Anticipo en formato single del magistral elepé de 1979 al que dará nombre días después, Overkill es una bomba atómica de high energy y heavy metal que eleva a Motörhead a los altares del rock and roll, a catar completa en la versión doce pulgadas del sencillo, pues en la de siete la canción es cortada a los tres minutos, justo antes del primero de los dos quiebros, encabezados, al igual que la apertura del tema, por la ruidosa batería de doble bombo de Philthy Animal Taylor; quiebros ambos que, cuando parece que va a terminar, la alargan, la tensan y la llevan a sus cinco minutos de gloria bendita. En las dos versiones, sin embargo, la cara B dura tres minutos y medio, un Too Late, Too Late notable pero lejos cualitativamente de su compañero de viaje (u oponente, si en términos agónicos habláramos). El asqueamiento que sostiene la letra de Lemmy y la guitarra solista de Eddie Clarke son la más destacable de una composición que comprensiblemente quedó fuera del álbum si bien vale para completar la galleta encabezada por ese inconmensurable himno que es Overkill, canción de canciones por la que merece la pena haber pasado un periodo entre los vivos en el planeta Tierra.
lunes, 11 de noviembre de 2024
lunes, 22 de abril de 2024
Motörizer
La patada en la cara que Runaround Man te da de primeras deja claro que aunque Snaggletooth no sea protagonista de la portada (es solo una de las cuatro imágenes del escudo que vemos entre el nombre del grupo y el título del disco), Motörizer (2008) va a ser un nuevo ejercicio de rock suicida, salvaje y ensordecedor. A veces frenético y hardcore (Rock Out, Buried Alive), otras rebajando la velocidad, acercándose al blues y manteniendo la distorsión y la furia (One Short Life) o llamando al rock and roll fundacional desde sus parámetros metálicos (English Rose), el álbum es una muestra más de que Lemmy y los suyos nunca dejaron el hacha de la electricidad asesina ni quisieron envejecer. Amigos del ruido sin perder de vista la melodía, lo de los autores de Overkill sigue siendo un misterio que ninguna inteligencia artificial podrá desvelar: tres hombres (cuatro al principio) contra el mundo capaces de prender la mecha (su mecha) hasta el último de sus días. Y Motörizer no cede un ápice para corroborar por enésima ocasión que no hubo excepción a la regla en su carrera.
jueves, 13 de julio de 2023
Snake Bite Love
Por debajo de excelentes trabajos previos como Sacrifice y Overnight Sensation, Snake Bite Love (1998) fue un álbum bastante ninguneado por ciertos fans de Motörhead que yo no considero tan malo. De hecho la canción que lo abre, también en la banda sonora de La novia de Chucky (en la que los de Lemmy comparten terror y acero con Monster Magnet, Judas Priest o Slayer), es una pieza colosal que muestra al trío roqueando (y noqueando) con absoluta precisión. Tras Love For Sale, Dogs Of War, más oscura y metálica, y la veloz Snake Bite Love rebajan el nivel sin perder la decencia. Assasin recuerda al tema que encabezaba el homónimo y mencionado Sacrifice, medio tiempo de mucha agresividad al que sigue la hardcoriana Take The Blame, historia en la obra de Motörhead por añadir un órgano a la fórmula guitarra-bajo-batería. Dead And Gone es una power ballad que no pasa del aprobado, si bien Night Side eleva las prestaciones a pesar de que Mikkey Dee me pegaría por defender una tema que el gran baterista considera un engendro. No fallan jamás los autores de Inferno cuando se entregan al rock and roll seminal, que es lo que expone Don't Lie To Me en clave high energy británica. Joy Of Labour es quizá el momento más insípido del plástico, con algún pasaje instrumental realmente flojo y la banda descentrada. Desperate For You y Better Off Dead pisan el acelerador para despedir Snake Bite Love con mayor categoría pero lejos de la mejor versión del grupo. Un disco irregular, sí, al que sin embargo aquí aprobamos, pues somos incapaces de suspender (nos parecería injusto) uno solo de Motörhead.
