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VALENTINE

TRES HISTORIAS DE AMOR ALREDEDOR DEL JAZZ

Foto: Chuck Stewart
"Mi madre, Alice McCloud en esa época, estaba tocando con un vibrafonista llamado Terry Gibbs, y estaban haciendo un programa doble con el cuarteto de John Coltrane en el Birdland original de la calle 52, en Nueva York", explica Ravi Coltrane en el documental Chasing Trane (John Scheinfeld, 2016). Su hermanastra Michelle añade en el mismo documental: "Se vieron el uno al otro, y hubo un poco de... ya sabes. Hay una mujer joven aquí y ¡oh! es una pianista. John se quedó a escuchar un poco de su interpretación, y la admiró." Ravi sigue contando la historia desde el punto de vista de Alice: "Algo en ese saxo tenor cautivó su oído y, en algún momento entre los descansos de la banda, mi padre comenzó a perseguir a mi madre por todo el club con su saxo, así que le dio una serenata por todo el club".

La historia de cómo Coltrane y Alice se enamoraron nos viene al recuerdo para ilustrar un cuento en el que el Día de los Enamorados es algo más que "My Funny Valentine"... aunque al final terminemos escuchando por enésima vez la canción porque vale su apelativo de la Canción del Siglo XX. 

Las historias de jazz están llenas de paradojas, drogas, rabia, racismo, superación... y también amor. Historias más escabrosas que la de Coltrane nos muestran a un Lee Morgan asesinado a disparos por una mujer celosa, 19 de febrero de 1972. El lugar, el en el Slug Club de Nueva York. Entre pase y pase, Morgan discute con una novia a la que acaba de dejar. Al final de la noche, Morgan toca el último tema. La mujer vuelve a entrar en el club y camina con paso firme hacia el escenario, donde Morgan está tocando la trompeta, algo que hacía cada noche desde que grabó su primer disco con 18 años. La mujer se acerca al escenario y, sin pensárselo, dispara su 32 hasta que el trompetista cae muerto sobre las tablas.

Billie Holiday and Lester Young: 
A Musical Romance (1937-1941) 
(Columbia Records, 2002)
En una ocasión hicimos una (triste) lista de los hombres a los que amó Billie Holiday, una mujer pasional que nunca fue amada. Quizás el único hombre que la quiso de verdad fue Lester Young,  quizás la persona que mejor comprendió a Billie, y su más íntima y duradera relación. Se conocen durante una jam session con la orquesta de Fletcher Henderson y Young se queda a vivir en casa de la madre de Billie. Allí se conocen y surgen sus apodos. Lester la llama Lady Day y ella le pone el sobrenombre de Prez, alegando que es el Presidente del Saxo. Más tarde, en el tiempo libre que le deja la orquesta, Young acompaña a Billie en sus actuaciones, descubriendo que su tenor es la voz perfecta para acompañar a la cantante. Una de esas historias sin final. Porque Billi y Prez nunca llegaron a ser parejas.

Hay muchas más historias de amor en el jazz pero en esta música nacida de pasiones, los romances no son siempre pacíficos ni terminan bien. Por eso, mejor corramos un tupido velo y escuchemos algo de música. La melodía adecuada es...

Sí, Chet Baker interpretando "My Funny Valentine", un tema compuesto en 1937 por Rodgers & Hart para el musical Babes in Arms y que se ha convertido en un estándar de jazz por derecho propio (gracias a Chet, no a Sinatra). Que ustedes lo pasen bien este Día de los Enamorados (si es de los que guardan todo el amor para un solo día al año). 


My funny Valentine, sweet comic Valentine 
You make me smile with my heart
Your looks are laughable, unphotographable
Yet you're my favorite work of art 

Is your figure less than Greek? 
Is your mouth a little weak? 
When you open it to speak
Are you smart? 

But don't change a hair for me
Not if you care for me
Stay little Valentine, stay 
Each day is Valentine's Day

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* Hablamos de Chasing Trane hace unos meses:

* El (terrible) elenco de los hombres a los que amó Billie Holiday está en este artículo:

11 DE MARZO

Bueno, es mi cumpleaños

No es una gran fecha, no cumplo una cifra redonda ni estoy en el mejor momento de mi vida, pero se me antojaba regalarme una entrada. Nunca seré músico de jazz, puede que ni consiga dominar ningún instrumento (se me ha pasado la edad para ser rising star ;-p ) ni consiga llegar a aprendiz de Nat Hentoff o Leonard Feather. Quizás sólo aspire a que alguna referencia cruzada en mis relatos o en mis novelas recuerde vagamente a los deslices melómanos de Cortázar... Pero puedo dedicarme una pequeño bio. ¿Por qué no?

Nací el año en que Herbie Hancock publicó su Maiden Voyage y Miles Davis grabó su E.S.P., el año en que Ronnie Scott trasladó su club al 47 de Frith Street, doce meses de una época en que los genios se salían (Lee Morgan lanzó Cornbread y The Gigolo mientras que Coltrane hizo un maratón de pasos de gigante grabando los álbumes Ascension, The John Coltrane Quartet Plays, Kulu Se Mama, Transition, Sun Ship, Live in Seattle y, ya en noviembre, Meditations) pero fue un mal año para los pianistas porque murieron Tadd Dameron, Clarence Williams y Nat 'King' Cole. También murió Red Nichols en junio. En el lado contrario de la vida, el 28 de julio nació el menos famoso y el menos Marsalis de los Marsalis, Delfeayo, el trombonista.

En resumen, han llovido muchos discos desde entonces y he pasado de ser un niño gordito y rubito a convertirme en un tipo algo desengañado que intenta que la vida siga sorprendiéndole. Me he alimentado de muchas músicas en este tiempo, pero ninguna como el jazz me ha puesto los pelos de punta. Las 224 entradas de este blog no son suficientes para describir lo que siento. Sigo siendo un aficionado estupefacto ante la enormidad y la universalidad de esta expresión del Arte

Charo, que no entiende el jazz pero me entiende a mí, me ha regalado un giradiscos. El que tenía estuvo un tiempo esperando una aguja nueva y, al final, no sobrevivió a la última mudanza. Ha sido una gran sorpresa, aunque no tan grande como descubrir que no tenía tantos discos de jazz en vinilo como yo pensaba (hay también muchas cosas en cassette, en cajas de cartón pero no olvidadas), lo que no ha sido obstáculo para que ahora esté (re)descubriendo, noche a noche y disco a disco, sonidos que tenía olvidados y que no suenan igual sin las quejas de la aguja caminando por los surcos, el sonido del pasado.