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Obituario: STAN GETZ

Un espíritu desafinado

Stan Getz encabeza uno de los repartos menos amables del jazz: el de los Malditos, seres capaces de regalarnos la belleza más inmortal y, al mismo tiempo, ejemplificar la imagen de la autodestrucción gratuita. El recorrido vital de Stan Getz dibuja imágenes de un niño nacido en Filadelfia y obligado a crecer en las calles del Bronx, un adolescente que aprendió a tocar el saxo a los 12 años y que empezó a trabajar en la orquesta de Dick "Stinky" Rogers con 15, a grabar con 19... La vida corría muy deprisa y las metas quedaban atras con demasiada celeridad. ¿A qué echarle cojones cuando se puede con todo? La droga fue el siguiente desafío. Obviamos los detalles, los periodos de desintoxicación, las recaídas...

Getz sólo consiguió alejarse momentáneamente de las adiciones durante los años que vivió en Suecia y Dinamarca con su mujer Monica Silfverskiöld, que era sueca. Pasó, como muchos genios del jazz, por loqueros donde (por aquel entonces) se curaba a los drogadictos. El paso por el Lado Oscuro no ensombreció jamás su música (con bajón y todo seguía sonando brillante) ni su eterna cara de niño bueno. Siempre se vio a sí mismo como un Capitán Maravillas capaz de vencer al final...

A pesar de esto, Getz nos dejó 45 años de carrera en grandes grabaciones donde su estilo, furioso o delicado pero siempre sólido y característico, nunca faltó. A pesar de esto, consiguió inculcarnos a los jazzeros el feeling de la bossa nova (que él llamó samba/jazz). A pesar de esto, sigue siendo un bello fantasma que nos pone los pelos de punta con cada soplo. Hoy, 2 de febrero, habría cumplido 88 años pero no él nunca fue un hombre destinado a envejecer. Fue una sombra y William Claxton lo retrató como una sombra. Nosotros lo recordaremos así.


Dicen que esta es la última grabación de Getz, un concierto de más de 3 horas de duración grabado en el Philarmonic Hall de Munich (Alemania) en el verano de 1990, con Kenny Barron al piano, Eddie del Barrio y Frank Zottoli en los sintetizadores, Alex Blake al bajo y Terri Lyne Carrington a la batería. Disfruten del recuerdo y de la inagotable capacidad de improvisación del hombre del espíritu desafinado.



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* La primera foto es Stan Getz en el aeropuerto de Copenhague en 1958. Es una imagen de dominio público. Desconocemos el autor. 

** La segunda foto es la portada de Captain Marvel (Verve, 1972).

*** La tercera foto es de William Claxton y aparece en su libro Life del que ya hablamos en su día.



 

WHIPLASH

Otra vez Damien Chazelle y el jazz

Sin haber cumplido aún los 30 años, Damien Chazelle apunta ya muy buenas maneras como director de actores, como demuestra en su cinta Whiplash, todo un ejercicio de interpretación, un drama de superación que enfrenta a dos actores de manera magistral; uno (J.K. SImmons), con experiencia y quizás un poco encasillado en su papel de militar-instructor-sin-piedad, y otro (Miles Teller), joven, prometedor, capaz de encarnar la ambición y la introspección de igual manera. Pero lo que nos atre de Damien Chazelle es la sensibilidad con que se acerca al jazz. Si en su primera película, Guy y Madeline en un banco del parque (2009), de la que ya hablamos un día en el blog, el jazz era el lenguaje en el que se expresaba el protagonista (¡qué magnífico y atípico final!), en Whiplash el jazz encarna la perfección, y el protagonista ambiciona esa perfección.



El primer elemento que nos llama la atención desde el trailer es la dureza de un profesor de conservatorio a cargo de la studio band del centro. J.K. Simmons, habitual de las películas de campamento militar made in USA traslada aquí su brutalidad verbal y física con un lema: “Charlie Parker no se hubiera convertido en Bird si Joe Jones no le hubiera tirado un plato de la batería”. Su alumno y adversario es Andrew Neimann (Miles Teller), un músico joven, superdotado y atormentado con la búsqueda de la perfección, un argumento típico, pero no esperen a un Frankie Machine acabado como el de El hombre del brazo de oro (Otto Preminger, 1955)  ni un genio autodestructivo como el Charlie Parker de Clint Eastwood. Aquí encontrarán a un joven estudiante con las ideas claras. Su punto flaco es la ambición, una ambición que le hace renunciar al mundo exterior y al amor con la sangre fría de quien se enfrenta a un problema técnico más. Quiere ser el nuevo Buddy Rich (¡aquellas batallas de baterías!) y esto le cuesta sangre, sudor y lágrimas. Literalmente.

La banda sonora de Whiplash es electrizante, es la adrenalina de un solo sin aliento, es música de batería pero también es música de big band. Contiene standards, cómo no (suena un "Caravan" con un toque latino y "He Was a Beautiful Player" de Stan Getz) pero es esencialmente original, compuesta para la película pero ambientada en ese momento del jazz en que aún convivían el swing y el naciente bebop. Dos son los compositores a los que ha recurrido Chazelle. El primero, Justin Hurwitz, ha compuesto todos los temas de big band, mientras que Tim Simonec ha realizado las piezas que aparecen en los concursos de la película, pero lo más espectacular es el trepidante “Whiplash”, que se convierte en el obstáculo y en la meta del protagonista, un tema compuesto por Hank Levy, el que fuera compositor de la orquesta de Stan Kenton.


La batería es la protagonista de todos los temas, como no podía ser de otra manera, y el sonido, en general, apunta hacia el mainstream, con buenos arreglos de metal y madera y mucha potencia. Hay temas que suenan excitantemente a swing ("When I Wake" o "Upswingin", al que la batería aporta un toque jungle) o a ese blues de escenario de Cotton Club ("No Two Words", "Casey's Song"). Lo dicho, una dosis de swing y otra de bop, todo a big band. Aun así, el sonido resulta moderno. Y nos gusta.

No sabemos si el éxito de la película (cuando escribimos esto está nominada a 5 Oscars, incluidos Guión adaptado y Mejor película) fomentará el interés general por el jazz pero estamos seguros de que sembrará el amor por la batería: el guión pone en valor el papel del baterista como solista y como soporte y esqueleto de la banda de jazz.

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**Recomendamos visionar la opera prima de Chazelle, Guy y Madeline en un banco del parque, cuya reseña publicamos en Jazz, ese ruido y pueden leer aquí.