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martes, diciembre 10, 2024

Tamara Kamenszain / Tres poemas




Envuelta en ropa sucia que te dejo
me dejo ir subida a tres saludos
familia mía ustedes me retornen
amiguen ese andén hasta la casa
qué rieles toquen vidas paralelas
qué vidas cruz en señas de los trenes.
Somos cuatro. Dos (por cuatro)
en la rosa de los vientos
a la luz cardinal de nuestras noches
brillamos más, fugaces
multiplicados todos por la espera.
Quien se va prendiendo del que queda
una moral, un guiño de linterna a
campo abierto arrastra su valija.
La cargo sola. Pido mi descarga:
desde atrás, escudo de la muerte,
brazos cruzados de mi abuela
en candelabro.

Vida de living, 1991


Otra vez en el bar de las mujeres
me tomo la copa del olvido.
"El tango es macho"
cantan mis amigas
pero según el tango
ellas son musas tristes
o se ven
como muñecas marchitas
de vodevil.
Y a juzgar por mí
(gran olvidada de mí)
no sé si nosotras ahora
formamos una orquesta 
             de señoritas
o sin son ellos muchachos de antes
los que ahora tocan de oído
nuestro repertorio
mientras nosotras
antes también pero de apurar la copa
ya entonábamos mal.

Tango Bar, 1998


Antepasados

¿Adónde van?
Me voy con ellos desciendo de mis hijos
hasta donde quieran llegar astros rodantes
si a la hora del nacimiento calcularon ascendiente
no lo abandonen más.
Desde el Mar Negro hasta el Estrecho
se naturalizan conmigo de mí vienen
chicos de apellido descompuesto
viajando para ser argentinos
inmigrantes por vomitar en cubierta
dados vuelta nos vuelven a nosotros
como vinilo rayado de beatles
de Rusia para acá
y de aquí a la URSS que fue
dueños de un desierto que avanza
bisabuelos de la nada.

El ghetto, 2003

Tamara Kamenszain (Buenos Aires, 1947-2021), La novela de la poesía. Poesía reunida, Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2012

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jueves, julio 29, 2021

Tamara Kamenszain / De "La novela de la poesía"

 
La prosa poética ya fue
La novela lírica con evocaciones de infancia
Ya fue ya fue
La poesía que se las da de narrativa
También ya fue salvo cuando cuenta


(...)


Conclusión:

Entre el dolor y la alegría
De estar viva
Escribir poesía para mí
Es dar y recibir una promesa
De supervivencia
Hay corte de verso pero también hay
un verso que se encabalga con otro
Si van de la mano ¿cuentan algo?
No sé pero te aseguro
Con toda el alma quieren seguir contando
Para que mañana si me queda tiempo
Yo te pueda pasar en claro mi cuaderno
Escribirte por ejemplo un ensayo titulado
LA NOVELA DE LA POESÍA
¿Será eso hablar de la muerte?
Vos sabrás.

                            Mayo - octubre de 2011

Tamara Kamenszain (Buenos Aires, 1947-2021), "La novela de la poesía", 2012, La novela de la poesía. Poesía reunida, Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2012

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sábado, junio 08, 2013

Poemas elegidos, 14


Tamara Kamenszain
(Buenos Aires, 1947)

Bajo las estrellas del invierno, de Héctor Viel Temperley
Viel Temperley es para mí nuestro poeta más alto (sé que mi afirmación puede sonar fundamentalista, pero bueno, me arriesgo, así somos los fans…) Es el poeta de la modernidad tardía que al mismo tiempo nos tira adelantos de cómo será la estética de la postmodernidad. Todo lo que él hace anticipa lo que vendrá, y "Bajo las estrellas del invierno" está en el centro de esa constelación futurista. Es el único poema argentino que encuentra la perfecta manera de narrar sin claudicar, mientras a cada paso se da el lujo de paralizar el relato con shocks de poesía pura. Este poema nos enfrenta con operaciones de síntesis que parecen imposibles: entre imágenes y personajes, entre singularidad y universalidad, entre intimismo y extimidad absoluta. Por eso me guía cada vez que estoy escribiendo y pierdo la brújula.


Bajo las estrellas del invierno

La liebre que una vez que yo miraba
atardecer -volaban los chimangos!-
salió del sol y se sentó a mirarme

El pájaro que una mañana
se posó exactamente sobre mi corazón
a una hora en que su cuerpo todavía
calentaba la piel más que el sol

El pene entre mis dedos de ese enfermo
al que ayudé a orinar mientras marchábamos
lentamente una noche a un hospital
cruzando playas de estacionamiento

La perra que buscaba a mi pene en la sombra
cada vez que salía para orinar desnudo
mirando las estrellas del invierno
antes de regresar corriendo hasta el colchón
iluminado por el fuego que ardía toda la noche
en los troncos que hachaba con mi hacha todo el día

La mujer que pedía serenamente auxilio
agitando los brazos y volviendo a nadar
en las primeras horas de una tarde pesada
en que yo con el pan en el estómago
no encontraba a otro hombre en las orillas

Y todos los metros que nadé por el mar
sin ver jamás a la terrible aleta
Y mi alegría de noche en las ramas de un árbol
oyendo tangos en mi adolescencia
Y mis siestas sentado junto al cajón de un muerto
descansando en la diga frescura de una bóveda
del verano porteño que tantos nos había humillado

Hablo de todas las horas y de todos los días
y de todas las estaciones y de todos los años

Pero la liebre que una vez que estaba solo
se ubicó exactamente entre el sol y mis ojos
guardando exactamente la distancia
que guarda un ángel que visita a un hombre...

