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QUINCY

El músico, el arreglista, el productor, el mago...

Puede que, como dice la publicidad, nadie haya tenido una carrera como la de Quincy Jones, y de ello se ocupa este documental original de Netflix. La excusa argumental es la apretada agenda de este músico octogenario, incluidos los preparativos, durante casi tres años, de un concierto en el African American Museum Smithsonian para su inauguración. Su hija Rashida Jones filma y dirige este documental junto con Alan Hicks, quien ya dirigió un documental sobre otro grande del jazz, Clark Terry (Keep on Keepin' On) en 2014, uno de los grandes amigos de Q, como le llaman sus allegados.

El documental hace un repaso a sus orígenes pobres en el Chicago de los años 30, con la explosión de los gangs, en una época en la que, dice, "los negros no existían en los libros de texto", razón por la cual no tenía referencias y no sabía qué quería ser en la vida hasta que descubrió un viejo piano vertical, lo tocó unos segundos y supo que había encontrado su vocación. Cuenta que aprendió percusión, trombón, tuba, trompa... hasta que se decidió por la trompeta porque no tenía dinero para un instrumento más caro. Entonces, conoció a músicos de jazz, "negros dignos y orgullosos" y descubrió que eso era lo que quería ser.
Solía juntarme entre bambalinas con Count Basie y con Clark Terry. Sé que los molestaba muchísimo pero tuvieron la amabilidad de decirme: "Bueno, así es como se hace."
Nieto de una esclava liberada y de un emigrante galés, hijo de un jugador de béisbol, Quincy Jones comenzó a tocar la trompeta con 14 años en bandas de soul en Seattle para luego ingresar en la big band de Lionel Hampton, tocaba con algún grupo y luego iba a tocar toda la noche bebop... A los 18 entra en la banda de Lionel Hampton y descubre el mundo, las giras, el racismo, el extranjero... Dinah Washington le pidió que escribiera su próximo disco y luego lo llamó Frank Sinatra para que le hiciera unos arreglos, y así despegó su carrera como arreglista y compositor con Louis Armstrong, Count Basie, Dizzy... Fue productor en París antes de convertirse en director de big band con ese sentido del ritmo y los metales tan grandilocuente que se hizo tan popular y que también le hizo un hueco en el soul y en otras músicas negras que explotaron en los 60 y los 70.

El documental está aderezado con la música compuesta o producida por Quincy Jones y con apariciones de músicos como Miles Davis, Ella Fitzgerald, Al Jarreau, Herbie Hancock, Chick Corea, Richard Bona, Carlos Santana, Stevie Wonder, Frank Sinatra, Bono... monstruos del rock y del jazz que forman parte importante de esta historia.

Q, aficionado a los horóscopos, es un piscis que ha vivido (y sigue viviendo) de la creatividad. Les dejo con uno de los temas más recordados de su larga discografía, "Soul Bossa Nova", de su álbum Big Band Bossa Nova (Mercury, 1962) en una actuación reciente en el 50º edición del Festival de Montreux (2017).



PÁJAROS EN LA CABEZA

ACORDES Y DESACUERDOS (XXIV)

En el libreto del disco de Ximo Tébar Anís del Gnomo (Elígeme Discos, 1990), Víctor Claudín escribe que en el mercado hay "un jazz de museo, viejo, o demasiado nuevo". No hay en el jazz, como música basada en la pasión y el sentimiento (tanto como en la técnica y la exploración) un término medio. Uno de los músicos que más polarización provocó en su momento (y sigue provocando) fue Charlie 'Bird' Parker. Echemos un ojo a algunas opiniones y comentarios sobre el saxofonista de Kansas City (Missouri).


Siguiendo con nuestra serie de Acuerdos y desacuerdos...


I.
En la biografía de Miles DavisIan Carr defiende al trompetista contra las acusaciones que vertió en su día un Wynton Marsalis de 21 años que ya apuntaba maneras de purista. Al parecer, en una entrevista a Jazz Times en 1983 (el año de Star People), Marsalis había dicho esto:
"Miles nunca fue mi ídolo. Me ofende lo que él hace porque es una decepción para toda la escena en general." Y añade: "Creo que Bird se revolvería en su tumba si supiera lo que está ocurriendo".

Ian Carr defiende la postura ecléctica de Miles en estos principios de los 80 así:
"Parece que estos mentores le inculcaron [a Marsalis] la extraña idea de ortodoxia en el jazz, que sostiene que hay una cosa única llamada "jazz verdadero" y que todos los músicos deberían tocar ese estilo. Sin embargo, al igual que todas las grandes artes, el jazz posee (y debe poseer) un pluralismo incorregible."

II.
Opinión de Dizzy acerca del sentimiento de blues en el jazz:
"Por curioso que pueda parecer, yo jamás me consideré como un auténtico intérprete de blues. Charlie Parker era un maestro del blues. Ya sé que el blues representa nuestra cultura musical, la de mi raza, pero yo no soy un verdadero bluesman. Lo que no aguanto es oír a un músico blanco decir: "Yo soy un bluesman" porque si yo, que crecí empapándome de ello no puedo ser uno... entonces."

III.
Nuestro eterno inspirador (también inspirado por el jazz) Julio Cortázar habla en una entrevista a Omar Prego Gadea en el libro "Los cuentos: un juego mágico (La fascinación de las palabras, Alfaguara, 1997) sobre cómo surgió la idea de utilizar a Charlie Parker como inspiración para su personaje Johnny de "El perseguidor":

¿Por qué fue Charlie Parker? Primero porque yo acababa de descubrirlo como músico, había ido comprando sus discos, lo escuchaba con un infinito amor, pero nunca lo conocí personalmente. Me perseguía la idea de ese cuento y al principio con la típica deformación profesional, me dije: "Bueno, el personaje tendría que ser un escritor, un escritor es un tipo problemático". Pero no me decidía porque me parecía aburrido, me parecía un poco tópico tomar un escritor. [...] Tenía que ser un individuo que respondiera a características muy especiales. Es decir, todo eso que sale de "El perseguidor": un individuo que al mismo tiempo tiene una capacidad intuitiva enorme y que es muy ignorante, primario. [...] Y en ese momento murió Charlie Parker. Yo leí en un diario una pequeña biografía suya -creo que era de Charles Delonnay- en la que se daba una serie de detalles que yo no conocía. Por ejemplo, los períodos de locura que había tenido, cómo había estado internado en Estados Unidos, sus problemas de familia, la muerte de su hija, todo eso. Fue una iluminación. 