lunes, 15 de mayo de 2023
I Got Mine
Dos singles saldrán del muy notable Another Perfect Day, el disco de 1983 que Motörhead publicaba con Brian Robertson a la guitarra. Del segundo, el espectacular Shine, ya hemos hablado por aquí, el primero se trataba de un I Got Mine no tan sobresaliente pero con el suficiente empuje y calidad para formar parte de un álbum del trío liderado por Lemmy e, incluso, para abrir la edición norteamericana del elepé, quizá por su sonido más acorde a la coyuntura comercial musical y metálica. La cara B del sencillo era ocupada por Turn You Round Again, una buena y típica canción de los autores de Ace Of Spades en la que quien fuera miembro de Thin Lizzy se luce a las seis cuerdas sin desentonar con el sonido del grupo, como se dijo, o se presuponía, en su momento. Aquella formación, por muy borde u hortera que fuera Robbo, dejó cosas grabadas realmente buenas.
lunes, 3 de mayo de 2021
On Parole
Lo que tenía que haber sido el debut de Motörhead en 1976 no verá la luz hasta finales de 1979 como su cuarto elepé, el mismo año en que el trío británico publica los inmensos Overkill y Bomber. United Artist no veía potencial alguno a On Parole, así que el grupo de Lemmy Kilmister acabaría registrando para otra compañía lo que sería su primer y homónimo disco, en el que cinco de las canciones que se escuchan en On Parole serían vueltas a grabar por los autores de Ace Of Spades. Para entonces, claro, ya no estaba Larry Wallis, pues "Fast" Eddie Clarke se había hecho con el puesto de guitarrista en una de las mejores bandas de rock and roll del planeta.
Los sonidos que encontramos en este no debut son fácilmente predecibles (que no ejecutables) si tenemos en cuenta que Lemmy tenía como referencias a la hora de montar el trío a MC5 y Little Richard y venía de Hawkwind (con tres temas, Motorhead, The Watcher y Lost Johnny), Wallis procedía de los Pink Fairies (con uno, City Kids) y la versión incluida es el clásico de Motown Leaving Here; es decir, high energy, space rock y rock and roll seminal tocados por tres macarras renegados con ganas de ruido, ritmo y libertad. Tres composiciones de Larry Wallis (dos coescritas por Des Brown), On Parole, Vibrator y Fools, y una de la tercera pata de la banqueta galvanizada, el maravilloso baterista "Phithy Animal" Taylor, Mick Brown y Guy Lawrence, Iron Horse/Born To Lose, completan las nueve piezas de un álbum que, aun diferente a lo que vendrá, ya dibuja buena parte de lo que serán las señas de identidad de Motörhead si bien en un ambiente más expansivo, psicodélico e incluso bluesy; un álbum a reivindicar todas las veces que haga falta, y no solo por ser el único del trío en el que Larry Wallis toca su fantástica guitarra y canta en dos de los cortes.
miércoles, 6 de mayo de 2020
Shine
Extraído del único elepé que Motörhead publicara con Brian Robertson a la guitarra, Another Perfect Day, Shine encabeza y titula este single de doce pulgadas de 1983, glorioso pedazo de boogie-woogie metalizado empapado de melodía y lleno de groove. La cara B del producto la completan versiones en vivo del Hoochie Coochie Man y del (Don't Need) Religion —ubicado en Iron Fist— que a ningún fan de la banda inglesa desagradarán, en especial la poderosa apropiación del clásico dixoniano liderada por Robbo. Pasen, escuchen y sean felices con la cazalla máxima del rock.
miércoles, 26 de junio de 2019
Bad Magic
La muerte de Lemmy evitó incidir en lo ya sabido. Podía haber habido nuevos Bad Magic (2015), pero nada iban a aportar a la gloria eterna de Motörhead. La banda, eso sí, seguía sonando como un cañón, y discos como Inferno, Motörizer o Aftershock demostraban su demoledora categoría en pleno siglo XXI. No es óbice ser fedatario de ella para plantear un análisis frío de la cuestión: la música de los autores de Overkill era reiterativa y su fórmula, estiramiento infatigable de lo perfectamente plasmado con anterioridad. Así que la desaparición de su líder zanjó un problema complejo para quienes les adoramos sin límite. Expuesto lo cual nos quedan trece canciones y cerca de tres cuartos de hora durante los cuales la apisonadora británica vuelve a hacerlo. Escuchen barbaridades de hardcore metalizado como Thunder & Lightning, Electricity, Evil Eye y Teach Them How To Bleed; sientan la autenticidad del rock and roll acorazado de Fire Storm Hotel; disfruten de la visita de Brian May en The Devil; recuerden con Till The End lo que es una power ballad cargada de fatalismo; dejen que me olvide de unos cuantos temazos más (Victory Or Die, When The Sky Comes Looking For You…); y respiren el homenaje a los Stones que cierra un álbum, una carrera y toda una vida entregada a la música de quien es halagado en la versión del clásico de Mick Jagger y Keith Richards. Simpathy For Devil y se acabó.
