Porco Rosso

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viernes, 23 de diciembre de 2011

EL ILUSIONISTA de Sylvain Chomet - 2010 - ("L'illusionniste")


Años cincuenta del siglo XX. El mago ambulante Tatischeff se traslada a Escocia para ofrecer allí sus números durante una temporada. En un pequeño pueblo conoce a una adolescente que no tiene a nadie y que se le une en su periplo hacia la gran ciudad. Tatischeff no pasa por un buen momento: al igual que otros artistas como los malabaristas, los ventrílocuos o los payasos, sus servicios cada vez son menos demandados. A pesar de todo, va a intentar darle a la joven que le acompaña una vida mejor. La pobreza le va a asediar, pero él no va a desesperar en la que tal vez sea la mayor de las ilusiones que nunca haya creado en nadie.


Siete años tardó Sylvain Chomet en volver al ruedo tras la genial e imprescincible joya de la animacion "Bienvenidos a Belleville", y su retorno, el pasado 2010, fue verdaderamente magistral. Basada en un guión del genial cómico francés Jacques Tati (al que Chomet admira) que nunca publicó ni llegó a rodar, "El Ilusionista" está protagonizada por un mago llamado precisamente Tatischeff (el verdadero apellido del humorista) que es físicamente igual al propio Tati. De hecho, la película es, quitando tal vez su melancolía (en los filmes del francés existe, pero no es tan acusada como en esta obra) y la tristeza tan bella como desoladora de su desenlace, una película que en su estructura, en sus tronchantes y entrañables gags y en su pausado ritmo no se diferenciaría en absoluto de, por ejemplo, "Las vacaciones del Señor Hulot", "Mi tío" o "Playtime". Aunque muchos ven en la trama básica del filme una relación de amor imposible, pienso que, más que eso, se trata de una relación entre padre e hija. Tatischeff, un ilusionista que, como otros tantos artistas de "corte clasico" (magos, malabaristas, ventrílocuos, payasos...), ve cómo las nuevas diversiones del mundo moderno (estamos en la década de los cincuenta del pasado siglo) y las nuevas tendencias (el rock n'roll, las máquinas musicales de los bares, la televisión, las últimas modas...) destrozan sin contemplaciones su ya anacrónico modo de vida. Este Tatischeff se ve casi forzado a adoptar a una niña que, junto a él, se va haciendo adulta mientras el paro se instala cada vez con más asiduidad en su vida. Sin embargo, a pesar de las precariedades constantes, se las ingenia para darle a la joven una existencia digna que termina resultando una existencia caprichosa.


El asunto central del filme es uno de los habituales de Tati: el progreso demasiadas veces viene deshumanizado y, a pesar de todas sus innegables cosas buenas, termina aplastando a todo el que no puede seguir su ritmo o reciclarse según sus exigencias. Así, mientras el ilusionista que da nombre al filme ha de venderse a una empresa de publicidad e incluso ha de trabajar en un garage, y mientras sus amigos malabaristas se han de dedicar a pintar carteles de anuncios, otros como el ventrílocuo o el payaso no tienen tanta "suerte" y terminan sumidos en la pobreza. El contenido de "El Ilusionista" es terrible, pero también expone sin embargo, y de una forma magistral, la lucha por la dignidad de estos "juguetes rotos" de la sociedad.


Sylvain Chomet vuelve a deleitarnos con su preciosísima animación de corte clásico y vodevilesco, cargada de detalles, y con sus incomparables paisajes, que demuestran un profundo amor por Escocia (donde se ambienta la mayor parte de la cinta), por sus paisajes naturales y sus ciudades llenas de encanto y hasta por su luz y su forma de ver la vida. La narrativa vuelve a ser casi muda, como lo era la de "Bienvenidos a Belleville", pero esta vez la trama no es de aventuras: es una trama casi minimalista y cargada de lirismo, una trama de pasos perdidos en un mundo donde no hay ya sitio para el protagonista y de despertar a la madurez de una mujer que descubrirá que "los magos no existen".


