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lunes, 23 de junio de 2014

Traveling Wilburys Vol. 1 y Traveling Wilburys Vol. 3

Pasatiempo de lujo, el de los Traveling Wilburys dejó grabados dos discos felices y estupendos a cargo del que quizá fuera el supergrupo —sobre el papel— más deslumbrante que haya existido. Cierto: un quinteto formado por Bob Dylan, Roy Orbison, George Harrison, Jeff Lynne y Tom Petty parece difícil de superar, y aunque de su unión no saliesen un nuevo Blonde On Blonde u otro All Things Must Pass, tanto el primero (1988) como el tercer volumen (1990) —no hubo segundo— atesoran la calidad que de tan conspicuos nombres se espera. No hay lugar en la luminosidad de ambos discos para historias terribles o confesiones lancinantes, sino para el disfrute de unos amigos a los que no es necesario presentar y que cargan sobre sus espaldas (en especial las de Robinson, Dylan y Harrison) parte esencial de la historia del rock. Cual Ramones más viejos, menos eléctricos y mejor vestidos, los protagonistas adoptan todos seudónimos de apellido Wilbury y —secundados por Jim Keltner (batería), Jim Horn (saxo) y Ray Cooper (percusión)— se decantan por un pop amable aunque perfectamente construido. El oyente avezado e interesado dará con ecos que le suenen a folk, rockabilly, doo-wop, twist, dixieland, reggae, calipso y otros tantos estilos, pero —sobre todo— hallará pistas constantes que le hablen de los Beatles, ELO y cada uno de los artistas por separado. La muerte de Roy Orbison tras la publicación de Traveling Wilburys Vol. 1 no impidió al resto de participantes continuar con el proyecto y darle continuidad mediante un álbum tan entrañable y gozoso como su antecesor y dedicado al llorado Lefty Wilbury.


Se me argüirá que de no existir la banda o sus grabaciones el rock and roll en su conjunto no habría sufrido merma alguna o que ninguno de los elepés está a la altura de obras maestras como las mencionadas arriba. Es correcto, así lo hemos admitido al especificar la categoría de entretenimiento del grupo; sin embargo, no es ello razón para no atender a su llamada, pues en ella se respira buen gusto y ganas de deleitar al personal, cosa que en mi opinión los Traveling Wilburys logran de sobra. Viendo sus componentes, no sorprende.