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MONK & COLTRANE

Crash of the titans

Monk y Coltrane fueron dos de los músicos más innovadores e inventivos que ha dado la Historia del Jazz, también fueron únicos y carismáticos, lo que implica decir que fueron extremadamente singulares y... raros. Ambos compartían un singular don para componer complicadas armonías fuera de lo habitual y para interpretarlas de una manera que a veces chocaba con los oídos de los aficionados.

Thelonius Monk (Rocky Mount, 1917) fue un compositor imaginativo cuyos standards perduran ("Round Midnight", "We'll You Needn't"...) y un pianista sutil que dibujaba las melodías con una delicadeza cercana al puntillismo: sus armonías nunca suenan rotundas y nítidas sino más bien esbozadas, como si escatimara las notas. A veces, cuando uno ve sus vídeos y Monk hace que su mano sobrevuele el teclado, aparentemente indecisa, para al final dejarnos una sola nota, tras vez otra al cabo de unos segundos, completando así una armonía con los silencios, uno puede llegar a pensar que Monk está tratando de recordar las notas, de hacer memoria...

Sin embargo, John Coltrane (Hamlet, 1926) cuyo primer "éxito" fue el solo de "Round Midnight" en el quinteto de Miles Davis, es la imagen de Monk en un espejo. Coltrane escribió melodías extensas y difíciles que podrían no tener fin. En la interpretación, improvisaba hasta límites agotadores (como ya comentamos en otra ocasión, Jimmy Cobb dijo que "Miles tenía que obligarlo a parar, porque Coltrane tocaba un solo de una hora y se suponía que estaríamos cuarenta minutos o algo así en el escenario"). Trane improvisaba sobre las diferentes escalas de cada acorde según un método que sólo existía en su mente y que le permitía desarrollar sus solos aparentemente hasta el infinito (algo que luego se llamó "sábanas de sonido"), y tenía la apabullante capacidad para hacerlo a una velocidad endiablada.

Parecería que hacer que estos dos músicos de Carolina del Norte grabaran juntos provocaría un desequilibrio peligroso para el oído, pero no fue así, ya que su trabajo juntos coincidió con el periodo en el que Trane comenzaba a jugar con la experimentación y con ideas nuevas que bullían en su cabeza, y la presencia de Monk aceleró la metamorfosis (inevitable de todos modos) e influyó en este punto crítico de su carrera, ya que en el grupo del pianista Trane pudo salirse de las estructuras de acordes convencionales y tantear caminos fuera de los cánones. Esto ocurrió cuando el grupo de Monk era residente en el Five Spot Cafe de Nueva York, pero por problemas contractuales (Coltrane acababa de firmar con Prestige) muy poco de este combo ha quedado grabado, sólo dos álbumes: Thelonius Monk with John Coltrane (Jazzland, 1957) y el álbum en directo At Carnegie Hall (Mosaic), grabado en noviembre de ese mismo año. También existen algunas recopilaciones como The complete Riverside Sessions y Complete Studio Recordings, y una grabación amateur de 1958 con una formación posterior, que fue editada por Blue Note en 1993: At the Five Spot.

Leí en algún lugar que Trane comentó que en ocasiones era como si los dos estuvieran tocando la misma melodía siguiendo en sus mentes progresiones de acordes distintas, y que era un milagro cómo Monk conseguía hacer que aquello sonase como un todo. Para los críticos de la época (y para muchos aficionados) el resultado era desconcertante, pero apasionantemente nuevo y excitante. A la larga, estas grabaciones han resultado una fuente de inspiración para muchos músicos que vinieron detrás.


De los temas que nos han legado, seis en el álbum y nueve en directo (según las ediciones que tengo) el que mejor refleja la dualidad entre ambos músicos es "Trinkle, Trinkle", que salta de la sincopada creatividad de Monk a la dinámica soltura del solo de Coltrane:


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* Fotografía de Don Schlitten: The Thelonious Monk Quartet con John Coltrane en el Five Spot Café de Nueva York (1957). De izquierda a derecha: John Coltrane, Shadow Wilson, Thelonious Monk y Ahmed Abdul-Malik.

THE DRUM BATTLE

Gene Krupa & Buddy Rich at JATP

Me critican mis amigos que siempre hablo bien de los discos que comento en este blog. OK, es cierto. Porque no pienso molestarme en escribir acerca de los discos que no me han gustado, que también los hay. Ahí están el último de Kyle Eastwood, que tantas esperanzas me dio con su disco anterior, o Live at the jazz club, un recopilatorio de Ronny Scott (el propietario del famoso club) que no me gustó porque esperaba más, como esperaba más de ese experimento confundible con el jazz que es Madeleine Peyroux. Su Bare bones fue un regalo, como Enigmatic ocean de Jean–Luc Ponty. Mi primer disco de Ponty y contiene de todo menos jazz...

No suele defraudarme un disco de jazz. Por muy faltos de experiencia que estén los músicos o por muy poco inspirados que sean los temas, siempre ganan con la segunda escucha y con la tercera... El último que me ha defraudado es el disco The drum battle con Gene Krupa y Buddy Rich juntos, y no por otra cosa sino porque las expectativas que había puesto al hacerme con él eran demasiado grandes.

Ya desde el título y mirando los nombres de los líderes, uno espera un espectacular encuentro, un choque de trenes entre dos grandes clásicos de las baquetas. Sí. Pero todo se queda en un choque de tres minutos y medio en el que ambos bateristas miden su potencial. Lo sé. Es genial, pero sólo dura tres minutos y medio. En un concierto de hoy en día duraría quince o veinte. Eran otros tiempos.

Eran los tiempos del Jazz At The Philarmonic, aquellos conciertos que organizaba Norman Granz en el Carnegie Hall de NY. Grandes figuras del jazz en un escenario “para todos los públicos”. Este, en particular, contiene cinco temazos a cargo del trío de Gene Krupa, incluyendo Idaho, donde, si no has escuchado a Krupa, ya comienzas a vislumbrar quién es el líder oyendo sus intervenciones o los gritos femeninos entre el público durante sus solos; Flying home, un temazo que va creciendo y volviéndose salvaje y en el que Willie Smith está enorme, lleno de swing, magistral; o Drum boggie, lleno de resonancias del tiempo de los clubs...

Genial, incluso se perdona el sonido algo deficiente de la grabación, pero lo peor es que son sólo 36 minutos de jazz, una duración que era normal en un LP de los años 50 pero que ahora le deja a uno con las ganas. Y eso que para llenarlo se han tomado temas de los dos conciertos que celebró Gene Krupa aquel 13 de septiembre de 1952 en el Carnegie. Los dos temas que completan el disco son la famosa “batalla de baterías”, un par de temas en los que se le une Buddy Rich. En el primero, titulado The drum battle, Krupa y Rich explotan todas las posibilidades de sus instrumentos en unos explosivos tres minutos y medio. El público acompaña, aplaude, grita, ruge. El tema es impresionante. Grandioso pero breve. ¿Lo bueno si breve...? No sé. La cosa termina con el tema Perdido, que enlaza con el anterior y en el que aparece otra formación, una big band: Ella Fitzgerald (voz), Oscar Peterson (piano), Ray Brown (bajo), Barney Kessel (guitarra), Charlie Shavers y Roy Eldridge (trompetas) y los saxos Benny Carter, Flip Philips y Lester Young. No se puede pedir más calidad. En cuanto a la cantidad, alguien me ha soplado que hay un disco de Gene Krupa y Buddy Rich con 70 minutos...

Aquí os dejo la famosa batalla. Apunto para un próximo capítulo: Rich versus Roach.