Max Kaminsky, Lester Young, Hot Lips Page, Charlie Parker y Lennie Tristano
(Club Birdland, NYC, 1949)
IV.
Woody Allen sobre las películas de jazz
“De todas las películas sobre Jazz que he visto, y probablemente las haya visto todas, Bird me parece la más digna.” 

V.
Sergio Ariza Lázaro en Diario Crítico termina su artículo La leyenda negra del jazz: Charlie Parker de este modo:
Siempre me ha gustado pensar que lo que aparece en la película que Clint Eastwood le dedicó es verdad, que hubo una despedida con Dizzy en la que Bird le preguntó como lo conseguía, como podía vivir su vida, disfrutar, tener una mujer, etcétera y Dizzy le dijo tampoco importa tanto, yo viviré una larga vida, pero la gente te recordará a ti.


*

Y yo creo que Bird sigue ahí, tocando, en los textos de Cortázar, en los discos de vinilo con ruidos de mi discoteca y en ese lado oscuro e inquieto que agita nuestros espíritus.

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* Las fotos de Charlie Parker, Tommy Potter, Miles Davis y Max Roach es de William P. Gottlieb. De las otras no conozco el autor.
  




CON LA ATORMENTADA CADENCIA DEL BLUES



La seductora y joven Epihany (Lisa Bonet) enciende una vieja radio en una destartalada pensión de Nueva Orleáns. Llueve en el exterior y también en el interior. Hay goteras por toda la habitación pero, como si de una mansión de lujo en una noche de verano se tratara, la chica invita al detective privado Harry Angel (Mickey Rourke) a bailar. En la radio suena un single de Lavern Baker de 1953, "Soul on Fire", título elocuente si uno ve la película por segunda vez. El detective la coge en brazos para bailar, tierno pero escabroso gesto pues la chica tiene 17 años (entre otros detalles que no deberíamos desvelar para no hacer spoiler y que desaconsejarían el erótico baile) para después enredar sus cuerpos con urgencia. Las goteras golpean el cabecero de la cama siguiendo el ritmo de la canción con la atormentada cadencia del blues hasta que la banda sonora de Trevor Jones borra todo rastro de la canción avisándonos de que la escena no va a acabar bien. La chica no era buena idea.
  

Cine de verano: El corazón del ángel (Alan Parker, 1987)
  
"Soul on Fire" es uno de los aciertos de esta película dirigida por Alan Parker en la que un puñado de blues y temas populares de los 50 amenizan una tímida banda sonora de Trevor Jones donde sólo brilla (de una manera también tímida) el saxo de Courtney Pyne, que no suena demasiado jazzy...

Pero el tema de la película es "Girl of My Dreams", recurrente en algún fraseo de Pyne o cuando lo tararea el protagonista o en un tenebroso piano que desafina la melodía para advertirnos... En realidad, "Girl of My Dreams", cantada por Kenny Sargent para Glenn Gray & Casa Loma Orchestra, es sólo uno de los temas clásicos que suenan en El corazón del ángel, junto a otros de Dr. John, John Lee Hooker, Bessie Smith... canciones que, sobre la inquietante y soberbia fotografía de Michael Seresin, hacen de esta historia una insólita joya del cine negro con tintes esotéricos. Ideal para una noche de verano insomne.


IL PECCATO (NOCHE DE VERANO)

Miradas y secretos: la clase media a ritmo de jazz

No soy un crítico de cine (aunque amo una buena fotografía y un guión coherente) pero un pase de la opera prima de Jorge Grau Noche de verano (estrenada en 1962), con su banda sonora inspirada en el jazz, con toques hardbop, entre el neotradicionalismo y lo que hoy llamamos smooth, y su narrativa inspirada en el cine italiano (influencias claras de Antonioni y Fellini), me decidió a investigar sobre esta joya perdida en la historia del cine español, del que ahora se venden como geniales tantas películas sobrevaloradas.





Esta fue la primera banda sonora para largometraje del madrileño Antonio Pérez Olea (1923-2005), un autor mimético capaz de escribir jazz para esta película o rock para La tía Tula, por poner un ejemplo dispar, un compositor que sabe jugar con la expresión de los sentimientos personales y de los colectivos con su música, y que en esta película refleja con sutileza pero sin paliativos las dudas de los personajes, sus mentiras, sus silencios. Sobre el autor habla Virginia Sánchez Rodríguez de manera esclarecedora en su libro La banda sonora musical en el cine español y su empleo en la configuración de tipologías de mujer (1960-1969) (Universidad de Salamanca, 2013). 

Ya puestos, busqué el disco, no sin esfuerzo, rebuscando en Internet, un CD con un más que correcto libreto de 20 páginas, una edición remasterizada del LP editado en 1963 en Italia por la discográfica CAM, y encontré en la banda sonora de Pérez Olea el saxo tenor catalán Salvador Font "Mantequilla", citado por Joaquín Romaguera en su libro El jazz y sus espejos, volumen 1, que lo compara con Ben Webster por su "tono particularmente melodioso" (de ahí el apodo de "Mantequilla"). Sin embargo, en mi opinión, hay elementos más elocuentes en la banda sonora, como la manera en que el contrabajo (solo) ilustra musicalmente la tensión que existe entre Alicia y Miguel mientras esperan el autobús se vuelve a repetir en otra escena, tics musicales que denotan el interés del compositor para "manejar" la acción con la música.






