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21/10/16

15 líneas



Paris, 1960. 
(Fotografía de Johan van der Keuken)


La vida no tiene mucho sentido sin las películas. (Johnny/Vincent Gallo en El funeral, de Abel Ferrara.)


Ninguna guerra es una guerra hasta que un hombre mata a su hermano. (Marko/Predrag 'Miki' Manojlovic en Underground, de Emir Kusturica.)


Es increíble la soledad que hay en el corazón de cada hombre. (Lilie/Clotilde Hesme en Les amants réguliers, de Philippe Garrel.)


La pista de circo es el lugar más peligroso del mundo, y también el lugar donde todo es posible. (Vittorio/Sergio Castellitto en 36 vues du Pic Saint-Loup, de Jacques Rivette.)


En los tiempos que vivimos los libros arden demasiado deprisa y calientan muy poco. (María Braun/Hanna Schygulla en El matrimonio de María Braun, de Rainer W. Fassbinder)


Hay que ver lo que puede llegar a hacer un hombre por ponerle las manos encima a una mujer. (Sam Boone/Pernell Roberts en Ride Lonesome, de Budd Boetticher.)


La memoria es maravillosa si no tienes que lidiar con el pasado. (Celine/Julie Delpy Antes de atardecer, de Richard Linklater.)


Es una suerte que no tengamos cine en Schabbach, o nunca nos iríamos a la cama. (María/Marita Breuer en Heimat, episodio 4, de Edgar Reitz.)


Me han llamado de todo, pero nunca que fuera "confortable". (Cord McNally/John Wayne en Río Lobo, de Howard Hawks.)


No es amor si no creemos que durará para siempre. (Marion/Arielle Dombasle en Pauline en la playa, de Eric Rohmer.)


Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma. (La Agrado/Antonia San Juan en Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar.)


Tan pronto como nos hemos reunido unos cuantos seres de buena voluntad, hemos acabado con el motor y la gasolina y todas sus barbaridades (Fernando/Fernando Fernán-Gómez en El último caballo, de Edgar Neville.)


Hace falta tiempo y paciencia. Después, hasta un suspiro se puede transformar en una historia de amor. (Jean-Marie Straub en Onde jaz o teu sorriso?, de Pedro Costa.)


Tengo un pasado que quisiera olvidar, pero nunca podré huir de él. (Hamish Bond/Clark Gable en Band of Angels, de Raoul Walsh.)


Se puede confiar en la gente del cine. (Nasrin Sotoudeh en Taxi Teherán, de Jafar Panahi.)


19/2/11

Otra silla vacía por Jafar Panahi


Como el Festival de Cannes en el pasado mayo, la Berlinale empezó hace ocho días con una silla vacía por Jafar Panahi, al que habían invitado a formar parte del jurado y del que han programado sus películas fuera de concurso. Isabella Rossellini, que preside el jurado, leyó una carta del cineasta iraní desde la cárcel donde cumple una condena de seis años, pero además no podrá escribir guiones ni rodar una película en veinte. Como se ve, es una condena de cine, una condena expresamente pensada y ejecutada con saña contra un cineasta. Jafar Panahi fue condenado por oponerse al régimen fundamentalista, cuya cabeza visible es Ahmadineyad, y por ¡rodar una película sin permiso! Mira tú. La Cinemateca Francesa también ha programado la obra de Panahi durante todo este mes de febrero y creo que en Buenos Aires se proyectarán sus películas en la sala Leopoldo Lugones a principios de marzo. En la reciente entrega de los Goya ni uno sólo de los premiados ni el ya ex-presidente de la academia dijeron una palabra en recuerdo de Panahi ni denunciaron, aprovechando que la gala televisada de los premios era una caja de resonancia, la  condena y prisión de un colega. Bueno, lo entiendo, tienen tanto tanto tanto que celebrar los académicos del cine español, que la ignorancia o el olvido de la represión de un cineasta se disculpan. Creo que en esta escuela la mejor forma de denunciar y protestar, de apoyar a Panahi es recomendar sus películas. Y escribir sobre ellas.


