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viernes, 13 de septiembre de 2019

Philip Glass / Mishima


Philip Glass
MISHIMA

1. Mishima / Opening (2:46)
2. November 25: Morning (4:08)
3. 1934: Grandmother & Kimitake (3:37)
5. Osamu's Theme: Kyoko's House (2:58)
6. 1937: Saint Sebastian (1:05)
8. November 25: Ichigaya (2:11)
12. November 25: The Last Day (1:30)
13. F-104: Epilogue from Sun and Steel (1:59)
14. Mishima / Closing (2:57)

"Durante los últimos quince años, Philip Glass ha definido una nueva forma de ópera biográfica. Nunca hubo duda de que sería el compositor ideal para Mishima, una biografía fílmica en forma de mosaico." (Paul Schrader)

Philip Glass

El hecho conocido como "Incidente Yukio Mishima" tuvo lugar el 25 de noviembre de 1970 cuando el escritor japonés irrumpió junto a cuatro miembros de su ejército privado en un cuartel militar y lo tomó por la fuerza. Su plan era el de proclamar la necesidad de que el país volviese a sus raíces culturales y abrazase los viejos mandatos que anteponían la tradición y el honor a cualquier mancha que pudiese acarrear la modernidad mal entendida. No saliéndoles las cosas como esperaban, aquella bizarra aventura terminó con un acto sobre el que la portada de este disco es una pista importante.

Portada de una reciente edición de Mishima en dvd.

Mishima, una vida en cuatro capítulos (1985) es una película de Paul Schrader para la que, probablemente a causa de la recomendación de los productores Francis Ford Coppola y George Lucas, se contó con el acompañamiento musical de una partitura Philip Glass, interpretada como casi siempre por Michael Riesman y el Kronos Quartet. Y hablo de recomendación porque Coppola y Lucas también llamaron a Glass para sus otras producciones Koyaanisqatsi y Powaqqatsi. Con o sin trámite, el compositor minimalista de Baltimore llevó a cabo una de sus obras fundamentales, de las que no podrían faltar en ningún "greatest hits" que se precie.

El Templo del Pabellón Dorado.

Para entender el disco se hace especialmente importante estar al tanto de la estructura de la película. Se trata de una biografía nada corriente del nada corriente escritor Yukio Mishima, en la que el hilo conductor viene marcado por lo sucedido el día del Incidente, sobre el que a su vez se van ensamblando tanto pasajes importantes de su vida personal como resúmenes de algunas de sus obras literarias más conocidas, a modo de pequeños cortometrajes de aspecto muy teatral insertados en la película. Pero todo está en su sitio, porque las piezas terminan por encajar a la perfección: cada una de las obras mostradas queda más o menos inconclusa, quedando un momento culminante -y trágico- en el tintero justo hasta el punto en que el propio Mishima, al final de la película, realiza la salvajada que todos nos estaremos ya imaginando. Y es aquí donde entra en juego Philip Glass.

Ken Ogata en el papel de Yukio Mishima.

La partitura de Mishima, como la de la mayoría de sus obras para el cine, se sustenta en un tema principal muy poderoso y llamativo que va apareciendo en varias ocasiones durante el metraje del filme con leves variaciones. En este caso, la pauta va en una escalofriante consonancia con lo que vemos en pantalla, porque cada vez que suena el tema en cuestión (con sus campanadas) llegamos a uno de los puntos álgidos del fatalismo del filme. Y el tema es todo un descubrimiento, porque rebosa luminosidad y optimismo pese a la idea de tragedia que lo acompaña en la película. ¿Cómo es posible que funcione algo tan contradictorio?

Fotograma de una escena onírica sobre "Caballos desbocados".

La respuesta es fascinante, ya que nos demuestra lo inteligentes que fueron todos los implicados en la película de Schrader a la hora de comprender a Mishima: fue un hombre marcado por grandes contradicciones, desde su ambigüedad sexual (se supone que era homosexual o bisexual, o ambas cosas o ninguna) hasta su ideología política de extrema derecha, pasando por su obsesivo culto al cuerpo y sus probables sentimientos de culpa al haber fingido supuestamente una enfermedad para no participar en la 2ª Guerra Mundial. No hay otra forma de entender su vida, y mucho menos su impactante broche final, sin darse cuenta de que toda ella fue una gran obra de arte, una novela existencialista que conducía irremediablemente hasta aquel asalto al cuartel planeado al milímetro. Y como la obra de arte que fue, no dejó de ser digno reflejo de su creador, un adicto a la belleza. Por eso el tema central de Philip Glass funciona de esa manera, porque posee un halo de belleza arrebatadora y agridulce, casi triunfal, que convierte la durísima escena final es un momento de epifanía estética y clímax vital como se han visto pocos. Se da el caso en este proyecto de que, en varios puntos, fue la película la que experimentó variaciones en su montaje para adaptarse a la banda sonora, y no al revés.