Puede que la música de Noche de verano no sea tan interesante como el experimento de Ascensor para el cadalso y que Pérez Olea no tenga una voz propia como Martial Solal, pero el resultado cinematográfico que resulta de la la simbiosis jazz / fotografía se acerca mucho al de Al final de la escapada, especialmente en la habilidad para Grau (y su director de fotografía, Aurelio G. Larraya) para sacar partido de los planos cortos, de los gestos, de la sutileza, de la arquitectura menos obvia de Barcelona, de la abundancia de personajes secundarios anecdóticos...

Con una visible influencia de Fellini en los movimientos de cámara y con una narrativa y un tempo heredados de Antonioni y Rossellini, estos recursos musicales (afortunadamente, jazzísticos en su mayoría) acompañan fielmente un drama de actores, de miradas y gestos, donde toda la sensualidad (que acabó en censura) se manifiesta a través de frases de doble sentido, mensajes mudos y miradas explícitas que toman más valor con la seductora banda sonora. 

Il peccato, título con el que se estrenó en Italia esta coproducción, supuso el debut (en largometraje) tanto del compositor como del director, estrenando lo que se llamó el Nuevo Cine Español. Por entonces, Grau era joven y venía de Italia, donde había conocido a Fellini y había absorbido cierta ansia de hacer buen cine (léase cine innovador y atrevido) pero los azares lo llevarían a internarse en el cine de terror de serie B y a inaugurar la Época del Destape con La trastienda (1975), lo que no quita valor a la película de la que tratamos.







A TODOS NOS GUSTARÍA TENER NUESTRO PROPIO CLUB DE JAZZ

La La Land (Damien Chazelle, 2016)

Después de tres películas, queda patente que la motivación de Damien Chazelle es el jazz. Si su primera cinta, Guy y Madeline en un banco del parque (2007) contaba la historia de un trompetista de jazz, historia que tenía su clímax en una declaración de amor sin palabras con un solo de trompeta (tras una hora y cuarto de película deliberada y sorprendentemente vacía de diálogos) y la segunda (Whiplash) giraba en torno al debate de si el jazz se puede enseñar y de qué modo (con un profesor exageradamente militar y un clímax aeróbico que desafiaba las gestas de Buddy Rich), en su tercera película (La La Land, 2016) cuenta la relación entre un músico de jazz y una aspirante a actriz. La elección de un músico de jazz no es anecdótica sino que sirve como eje para hablar sobre jazz


Por ejemplo, ¿quién de ustedes no ha tenido una conversación como ésta con algún profano?
MIA: Odio el jazz.
SEBASTIAN: ¿Cómo que odias el jazz?
MIA: Cuando lo escucho, no me gusta.
SEBASTIAN: Eso es una generalización. ¿Qué tienes que hacer ahora?
Corte a: escena en un club de jazz. Un quinteto está tocando.
SEBASTIAN: Yo creo que a aquellos que dicen eso de que odian el jazz les falta el contexto, no saben de dónde viene. El jazz nació en una pensión de mala muerte de Nueva Orleáns. Las personas que estaban apiñadas allí hablaban cinco idiomas distintos. No podían hablar. Su forma de comunicarse era el jazz.
MIA: ¿Y qué hay de Kenny G?
SEBASTIAN: ¡¿Qué?!
MIA: ¿Qué hay de Kenny G? ¿Y la música de ascensor? Esa es la música de jazz que yo conozco. Me parece relajante.
SEBASTIAN: No es relajante. ¡No lo es! Sidney Bechet pegó a un tío porque tocó mal una nota. Eso no es relajante. [...] No sólo debes escucharla. Tienes que verla, ver qué todo lo que está en juego. Ahí tienes a esos tíos. Aquel, el saxofonista, acaba de adueñarse de la canción. Ahora viaja por su cuenta. Cada uno de ellos está componiendo, haciendo arreglos, escribiendo y tocando la melodía. Ahora mira al trompetista. Se le ha ocurrido una idea. Eso genera conflicto, es compromiso y es... Es nueva cada noche que suena. Es pura emoción. Y se está muriendo. Se muere en vida. Y el mundo dice: “Deja que se muera. Ya ha tenido su época”, pero yo no lo voy a permitir.
MIA: ¿Qué vas a hacer?
SEBASTIAN: Abrir mi propio club. Vamos a tocar lo que queramos, cuando queramos, siempre y cuando sea puro jazz.
Por supuesto, Sebastian (Ryan Gosling) quiere tocar jazz auténtico, no adulterado, y tener su propio club (¿quién no quiere tener su propio club? Es uno de mis proyectos imposibles, por ejemplo). Esta obsesión le lleva a enfrentamientos y también a sacrificios, que hace en pro de su relación con Mia (Emma Stone), al acceder (por dinero) a tocar jazz funk, jazz electrónico, soul... 


Pero Sebastian no es sólo un purista: también es un apasionado. El diálogo que sigue (a propósito de un taburete) ocurre justo antes de ponerse a ensayar en su apartamento acordes de “Japanese Folk Song”, el tema que Thelonius Monk robó en Japón y luego versionó en el álbum Straight No Chaser (Columbia, 1967).
SEBASTIAN: Por favor, no te sientes aquí.
LAURA: ¿Estás de coña?
SEBASTIAN: No te sientes aquí. Hoagy Carmichael se sentó aquí. Los del Baked Potato* lo tiraron sin más.
LAURA: ¿Por qué será? Te he traído una alfombra.
SEBASTIAN: No la necesito.
LAURA: ¿Y si te digo que Miles Davis se meó en ella?
*El Baked Potato es un club de jazz de Studio City (California), donde actúa gente como Scott Henderson, por ejemplo. Pueden ver su programación en www.thebakedpotato.com

En definitiva, Chazelle aprovecha la trama de la relación romántica y los sacrificios que el músico hace por la chica para crear una subtrama donde es la supervivencia del jazz la que está en juego
KEITH (a Sebastian): Dices que quieres salvar el jazz. ¿Cómo vas a salvarlo si nadie lo escucha? El jazz muere por culpa de gente como tú. Tú tocas para gente de 90 años en el Lighthouse. ¿Dónde están los jóvenes? Estás tan obsesionado con Kenny Clarke y Thelonius Monk. Ellos eran revolucionarios. ¿Cómo vas a ser revolucionario tú si eres conservador? Te aferras al pasado pero el jazz habla del futuro. 


















