martes, 28 de enero de 2020

Cuando toca la campana

Cuando Galeno hace las valijas en silencio, silbando una canción, o haciendo algún comentario breve sobre el día siguiente donde abordará un avión rumbo a su provincia natal. Cuando Galeno sale de la ducha, se cepilla los dientes y se rocía el cuerpo con su perfume francés. Cuando Galeno recoge sus últimos detalles y los mete dentro de un neceser que tiene la marca de un laboratorio que fabrica leches de fórmula para recién nacidos y prematuros, que casualmente yo tomaba cuando era muy chiquita. Cuando Galeno acomoda mis alfajores en la valija procurando que no se le aplasten. Cuando llega el momento donde tiene que hacer el web check-in un día antes de irse y se toma un momento de silencio y yo ya empiezo a sentir una especie de quemazón en la panza.  Cuando me deja la bolsita con los regalos comestibles que me trajo de su provincia, y dentro, se olvida el pasaje de ida, como si fuera parte de un recuerdo accidental pero simbólico, igual que la primera vez, con aquél papel en el baño. 

Cuando Galeno se viste, eligiendo la ropa sin demasiado detenimiento, y se calza sus Levis antes de salir. Cuando Galeno se sienta en la cama y en silencio se ata los cordones de las zapatillas. Cuando da vueltas por la habitación y mira hasta debajo de las camas, evitando olvidarse algo. Cuando Galeno termina de armar las valijas, sabe que es el momento de irse al aeropuerto, y yo no puedo más que mirarlo en silencio, como si por dentro, se leyera un cartel luminoso rezando "me da mucha lástima que te vayas, pero deseo que llegues bien a tu casa". 

Ése es el preciso momento donde bien ha valido la felicidad y empieza a ser necesaria la fortaleza.  Entonces, nada más nos miramos frente a frente, por unos momentos , como si nos dijéramos que todo está listo.  Me acerco, despacio, y lo abrazo sin decirle nada. Galeno me corresponde pegándome a su cuerpo, con fuerza. Suspiro y bajamos hasta la puerta de calle, donde nos quedamos cinco segundos antes en la puerta. 

- Desayuná - me dice, procurando que coma - Y dormí otro ratito, no corras... Todavía es muy temprano. 

- ¿Me avisás cuando aterrizás, si? - sonríe y me dice que sí con la cabeza 

Nos acercamos mutuamente para fundirnos en un abrazo. Es de esos abrazos largos, y desde mi lugar, llenos de gratitud. 

- Quiero un beso - le digo, burlándolo, poniéndole la boca en forma de trompita. 

 Galeno sonríe y sin decirme nada me besa varias veces, algunas más largas que otras, mientras me levanta un poquito el vestido. 

- ¿La pasaste bien? - me dice, por primera vez en esos días de convivencia que están acabándose. 

- ¿Cómo te dije la otra vez, te acordás? "Fui feliz este fin de semana, Galeno" - le repito - Sí, fui feliz este fin de semana - insisto. 

- Me alegro mucho - dice, y sale con sus valijas detrás. 

No quiero decirle chau, adiós o hasta pronto. Él, parece, tampoco quiere. 

- ¿Vas a desayunar? Comé algo antes de irte a tu casa - insiste. 

- Te prometo que sí. 

- Bueno... ok, te creo - dice 

- Cuidate, que tengas buen viaje - le digo, tratando de mantener la compostura 

- Vos también. Contame qué tal están tus huevos revueltos, después - me dice, con una sonrisa. 

Es que ésa era nuestra elección común de todas las mañanas y hablábamos todos esos días de lo buenos que estaban. 

- Prometido - le digo. 

Me sonríe, me saluda casi con una mano... y se va. 

Un rato después de irse, mientras tanto, me quedo sentada en la cama del hotel. Me doy cuenta que Galeno se dejó algo, por lo que le escribo y le aviso. Estoy aturdida y un poco triste, así que me acuesto de su lado de la cama sin querer reconocer del todo lo que estoy sintiendo. Tengo que hacer el bolso, juntar mis cosas , darme un baño y bajar a desayunar. A retornar a mi casa, con mi familia y una lista de largos etcéteras. Pienso en eso, pongo música de fondo y mientras desde el celular alguien canta, prosigo. 

De pronto, ni siendo una hora de distancia concreta, me llega un mensaje de Galeno respondiendo al mío y despreocupándome. 

- Desayunaaa - me dice, a modo de despedida, cinco segundos antes de embarcar - Estoy por embarcar, ya. 

- Buen viaje, buen regreso a tu casita - le deseo, y empiezo a cargar mis petates sin pensar qué pesa más, si la ropa a las despedidas. 

Cuando ya estoy de nuevo en casa, rodeada de mis cosas, un mensaje de Galeno vuelve a despabilarme. 

- Ya estoy en **** . Acabo de aterrizar - me avisa, cumpliéndome. 

- Y yo desayuné. Te saqué una foto - le digo, y adjunto un archivo multimedia del desayuno que supimos disfrutar. 

Porque cuando Galeno se va, efectivamente, una especie de niebla de felicidad tarda en disiparse. Y acerca de lo que sobreviene, es mejor ni hablar. 

2 comentarios:

  1. Por suerte, se producen nuevos encuentros.
    Besos.

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    Respuestas
    1. Sip. Ésto, de todos modos, fue del encuentro pasado. Pero creo que los recuerdos van bajando de a poco, a medida que pasa el tiempo, y se ven más claramente en perspectiva.

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Veinteava