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lunes, 16 de marzo de 2020
Nevermind
Pixies, Black Sabbath, Stooges, Cheap Trick, The Jesus And Mary Chain, Hüsker Dü, Black Flag: ésas y varias más son las influencias que evidencia la escucha de Nevermind, el disco de Nirvana que en 1991 hizo oficial el rock alternativo y mandó al sleaze al cajón de los recuerdos… por unos cuantos años. El rock básico y ruidoso de guitarra, bajo y batería se alejaba del cruce de glam y metal que había triunfado en los ochenta, y la gravedad y las camisas de cuadros venían a sustituir al rímel y el desparrame. Por supuesto, estamos generalizando, pues existen matices y excepciones, pero no hay más que comparar, por ejemplo, el Girls, Girls, Girls de Mötley Crüe (superventas cuatro años antes) y las pìntas y actitud de la banda angelina con el elepé que hoy nos ocupa y el aspecto de sus creadores para darse cuenta de que bastante de eso había.
Hardcore, high energy, punk y heavy metal ponen banda sonora a una atmósfera depresiva. —grunge— que coincide —curiosamente— con la (obscena) alegría que el neoliberalismo exhibe ante la caída de la Unión Soviética y sus satélites: ¿no es ya el mundo libre, feliz y capitalista hasta el infinito y más allá? Smells Like Teen Spirit, In Bloom o Come As You Are se van a convertir en himnos generacionales, canciones de ésas que llenan vidas, que dan sentido a existencias, independientemente del nivel artístico que puedan tener. Por fortuna en el caso de Nirvana y Nevermind el nivel es alto, si bien considero que su éxito los puso en un lugar excesivo, pues hay muchos grupos y álbumes de los años noventa que, por consistencia, potencia u originalidad, hay que situar por encima. Y hasta aquí las pegas, pues las composiciones son muy notables, la ejecución de Kurt Cobain, Krist Novoselic y Dave Grohl es impecable y rotunda y el trío denota personalidad. No se me malinterprete: discos como Badmotorfinger o Blood Sugar Sex Magic, del mismo año, son excelentes pero no los pondría jamás a la altura de Sticky Fingers o Billion Dollar Babies, ni siquiera a la de los que considero mejores plásticos de 1991, From Influence To Ignorance, Apocalypse 91… The Enemy Strikes Black y Trompe le monde. Ni la mítica portada de Nevermind —en la línea de la de Undercurrent mas sin su elegancia—, ni las ventas millonarias me harían cambiar de opinión. Cada cosa en su sitio.
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