Carteles de la película inspirados en los diseños de Reid Miles para Blue Note

Pero no todo en La La Land son clubes de jazz o diálogos sobre el tema... o el público huiría de las salas de cine. Es un musical y, como todo musical, está lleno de canciones. Pero, sorteando modas y esquemas de la industria, Chazelle y su compositor habitual, Justin Hurwitz, han creado una banda sonora con números como los de los musicales de Cole Porter, con grandes coreografías e incluso claqué (al que ahora en España nos ha dado por llamar tap dance), esos musicales de la Era del Swing de donde salieron canciones que, a la postre, se han convertido en standards de jazz. 

Aunque el resultado final es algo pobre cinematográfica y musicalmente hablando, y se queda en un conmovedor intento (no es lo quiere ser pero es válido como homenaje), recomiendo La La Land a aquellos que nunca hayan visto películas de Fred Astaire, a los que añoren los musicales de Cole Porter (algún día habría que hablar de High Society) y a quienes lamentan no haber nacido en los años 40, cuando en los clubs pequeños se empezaba a cocinar lo que sería el bop mientras en los grandes teatros se podían ver musicales enormes con complicadas coreografías y canciones escritas por Cole Porter, Rodgers y Hart, los Gershwin..., profundamente influidas por el jazz, que aún era popular en aquella época. 

PRÓXIMO Y ÚLTIMO ÁLBUM DE JIMMY SCOTT

Una voz en lo más alto

Este mes Eden River Records lanzará el álbum póstumo de Little Jimmy Scott, titulado I Go Back Home, en el que aparecen estrellas como Dee Dee Bridgewater, Kenny Barron, Joey De Francesco, Joe Pesci, Oscar Castro Neves, Renee Olstead, Till Brönner, Monica Mancini, Arturo Sandoval, James Moody y Gregoire Maret. Sobre la grabación de este último álbum se rodó un documental dirigido por Yoon-ha Chang, donde se narra cómo el productor alemán Ralf Kemper asume el desafío y las dificultades de grabar un gran disco con un cantante castigado físicamente pero capaz de transmitir con su voz el estremecimiento de vivir. El documental se estrenó en julio en el Festival de Montreux.

Little Jimmy Scott (1925-2014) podría considerarse el eslabón perdido entre el jazz actual y el clásico. Amigo íntimo de Billie Holiday y Charlie Parker, a causa del Síndrome de Kallman su voz nunca llegó a madurar, convirtiéndole en una especie de castrato del jazz capaz de alcanzar las notas más altas. Ignorado por el gran público pero autor de grandes álbumes de jazz vocal desde que comenzara en 1948 con la orquesta de Lionel Hampton, cantantes como Ray Charles (que le produjo un disco) y Madonna lo han descrito como "la única voz que ha podido hacerme llorar".

I Go Back Home contiene una docena de temas que combinan la delicadeza y la fuerza contenida que destila la voz de Little Jimmy Scott. El uso de la orquesta, con las cuerdas, recuerda a algunos discos clásicos de Billie Holiday. El repertorio mezcla estilos. Este disco, que será póstumo, repasa algunos de sus éxitos y sirve para disfrutar de una voz que no ha cambiado, una voz llena de soul que, si de joven transmitía emoción, a los 84 años resulta conmovedora. Como dice David Ritz, autor de su biografía, he's got the blues.

Jimmy Scott en el estudio.
Cuando uno ve en el documental a ese cantante incapaz de caminar rozando esas notas tan altas y cantando ese viejo estribillo que dice: "Remember this rule: everybody's somebody's fool", resulta estremecedor y si, justo ahí, entra un solo de James Moody, sereno, asumiendo esa tono de rendición que asume el estribillo, entonces...
Emotiva escena con Scott y el productor Kemper en una tienda de discos.
La acción del documental comienza en 2009, cuando el productor Ralf Kemper viaja a Las Vegas a encontrarse con el músico cuyos discos compraba cuando tenía 20 años. Kemper no lo sabe, pero Scott ha sufrido una hemorragia que casi lo lleva a la muerte en las últimas 24 horas. Su serenidad impacta al productor.
Joe Pesci junto a Jimmy Scott
En la hora y media que sigue, asistimos a los últimos momentos musicales de Jimmy Scott, a reencuentros felices y a la personalidad de un cantante que asume sus últimas oportunidades con la mayor naturalidad del mundo, unas escenas conmovedoras en las que Joe Pesci toca con él, habla con él, le susurra al oído y percibimos un afecto merecido hacia alguien que ha luchado por mantenerse vivo cantando y disfrutando de lo poco (y grandioso) que le ha dado la vida, hablamos con estrellas como Quincy Jones, por poner un ejemplo, y terminamos enamorándonos no sólo de la voz sino de la marchita (pero latente y viva) energía de Little Jimmy Scott.

Recomendable.

