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viernes, 5 de mayo de 2017

Flock, Colibri, Oil


Hoy es un clásico del rock español (en el ámbito underground si se quiere), pero en su momento Hunted By The Snake lo escucharon cuatro gatos. Cancer Moon creaba tensión ahí por donde pasaba, su música —hija de los Stooges, la Velvet y sus epígonos— no era fácil ni se rendía al dictado de las modas, y además las letras eran en inglés. Lógico entonces que su primer elepé fuera una fracaso comercial inversamente proporcional a la belleza prensada en sus surcos. Siendo esto así, Flock, Colibri, Oil iba a insistir en la fórmula de su predecesor, pues Josetxo Anitua y Jon Zamarripa no eran de los que se bajaban del burro a cambio de unas miles de copias de discos. El segundo trabajo del grupo vasco veía la luz en 1992 de la mano de Munster —mano a la que tanto debemos—, y venía a confirmar la excelencia del debut gracias a unos temas contundentes a la vez que misteriosos y arrogantes. Eliminado inevitablemente el factor sorpresa quedaban los de la calidad, la exigencia y la determinación; es decir, los más importantes. Las guitarras abonadas al wah-wah de Zamarripaespléndidas en cortes como Ink, Have You Seen It? o White Sky; absolutamente subyugantes en el más largo de todos, Stocks, la voz insondable de Anitua, el bajo de Álvaro Irizar y la batería de Arturo García ponen en escena las sobresalientes canciones escritas por los dos primeros, tratados de high energy, psicodelia o punk que lo mismo remiten a clásicos como MC5, Dictators o Bo Diddley que a contemporáneos (o cercanos en el tiempo) tales que Jane's Addiction, Jesus And Mary Chain o Screaming Trees. La melodías ideadas por Zamarripa exudan lirismo hipnótico, mareas de acordes y sonidos eléctricos serigrafiados por su guitarra, confirmados y agrandados por las letras y las cuerdas vocales de Anitua y completados por la base rítmica. La edición en CD, por último, ampliaba la de vinilo con dos versiones de Suicide y Scientists, bandas asimismo cercanas al espíritu de Cancer Moon, que con Flock, Colibri, Oil no solo corroboraba su clase sino que miraba cara a cara a Nirvana, Pixies o Teenage Fanclub, nombres sagrados del rock alternativo cuyos seguidores poco o nada sabían a la sazón, ni saben ahora, de un grupo vizcaíno que fabricó algunos de los mejores discos de los años noventa. Ellos se lo pierden. 


 

viernes, 4 de marzo de 2016

Hunted By The Snake


Rareza o milagro, lo de Cancer Moon y su debut, Hunted By The Snake (1990), era de otro nivel y otra galaxia en el rock que se cocía en España por aquel entonces. Formuladas mediante marañas eléctricas apadrinadas por los Stooges y la Velvet Underground, sus canciones remitían asimismo a los sonidos que a finales de los años setenta y durante los ochenta habían dejado grabados Sonic Youth, Jesus And Mary Chain, Joy División, Scientists, el Bowie de Berlín e incluso los Smiths. Sin embargo, no había en las composiciones de Jon Zamarripa y Josetxo Anitua apropiación ociosa o baldía. El grupo había asimilado unos fundamentos que cuadraban con su esencia en el intento de utilizarlos para construir un imaginario singular, no de usurparlos y entregar una copia flácida y sobrante de las que tanto abundaban (y abundan). Al igual que Bored! en Australia y Union Carbide Productions en Suecia, Cancer Moon revivía a su manera y sin asomo de nostalgia los axiomas perturbadores de Raw Power y Fun House, a su vez contaminados por los de The Velvet Underground & Nico y White Light/White Heat y precursores de los de Unknown Pleasures, Psychocandy y Evol. Y lo repito: a su manera y sin asomo de nostalgia. El rock and roll cortante y emocionalmente extremo que sale de la guitarra de Zamarripa, las cuerdas vocales de Anitua, la batería de Jesús Suinaga y el bajo invitado de Eduardo Basterra —letras violentas y oscuras incluidas— habla de una personalidad inexpugnable de sobresaliente musicalidad que proviene de algún torbellino interior mucho antes que de las evidentes, no ocultas influencias. El mal rollo existente durante las sesiones en las que se graba el disco en Badalona —amplia y excelentemente documentado por Jaime Gonzalo, coproductor de Hunted By The Snake, en Relación de un siniestro anunciado, ensayo que acompañaba a la magnífica reedición que Discos Crudos hizo del elepé en 2011— no hizo mella en el resultado artístico, tan poderoso y absorbente hoy como cuando era publicado hace veintiséis años. Su belleza venenosa e inalterada se ríe de casi todo lo que, expulsado por el éxito, dará a conocer la cantera de Seattle a partir del boom de Nevermind y Nirvana, aunque decir esto de un trío vasco de mínima repercusión comercial pueda parecer peregrino o desorbitado. Si se guían por criterios de fama o ventas, estarán en lo cierto; si los suyos son, por lo contrario, estrictamente estéticos, atiendan a la voracidad conspicua de las notas guardadas en los surcos del primer paso de Cancer Moon y verán cómo no exagero.