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ESE JAZZ QUE MEDITA

RAFA FERNÁNDEZ, Aldán (2021)

Entre acantilados y arenas que reciben la fría caricia del Atlántico está Aldán, uno de esos lugares de Galicia irrepetibles. El guitarrista Rafa Fernández, siguiendo la estela preciosista de su anterior A cara bonita da pedra (FreeCode, 2017), presenta ahora una colección de seis nuevos temas que ahondan en este jazz ecléctico, pausado, contemplativo, con aire de narración cinematográfica que se detiene en lentas panorámicas. 

Lejos del guitarrista bopper e improvisador que conocimos con su quinteto, Rafa Fernández ha elegido en sus últimos discos la senda del jazz lírico e inspirador, sublimando su estilo a lo expresivo. Porque Aldán es ese jazz que medita, que no busca el ritmo sino la expresión, con un diálogo constante y relajado entre las cuerdas, todas, ya que hay un segundo guitarrista en el cuarteto (Virxilio da Silva) y el contrabajo a menudo arrastra líneas melódicas. El contrabajista (y bajo eléctrico) es Juan Cañada, a quien hemos escuchado con Borja Cao y Marcos Pin. El cuarto miembro es Álex Salgueiro (Cicero Lee, Rafa Fernández Quinteto), encargado de los teclados electrónicos, que aporta una base atmosférica a los temas con dos órganos peculiares: uno Farsifa y otro Wurlitzer. 

Entre el tema que abre el disco (y que se llama igual que el álbum), con su ritmo de bajo intermitente y las guitarras apuntando notas aquí y allá en un impresionismo que cumple el objetivo de atraer e hipnotizar, y el que cierra ("Iria"), con su juego de punteos en los que ambas guitarras cantan a la vez (una en cada canal de los auriculares, para mayor deleite), hay apenas 25 minutos de poesía instrumental pero el oyente acaba como si hubiera escuchado un concierto completo, como si hubiera escuchado una historia con su principio y su fin, porque el álbum funciona como una banda sonora, llena de paisajes, conversaciones a media voz y tantas cosas dichas como por decir. 

Grabado en noviembre de 2020 en Casa da Sindi, Aldán nos regala un jazz descriptivo, lleno de imágenes poéticas y sugerentes, pero también un jazz que permite cerrar los ojos y meditar sobre la vida, sobre la música, sobre cualquier asunto al que nos lleve la belleza de sus pasajes. 


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* Info: www.facebook.com/rafa.fernandez.1232

BAJO LA ALARGADA SOMBRA DE ROLAND KIRK

CHIP WICKHAM, Shamal Wind (Lovemonk, 2018)

El Shamal (literalmente, viento del norte) es una corriente que barre las arenas desde Arabia hasta Irak, y en este orden geográfico se mueven las influencias que Chip Wickham aplica a un jazz soul que, por momentos, tiene claras influencias de Roland Kirk (también Wickham se mueve entre flautas y saxofones), de Herbie Mann, Eric Dolphy... y, en otros temas más funky, reminiscencias del recordado Edouard Labor de St. Germain. 


Después de experimentar en las fronteras del jazz flamenco y de otros proyectos más funk (y remezclados), el inglés Chip Wickham regresa con un proyecto donde mantiene su mirada puesta en la confluencia de culturas y su flauta en una excelente forma para improvisar y producir un soul jazz de primer nivel. Su nuevo álbum es Shamal Wind, un disco donde se acompaña de muchos y muy buenos músicos de la escena española, como Phil Wilkinson (en algunos momentos una locura al piano), el magnífico vibrafonista gallego Ton Risco (que pone a los temas toques clásicos con una naturalidad soberbia) y, en la percusión, el baterista Antonio Álvarez Pax y el polirrítmico David el Indio, (que maneja congas, bongos, campanas y otros inventos percusionables) para construir un disco de hardbop tangente con muchas influencias: latinas, orientales, disco..., muy en la línea de (por poner un ejemplo cercano) Patax.

En esta mezcla de estado espiritual sin fronteras y falta de prejuicios, el disco comienza con una evocadora intro de percusiones, notas orientales, una flauta que nos transporta a escenarios exóticos..., que nos lleva a un tema atmosférico ("Shamal Wind"), una balada cósmica que, aunque suena contemplativa, permite a Wickham explorar los límites de la expresividad en la flauta (y en el organismo, con esos esfuerzos donde se le escucha tomar aire obligado por la velocidad). El ritmo comienza con el tema 2, "Snake Eyes", con su arrebatador groove de contrabajo (David Salvador), y sigue con "Soho Strut", con un balsámico solo de Risco que permite entrar a a Wickham con fuerza, desdoblándose, respondiéndose a sí mismo como hubiera querido hacer Roland Kirk cuando soplaba varios instrumentos al mismo tiempo. Otro tipo de viento sopla en la trompeta de Matthew Halsall, muy Blanchard en la balada "The Mirage".

Aunque el disco, en general, puede parecer un tanto bailable y avanzado (léase funky y avant-garde, si el lector es muy de etiquetas) el resultado suena orgánico y casi espiritual, y, según las notas del álbum, fue grabado analógicamente en los estudios Brazil de Madrid.

Mi tema favorito es "Rebel No. 23", un tema fulminante para cerrar el disco, con un Wickham absolutamente funky en la flauta (incluso cuando se escucha la respiración) y un invitado, Gabri Casanova, que está increíble y rotundo en el piano, con una velocidad y una expresividad tremendas, y con ese peculiar sonido electrónico de las 64 teclas del Wurlitzer.

Nada mejor que un directo para juzgar. Que ustedes lo disfruten.


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