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EL HOMBRE QUE SONRÍE

Crónica de (por fin) un concierto de Benny Golson

Quizás no vivamos en la mejor época del jazz o quizás lo sea y no nos demos cuenta hasta dentro de una década o dos... o quizás sólo se trate de que yo llego tarde. Tuve la oportunidad de escuchar a Sonny Rollins cuando tenía 77 una memorable noche en Sevilla, a Pedro Iturralde con 84 y ya tocaba sentado, y anoche asistí al increíble espectáculo de ver a un increíble Benny Golson con 89 años y toda la experiencia de la vida en su tenor.

Todos los veranos la Universidad Internacional de Andalucía en La Rábida organiza tres noches de jazz dentro de sus cursos de verano. El acceso es libre (aunque no seas estudiante) y gratuito, y se suelen ver buenos músicos, casi siempre extranjeros, pero nada tan emocionante como ver subir al escenario a un Benny Golson octogenario, tan pequeño detrás de su tenor. 

Golson sube al escenario despacio. Es más pequeño y delgado de lo que uno imagina en las portadas de los discos, derrocha simpatía y cercanía desde el primer momento. Y, desde el primer momento, uno nota que la fuerza que caracteriza su estilo sigue presente aunque para ello no tenga (ni pueda) soplar con tanta energía como en esos discos que guardamos en casa. Viene acompañado por músicos españoles para la ocasión: Joan Monné (qué enorme este pianista y qué poco sabíamos de él), el contrabajista Ignasi González (perfecto, como siempre, tan melódico en sus solos) y el super-baterista Jo Krause. Promete noche mágica. 


De repente, noto que detrás de mí hay una docena de estudiantes charlando a gritos como si estuvieran en el Arenal Sound. En escena, Golson se mueve despacio, toca en voz baja, con energía, lo mismo en sus baladas clásicas (que emocionante "Whisper Not" en su propia voz y en directo) o en composiciones más rítmicas y más complejas armónicamente, como "Mister P.C.", momento que aprovecha para recordar a su compañero Coltrane, a quien conocía desde sus años de instituto en Philadelphia. Pero sonríe siempre. Cuando hay un solo, se sienta, asiste con admiración a las evoluciones del músico del momento. Quizás lo haya conocido hace dos días como improvisado compañero de gira. El caso es que esa admiración se transforma en una sonrisa por cada solo. Golson sonríe todo el tiempo. Disfruta. Intento captar alguna de sus sonrisas pero estoy muy lejos del escenario y no quiero molestar. Para eso (para fotografiar, no para molestar) están los profesionales. Pero no quiero dejar pasar la ocasión de dejar constancia gráfica y rebatir esa controvertida injusticia que se hizo cuando apareció en The Terminal (Steven Spielberg, 2004) como el único músico de la famosa fotografía de Art Kane que no le había dado el autógrafo al padre de Viktor, cuando realmente (sus amigos y sidemen lo atestiguan) que es un tío amable y que siempre sonríe. Incluso ahora, con el paso de los años.

Toca "I Remember Clifford" (qué fuerte tuvo que ser para él la pérdida del amigo para escribir algo tan bello). Es mágico. Incluso los estudiantes se han callado. Termina el tema y Golson no deja pasar la oportunidad de llenar cada presentación con una anécdota o un comentario, se ríe del humo que la organización derrocha para dar vistosidad a un escenario que no lo necesita, hace bromas cuando el micrófono no suena para presentar un tema, lucha contra los mosquitos de La Rábida... y sonríe otra vez. Se pone serio para volver a recordar a Clifford Brown con un de sus temas ("Tiny Capers"). Sigue sonriendo y apreciando cada solo. Y a cada solo se sienta y escucha, sonríe, pero también hace otras cosas: mima al saxo, pone la funda a la boquilla para que no se seque la caña, lo besa y, finalmente, saca la funda y la mete en la campana del tenor para tocar (¡nunca había visto esto!). Habla de los músicos que lo acompañan. No lo dice pero queda claro que no recuerda sus nombres, pero es un profesional y ya trae en el bolsillo la manera de compensarlos: los presenta como unos fantásticos músicos y les cede un tema a trío (en sus palabras, "sin Golson") y nosotros disfrutamos de "All The Things You Are" a trío de piano. Qué noche.


Tras un intenso y enorme "Blues March", que comienza con una explosión rítmica a cargo de Krause, El concierto termina con el público en pie, sin bises, pero nadie los pide porque sería injusto exigirle más, y Golson baja del escenario sonriendo todavía, y su jazz sigue sonriéndonos en los oídos cuando salimos.


RONALD BAKER

Un león sobre el escenario

Ronald Baker (Baltimore, 1968) es un cachorro, así lo llaman en la web. Quizás porque no tiene el empaque físico de un Rollins ni el descarado desinterés de un Miles hacia el público, o porque no tiene más que 45, hecho que acentúa con una barba de canas incipiente; pero sube al escenario, sonríe y engancha con el público. Entonces, sopla su dorado instrumento y uno entiende que es un león adulto o alguna especie de animal fantástico que ha devorado a Miles, a Chet, a John Faddis, y se ha adueñado de su magia.