Hace un par de semanas recordaba con Ángeles la impresión que nos había causado El círculo (2000), quizá la obra maestra de Jafar Panahi, quizá también la película iraní que conjuga la radicalidad formal y política con mayor decisión y riesgo evidente. Por esos mismos días leía Mutaciones del cine contemporáneo y, entre los textos que reúne, encontré un artículo de Jonathan Rosenbaum sobre El círculo publicado originalmente por el Chicago Reader en 2000, coincidiendo con el estreno del filme de Panahi en EEUU. Como el artículo de Rosenbaum dice, en lo esencial, lo que pienso de El círculo y aun mejor, si no fuera porque ocupa casi quince páginas lo reproduciría aquí, pero en todo caso esta entrada es deudora de ese texto y uno se limita a sintetizar, acotar y anotar, como un simple editor, vamos.

Jonathan Rosenbaum

Tres de las mujeres protagonistas de El círculo acaban de salir de la cárcel, pero en ningún momento llegamos a saber por qué las habían encerrado; las otras dos son una mujer embarazada, que también estuvo en la cárcel, ha sido repudiada por sus hermanos y quiere abortar, y una prostituta sabia que ya pasó por todo. Apenas sabremos nada de su pasado, tan sólo su peso inscrito en el presente, porque lo que realmente importa en el dispositivo de Panahi es mostrar lo que esas mujeres tienen que soportar, la situación intolerable que padecen; un dispositivo que cumple la función de impedirnos pensar, siquiera por una décima de segundo, que algunas de esas mujeres mereciera alguna condena, de tal forma que no saber nos implica aún más en los que se nos cuenta. Como discípulo de Kiarostami, el cine de Panahi también propicia las elipsis, los saltos narrativos, los silencios -lo no dicho- como estrategia de una economía formal y como muestra de respeto a la imaginación del espectador, pero en El círculo las elipsis y los silencios ponen de relieve asimismo una ética de la mirada, un sentido de respeto a la dignidad de esas mujeres -en el curso de la película descubriremos un mundo especialmente hostil con ellas y lo  poco que cuesta meterlas en la cárcel-, que nos compromete a los espectadores en el acto de ver El círculo.


Hay una secuencia en El círculo en que una de las mujeres recién salida de la cárcel, una chica en realidad, intenta una y otra vez subir a un autobús que debe llevarla de vuelta a su pueblo, sabemos que está desesperada por coger ese autobús, pero por alguna razón es incapaz. Panahi convierte la desorientación de la chica en la estación de autobuses en una coreografía que arrastra nuestra mirada y nos compromete con el desamparo de esa mujer que tiene un ojo amoratado pero ignoramos por qué. Como con las demás mujeres, lo que se nos muestra en presente nos sugiere motivos y sospechas, fobias y razones, miedos y esperanzas. Casi al final de la película, cuando vemos cómo tratan a la prostituta en un furgón policial, comprendemos por qué la chica no podía coger aquel autobús para volver a su casa. Y esta historia del autobús puede servirnos para representar la estrategia formal de la composición de El círculo o, por así decir, la matriz de su estructura poética: un momento de la historia de una mujer explica, anticipa, recuerda o desarrolla un momento de la historia de otra. Sin perder un ápice de coherencia, verosimilitud y entidad dramáticas, cada personaje completa el retrato de otro y encuentra en otro más el acabado de su perfil. El don de Panahi se despliega en lograr que semejante artificio -donde conjuga formalismo y realismo, poesía y denuncia política- cuaje con gracia y delicadeza en el retrato de esas mujeres en la pantalla.  