lunes, 1 de abril de 2019
Bomber
Encajonado entre las dos obras maestras del grupo —Overkill y Ace Of Spades—, Bomber (1979) muestra a Motörhead cultivando la misma versión de su high energy metalizado aunque las composiciones no sean en conjunto tan redondas. Que esté ciertamente por debajo no significa que el elepé sea flojo, pues varias de sus canciones son soberbias y el resto se defiende con la gallardía interpretativa habitual del trío. Lemmy, Eddie Clarke y Phil Taylor son a la sazón pura dinamita, una de las bandas de rock and roll más impactantes del planeta, y no saben de concesiones o medias tintas.
Producidos por segunda vez por el maestro Jimmy Miller, los británicos abren con las colosales Dead Men Tell No Tales y Lawman, que solo van a encontrar réplica exacta en Stone Dead Forever y Bomber. La calidad constructiva de los otros seis cortes del álbum, aun pareciéndome inferior, es notable y, a pesar de no ser himnos explosivos, son defendidos por sus creadores con idéntica pasión llegado el momento de ponerlos en pie. Sin duda. El bajo y la voz de Lemmy, la guitarra de Clarke y la batería de Taylor no dejan de hacer daño y sonar crudos en Sweet Revenge, Sharpshooter, Poison, All The Aces, Step Down (aquí canta Clarke) y Talking Head; la acidez de las letras es la misma; y la marca indeleble de Motörhead está en cada uno de los temas.
El salvajismo y la inmediatez heredados de Little Richard y MC5 recorren los surcos del trabajo de arriba abajo, pero es en el mencionado y homónimo Bomber que le pone título y lo clausura donde los ecos de Tutti Frutti y The American Ruse, amplificados por el huracán macarra de los autores de No Sleep 'Til Hammersmith, cobran evidencia absoluta. Música del diablo y para el diablo, electricidad veloz y contundente, camisa de fuerza hecha pedazos: eso fue, es y será el arte de Lemmy Kilmister y sus aliados.
miércoles, 26 de septiembre de 2018
25 & Alive. "Boneshaker"
jueves, 25 de enero de 2018
Ace Of Spades
Mi disco favorito de Motörhead es Overkill, pero es evidente que Ace Of Spades (1980) contiene igualmente las claves del sonido clásico del grupo y está encabezado por la más universal de sus composiciones. La inmediatez y la frescura del rock and roll fundacional alimentan un trallazo saturado de electricidad extraída del high energy y el heavy metal, canción rotunda y perfecta donde las haya que se lo pone muy difícil al resto del álbum. Así es. Ace Of Spades es quizá el único defecto del elepé al que da título. Su nivel estratosférico hace que piezas tan espléndidas como Love Me Like A Reptile, Live To Win, (We Are) The Road Crew, Jailbait, Dance, Bite The Bullet o The Chase Is Better Than The Catch puedan parecer menores, lo cual es radicalmente falso. Su sencilla pero exacta estructura, su frenética, explosiva interpretación y el tronar inconfundible del bajo y la voz de Lemmy, la batería de Philthy Animal Taylor y la guitarra de Eddie Clarke hacen de los mencionados temas joyas de la música del diablo que contribuyen con su calidad y potencia a la grandeza del trabajo. Que la brutal hermosura del corte homónimo sea inapelable, no ha de cegarnos, pues es la totalidad de Ace Of Spades la que nos hace situarlo —junto con Songs The Lord Taught Us, Back In Black, End Of The Century, Group Sex y British Steel— entre las obras maestras que el auténtico rock dio aquel primer año de la década de 1980. Y con los tres miembros de la banda, cual terribles bandidos, por primera vez en la portada. Qué miedo.