Sideman de Donald Byrd, J.J. Johnson y John Faddis, líder en seis discos... Ronald Baker reside en París como los mejores músicos exiliados de las mejores épocas del jazz. Llegó al escenario de la Universidad Internacional de Andalucía en La Rábida acompañado por el versátil Gerard Nieto al piano, el preciso Ignasi González al contrabajo y por un baterista francés que no conocíamos y que hizo las delicias del público con sus solos, Jean-Pierre Derouard. Comenzó cantando un delicioso "Straighten Up And Fly Right" y los que no lo habían escuchado antes comprendieron que no era un trompetista más. La trompeta de por sí ya exige un esfuerzo físico considerable. Cantar y solear con el instrumentos exige, además, sentido común.

Pocos instrumentales traía en el repertorio (valió la pena escuchar "Without A Song") pero los músicos nos dejaron tantos solos que no se notó. Por cierto, cuando hace scat recuerda sin ningún género de duda a Al Jarreau. En cuanto a las canciones, "One Note Samba" "It's Only A Paper Moon", "Tangerine" y la oportunidad de escuchar en directo "Take The 'A' Train". Rebuscando en la memoria quizás tengamos que concluir que nunca habíamos escuchado esta canción en directo. ¿Será posible? Naturalmente, Gerard Nieto tuvo un papel protagonista en el tema, con mucho swing y un colorido tan cercano a Duke que emocionaba. Pero el protagonismo del tema lo cedió Baker al público, al que pidió que acompañara con onomatopeyas la canción del tren, consiguiendo así ganarse (casi al final del concierto) a un público que, en algunos sectores, se mostraba bastante frío. Se notó la profesionalidad y la experiencia del jazzman. Y para terminar un blues de Dizzy...aplausos, público en pie, más aplausos, y el cuarteto tuvo que volver para hacer un reprise del mismo blues con más improvisación y energía que la primera vez.

Una noche inolvidable.

Tonight I shall sleep (with a smile on my face)

Scott Hamilton es un clásico. Ya lo era cuando apareció a mediados de los 70, enarbolando el saxo como un Coleman Hawkins redivivo, como un nuevo Zoot Sims, reivindicando un clasicismo que sonaba reaccionario en la época de Weather Report y de los desvaríos electrónicos de Miles Davis, con ese bigotillo que lo hace único, como un viajero del tiempo que hubiera llegado directamente desde los años 50. Scott Hamilton es un clásico (amarás al swing por encima de todas las cosas) y sigue ahí.

Anoche apareció en el patio del Campus de la Merced sin bigotillo. Fue la única sorpresa que nos tenía preparada. Se subió al pequeño escenario ante un público escaso pero expectante (según los organizadores unas 300, casi todos entregados, pocos ajenos al jazz) y demostró lo que todos esperábamos, que el swing sigue vivo.

Ante la expectación insoportablemente silenciosa de los que allí estábamos, el cuarteto tomó posesión del escenario y Hamilton, en solitario, entonó con su saxo los primeros compases de What is this thing called love, el tema que abría su álbum de 2005 Back in New York. Los primeros compases tienen su encanto y Hamilton se permite el lujo de tomarse unos minutos para su solo antes de que 'conozcamos' a sus músicos. Entonces, la sección de ritmo se une y todo cambia, el aire se mueve, el público sacude la cabeza contagiado por el ritmo. A partir de ahí, todo es jazz. Ritmo, gandes solos, público participativo,

El acierto de Scott Hamilton no es sólo el estilo (mainstream, bendito mainstream entre tanta fusión) sino saber moverse (metafóricamente) sobre el escenario. Casi todos los temas, salvo las baladas, tienen cuatro solos, uno para cada músico. Otro acierto es la elección del grupo, magnífico, impecable y espectacular en esos solos (es muy difícil preparar siete u ocho solos para un concierto, especialmente para el bajista o para el batería): Esteve Pi, impresonante todo el tiempo, versátil, imparable, el auténtico motor de todo el concierto; Ignasi González al contrabajo, con un sonido perfecto, increíblemente lleno de matices; y al piano Gerard Nieto, que dio un color especial a los temas con una variedad de registros imposibles de asimilar. Sumémosle a todo esto que después de cada tema el público aplaudía de tal manera que Hamilton tenía que interrumpirlos arrancando las primeras notas del tema siguiente con su saxo para poder continuar.

El repertorio, con mucho swing, incluyó desde temas grabados por SH hasta standards de Woody Herman y Duke Ellington, así como algunas baladas (Skylark y This is the end of a beautiful friendship) y temas es-pec-ta-cu-la-res como Apple honey, con un solo olímpico de Steve Pi. Precisamente, había pensado llamar a este post Apple honey, porque la noche fue una delicia, pero al final, Hamilton me traicionó interpretando Tonight I shall sleep (with a smile on my face) y me sentí tan identificado que cambié de opinión.


El escenario no estuvo mal, teniendo en cuenta que faltaron sillas, aunque mejor desbordados que solos... El sonido, correcto. La iluminación, desastrosa. No había cañón y los focos estaban tan mal dispuestos que casi no apreciábamos las expresiones en las caras de los músicos desde la tercera fila. Es por eso que pido un poco de clemencia (Esther, please, perdónanos) porque a mi amigo Manolo Sosa se le olvidó llevar su Cámara (con Mayúsculas) y mi pobre Fuji compacta no daba para la penumbra que cayó sobre nosotros.

*

Para Jota, que compartió anoche con nosotros su primer concierto de jazz. Que sean más.

Por último: el vídeo. Gracias a Daniel Mantero, aquí va un pequeño resumen del concierto, impresionante: