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viernes, 16 de septiembre de 2022

Javier Marías / Thomas Mann en sus padecimientos

 

Thomas Mann


Javier Marías

BIOGRAFÍA

Thomas Mann en sus padecimientos

    Según Thomas Mann, toda novela resultaba insulsa sin ironía, y desde luego él creía que a las suyas las recorría ese don de arriba abajo, creencia un tanto extraordinaria si se conocen algunos de sus novelones más célebres. Quizá su afirmación se comprenda un poco más si se tiene en cuenta que Mann distinguía claramente entre el humor y la ironía, y que juzgaba a Dickens sobrado de lo primero y escaso de lo segundo. Tal vez eso explique que Mann sólo obligue a sonreír a veces (uno percibe que él se estaba sonriendo al escribir) y que Dickens haga reír abiertamente cada pocas páginas.

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Diarios y diaristas / La literatura de los escritores infelices



Patricia Highsmith


Diarios y diaristas: la literatura de los escritores infelices

Los diarios de Patricia Highsmith, que se publican el 31 de agosto en español, representan un ejemplo más de una regla que cumplen muchos textos autobiográficos: suelen ser depresivos


Santiago Gamboa
26 de agosto de 2022


La lectura de diarios plantea una curiosa paradoja y es que el lector conoce el desenlace de la historia que, en cambio, el autor aún ignora mientras escribe. Cuando el joven Kafka o el joven Thomas Mann tienen dudas sobre su vocación literaria y temen no contar con las fuerzas para llevarla a cabo, uno ya sabe que se convertirán en referencias de la literatura del siglo XX. Cuando Marguerite Duras se angustia por la vida de su marido, recién salido del campo de concentración, uno ya sabe que va a salvarse. Esta situación, claro, no incluye a la categoría de profesionales que publican sus diarios cada dos o tres años. Viven dos, publican dos. Este tipo de escritor, al margen de su talento, convierte el diario en una especie de red social a tiempo diferido.

martes, 1 de febrero de 2022

Thomas Mann / Horas penosas

Thomas Mann

Thomas Mann
HORAS PENOSAS

Se levantó del escritorio, un mueble pequeño y frágil; se levantó como un desesperado y se dirigió con la cabeza colgante al ángulo opuesto de la habitación, donde estaba la estufa, alta y alargada como una columna. Puso las manos en los azulejos, pero se habían enfriado casi del todo, pues era ya muy pasada la medianoche, por lo que se arrimó de espaldas a la estufa, buscando un bienestar que no encontró; recogió los faldones de su bata, de cuyas solapas sobresalía colgando una descolorida pechera de encaje, y resopló con todas sus fuerzas por la nariz, para proporcionarse un poco de aire, pues, como de costumbre, estaba acatarrado.

Thomas Mann / La montaña mágica / Reseña



Thomas Mann
LA MONTAÑA MÁGICA

30 de diciembre de 2015
Posiblemente, la metáfora que mejor expresa la sensación de quien emprende la lectura de La montaña mágica sea la del combate de boxeo. Uno tiene que combatir con el libro, un asalto tras otro, un capítulo tras otro. La intensidad del combate se relaja en algunas ocasiones, pero enseguida vuelve el párrafo denso, el monólogo interminable, la conversación aparentemente frívola. En algunos pasajes, Mann parece exigir al lector una perseverancia casi ciega; pero en muchos otros nos regala fragmentos clarividentes, donde una literatura con mayúsculas brilla con luz propia.

“La muerte en Venecia” y “La montaña mágica”, de Thomas Mann: dos ficciones insuperables sobre la enfermedad y la reclusión



“La muerte en Venecia” y “La montaña mágica”, de Thomas Mann: dos ficciones insuperables sobre la enfermedad y la reclusión

En esta nota, una reconsideración de obras clásicas del gran escritor alemán, ficciones complementarias que exploran la relación entre la epidemia, el confinamiento y el arte de lidiar con el tiempo en circunstancias anómalas

Podemos encontrar anticuado el dilema entre la disciplina del arte y el desenfreno de los sentidos que sostiene la trama de La muerte en Venecia, novela breve que Thomas Mann publicó en 1912. ¡Sin duda lo es, a esta altura! Pero los grandes escritores realistas tienen la ventaja de continuar suscitando interés cuando las discusiones que animan los destinos de sus personajes se han vuelto asuntos remotos.

lunes, 31 de enero de 2022

Thomas Mann / Muerte en Venecia V



Thomas Mann
Muerte en Venecia
V

      Durante la cuarta semana en Venecia, Aschenbach hizo algunas observaciones desagradables relacionadas con el mundo exterior. Primeramente le pareció notar que, a medida que avanzaba la estación, la concurrencia parecía más bien disminuir que aumentar en el hotel. Advirtió especialmente que el alemán iba escaseando, hasta el punto de que llegó un momento en que en la mesa y en la playa su oído percibía sólo sonidos extraños. Un día, en la peluquería adonde iba a menudo, atrapó una frase que le dejó preocupado. El peluquero habló de una familia alemana que se había ido, tras corta permanencia, y añadió, en tono ligero e insinuante: «Usted se quedará, caballero; usted no tiene miedo al mal.» Aschenbach le miró replicando: «¿Qué quiere usted decir con eso?» El hablador enmudeció fingiendo distracción y pasó por alto la pregunta. Luego, cuando Aschenbach insistió más decididamente, declaró que no sabía nada, y, evidentemente desconcertado, procuró desviar la conversación.