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* Web oficial: http://i-go-back-home.com/

CLUB DE REYES

Breve memoria visual y sentimental del 'Johnny'

El Johnny (el Club de Música y Jazz del Colegio Mayor San Juan Evangelista) fue durante 45 años un hervidero cultural a muchos niveles y, en la época de su creación, un revulsivo para la sociedad madrileña de los 70. Un documental dirigido por Andrea Barrionuevo repasa de manera breve y emotiva lo que significaron las actividades culturales de este colegio mayor de la Complutense para la música y la cultura en España. Conferencias a las 11 de la noche o el primer concierto de free jazz en España son ejemplos de la libertad que se respiraba en este reducto de la Ciudad Universitaria, "una isla", como la llaman en el documental, aislada de Madrid (por la ausencia de metro) y aislada de los cánones de la época predemocrática en la que surgió (por la audacia de sus promotores).

La narrativa del documental resulta en algún momento confusa. Si el espectador visualiza sólo los primeros minutos, llegará a la conclusión de que fue la policía quien cerró El Johnny. Estas imágenes reflejan, en realidad, el desalojo de los ocupas que se habían instalado en el Colegio Mayor después del abandono de sus actividades. Aunque más orientado a la importancia del momento en que nació (los años finales del franquismo) que a las razones por las que desapareció, nos alegra que se destaque en el documental la historia de Alejandro Reyes, creador del Club de Música y Jazz, un personaje invisible para el público pero artífice y motor de un grupo de personas que durante cuatro décadas pusieron en El Johnny un contrapunto a la cultura de masas, apoyando iniciativas como el festival de jazz, la inclusión del flamenco entre los intereses de los espectadores cultos o iniciativas tan singulares como las Jornadas Anti-Apartheid-Afro Jazz II de 1988.

Alejandro Reyes
La hora que dura el documental transcurre por testimonios de músicos que tocaron allí, aunque con un gran déficit que notaremos los que conocíamos El Johnny a través de su festival de jazz: apenas hay músicos de jazz entre los entrevistados, sólo Chano Domínguez y Jorge Pardo, y protagonistas colaterales como Juan Claudio Cifuentes, Germán Pérez de Clamores o el director de Jazzaldia, Miguel Martín. Por suerte, aparece abundante material gráfico (en especial fotografías y hemeroteca) sobre los conciertos de jazz que allí tuvieron lugar. Una lástima, teniendo en cuenta que por el pequeño escenario pasaron figuras nacionales e internacionales de la talla de Petro Iturralde, Tete Montoliu, Art Blakey, Dexter Gordon, Freddie Hubbard... El flamenco, en cambio, sí cuenta con un amplio elenco de testigos que ponen su voz a esta breve historia.

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BORN TO BE BLUE

De cuando Chet Baker aprendió a llorar... de verdad

Chet hizo del canto lacónico de su trompeta y de su voz un himno. Supo utilizar sus limitaciones técnicas en beneficio propio. Esto le obligaba a jugar con el tempo lento, con notas largas y dispersas, a cantar canciones bellas y lastimeras, elementos que lo convirtieron en baluarte del West Coast, al tiempo que le proporcionaron un aura de misticismo. Esto, unido a su look juvenil (le llamaron el James Dean del jazz) le otorgó una imagen de romántico perdedor que lo aupó a la fama, incluso entre aquellos (especialmente mujeres) a quienes no interesaba el jazz. Tuvo que esforzarse poco (técnica y personalmente) para alcanzar esta fama y sólo cuando las cosas se le torcieron tuvo que darlo todo, esfuerzo y sufrimiento, para volver.
Todo se le dio tan fácil en la música. Creo que ese fue uno de los problemas. (Dick Bock, fundador de Pacific Jazz Records, interpretado en la película por Callun Rennie)
Born To Be Blue (Rober Budreau, 2015) narra este episodio de la vida de Chet Baker, cuando a causa de una deuda por drogas, unos matones de San Francisco le parten la mandíbula y los dientes delanteros. Esto, para un trompetista, significa perder la capacidad para soplar. Con prótesis o sin ellas, todos sus años de aprendizaje se perdieron con aquella brutal paliza. Esta película habla de autodestrucción y de sordidez, pero también de volver a empezar.


Algo a advertir es que no suena la música de Chet en la película. Como buena ficción, todo está reconstruido: Ethan Hawke canta (parafraseando el título) y el canadiense Kevin Turcotte (sideman de Don Byron, Tito Puente, Dave Holland...) pone sonido a la trompeta de Chet/Ethan mientras que el piano y los arreglos jazzísticos de la banda sonora corren a cargo de David Braid. El resultado es aceptable y el espíritu de Chet parece sobrevolar la cinta con su laconismo y su sentimiento. Parte de esa reconstrucción es también Jane Azuka, personaje ficticio interpretado por una convincente Carmen Ejogo y que no es sino un epítome, una síntesis de las mujeres que estuvieron con Chet, que le amaron, que le cuidaron, que lo intentaron... Es aquí quizás donde más se nota la libertad que se ha tomado el guionista y director para hacer la película: Chet estaba casado con Carol Baker en aquel año (al no poder tocar, tuvo que pedir una asistencia social de 320 dólares al mes más 130 en cupones para alimentos) y a quien más se parece el personaje de Jane es a Ruth Young, amante inició su relación con Chet en 1973.


Pero Ethan Hawke como Chet también es un invento. La melancolía de sus ojos juega a su favor, nos encanta ese gesto tan Chet de pasarle dos dedos por los labios después de tocar y el papel no exigía más que algo de tristeza y saber llorar. La documentada fotografía pone lo demás: encuadres de las actuaciones en Birdland (Chet Baker and his trumpet, siempre me ha gustado la ingenuidad de estos eslóganes), la reconstrucción en cine de fotografías de William Claxton y, mucho más reales, los escenarios de San Francisco, los estudios de Pacific Jazz...

