Mostrando entradas con la etiqueta Andersen. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Andersen. Mostrar todas las entradas

martes, 16 de septiembre de 2025

Hans Christian Andersen / La sirenita


Ilustración de Gabriel Pacheco


Hans Christian Andersen


LA SIRENITA




En alta mar el agua es azul como los pétalos de la más hermosa centaura, y clara como el cristal más puro; pero es tan profunda, que sería inútil echar el ancla, pues jamás podría ésta alcanzar el fondo. Habría que poner muchos campanarios, unos encima de otros, para que, desde las honduras, llegasen a la superficie.

viernes, 29 de agosto de 2025

Hans Christian Andersen / El traje nuevo del emperador

Ilustración de Lisbeth Zwerger


Hans Christian Andersen



EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR 


Hace de esto muchos años, había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia. No se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: "Está en el Consejo," de nuestro hombre se decía: "El Emperador está en el vestuario." La ciudad en que vivía el Emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.

Hans Christian Andersen / La margarita




Hans Christian Andersen


MARGARITA


Oid bien lo que os voy a contar: Allá en la campaña, junto al camino, hay una casa de campo, que de seguro habréis visto alguna vez. Delante tiene un jardincito con flores y una cerca pintada. Allí cerca, en el foso, en medio del bello y verde césped, crecía una pequeña margarita, a la que el sol enviaba sus confortantes rayos con la misma generosidad que a las grandes y suntuosas flores del jardín; y así crecía ella de hora en hora.

jueves, 28 de agosto de 2025

Hans Christian Andersen / Los chanclos de la suerte




Hans Christian Andersen




LOS CHANCLOS DE LA SUERTE 



1. Cómo empezó la cosa

En una casa de Copenhague, en la calle del Este, no lejos del Nuevo Mercado Real, se celebraba una gran reunión, a la que asistían muchos invitados. No hay más remedio que hacerlo alguna vez que otra, pues lo exige la vida de sociedad, y así otro día lo invitan a uno. La mitad de los contertulios estaban ya sentados a las mesas de juego y la otra mitad aguardaba el resultado del «¿Qué vamos a hacer ahora?» de la señora de la casa. En ésas estaban, y la tertulia seguía adelante del mejor modo posible. Entre otros temas, la conversación recayó sobre la Edad Media. Algunos la consideraban mucho más interesante que nuestra época. Knapp, el consejero de Justicia, defendía con tanto celo este punto de vista, que la señora de la casa se puso enseguida de su lado, y ambos se lanzaron a atacar un ensayo de Orsted, publicado en el almanaque, en el que, después de comparar los tiempos antiguos y los modernos, terminaba concediendo la ventaja a nuestra época. El consejero afirmaba que el tiempo del rey danés Hans había sido el más bello y feliz de todos.

Hans Christian Andersen / El soldadito de plomo


Hans Christian Andersen

El soldadito de plomo


Éranse una vez veinticinco soldados de plomo, todos hermanos, pues los habían fundido de una misma cuchara vieja. Llevaban el fusil al hombro y miraban de frente; el uniforme era precioso, rojo y azul. La primera palabra que escucharon en cuanto se levantó la tapa de la caja que los contenía fue: «¡Soldados de plomo!». La pronunció un chiquillo, dando una gran palmada. Eran el regalo de su cumpleaños, y los alineó sobre la mesa. Todos eran exactamente iguales, excepto uno, que se distinguía un poquito de los demás: le faltaba una pierna, pues había sido fundido el último, y el plomo no bastaba. Pero con una pierna, se sostenía tan firme como los otros con dos, y de él precisamente vamos a hablar aquí.