Thomas Mann / Muerte en Venecia IV






Thomas Mann
Muerte en Venecia
IV

      Un día y otro día, el dios de ardientes mejillas recorría con su cuadriga generadora del cálido estío los espacios, del cielo, y su dorada cabellera flotaba en el viento huracanado que venía del Este. Por los confines del mar indolente flotaba una blanquecina, sedosa niebla. La arena ardía. Bajo el azul encendido de éter se extendían, frente a las casetas, unas amplias zonas, y en la mancha de sombra secretamente dibujada que ofrecían, se paraban las horas, de la mañana. Las noches eran deliciosas; las plantas del parque esparcían su perfume penetrante, mientras en la altura seguían su carrera los astros, y el murmullo del mar, envuelto en tinieblas, hablaba íntimamente al alma. Aquellas noches traían la alegre promesa de un nuevo día de sol, con ocio ordenado, enjoyado de las infinitas posibilidades que podría ofrecer.

Thomas Mann / Muerte en Venecia III






Thomas Mann
Muerte en Venecia
III

      Decidido ya el viaje, algunos asuntos de carácter social y literario retuvieron a Gustavo en Munich durante dos semanas después de aquel paseo. Al fin, un día dio orden de que se le tuviera dispuesta la casa de campo para dentro de cuatro semanas, y una noche, entre mediados y fines de mayo, tomó el tren para Trieste. En dicha ciudad se detuvo sólo veinticuatro horas, embarcándose para Pola a la mañana siguiente.

Thomas Mann / Muerte en Venecia II




Thomas Mann
MUERTE EN VENECIA

II

      El autor de la fuerte y luminosa epopeya de Federico II; el paciente artista que había tejido, en obstinada labor, el tapiz novelesco titulado Maía, tan rico en figuras y en el cual se congregaban tantos destinos humanos a la sombra de una idea; el creador de aquella fuerte narración titulada Un miserable, que mostró a toda la juventud la posibilidad de una decisión moral más allá del más profundo conocimiento; el autor también del apasionado ensayo Espíritu y Arte (con esto quedan sucintamente enumeradas las obras de su edad madura), cuya fuerza ordenadora y cuya elocuencia hizo que ciertos críticos autorizados lo colocaran al nivel de la obra de Schiller en el terreno de la poesía ingenua y sentimental, Gustavo Aschenbach había nacido en L., capital de distrito de la provincia de Silesia. Hijo de un alto funcionario judicial, sus ascendientes fueron funcionarios públicos, hombres que habían vivido una vida disciplinaria y sobria, al servicio del Estado y del rey. La espiritualidad de la familia había cristalizado una vez en la persona de un pastor. En la generación precedente, la sangre alemana de sus antepasados se mezcló con la sangre más viva y sensual de la madre del escritor, hija de un director de orquesta bohemio.

Thomas Mann / Muerte en Venecia I




Thomas Mann
Muerte en Venecia

(Der Tod in Venedig, 1912)


I

      Von Aschenbach, nombre oficial de Gustavo Aschenbach a partir de la celebración de su cincuentenario, salió de su casa de la calle del Príncipe Regente, en Munich, para dar un largo paseo solitario, una tarde primaveral del año 19... La primavera no se había mostrado agradable. Sobreexcitado por el difícil y esforzado trabajo de la mañana, que le exigía extrema preocupación, penetración y escrúpulo de su voluntad, el escritor no había podido detener, después de la comida, la vibración interna del impulso creador, de aquel motus animi continuus en que consiste, según Cicerón, la raíz de la elocuencia. Tampoco había logrado conciliar el sueño reparador, que le iba siendo cada día más necesario, a medida que sus fuerzas se gastaban. Por eso, después del té, había salido, con la esperanza de que el aire y el movimiento lo restaurasen, dándole fuerzas para trabajar luego con fruto.

lunes, 18 de diciembre de 2017

Antonio Muñoz Molina / Mis 12 libros imprescindibles



Antonio Muñoz Molina

Mis 12 libros imprescindibles


El escritor Antonio Muñoz Molina elige sus doce libros imprescindibles, entre los que se encuentran clásicos como Don Quijote y Moby Dick hasta obras más contemporáneas como Noches insomnes, de Elizabeth Hardwick. 

- Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes: “Dos novelas muy distintas entre sí, escritas con más de 10 años de distancia, y las dos cómicas y experimentales, la primera atropellada, la segunda mucho más construida, las dos inagotables.”