Kevin Hanchard
es Dizzy en el film
La película comienza con el debut de Chet Baker en Birdland en 1954, con la presencia de Miles Davis y Dizzy Gillespie. [Ojo: lo que sigue podría considerarse spoiler] La historia de Chet es la historia de su musa en la película, su lucha contra la adicción (que le hace feliz y le permite encontrar las notas) y contra la prótesis, se centra en "Summertime", uno de sus himnos y aquí su caballo de batalla. Sólo cuando domina "Summertime" consigue, gracias a la ayuda de Dizzy Gillespie, volver a Birdland a actuar, a recuperar su carrera. El climax es, por supuesto, "My Funny Valentine". Esto ocurrió realmente en 1973. De su posterior exilio en Europa sólo se sugieren pistas en la película, aunque todos sabemos que Europa no fue un paraíso para Chet a pesar de que dejó muchas y muy buenas grabaciones allí, además de esa eterna y clásica discusión acerca de si uno prefiere el sonido de Chet con dientes o sin ellos.

Entretenida ficción, en resumen de la vida de Chet, con demasiadas dosis de ficción. Si prefieren un documental, vean el de Weber (les impresionará por su crudeza) y si quien profundizar en la vida real de Chet lean a James Gavin. Esto es sólo cine... con jazz.

MILES AHEAD, LA PELÍCULA

Miles en el punto de mira

Puede que nuestro subtítulo pueda parecer un tanto llamativo, pero si adelantamos (y no es spoiler) que la película sobre Miles comienza con una persecución y continúa con disparos... entonces la metáfora de cine negro podría valer. Dejémoslo en el hecho de que todos los aficionados hemos tenido puesto el punto de mira en esta película desde que en 2009 se sopesó la posibilidad de cancelar esta película hasta que hace un par de años el proyecto resucitó gracias al tesón de Don Cheadle. Ahora, por fin, se estrena en España este original biopic que retrata un episodio que pudo (o no) suceder durante una de las épocas más conflictivas y curiosas de la carrera de Miles Davis.



Frances, en la portada de
Someday My Prince Will Come,

es uno de los leitmotiv de la película
No es precisamente Miles Ahead una cinta narrada al estilo de Hollywood. Cheadle manifestó que así lo quería y cambió repetidamente de guionista y de argumento. El resultado es un film amorfo pero interesante, donde las contradicciones se complementan para conformar un rompecabezas que aumenta su valor si el espectador conoce los entresijos de la vida de Miles Davis, en especial si conoce la época en la que transcurre la trama principal. En este sentido, la primera contradicción que uno encuentra es el título de la película (el título de un álbum de 1957) cuando está ambientada en el periodo de silencio de Miles (1975-1980), durante el cual no grabó ni lanzó nada. Sin embargo, el uso de flashbacks, siempre apuntando hacia su matrimonio fallido con Frances Taylor (se casaron unos meses después de lanzar este disco) justificaría el título de la película, que encierra también (¿por qué no decirlo?) cierta poética mirada hacia Miles "en la distancia". Frances (hoy) Davis está involucrada en la producción de la película.
Si quieres contar una historia, ten un poco de actitud, viejo. No seas tan sentimental con esto.
Quizás hubiera sido más interesante y positivo para la imagen de Miles enfocar el argumento hacia su regreso tras esa época de sequía creativa, con otra historia de amor, la de Cicely Tyson, de quien ya hablamos aquí hace tiempo; pero, como en el caso de Born To Be Blue, de la que hablaremos más adelante, es fundamental en la historia la presencia de una musa o, en el caso de Miles Ahead, la ausencia de esa musa que le hacía "tocar como nunca había tocado".
No me gusta esa palabra, "jazz". No lo llames jazz, tío. Es una palabra inventada. [...] Es "música social".
Otro elemento con el que juega la película continuamente y con el que es fácil hipnotizar a los fans de Miles es la recreación de escenarios que hemos visto una y mil veces en entrevistas, clips de vídeo, DVD's..., como los estudios de Columbia durante la grabación de Porgy & Bess con Gil Evans y Teo Macero, el  Village Vanguard, el estudio de su casa, las actuaciones para la televisión o la recreación de esa entrevista con la que comienza la película...
Don Cheadle, casi Miles.
Sobre Cheadle como director no hay mucho que decir. La película es veloz y los pocos actores parecen bien encajados en sus papeles. El suyo propio (dirigirse a uno mismo es siempre un riesgo a evitar) está bien dibujado, con las poses tan famosas de Miles al tocar (tanto en su época joven y elegante como en sus últimos conciertos, casi agachado), su voz rota, sus repetidos So what! como respuesta, sus problemas de cadera y los respiratorios a causa de las drogas; todos esos tics que hemos visto y oído en tantas entrevistas están ahí, en la interpretación de Cheadle, a pesar de lo cual no creo que haya terminado de convencer a ningún aficionado de que él es o pudiera ser Miles, aunque el esfuerzo queda patente.

El (aparente) absurdo de contar la historia de un músico durante una época en la que ni tocó ni grabó queda subsanado gracias a los saltos narrativos. Así, se pueden escuchar durante la película temas de Agharta, On The Corner, Kind of Blue, Filles de Kilimanjaro, Bitches Brew...; por supuesto, no en orden cronológico. Esta banda sonora de la película alterna grabaciones originales de Miles con recreaciones a cargo de músicos actuales. Keyon Harrold pone sonido a la trompeta que "toca" Don Cheadle. 

La película, intensa y en apariencia falta de estructura, podría ser un reflejo de la vida de Miles, de sus experimentos electrónicos y también de la decadencia en que se sumió en los últimos años de su carrera, donde, aunque seguía enamorando con sólo dos notas y seguía siendo capaz de reunir a músicos jóvenes para cambiar la Historia del Jazz una y otra vez, parecía el músico más indeciso del mundo. Era un glorioso caos hecho persona. Con todo, me parece una película válida, quizás sólo un relato corto en lugar de una novela sobre su vida, de la que se podría escribir infinitamente mucho más. No es una gran película pero creo que es de visión obligatoria para todo el que ame el jazz o sienta algo por Miles. El final de la cinta (no creo que esto se pueda considerar spoiler) les dejará como al principio, con la misma inquietud y con una tensión narrativa que nunca queda resuelta. La actuación final, donde podemos ver y escuchar reunidos a músicos de la talla de Herbie Hancock, Wayne Shorter, Esperanza Spalding, Antonio Sánchez,.. no hace sino acentuar esta sensación de que no nos han querido contar el final... El tema que interpretan es "What's Wrong With That?" y está compuesto por Robert Glasper y (sí) el propio Don Cheadle.