jueves, 23 de marzo de 2017
Kiss Of Death
Ligeramente inferior a su predecesor (el colosal Inferno), Kiss Of Death (2006) es otra muestra más de que Motörhead nunca desfalleció y de que el trío que se ocultaba bajo su nombre durante sus dos últimas décadas de existencia funcionaba como un tren desbocado cargado de rock and roll metalizado e infalible. Punk, heavy metal y high energy vuelven a conformar unas canciones previsibles pero espléndidas en las que el feroz sonido no es menos dañino que el irónico nihilismo de las letras de ese eterno renegado que fue Lemmy Kilmister. Añade la edición de SPV que yo poseo del disco una excelente versión de Whiplash grabada para un tributo a Metallica, convertida sin problema al canon de los autores de Overnight Sensation, por otro lado, y como es sabido, una de las influencias básicas del cuarteto californiano. Devolución de honores y halagos, pues, que cierra un álbum que ha transitado un camino bien conocido pero recorrido una vez más con un pundonor, una garra y una excelencia técnica que la mayoría de bandas con una carrera tan larga y prolífica como la de Motörhead no mantiene ni por asomo. Además de la adaptación del tema de Metallica solo vamos a destacar God Was Never On Your Side, no por ser mejor que sus compañeras de viaje, sino por ser la única balada del lote, contar con un solo de guitarra de C.C. DeVille (Poison) y transmitir una desolación infinita. Desolación que también hallamos en otros cortes de la función, pero que la dureza del sonido patentado por Kilmister, Phil Campbell y Mikkey Dee (cuyas baquetas deberán descansar en un altar cuando muera) arrostra y diluye. Motörhead, Kiss Of Death: nada que añadir.
lunes, 22 de agosto de 2016
Another Perfect Day
"Si la gente quiere juzgar por el aspecto puede hacerlo, pero me parece jodidamente patético juzgar la habilidad por el aspecto." Así de rotundo se despachaba Philthy Animal Taylor en una entrevista de la época para Sounds. "Es solo un ejemplo de estupidez, ciegos prejuicios", había dicho antes. Pero ¿de quién hablaba el baterista de Motörhead? Pues lo hacía nada más y nada menos que de Brian Robertson, quien fuera guitarrista de Thin Lizzy en la época más esencial de la banda, aquélla en la que graba obras maestras como Fighting, Jailbreak o el doble en vivo Live And Dangerous. Robertson se había unido al trío británico en 1982, pues Fast Eddie Clarke había dejado la nave en medio del tour de Iron Fist y alguien debía ocupar su lugar. La relación de Robbo con Lemmy y Taylor no pasó del año y medio, no solo porque los fans del grupo no gustasen de las pintas del músico escocés, sino porque éste parecía mirar por encima del hombro a sus compañeros, negándose —verbigracia— a que sonaran en vivo clásicos como Bomber, Ace Of Spades u Overkill en la gira de presentación de Another Perfect Day (1983), el único y controvertido disco que aquella formación de Motörhead registrara.
El para Lemmy irritante perfeccionismo de Robertson no hizo que el álbum fuera del agrado de los seguidores de la banda. El guitarrista era técnicamente superior a Clarke (es una evidencia), pero con él se perdía parte de la fuerza bruta consustancial al estilo del grupo. Sin embargo, visto con la perspectiva del tiempo, el elepé es realmente bueno y el añadido de las seis cuerdas de Robbo hace que las canciones ganen en riqueza melódica sin dejar de ser piezas con el sello de Motörhead en sus notas y su pegada. Los dos magníficos temas que abren el plástico, Back At The Funny Farm y Shine, son mis favoritos del mismo, aunque defensas ardientes del rock and roll como Rock It, medios tiempos amenazantes llamados One Track Mind o cantos antibélicos titulados Marching Off To War también me gusten mucho, seguramente por estar más cercanos al canon calórico del trío. Dancing On Your Grave, Another Perfect Day o I Got Mine, sin embargo, denotan con mayor evidencia la presencia de Robertson al escorarse hacia un hard rock más comercial (con las comillas que sean necesarias) que también es muy apetecible. Quedan Tales Of Glory y Die You Bastard para cerrar fornidas e incisivas un trabajo que merece un notable alto una vez aparcados los "ciegos prejuicios" de los que hablaba Animal Taylor. Puede que Brian Robertson no fuera un tipo demasiado simpático y que su manera de vestir no cuadrase con la apariencia de Motörhead, pero las guitarras y la aportación compositiva que trajo a Another Perfect Day hablan por sí solas. Obviamente, no fueron suficientes para evitar que su falta de sintonía con Lemmy y Taylor le hiciera abandonar el grupo a finales de 1983. A veces, la salud mental es más importante que la artística.
