan estrictamente de lo que pensamos que tratan. A veces, todo lo que conllevan, es el núcleo principal.
Supongo que ese es nuestro caso.
Casi que planteás una paradoja, como seducir con efectividad, no teniendo la intención de hacerlo. Y viajando para conocerse personalmente.
ResponderBorrarMe parece que la diferencia de edad los unió.
Besos.