Sean o no fieles a la realidad, los biopics de jazz permiten a los aficionados soñar con haber estado allí, en esos momentos que se recrean en la pantalla. ¿No es suficiente? A este que firma le basta con escuchar a este Miles diciendo eso de "Don't call it jazz".



DOS VISIONES DE JOE ALBANY

Drogas, jazz y otros cuentos de hadas de la niñez

Como autor de ficción, confío siempre en que una narrativa construida es siempre más eficaz para llegar al lector o espectador que un simple documental o ensayo. Hoy me gustaría hablar de dos acercamientos a la historia del pianista Joe Albany. Uno es un documental dirigido por Carole Langer (Joe Albany: A Jazz Life) y el otro, Low Down (Jeff Preiss, 2014)una espeluznante película basada en el libro que escribió la propia hija de Albany y que tituló Tirada: Drogas, jazz y otros cuentos de hadas de la niñez (Low Down: Junk, Jazz and Other Fairy Tales from Childhood). Aun complementándose, creo que es más efectiva la visión ficcionada porque comunica más eficazmente la sensación de desolación que podía sentir la hija de uno de esos músicos que siempre hemos tenido por balas perdidas, convirtiendo a una de estas leyendas malditas del jazz en algo humano, terrible, cercano.

El Joe Albany real
y su hija Amy Jo
Joe Albany no sólo fue un adicto que no sabía en qué día vivía; fue, por encima de todo, un músico con voz propia, algo que siempre buscó y que es posible escuchar en sus discos como líder y como sideman. Pianista que dominaba el bebop, siguió un camino serpenteante a través de tantos estilos como líderes acompañó (Charlie Parker, JJ Thompson, Mingus, Dexter Gordon, Niels-Henning Orsted Pedersen...). En Low Down, se pueden escuchar temas de los discos originales de Joe Albany junto a otros grabados expresamente para el film por el pianista Russ Johnson. El repertorio de la banda sonora está muy bien escogido y refleja su vida con ese sentido del blues que, en los dedos de Albany, resulta en algunos momentos estremecedor.

Además, la película tiene a su favor un gran John Fawkes (como Albany), una Elle Fanning profunda y conmovedora en su papel de Amy Jo y grandes actores como Glenn Close, Peter Dinklage, Lena Heady... y, claro, la música de Joe Albany, que convierte la película en un triste blues (nada que ver con la cancioncilla del trailer, que no aparece en la película, por suerte).


El documental Joe Albany: A Jazz Life (Carole Langer, 1980) es otra historia. El pianista se convierte aquí en narrador único. Su voz y la de su piano nos guían a través de su vida, con dolorosos (aunque, en apariencia, aceptados) testimonios de sus adicciones y recaídas, y fantásticas historias sobre su experiencia como acompañante de Billie Holiday, Lester Young, Benny Carter, Bird ("Podía comunicarme con Prez, pero con Bird... todo era mental, y él nunca derribaba esa barrera").

En los momentos bajos, Joe Albany solía tocar en bares, pizzerías... En el documental se le puede ver tocando en un sitio algo más decente, el West End Café de Nueva York, y le oímos interpretar una buena cantidad de temas en un momento de su vida en que la lucidez acompaña a sus dedos. Toca "Billie's Bounce", "Round Midnight", "Lush Life"... La misma humildad de sus confesiones a viva voz aparece en su piano cuando toca solo. Albany se confiesa, se valora, mira atrás y nunca se defiende. Admite haber buscado la voz de Dios y haber encontrado el jazz, "el estado ideal en el que las personas reprimidas pueden expresarse". Habla de las tentaciones y se confiesa una persona sensual, proclive a caer, como todos los artistas,

Un documento imprescindible para escuchar a Joe Albany en un momento de lucidez y madurez personal y musical. Sin embargo, quizás la humildad en la voz del pianista, su calmada sinceridad, acabe por parecernos atroz. En este momento es cuando mi defensa de la ficción, de la realidad narrada, toma fuerza y constato que un actor interpretando a un personaje real puede estremecernos más que un documental si el guión nos hace seguir la historia con la misma vehemencia con que vivimos la nuestra. ¿Docu o drama? Particularmente, recomiendo visionar los dos vídeos, pero me quedo con la película.


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El documental se puede ver completo en
* Vimeohttps://vimeo.com/ondemand/joealbanyajazzlife
* Jazz on the Tubewww.jazzonthetube.com/videos/joe-albany/a-jazz-life.html


https://www.amazon.es/El-talism%C3%A1n-Alexandros-R-Martino-ebook/dp/B00HW9QLHI?ie=UTF8&adid=0RP4GC1T9XR4MV7R2HPA&camp=3598&creative=24794&creativeASIN=B00HW9QLHI&linkCode=as1&ref-refURL=http%3A%2F%2Fwww.jazzeseruido.com%2F&ref_=as_sl_pc_tf_lc&tag=jazeserui0f-21

MAZAGÓN JAZZ 2016

Jazz a la orilla del mar

Un año más (y van cuartro) se celebra el Ciclo Didáctico  Divulgativo Internacional Mazagón Jazz. Como su nombre indica, es un evento que pretende formar, tanto a los aficionados al jazz como a los neófitos que deseen introducirse en el complejo universo de esta música. Los nombres este años son Kontxi Lorente, Daniel Cano Quintet, Javier Navas, Van Moustache, Rafa López Quintet... Cinco conciertos gratuitos, una jam session, una cena con jazz, literatura, cine, fotografía, coloquio, master class...; todo en una playa casi virgen en el Sur de Andalucía. ¿Alguien da más?