El círculo empieza como termina, con sendas panorámicas de 360º, es decir, se abre y se cierra con el círculo. Un círculo que primero condena -metafóricamente- y luego aprisiona -literalmente- a las mujeres.  En la primera escena, dos mujeres -una mayor, otra más joven- esperan en un hospital, mientras un bebé nace fuera de campo y escuchamos los gritos de la madre; una enfermera le anuncia a la mayor de las mujeres que ha sido una niña, la abuela protesta -"la ecografía decía que era un niño"- y le comenta a la mujer joven, su otra hija, el disgusto que se va a llevar la familia política, salen del hospital y pasan junto a una cabina telefónica donde vemos a las tres mujeres que acaban de salir de la cárcel, tres de las mujeres alrededor de las que se articulará el relato. En la última escena, la prostituta -con quien compartimos la escena del furgón policial- entra que una celda y, mediante una panorámica circular, descubrimos a las mujeres que acompañamos durante la película con la única excepción de la abuela; suena un teléfono, un guardia se acerca a la celda a preguntar por una mujer, no está allí sino en la celda de al lado, es la madre a la que escuchamos dar a luz al comienzo de la película.  


El filme de Panahi nos muestra de forma directa, eficaz y resuelta -aun manteniendo una fuerte carga formal en los encuadres que encierran (y encarcelan) y en los movimientos de cámara circulares con que cerca y asedia a los personajes- que, sencillamente, las mujeres iraníes en tantos detalles de su vida cotidiana no son libres y tienen miedo. No tiene nada de extraño que El círculo fuese prohibida en Irán. En realidad, Panahi está en la cárcel y lo condenaron a no hacer cine en los próximos veinte años, por hacer las películas que hizo, películas como El círculo. Sólo nos queda esperar que en mayo, durante el próximo Festival de Cannes, gracias a la más bella de las razones que imaginamos, no haya otra silla vacía para Jafar Panahi.  

25/5/10

Me alegro


Me alegro de que el cineasta iraní Jafar Panahi haya salido de la cárcel. Acabo de leerlo en El País. El director de El círculo estaba en huelga de hambre. El pasado domingo, la actriz Juliette Binoche reivindicó la libertad de Panahi cuando recogió en Cannes el premio a la mejor actriz por Copie conforme de Abbas Kiarostami, quien había convertido la presentación de la película en un acto de solidaridad con Panahi y había arrancado las tan traídas y llevadas lágrimas de la actriz.

Fotograma de Todos vós sodes capitáns

Me alegro de que la película Todos vós sodes capitáns de Oliver Laxe haya recibido el premio FIPRESCI, de la crítica internacional, en Cannes. Una película realizada gracias a una ayuda de 30.000 euros de la Axencia Audiovisual Galega, que impulsó una política de apoyo al cine de autor. La Axencia ya no existe pero al menos, el trabajo allí de Manolo González y Xurxo González -no son hermanos, sólo coinciden en el apellido y en el amor por el cine- haya sido reconocido, aunque fuera indirectamente, a través del premio de Cannes. Aunque el merecido reconocimiento no provenga sólo del filme de Oliver Laxe, cabe añadir que la Axencia Audiovisual Gallega también apoyó Celda 211, todo un éxito de público -aunque a mí, creo que ya lo dije, no me gustó demasiado-; es decir, la Axencia apoyó el cine más ensayístico de Laxe pero también opciones comerciales -o industriales- como la película de Vaca Films protagonizada por Luis Tosar, por citar apenas dos ejemplos significativos. En fin, biodiversidad cinematográfica. Lo dicho, me alegro de que Manolo y Xurxo -y la política desarrollada en la extinta Axencia Audiovisual Galega- se hayan visto refrendados con el mayor reconocimiento internacional del cine gallego en su historia.

Apichatpong Weerasethakul

Me alegro de que Elsa Fernandez-Santos en sus artículos de El País desde Cannes nos haya acercado a Oliver Laxe y a Todos vós sodes capitáns, seleccionada para la Quincena de Realizadores. Y al cineasta que ganó la Palma de Oro, el tailandés Apichatpong Weerasethakul, con Uncle Boonmee who can recall his past lives, una película que a la 'estrella de la crítica', Carlos Boyero, sólo le inspiró desprecio. Por cierto, una película producida por Luis Miñarro, un tipo al que gusta el cine frágil y cuyo sueño es producir una película de Víctor Erice.