Hans Christian Andersen, el rey de los cuentos

 

Hans Cristian Andersen


Hans Christian Andersen, el rey de los cuentos infantiles que decía que su vida se parecía a la del “Patito Feo”

“¡Muy bien! Comencemos. Cuando lleguemos al final de la historia, sabremos más de lo que sabemos ahora...”. Ese es el tentador principio de “La Reina de las Nieves”, uno de los 156 cuentos infantiles que escribió Hans Christian Andersen antes de su muerte el 4 de agosto de 1875, hace 150 años.

jueves, 26 de junio de 2025

Hans Christian Andersen / La vela de sebo



Hans Christian Andersen

La vela de cebo

(‘Taellelyset’)

Traducción de Enrique Bernárdez

El País 13 DIC 2012 - 19:29 CET

Hervía y bullía mientras el fuego llameaba bajo de la olla, era la cuna de la vela de sebo, y de aquella cálida cuna brotó la vela entera, esbelta, de una sola pieza y un blanco deslumbrante, con una forma que hizo que todos quienes la veían pensaran que prometía un futuro luminoso y deslumbrante; y que esas promesas que todos veían, habrían de mantenerse y realizarse.
La oveja, una preciosa ovejita, era la madre de la vela, y el crisol era su padre. De su madre había heredado el cuerpo, deslumbrantemente blanco, y una vaga idea de la vida; y de su padre había recibido el ansia de ardiente fuego que atravesaría médula y hueso… y fulguraría en la vida.

lunes, 27 de julio de 2020

Gustavo Martín Garzo / La bondad de los desconocidos

Un tranvía llamado Deseo

La bondad de los desconocidos

Los escritores no pueden vivir sin esos seres, los lectores, que alguna vez llaman a su puerta. Pero el mundo de la crítica está lleno de gente empeñada en tratar a escritores y lectores como si fueran alumnos a los que llevar por el buen camino


Gustavo Martín Garzo
12 de junio de 2015



La bondad de los desconocidos
EVA VÁZQUEZ

Jamás contestes a una mala crítica, tal es el consejo que Truman Capote da a los escritores. Y es un buen consejo, ya que lo mejor que puede hacer el escritor ante una crítica adversa es guardar silencio y aparentar que no le importa demasiado. Pero claro que le importa, y mucho. Una mala crítica puede dejarle varias noches sin dormir, quitarle el apetito, llevarle a evitar en los días siguientes a familiares y conocidos ante el temor de que puedan haber comprado el periódico o la revista donde su libro es vapuleado y la hayan podido leer. ¿Son conscientes los críticos de la magnitud de su poder, del disgusto que pueden dar a ese pobre escritor que ha tenido la comprensible pretensión, si tenemos en cuenta el esfuerzo que supone terminar un libro, de ser leído amorosamente por alguien? El crítico puede objetar que ese es su oficio y que si le pagan —bastante poco, para complicar más las cosas— es para que opine sobre las virtudes o los defectos de los libros que se publican y separar así el grano de la paja, que por cierto, y según él, es lo que abunda más. Aún más, podría añadir ese crítico insobornable al atribulado escritor, ¿por qué supone usted que los demás deben leer sus libros? Nadie le ha pedido que los escriba, y si a pesar de todo se empeña en seguir haciéndolo no puede extrañarle que tengamos el derecho a protestar cuando nos hace perder nuestro tiempo y nuestro dinero.