Y el pájaro que un día
se posó exactamente sobre mi corazón
lo que es igual a recibir de un golpe
el propio corazón en el lugar exacto
el único lugar del universo
donde es una victoria recibirlo...

Y la perra que se acercaba agitando la cola
cada vez que volvíamos a encontrarnos desnudos
y solos bajo el cielo del oeste...

En fin...
Brillan los miles de ojos que me miran
Brillan las estrellas del oeste en invierno
Sobre la borda del colchón iluminada por las llamas
me siento arreglo el fuego
leo diarios viejos mientras mi sombra crece

Son las tres de la tarde en el reloj
que después del almuerzo se detiene
La noche es larga
Toda la noche sopla el viento
Mi muslo brilla con la saliva de la perra
o entre las piernas de una mujer de buen carácter
desnuda alegre dormida satisfecha
Vuelvo a despertarme cuando quiero
Vuelvo a salir al frío y a orinar nuevamente
porque estas noches bebo mucha agua
El fuego hace sudar al que lo cuida

En fin...
Hice orinar a un hombre
Salvé del mar a una mujer lejana
Y sé que puedo recordar algunos otros
actos de más amor de más coraje

En fin...
Pienso en todas las horas pienso en todos los días
pienso en todos los años sin encontrar mi imagen

Pero una liebre un pájaro una perra
me miraron a los ojos al corazón al sexo
como creo que sólo me miró también el mar
una madrugada de verano en que vagaba
con una pistola en el puño sin tener dónde afeitarme

Héctor Viel Temperley (Buenos Aires, 1933-1987)

sábado, julio 28, 2012

Tamara Kamenszain / De "Los no"


























En esta pequeña tarima
quiere hacer actuar el arte del mundo
riéndose de los que dijeron:
el mundo
desplegado en su vasto escenario
ya nació teatro.
El arte burlador se vuelve comedia
y vuelve cómico al mundo burlado
que si tenía el papel de gran estrella
ahora acepta ser
en una obra sin libreto
oscuro extra sombra de comparsa.


*

Ahora actúan el amor y la muerte
que sobre el escenario suelen encontrarse
en un friso de historias que tejen
hilos de unas vidas a los hilos
de las otras que destejen.
Peleándose por teñir al amor
actúan la alegría y la pena
que quieren imponer su color
olvidando que el esfuerzo es vano:
andarán desteñidos con la muerte
todos los sentimientos humanos.

Tamara Kamenszain (Buenos Aires, 1947), "Los no", 1977, La novela de la poesía. Poesía reunida, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2012
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Ilustración: Mae West, 1934, Salvador Dalí

viernes, septiembre 17, 2010

Tamara Kamenszain / Tres poemas






















No puedo narrar

No puedo narrar.
¿Qué pretérito me serviría
si mi madre ya no me teje más?
Desmadrada entonces me detengo
ante un estado de cosas demasiado presente:
ser la descuidada que la cuida
mientras otros la descuidan por mí.
Son personas que me sobran
y la gramática se torna un escándalo
cuando ella que olvidó las palabras
adelanta su bebé furioso
con el fin de decirlo todo
aunque no se entienda nada.


El padre de Lucy copiaba un libro ajeno

          Se inclina sobre el cuaderno y con esfuerzo
          va copiando una a una las palabras
          del libro que tiene al lado.

                                           Lucía Laragione

El padre de Lucy copiaba un libro ajeno
mientras decía que lo estaba escribiendo.
En ese gesto senil la desmemoria del escritor
fuerza un homenaje doméstico
a lo que letra por letra tuvo para su vida
la trascendencia del asunto impreso.
Mi madre también se copia de lo que era
mientras yo plagiando al plagiario
trato de pasar en limpio ese diario de vida
que la autora de mis días escribe como puede.


Como la torcaza que de transparencia en transparencia

Como la torcaza que de transparencia en transparencia
anuncia muy claro lo que no sabe decir
mi madre voló llevándose con ella todo el repertorio
duplicó lo que no dijo puso en eco el viejo acento familiar
y me dejó sin oído buscando sonidos reconocibles
indicios de letra viva bajo la campana fónica del tiempo
porque si es cierto que la voz se escucha desde lejos
aunque nos tomen por locos tenemos que atrapar
en el espiritismo de esa garganta profunda
un idioma para hablar con los muertos.

Tamara Kamenszain (Buenos Aires, 1947), El eco de mi madre, Ediciones Bajo la Luna, Buenos Aires, 2010
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Foto: Tamara Kamenszain, Nora Lezano/Página12