jueves, 28 de enero de 2016
Overnight Sensation
Primer disco como tal del trío formado por Lemmy, Phil Campbell y Mikkey Dee —Santísima Trinidad del rock and roll de cuya unión hipostática solo nacieron manjares atronadores—, el segundo álbum de Motörhead para SPV, Overnight Sensation (1996), corroboraba las muy buenas sensaciones del anterior, Sacrifice, que había servido para que Würzel se despidiera de la banda. Funcionando como un todo indivisible, el trabajo es una orgía de vatios en la que high energy y heavy metal conviven y generan —decibelios lanzados como latigazos— esa tensión nerviosa y prácticamente impenetrable. No hay sistema epistemológico, o no parece haberlo, que desmonte el secreto que hacía funcionar al grupo de Lemmy Kilmister, la levadura que escondía su líder para fermentar la masa proteica de las canciones y convertirlas en algo más que tres acordes ruidosos. En el caso que nos ocupa, la hornada es tan contundente y personal como de costumbre, pero su categoría es quizá superior, desbordante. Radicalmente compacta, su solidez no nace de composiciones idénticas, sino de que cada una aporte su matiz sin desdecir a la que le ha antecedido o a la que le va a seguir. A un rock and roll tan rotundo y formidable como Crazy Like A Fox (con Lemmy a la armónica) sigue una suerte de balada —I Don't Believe A Word— en la que impresiona oír al líder de Motörhead cantar tenebroso "No tengo nada más que perder / No tengo nada más que decir" o "Toda el dolor del mundo / No es suficiente para que te compadezca"; a un trallazo punk llamado Eat The Gun se yuxtapone el excepcional medio tiempo que pone título al disco, del que adoro especialmente la percusión de Mikkey Dee, maestro sin par de las baquetas; a esa salva hardcore que es Them Not Me se ata el hard clásico y muy efectivo de Murder Show… Y así hasta los once cortes que contiene el CD, dos de ellos, la ya dicha Overnight Sensation y Listen To Your Heart, con la guitarra acústica de Lemmy enriqueciéndolos. No es ésta la única cosa poco habitual del álbum, pues en la portada no aparece la clásica calavera, sino los miembros del grupo con cara de pocos amigos. Nada que aleje a la música con la que nos encontramos de la esencia primitiva, estridente y rocker de los autores de Ace Of Spades, siempre cercana, siempre válida y siempre necesaria, pero ya improrrogable tras la muerte hace un mes de su gurú. Sin Kilmister no hay Motörhead, sin Motörhead no hay Kilmister.
lunes, 20 de abril de 2015
Rock 'N' Roll
Como el cerdo, todo es aprovechable cuando hablamos de la discografía de Motörhead. Por supuesto que entre Overkill y March Ör Die hay una distancia insalvable —a no ser que seas una fan acérrimo que considera una genialidad cualquier cosa en la que se oiga la voz de Lemmy—, pero jamás se podrá decir que los autores de Ace Of Spades han grabado un álbum malo o se han desviado esencialmente de su estilo. Su homenaje al Rock 'N' Roll que hoy traemos —publicado en 1987— quizá no esté entre lo más granado de su obra, pero varios de sus temas son verdaderamente brillantes y en conjunto supera el aprobado.
Se declara Kilmister "enamorado del rock 'n' roll" en la magnífica canción —homérica defensa contra viento y marea de la música del diablo— que abre y nombra al elepé con un ímpetu arrollador que debe mucho al tremendo percutir de Philthy Taylor. Eat The Rich, registrada para la película del mismo título, es otra maravilla de cachondísima letra y soberbias guitarras (entre ellas la slide de Phil Campbell). Si Blackheart es puro y vibrante boogie metalizado, el de Stone Deaf In The USA es punk y acelerado, pudiendo disfrutar de la segunda slide guitar de la función gracias a Würzel. El pequeño y paródico sermón del Monty Python Michel Palin precede a la parte más floja del trabajo, pues ni The Wolf, Traitor o Dogs son, sin poder calificarlas de mediocres, demasiado destacables a pesar de contener algún buen solo de guitarra. No pasa nada. All For You lo remedia mediante su romántico grito de desamor en el que high energy, garage rock y heavy metal construyen una de las composiciones más pegadizas de Motörhead, rendido aquí a las emociones sentimentales; y Boogeyman corrobora la recuperación con un zambombazo que deja noqueado incluso al oyente más curtido y echa el cierre a un álbum que no pasará a los anales del arte que defiende, aunque al menos dos de sus terceras partes sean un bocado muy apetitoso de una de las bandas más impenitentes que se hayan conocido.