Cruda escena final de la película.

En cuanto al resto de los temas, decir que son todos de muy alta calidad (alguno hay con guitarra eléctrica verdaderamente original), no necesariamente enfocados a reproducir sonoridades orientales -tal vez las percusiones- y logrando un álbum sólido y francamente inspirado que merece la pena escuchar tanto con los ojos como con los oídos.

El tráiler incluye el tema principal.





miércoles, 26 de junio de 2013

Philip Glass / Soy un adicto a la diversión


Philip Glass: “Soy un adicto a la diversión”

El músico Philip Glass cumple 75 años y estrena su 'Novena Sinfonía'

Mañana actúa en el Auditorio Nacional, donde repasará su trayectoria

El año que viene estrena 'The Perfect American' en el Teatro Real


Daniel Verdú, Madrid, 23 de abril de 2012



Con 75 años recién cumplidos, podría decirse que está ya casi a salvo de la fatal profecía que en cierto momento de su carrera acecha a los compositores. La leyenda dice que tras escribir la novena sinfonía, uno suele estar abocado al final de sus días irremediablemente. Le sucedió a Beethoven, a Mahler (dejó inacabada su décima), a Brukcner o a Dvorák. Pero Philip Glass (Baltimore, 1937) no solo la ha terminado ya, sino que tiene a punto la siguiente pieza que confirmará que está fuera de peligro. “Jajaja, sí, es una suerte. Y además la novena ha ido bien, las primeras semanas estuvo entre lo más vendido en Itunes”, señala por teléfono desde su casa de Nueva York justo antes de aterrizar en Madrid (el miércoles) para repasar su carrera en el Auditorio Nacional.





Mi catálogo es muy extenso: por qué hablar de minimalismo, que sucedió hace 40 años
Una vida musical que empezó con la fundación del minimalismo. El más experimental, el "hardcore”, que dice él. Pero como suele suceder en estos casos, no le entusiasma que le hablen de sus primeros inventos. “¡Es que es algo muy antiguo! Es gracioso, porque estamos hablando de historia. No me importa hablar de eso, especialmente porque en los conciertos de Madrid haré un repaso a toda mi obra y habrá minimalismo, claro. Pero el catálogo de mi música es muy extenso y estamos hablando de algo que sucedió hace 40 años, así que por qué hay que primar una década por encima de otras. Sé que es esa música tiene una energía tremenda, y que todavía fascina a los jóvenes. Pero también tocaré música de películas… No juzgo las cosas desde un punto de vista clásico, no hago esas separaciones entre géneros”.
Glass ha nadado siempre entre las esas dos orillas. Tanto colabora con Aphex Twin como estrena su Novena sinfonía dirigida por John Adams en Los Ángeles. Después de su paso por el Auditorio, volverá el año que viene a Madrid para estrenar en el Real su nueva ópera: The perfect american. Una obra basada en el libro de Peter Stephan Jungk que narra la los últimos meses de la vida de Walt Disney y en la que se ofrece el retrato de un hombre atormentado y más prosaico que su edulcorado mito de ratones y perros hablantes. La obra fue un encargo de Gerard Mortier cuando era el director general de la ópera de Nueva York. Después de su portazo, se trajo a Madrid el proyecto.
“Es un icono archiconocido y generó una cultura internacional. Pero hay elementos de su personalidad ocultos. También fue un hombre muy ordinario, pese a al universo tan extraordinario que construyó. Todos tenemos luces y sombras, aspectos más fuertes y otros más débiles. Lo que no he hecho es una historia con la compañía Disney para contar solo cosas maravillosas. Eso ya lo hacen ellos. Lo mismo hice con Gandhi. Cuanto más interesante es alguien, más profunda es su complejidad. Si lo miras así el retrato real de una persona tiene cuatro dimensiones, no es un dibujo animado”, explica.