Maravillosa obra maestra con la que quiero desearos, de manera anticipada, una Feliz Nochebuena y Navidad.

viernes, 29 de julio de 2011

BIENVENIDOS A BELLEVILLE de Sylvain Chomet - 2003 - ("Las Triplettes de Belleville")


El pequeño Champion vive en el campo con su abuela y con su perro Bruno entrenándose sin cesar para cumplir su sueño: ser un gran ciclista. Años después participa en el Tour de Francia como una de sus grandes y jóvenes promesas. Sin embargo, es secuestrado por dos siniestros mafiosos con propósitos aún más siniestros. Su abuela y Bruno viajan a la lejana Belleville para rescatarlo… Allí, tres viejas divas de la canción les van a ayudar: Las Trillizas de Belleville. Que tiemble la mafia.


El también autor de comics Sylvain Chomet es uno de los animadores franceses en alza de los últimos años, abanderado total de las artes clásicas a la hora de dar vida a dibujos para las pantallas. Dibujante, guionista y director, tiene una todavía pequeña obra artística para la pantalla en la que destacan, entre cortos y largometrajes, “Ca va, ca va”, “Le champion”, “Le Vieille Dame et les Pigeons”, “Leon La Came”, “Bienvenidos a Belleville” y "El ilusionista". Su estilo, tan lírico como retorcido, tan barroco en lo visual como simple en lo argumental, bebe del cine mudo, de la comedia francesa clásica (especialmente de la del genial Jacques Tati), del cine negro, de la caricatura, del vodevil, del impresionismo y del surrealismo. Su cortísima y espaciada carrera apunta ya maneras: sus dos largometrajes hasta la fecha son dos incomparables obras maestras.


“Bienvenidos a Belleville” es una de las películas de animación más sorprendentes que últimamente hemos podido disfrutar en las salas, al igual que lo es la siguiente obra de su autor, "El ilusionista". Combinando la animación tradicional con unos pocos efectos especiales generados por ordenador (muy pocos y usados con comedimiento), Chomet nos abre las puertas de un fantástico mundo de paisajes oníricos y seres extraños en el que confluyen de la manera más desprejuiciada influencias estéticas y narrativas de todo tipo: el comic, el expresionismo, el estilo gótico más retorcido, el guiñol, el cine negro, el cine mudo, el slapstick, la “comedia de planos generales” estilo Jacques Tati (al que está dedicado el filme), el surrealismo… La historia que en la cinta se narra es la más sencilla del mundo: una mafia de Belleville secuestra a un gran ciclista francés para que corra en carreras ilegales y su abuela, su perro y unas viejas divas de la canción llamadas Las Trillizas de Belleville (nombre real del filme) acuden a su rescate. De muy corta duración (apenas una hora y cuarto), “Bienvenidos a Belleville” es una obra prácticamente muda en la que los personajes se definen por sus actuaciones directas en un mundo de delirante costumbrismo absurdo en el que se cazan ranas para comer con bombas de mano o en el que una aspiradora es una perfecta máquina para tonificar los músculos. Con un ritmo pausado incluso en las propias escenas de acción, la deliciosa trama se va desenvolviendo hasta terminar en una apoteósica persecución que concluye en un simple pero efectivo ejercicio de metacine. Los personajes son inolvidables y originalísimos: desde la anciana abuela del protagonista (anciana de armas tomar) hasta su orondo perro pasando por las entrañables y desternillantes Trillizas, por el narigudo secuestrado o por los siniestros mafiosos, cada cual con una forma más original y oscura. Los escenarios, alucinógenos y deformados, son una delicia para los ojos, así como el color que todo transpira y la delicada y primorosa animación.


“Bienvenidos a Belleville” se inscribe claramente en la línea de las películas de dibujos animados para adultos, ya que, junto a su evocador argumento, exhibe también algunas escenas de violencia y muestra algunos personajes verdaderamente terroríficos (el asesino que parece una calavera viviente, por ejemplo). Por otro lado, su retrato de Belleville (alegoría de los Estados Unidos) consiste en una divertidísima sátira de esta cultura, en donde la Ley la diseñan los que tienen dinero o en donde la obesidad más hiperbólica devora a la población. Las referencias culturales son también constantes: carteles de películas del mencionado Jacques Tati, actuaciones de la sexy Josephine Baker o de Fred Astaire, guiños constantes a los lugares comunes del cine y la novela negra… “Bienvenidos a Belleville”, que compitió en los Oscars con “Hermano Oso” y “Buscando a Nemo”, es una película de animación inolvidable, y más en nuestros días de tontos productos en 3D que utilizan la misma fórmula sin cesar.