lunes, 27 de octubre de 2014
Aftershock
Después del achuchón sufrido el verano del año pasado, no sé si es posible asegurar ya que Lemmy morirá con las botas puestas —cosa que hasta hace bien poco hubiese jurado—, pero que con sesenta y siete años siga pariendo discos como Aftershock (2013), último hasta la fecha de Motörhead, indica que para nuestro hombre la edad significa (o parecía significar) lo que la justicia social para el FMI: nada. El trío que completan esas fieras llamadas Phil Campbell y Mikkey Dee firma la "réplica" que enuncia el título para corroborar una personalidad y una energía que se mantienen intactas álbum tras álbum. El cóctel de Little Richard, MC5 y Black Sabbath —regurgitados y acorazados— sigue haciendo estragos y generando excelentes canciones que, aun sonando a lo de siempre, gozan de una frescura increíble. Como es habitual, no faltan los matices entre los balazos de rock and roll metalizado: el blues de Lost Woman Blues (aunque acabe retumbando) y los aires psicodélicos de Death Machine —conectando a su manera con Hawkwind— y de la balada (o algo así) Dust And Glass; pero lo que manda es la velocidad, la potencia y el desenfreno rítmico. El mismo pesimismo existencial y político ("La mitad de tu vida no es verdad nena / La otra mitad son mentiras", "Hay que escapar cariño / No hay emoción solo miedo", "El tiempo pasa / Días y años / Solo tú y yo") y la única convicción firme ("Creo en el Rock'n'Roll / Creo en las canciones") se repiten en unas letras tan directas como la música, si bien el misterio último de su autor queda camuflado en ellas. Ese misterio que alimentan la rotundidad de cada nuevo trabajo de Motörhead y la figura impenetrable —por muy expuesta que esté—, incontestable e imperturbable de su cantante, bajista y alma: Lemmy Kilmister.
domingo, 17 de marzo de 2013
1916
Rock 'N' Roll había significado quizá su punto más bajo, que no malo, así que tocaba mejorar en el siguiente álbum. 1916 se hizo esperar más de tres años, pero cuando vio la luz a principios de 1991 lo hizo con un material muy notable que no defraudó a (casi) ningún seguidor de Motörhead, y, lo que es más importante, sigue sonando bien dos décadas después. Abrasivo desde el primer momento —como siempre se espera del grupo de Lemmy Kilmister—, es en la calidad de las composiciones y en su variedad —sin perder energía— donde 1916 gana la partida a su antecesor.
The One To Sing The Blues y I'm So Bad (Baby I Don't Care) abren escoradas al heavy metal, antes de que No Voices In The Sky y su impagable y renegada letra giren hacia el hardcore melódico. Going To Brazil es el rock and roll que Lemmy mamó de Little Richard y Chuck Berry amplificado por mil y Nightmare/The Dreamtime, una canción de terror que parece hecha a medida para una de esas películas de adolescentes muertos a manos de macabros psicópatas o torturados espíritus, y una rareza que finaliza la primera cara a menor velocidad. Love Me Forever da comienzo a la siguiente con una power ballad que en manos del a la sazón todavía cuarteto se libra del ridículo y la vergüenza ajena que suelen provocar dichas canciones de amor ejecutadas por las bandas de rock duro. La estupenda y cachondísima Angel City —puro gozo y diversión— vuelve a los años cincuenta envuelta por piano y vientos antes de que Make My Day retome la pasión metálica. Y entonces llega el momento más emocionante del álbum: Ramones, minuto y medio dedicado al grupo hermano en el que Motörhead se encarna en la formación neoyorquina realizando el más hermoso (y contundente) de los homenajes. Siguen Lemmy y los suyos a todo trapo en Shut You Down, pero no va a acabar así 1916. No. Teclados y cuerdas respaldan a Lemmy en el tristísimo tema que cierra como un mazazo —sin que hagan falta guitarras— el elepé al que da título; la historia del soldado de "16 años cuando fui a la guerra / A luchar por un tierra digna de héroes", situada en la Primera Guerra Mundial, es la historia de los parias que luchan, sangran y mueren —como nos recuerda la letra— por decisiones que toman otros que, generalmente, ni luchan, ni sangran, ni mueren, para que, al final, "nadie recuerde nuestros nombres". Escéptico o meramente descriptivo, el último verso ("Y así son las cosas para un soldado") clava la desazón en el oyente que solo quería pasar un buen rato. Que no se preocupe: de sensaciones enfrentadas vive el hombre, más si ese hombre es tan inteligente y sensible como el líder de Motörhead. No hay sino que dar la vuelta al vinilo y pinchar de nuevo The One To Sing The Blues, que, junto a I'm So Bad (Baby I Don't Care), abre escorada al heavy metal, antes de que No Voices In The Sky y su impagable y renegada letra giren hacia el hardcore melódico. Ya saben lo que sigue.