OTROS ARTÍCULOS DEL AUTOR



Todos estamos expuestos a la mirada crítica de los otros, y pretender no ser valorados por nuestros actos es un acto de supremo infantilismo. Andersen tuvo un extraordinario éxito en su vida de escritor y era recibido en todas las cortes europeas para que leyera públicamente sus cuentos. Pero se cuenta que soñaba con tener éxito como dramaturgo y que pataleaba como un niño cuando sus obras fracasaban en la escena, lo que pasaba una y otra vez. ¿Era Andersen tan infantil e inmaduro que solo vivía para lograr la adoración sin límites de los demás? Puede que lo fuera, pero no creo que la razón por la que los escritores escriban sus libros sea para exhibir el tamaño de sus egos. Lo hacen porque les gusta escribir, porque anhelan contar algo que no saben bien qué es, porque persiguen sueños que raras veces se realizan. O porque tal vez buscan en los libros una felicidad que la vida real no les da. Puede que Andersen tuviera un ego monumental, pero en ningún caso eso explica la maravilla de sus cuentos.
Y si es raro que alguien dedique su tiempo a inventar historias más o menos disparatadas, ¿no es más raro aún dedicarlo a meterse con los que las escriben, y aspirar a ser algo así como un guía espiritual, ese faro que orienta a los siempre influenciables lectores en el proceloso mar de la mala literatura? Aún más, ¿no abundan entre los críticos también los grandes egos, los pedagogos airados, los exquisitos que confunden la literatura con el rincón del gourmet, los integristas que hacen del libro una religión sacrosanta cuyos sumos sacerdotes son ellos, o esos otros eternamente malhumorados que creen que las novelas o los libros de poesía se escriben con la única intención de perturbar su digestión? Pero ¿es comprensible que alguien dedique años, meses enteros a escribir pacientemente un libro con el único propósito de incomodar a un crítico en la hora de su siesta? No, claro, esto no tiene ningún sentido. Además, ¿no son todos los libros, incluso los más grandes, en cierta forma un fracaso? “La palabra humana —escribe Flaubert— es como caldera rota en la que tocamos música para que bailen los osos, cuando querríamos conmover a las estrellas”.


¿Es comprensible que alguien escriba un libro con el único propósito de incomodar a un crítico?

W. H. Auden solía decir que criticar un libro malo no solo era una pérdida de tiempo sino también un peligro para el carácter. “Si un libro me parece realmente malo, entonces el único interés que puedo tener para escribir sobre él es la exhibición de mi inteligencia, mi ingenio y mi malicia. Es imposible que alguien reseñe un mal libro sin pavonearse”. Auden también decía que no necesitaba el consejo de nadie acerca de lo que le debía gustar o no, ya que solo suya era la responsabilidad de sus lecturas. Sin embargo, el mundo de la crítica está lleno de gente empeñada en tratar a los escritores y a los lectores como si fueran alumnos a los que tienen que llevar como sea por el buen camino. Tal vez por eso es un espacio abierto a la perversidad. Y no me refiero solo a la perversidad de los juicios que con tanta ligereza se emiten sino a la de los lectores que acuden presurosos a los suplementos y revistas culturales para ver cómo despellejan en ellos la novela del escritor que conocen. Aún más, escribe Juan Goytisolo: “¿Cómo pueden los críticos escribir en un par de días sobre novelas que, si valen, no tienen tiempo de analizarlas con seriedad, y si no valen, no merecen tal empeño?”.
George Steiner dice que la literatura es un vendaval que se cuela por la ventana y nos desordena la casa. Es decir, nos enfrenta no tanto a lo que conocemos como a lo que no sabemos explicar. Un buen libro siempre nos deja perplejos, sin saber qué decir. ¿No es sospechoso que los críticos opinen con tanta facilidad, y con tan poco tiempo de reflexión, acerca de los libros que leen? Son expertos lectores, se puede objetar, con frecuencia profesores universitarios que han dedicado años al estudio de la literatura. Pero ¿haber hecho de la literatura un objeto de estudio garantiza ser un buen lector? Vuelvo a citar a Flaubert: “Los que se llaman ilustrados a sí mismos acaban siendo cada vez más ineptos en materia de arte. Se les escapa incluso qué cosa sea el arte. Para ellos son más importantes las glosas que el texto. Les interesan más las muletas que las piernas”.
Un tranvía llamado Deseo



Abundan en ese ámbito grandes egos, sumos sacerdotes y personas siempre malhumoradas