Me alegro al contemplar a los niños -los capitáns- de Tánger de la película de Oliver Laxe, un filme desigual, austero, estimulante, fronterizo y lírico, donde se hilvanan la reflexión y el viaje, el desamparo y la energía, el documento y el espejo, el boceto y la revelación. Todos vós sodes capitáns tiene ecos de Kiarostami, pero sobre todo amojona la busqueda de un cineasta tanteando los caminos del cine. Me alegro de que Manolo González me haya enviado la película, y haberla visto casi al mismo tiempo que se presentaba en Cannes.

18/5/10

Una silla vacía por Jafar Panahi


Me gustó mucho leer en el El País que Abbas Kiarostami ha convertido la presentación de su película Copie conforme -con Juliette Binoche-, en Cannes, en una reivindicación de la libertad de Jafar Panahi,

Jafar Panahi

considerado como un enemigo del pueblo y encarcelado por el régimen iraní, y que aquí reclamamos también hace casi dos meses y medio. En este tiempo, la situación de Panahi no hizo más que empeorar. Desde la ceremonia de apertura, el festival de Cannes ha colocado en el escenario junto a las sillas de los miembros del jurado, en concreto, junto a la silla de Víctor Erice, una silla vacía y, sobre ella, un cartel con el nombre de Jafar Panahi. El cineasta preso agradeció el apoyo del Festival y la justicia iraní se hizo eco de la solidaridad, así que... decidió prorrogar dos meses más su estancia en prisión. A estas alturas y según algunas informaciones, quizá el director de El círculo haya comenzado una huelga de hambre.

Abbas Kiarostami

Además de denunciar la persecución por el gobierno de Ahmadineyad de los cineastas iraníes independientes, Abbas Kiarostami ha repartido entre los medios de prensa internacionales presentes en Cannes una carta abierta, que ya había publicado en marzo en The New York Times, donde responsabiliza al Ministerio de Cultura Islámica de la inquisición contra el cine en su país. Habrá que seguir reclamando la libertad para Jafar Panahi y es de esperar que todos los festivales de cine del mundo hagan suya esa reivindicación.

5/3/10

Libertad para Jafar Panahi

Jafar Panahi

Leo en El País que han detenido al cineasta Jafar Panahi. De su filmografía conozco dos películas: El globo blanco (1995), que ganó la Cámara de Oro en Cannes y El círculo (2000) que ganó el León de Oro en Venecia. Ambas son dos buenas películas, la segunda incluso muy buena.

Jafar Panahi fue ayudante de dirección de Abbas Kiarostami en A través de los olivos (1994). Ya he contado aquí cuánto le gusta componer sus películas mientras conduce a Kiarostami. Yendo y viniendo del rodaje, el director imaginó la historia de una niña que busca un pez de colores para celebrar la fiesta de año nuevo. Y Panahi, en el asiento de al lado, tomaba notas. Era el regalo de Kiarostami para la opera prima de su ayudante. El guión de El globo blanco.


El círculo enhebra varias historias de mujeres durante unas horas en Teherán. Son mujeres recién salidas de la cárcel y que tratan de rehacer sus vidas. Cada una de esas mujeres representa una cara del prisma de la condición femenina en Irán. En el 2000 y en el 2010. La cámara -casi documental- de Panahi nos va llevando de una mujer a otra, a través de una estructura que dibuja un círculo inexorable. La película fue prohibida en Irán.



Resulta casi irónico que Panahi, mientras viajaba presentando su película y se dirigía a Argentina, fue detenido en un aeropuerto de Estados Unidos y devuelto a Irán por el mero hecho de ser iraní. Pues bien, ahora Panahi vuelve a estar detenido en su propio país, y sus películas han sido prohibidas. Por oponerse al régimen iraní. El círculo, una vez más.

Así que esta escuela se une a la campaña internacional por la libertad de Jafar Panahi.