Lo más destacable, personalmente, es la oportunidad de presentar oficialmente mi libro de relatos Noche de Jazz. Será el día 16 a las 17:00 en el Edificio Multifuncional. ¿Qué mejor lugar para presentar el libro que un Ciclo de Jazz?




Tendré el honor de intervenir en el coloquio (sobre el jazz en España y, en especial, sobre Tete Montoliu) junto a Javier Domínguez (Bulevar del Jazz, RAI) e Iván Rodríguez (sociólogo de la UHU y gran aficionado). Las sesiones didácticas están dirigidas tanto a alumnos del instituto como una interesantísima master class de trompeta y fiscorno que dará Daniel Cano el sábado. Los conciertos de Kontxi Lorente, Daniel Cano Quintet y Javier Navas son al aire libre en el Faro de Mazagón, mientras que los de Van Moustache y Rafa López Quintet se realizarán en el parque público, al lado de las terrazas de bares y cafeterías y, por supuesto, a la hora de las tapas y del café, un lugar envidiable desde donde se puede ver el mar... ¿Van a perdérselo?





* Web oficial: http://mazagonjazz.eu


** Programación detallada:
     http://territoriohuelva.com/2016/04/mazagon-jazz-2016

HOME MADE

Descubriendo a la Big Band de Canarias

Hacía tiempo que tenía ganas de escuchar de manera directa (en disco, naturalmente y no a través de Youtube) a la Big Band de Canarias, ese ambicioso proyecto puesto en marcha por los canarios Kike Perdomo y Yul Ballesteros. Ahora tengo en mis manos su último disco, grabado en 2013 pero recién lanzado al mercado, titulado Home Made, y para ponerme al día, el que le precede, Elmer Bernstein: The Wild Side (Varèse Sarabande, 2014).

Nacida en 2009, esta gran orquesta de 17 músicos ha llegado hasta hoy con algunos cambios de personal pero, en realidad, el primer paso discográfico de la formación fue Atlántida (Zaranda Records, 2010), un álbum que contenía composiciones originales y arreglos de piezas tradicionales del folklore canario. El segundo paso fue un espectacular homenaje a Elmer Bernstein.

Elmer Bernstein, sin ser un músico de jazz, usó tanto swing como fuente de inspiración que sus bandas sonoras son ahora standards imprescindibles, que, por supuesto, hay que escuchar con el poderoso sonido de una big band. El disco, producido por Robert Townson y Kike Perdomo, comienza con la desbordante música de los títulos de El hombre del brazo de oro e incluye temas tan espectaculares como las bandas sonoras de The Sweet Smell of Success (que en España se tituló Chantaje en Broadway y de la que algún día deberíamos hablar por la presencia de los combos de Chico Hamilton y Frank Rossolino) o Johnny Staccato

El tercer álbum de la BBDC, recién llegado al mercado, como decimos, es Home Made. Su título da fe de que la propuesta es bien distinta conceptualmente a la del disco anterior. Aquí no hay homenajes (no obvios, pero los hay) sino que se trata de una recopilación de temas compuestos y arreglados por músicos canarios (Natanael Ramos, Tana Santana, Francis Hernández, Eduardo Rojo, Martin Leiton, David Quevedo, Julián Williams Diaz, Alexander Ramos y Kike Perdomo), jazz "hecho en casa" pero más interesante musicalmente que los anteriores, ya que pone en valor el trabajo personal y colectivo de una cantidad enorme de músicos made in Spain que la distancia y las multinacionales hacen invisibles a los ojos (y oídos) de los aficionados al buen jazz. Gracias a Internet, se borran las distancias y la diferencia horaria y hoy, al fin, tenemos su disco sonando en el equipo y dedicándoles una reseña porque no hay nada que nos llene más que promover el jazz que nos gusta.

No vamos a hablar de solos ni de los solistas de Home Made por no obviar alguno (aunque demuestran un gran mérito, ya que el disco fue grabado ariesgadamente en directo en el Teatro Leal de Tenerife), pero sí hay que resaltar lo que todos los temas tienen en común, que es el cuidado en los arreglos, sofisticados, bien pensados y trabajados, apuntando siempre al jazz que viene, moderno, complejo y edificante. La propuesta es variada. En "Paraplex", por ejemplo, David Quevedo ha compuesto y arreglado un tema sobre la estructura rítmica de "Take Five" (Desmond) mientras que el también pianista Francis Hernández propone en "Obsessió" una tema en principio introspectivo, con cierta raíz, que termina siendo una fiesta de los vientos (maderas y metales), al igual que "Groovy" (compuesta por Kike Perdomo con arreglos de Alexander Ramos), que tiene una partitura muy rítmica, con un groove particular de aires festivos, swingueantes e incluso latinos; por su parte, "Rancho de ánimas de la aldea" es una deliciosa balada que demuestra que, a veces, incluso en una big band, menos es más.


Resumiento, la propuesta de Home Made es básicamente más moderna que la anterior, ya que ofrece temas originales y una versión modernizada y sofisticada de lo que es una orquesta de jazz, amén de permitirnos observar el jazz más moderno hecho en Canarias a través de las personalidad de los músicos que arreglan y componen los temas (y sus influencias), siempre permitiendo, con esa libertad con que se mueve el jazz europeo actual, difuminar las fronteras entre estilos. El futuro está en la diversidad y la BBDC lo demuestra aquí con un plantel de músicos (y compositores) de calidad que tiende a expandirse desde las islas como una gozosa diáspora. En resumen, una aventura musical polimórfica y recomendable para los oídos más críticos.

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