No, no creo que el escritor sea básicamente un insufrible ególatra. Está solo, se pasa horas y horas encerrado en su cuarto persiguiendo quimeras que raras veces alcanza. Recuerda a esas mujeres neurasténicas que pueblan la obra de Tennessee Williams, con sus torpes ensueños, su temor al fracaso, pero también, a menudo, con su maravilloso candor. Esas mujeres cansadas y un poco lunáticas, que aunque han asistido una y otra vez al fracaso de sus sueños no pueden renunciar a ellos. “Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos”, dice la inolvidable protagonista de Un tranvía llamado deseo. Sí, los escritores, especialmente cuando no son jóvenes ni famosos, se parecen a esas pobres mujeres. Permanecen desvelados por las noches soñando con locas historias que logren conmover a las estrellas, y todo lo que consiguen es hacer bailar a los osos. Pero ¿pueden vivir sin esos bailes? No, no pueden, por eso solo les queda confiar en la bondad de esos desconocidos que son los lectores que alguna vez llaman a su puerta.
Gustavo Martín Garzo es escritor.




domingo, 9 de abril de 2017

Hans Christian Andersen / Compañero de viaje

Sarolta Ban

Hans Christian Andersen


COMPAÑERO DE VIAJE



El pobre Juan estaba muy triste, pues su padre se hallaba enfermo e iba a morir. No había más que ellos dos en la reducida habitación; la lámpara de la mesa estaba próxima a extinguirse, y llegaba la noche.

- Has sido un buen hijo, Juan -dijo el doliente padre-, y Dios te ayudará por los caminos del mundo -. Le dirigió una mirada tierna y grave, respiró profundamente y expiró; habríase dicho que dormía. Juan se echó a llorar; ya nadie le quedaba en la Tierra, ni padre ni madre, hermano ni hermana. ¡Pobre Juan! Arrodillado junto al lecho, besaba la fría mano de su padre muerto, y derramaba amargas lágrimas, hasta que al fin se le cerraron los ojos y se quedó dormido, con la cabeza apoyada en el duro barrote de la cama.

miércoles, 18 de enero de 2017

Hans Christian Andersen / El niño travieso




Hans Christian Andersen


EL NIÑO TRAVIESO



Andersen / The naughty boy (Cuento en inglés)
Andersen / Il bambino cattivo (Cuento en italiano)


Érase una vez un anciano poeta, muy bueno y muy viejo. Un atardecer, cuando estaba en casa, el tiempo se puso muy malo; fuera llovía a cántaros, pero el anciano se encontraba muy a gusto en su cuarto, sentado junto a la estufa, en la que ardía un buen fuego y se asaban manzanas.

Hans Christian Anderson / Pulgarcita

Ilustración de Lisberth Zwerger

Hans Christian Andersen

PULGARCITA


Andersen / Thumbelina (Cuento en inglés)
Andersen / La Petite Poucette (Cuento en francés)
Andersen / A princesa Thumbelina (Cuento en portugués)
Andersen / Mignolina (Cuento en italiano)


Érase una mujer que anhelaba tener un niño, pero no sabía dónde irlo a buscar. Al fin se decidió a acudir a una vieja bruja y le dijo:
- Me gustaría mucho tener un niño; dime cómo lo he de hacer. 
- Sí, será muy fácil -respondió la bruja-. Ahí tienes un grano de cebada; no es como la que crece en el campo del labriego, ni la que comen los pollos. Plántalo en una maceta y verás maravillas.

Hans Christian Andersen / Las flores de la pequeña Ida







Hans Christian Andersen

LAS FLORES DE LA PEQUEÑA IDA



Andersen / Little Ida's flowers (Cuento en inglés)
Andersen / As flores da pequena Ida (Cuento en portugués)



- ¡Mis flores se han marchitado! -exclamó la pequeña Ida.

- Tan hermosas como estaban anoche, y ahora todas sus hojas cuelgan mustias. ¿Por qué será esto? -preguntó al estudiante, que estaba sentado en el sofá. Le tenía mucho cariño, pues sabía las historias más preciosas y divertidas, y era muy hábil además en recortar figuras curiosas: corazones con damas bailando, flores y grandes castillos cuyas puertas podían abrirse. Era un estudiante muy simpático.