Philip Glass
Florencia, 1993


Hoy no se tiene sentido de la historia y se repiten los mismo experimentos de hace 40 años: eso un problema
La entrevista con Glass se hace cuando todavía quedan dos funciones en el Teatro Real de La vida y muerte de Marina Abramovic, de Bob Wilson, colaborador del compositor en proyectos tan importantes para su carrera como Einstein on the beach. La obra ha planteado acercamientos entre el pop y la clásica y ha abierto el debate sobre la conveniencia de ampliar el espectro artístico de los teatros de ópera. “He oído cosas muy buenas. Wilson, por supuesto, ha sido uno de los grandes innovadores de la escena. Pero la ópera sigue siendo un género muy conservador, la gente hace lo mismo de siempre. Hubo un periodo en los 70 donde algunos como Peter Brook o The Living Theatre avanzaron mucho. En el teatro regular, otros como Becket o Genet también cambiaron reglas. Pero hoy el teatro es mucho más convencional que antes. Cuando voy a ver cosas de teatro experimental te das cuenta que, lamentablemente, no tienen sentido de la historia. Se repiten los mismos experimentos que hicimos hace 20 años. Y eso es un gran problema”.
Él sigue componiendo y tocando a diario seis u ocho horas. Música para películas, sinfónica, ópera y nuevas fórmulas. Dice que nunca se ha sentido cansado. “Es lo que más me gusta. Las horas que paso haciéndolo son las mejores del día, es así de simple. No soy un adicto al trabajo, sino a la diversión”. Y además de componer, sigue inspirando. Su influencia en la música moderna, desde el rock al techno ha sido fundamental. El último ejemplo es el disco de homenaje que acaba de producir Beck con artistas curtidos como Amon Tobin, Cornelius, Tyondai Braxton o Nosaj Thing que hace remixes de algunas de sus obras.
“Es un álbum que convierte mi música en más accesible. Estoy muy interesado en ver qué pasa, Beck escribió una pieza de 20 minutos, ha hecho collages efectos y se ha involucrado mucho. Trabajar con él es conocer a alguien de una generación completamente diferente, por eso tenemos tanto de que hablar. ¿Qué diferencia generacional hay? Él entra en un proyecto sin saber exactamente a dónde va, pero tiene una gran confianza en su habilidad y su talento. No es nada predecible. Me parece muy interesante como trabaja”.




Esta generación, nacida en la tecnología, es impresionante. En 10 o 20 años tendremos obras maestras
Y en la generación que viene desde todavía más abajo es la que Glass tiene puesta la mirada. En la tecnología y en la generación de veinteañeros que producen desde su casa con un equipo de apenas 1.000 dólares. "Es algo muy liberador, la tecnología ha permitido al tercer mundo acceder al arte. Y esos jóvenes de 20 años que no piensan en minimalismo, ni en vanguardias… Es una generación impresionante nacida en la tecnología, estoy seguro que en 10 o 20  años veremos que han creado auténticas obras maestras. Es gente que se ha liberado de la industria”.
Algo que también ha terminado haciendo él. Glass creció escuchando los discos de la tienda que su padre tenía en Baltimore; eso cuando todavía tener un tienda de discos era algo parecido a un negocio, claro. “Hoy ya no podría ser. No sabemos muy bien lo que pasará, es bastante errático. Yo monté mi propia compañía hace 10 años. No trabajo con grandes compañías. Mi compañía se mantiene con las ventas, pero solo tengo dos personas trabajando conmigo. Las grandes van a tener que adelgazar, no podrán seguir pagando la enorme estructura que tienen. Pero las pequeñas, como la mía, pueden sobrevivir”.

http://cultura.elpais.com/cultura/2012/04/23/actualidad/1335193056_124828.html


martes, 25 de junio de 2013

Phillip Glass / Glassworks / Opening

Branka Parlic
5 de julio de 2005

Philip Glass
GLASSWORKS
OPENING
1982

Breathless
(Sin aliento)
Valerie Kaprinski

Beathless / Sin aliento
Escena de la piscina
Valerie Kaprinski y Richard Gere


Breathless (Sin aliento)
Escena final
Richard Gere y Valerie Kaprinski