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lunes, 1 de octubre de 2018
Les sables magiques
Aunque el arte y las matemáticas no casen bien en principio, los números pueden alertar de un cambio en la orientación de la obra de un creador. Si un director pasa de hacer películas de ochenta minutos a largometrajes de tres horas; si un pintor deja las miniaturas que realizaba y se atreve con lienzos de dos metros de alto y tres de ancho; si un escritor que publicaba novelas de cien páginas, edita una de quinientas; o sí —es nuestro caso— un grupo de rock and roll dobla la duración de su anterior disco ¡con una canción menos en su interior! no es demasiado arriesgado afirmar, antes incluso de haber catado el producto ofrecido, que nos vamos a encontrar con un giro importante en la carrera del artista en cuestión.
Así es. Tricky Woo, la banda canadiense, había noqueado en 1999 al oyente que a él se hubiera acercado con Sometimes I Cry, soberbio ejemplar de rock salvaje e inmediato que bebía de garage, high energy y hard para articular sus maneras amplificadas. Sin embargo, dos años más tarde, las doce canciones flamígeras culpables de que su receptor deflagrara se convertían en once loas al blues rock progresivo y psicodélico, siete de ellas por encima de los cinco minutos, que escenificaban una nueva forma de asumir influencias y sonidos pretéritos que no habían variado sustancialmente. Nombres como el de Cream, Jimi Hendrix, Fleetwood Mac, Led Zeppelin, Ten Years After, ZZ Top, Black Crowes u otros de galaxias comunes asaltarán al escuchador instruido en la materia, pero, aun siendo a veces obvias estas influencias (véase, verbigracia, la estupenda 6 Cats And A Podium y la música del mencionado Hendrix), no hay en el grupo de Andrew Jackson afán de imitación gratuita, sino la utilización de un legado universal e insuperable para forjar un camino particular. Es por ello que a lo largo de su hora de duración, hallamos en Les sables magiques (Tricky Woo es de Montreal) hermosas melodías, riffs y punteos regocijadores, oníricos instrumentales y magníficas percusiones que hablan de cosas hechas con pasión y personalidad, nunca rutinaria o espuriamente. A pesar de que no considero que el álbum tenga la fuerza y perfección de Sometimes I Cry, sí que me parece un trabajo muy notable que mantiene íntegra su dignidad si lo cotejamos con los discos tan espectaculares que aquel 2001 dio a conocer: Grand Fury, The No. 6 Dance, Behind The Music, Make Yer Own Fun, Rodeo Tandem Beat Specter, Lions, Death Alley, Hallelujah Rock'n'rollah, Shadows On The Sun, No Mört, Speedkings, Up-Tight, Scarred For Life, Lend You A Hand, D.F.F.D., Chasin' The Onagro, The Cherry Valence o Soft Porn Engine. Lo cual no es leve argumento, además del riesgo asumido por sus hacedores, para defender Les sables magiques. Den una oportunidad al cambio.
domingo, 25 de julio de 2010
Sometimes I Cry
Precisos y exhaustivos, Larock, Popovich, Conan y Dickson (factótum del grupo) prenden la mecha con el instrumental Altamont Raven para que la dinamita explote durante media hora. Doce grandes canciones se suceden sin dar tregua, apelando a una visión falocrática del rock ("I'm gonna save you with rock and roll" canta Dickson en Sad Eyed Woman) que, creo, hay que tomarse con sentido del humor. La lisérgica Lady Of The Wind da por terminada esta recapitulación personal —es decir, que no solamente toma sino que aporta, que asume sus raíces pero no como dogma— y a todo trapo de la historia del rock. Sale uno noqueado de ella, pero pleno de sensaciones, experiencia similar a la de esos discos clásicos que amamantaron a estos cuatros canadienses que para su siguiente trabajo (Les Sables Magiques) se convertirán en trío y tomarán un rumbo diferente, lógico en quien hace de la libertad creativa y mental su causa.
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