- ¿Por qué ponen una cara tan triste mis flores hoy? -dijo, señalándole un ramillete completamente marchito.

martes, 17 de enero de 2017

Premios Hans Christian Andersen / El pequeño Nobel




Premios Hans Christian Andersen

EL PEQUEÑO NOBEL

Los premios Hans Christian Andersen, designados con frecuencia como los "Pequeño Premio Nobel" de la narrativa infantil, son un galardón internacional que concede la International Board on Books for Young People (IBBY), con frecuencia bienal, como reconocimiento a una «contribución duradera a la literatura infantil y juvenil». Se conceden en dos categorías: autores (desde 1956) e ilustradores/as (desde 1966).

Los premios derivan su nombre del escritor danés Hans Christian Andersen y los ganadores reciben una medalla de oro y un diploma de manos de la reina de Dinamarca.

Además del galardón, se publica una «Lista de Honor» con una selección de novedades de los dos años anteriores, seleccionadas por las diferentes secciones nacionales de la institución, con el ánimo de reconocer la excelencia en la ilustración y la literatura para niños y jóvenes.

ESCRITORES

El premio de los escritores se concede desde 1956.
1956 - Eleanor Farjeon (Reino Unido)
1958 - Astrid Lindgren (Suecia)
1960 - Erich Kästner (Alemania)
1962 - Meindert DeJong (Estados Unidos)
1964 - René Guillot (Francia)
1966 - Tove Jansson (Finlandia)
1968 - James Krüss (Alemania) y José María Sánchez Silva (España)
1970 - Gianni Rodari (Italia)
1972 - Scott O'Dell (Estados Unidos)
1974 - María Gripe (Suecia)
1976 - Cecil Bødker (Dinamarca)
1978 - Paula Fox (Estados Unidos)
1980 - Bohumil Riha (Checoslovaquia)
1982 - Lygia Bojunga Nunes (Brasil)
1984 - Christine Nöstlinger (Austria)
1986 - Patricia Wrightson (Australia)
1988 - Annie M. G. Schmidt (Países Bajos)
1990 - Tormod Haugen (Noruega)
1992 - Virginia Hamilton (Estados Unidos)
1994 - Michio Mado (Japón)
1996 - Uri Orlev (Israel)
1998 - Katherine Paterson (Estados Unidos)
2000 - Ana Maria Machado (Brasil)
2002 - Aidan Chambers (Reino Unido)
2004 - Martin Waddell (Irlanda)
2006 - Margaret Mahy (Nueva Zelanda)
2008 - Jürg Schubiger (Suiza)
2010 - David Almond (Reino Unido)
2012 - María Teresa Andruetto (Argentina)
2014 - Nahoko Uehashi (Japón)
2016 - Cao Wenxuan (China)

ILUSTRADORES

El premio de ilustración se concede desde 1966.

1966 - Alois Carigiet (Suiza)
1968 - Jiří Trnka (Checoslovaquia)
1970 - Maurice Sendak (Estados Unidos)
1972 - Ib Spang Olsen (Dinamarca)
1974 - Farshid Mesghali (Irán)
1976 - Tatjana Mawrina (Unión Soviética)
1978 - Svend Otto S. (Dinamarca)
1980 - Suekichi Akaba (Japón)
1982 - Zbigniew Rychlicki (Polonia)
1984 - Mitsumasa Anno (Japón)
1986 - Robert Ingpen (Australia)
1988 - Dusan Kállay (Checoslovaquia)
1990 - Lisbeth Zwerger (Austria)
1992 - Kveta Pacovská (República Checa)
1994 - Jörg Müller (Suiza)
1996 - Klaus Ensikat (Alemania)
1998 - Tomi Ungerer (Francia)
2000 - Anthony Browne (Reino Unido)
2002 - Quentin Blake (Reino Unido)
2004 - Max Velthuijs (Países Bajos)
2006 - Wolf Erlbruch (Alemania)
2008 - Roberto Innocenti (Italia)
2010 - Jutta Bauer (Alemania)
2012 - Peter Sis (Checoslovaquia)
2014 - Roger Mello (Brasil)


WIKIPEDIA





2016 - Rotraut Susanne Berner (Alemania)