- En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust: “Junto a Don Quijote, creo que es la obra que he leído más veces, y que espero seguir leyendo unas cuantas más a lo largo de mi vida. Tiene algo que me gusta en todas las grandes novelas, su desorden enciclopédico: desde el amor y los celos a la ciencia y la música, no hay asunto del que no trate este libro en sus siete volúmenes.”



- Al faro, de Virginia Woolf: “Esta es una de las novelas mejor construidas y mejor escritas que existen. Su manejo del tiempo es de una sutileza insuperable. Su sección central sucede durante varios años en una casa en la que no hay nadie. Un prodigio.”




- Moby Dick, de Herman Melville: “Esta novela es una bomba que le estalló a su autor en el segundo o en el tercer capítulo. Empieza como una historia de aventuras en el mar y se convierte en una fantasmagoría. Tiene algo de locura bíblica que se aprecia mejor leyéndola en voz alta.”



 Demasiada felicidad, de Alice Munro: “El título de este libro de relatos es el del último de ellos, una novela corta más bien, en la que Munro consigue un prodigio: comprimir un novelón ruso en cincuenta páginas. Un viaje en tren a finales del siglo XIX que se convierte en el viaje de la vida a la muerte.”




- Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós: “La otra novela suprema en español, además de Don Quijote; las vidas privadas y las relaciones de clase y de dominación sexual entremezcladas con el devenir de la historia política. Como en Don Quijote, hay humor y hay amargura.”



- Los papeles privados del Club Pickwick, de Charles Dickens: “La risa cervantina trasladada a Inglaterra. El despliegue glorioso, a los veintitantos años, del talento de Dickens. Una fiesta.”





- Noches insomnes, de Elizabeth Hardwick: “Es una novela y es una confesión y una divagación bellísima sobre los recuerdos y la vocación por la literatura, un juego de fragmentos, de flashes.”




- Lo que me queda por vivir, de Elvira Lindo: “Una novela escrita a tumba abierta sobre el aprendizaje de vivir en una intemperie sentimental absoluta, sobre la maternidad y la orfandad y la búsqueda del lugar que a uno le corresponde en el mundo.”



- La montaña mágica, de Thomas Mann: “La lectura de la novela acaba equivaliendo a los años de aprendizaje y retiro de los que trata. Sumergirse en ella y pasar al menos un mes dentro es como retirarse a un sanatorio en los Alpes a aprender sobre la vida, el deseo, la enfermedad, la muerte.”



- La educación sentimental, de Gustave Flaubert: “Una novela que discurre plana como un río, contando el tránsito de una vida de la ilusión al desengaño y de un país de la esperanza revolucionaria a la resignación y el tedio. Una de las novelas más agudas políticamente que conozco. Habla de un personaje tan corrupto que estaría dispuesto a pagar por venderse.”



- La vida breve, de Juan Carlos Onetti: “Un hombre cualquiera, en Buenos Aires, una noche, descubre las posibilidades alucinantes de su imaginación, que son las de la capacidad de fabular a partir de la experiencia inmediata. Es una novela que sucede como en un sueño.”


lunes, 14 de agosto de 2017

García Márquez / Las glorias del olvido

W. Somerset Maugham, 1946
Bernard Perlin

Las glorias del olvido


GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ
BIOGRAFÍA
5 OCT 1983



Una de las injusticias de la literatura es que no existe una clasificación escalonada de los escritores de acuerdo con su calidad. En música se sabe que hay un paraíso más alto, donde están sentados para siempre Juan Sebastián Bach, Mozart, Beethoven, Bartok -y tal vez los Beatles-, pero hay todo un olimpo de compositores de segunda, y aun de tercera categoría, que escuchamos y admiramos a pesar de la certidumbre de que no son eternos. Ocurre lo mismo con los pintores. No hay más que pasearse por los museos del- mundo para darse cuenta de que junto a Goya y Velázquez, junto a Leonardo y Botticelli, junto a Rembrandt y Picasso, hay muchos colgados en la antesala de la eternidad que sin duda merecen estar donde están, pero en niveles distintos. En literatura no: o se es un escritor de primera línea o uno no encuentra donde ponerlo, y no sólo en los innumerables compartimentos del corazón, sino ni siquiera en los estantes de la biblioteca. En ese. sentido, el criterio más justo es el del mundo del boxeo: hay pesos pesados, pesos welter, pesos medios, pelos mosca, y cada, cual, disfruta de una gloria universal dentro de sus límites respectivos. En literatura, en cambio, sólo los pesos pesados van al cielo. Hablábamos de esta injusticia la otra noche con el escritor Pedro Gómez Valderrama, a propósito de un escritor que ambos admiramos sin ningún pudor, a pesar de ser conscientes de que no es uno de los más grandes: Somerset Maugham. El problema es dónde ponerlo. Sus novelas, que le hicieron famoso, sobre todo por sus adaptaciones al cine, no merecen ni un recuerdo piadoso. En cambio, hay un mundo de tesoros ocultos en sus casi 300 cuentos, muchos de los cuales no son más que obras maestras. Curioso: igual cosa ocurre con Hemingway, y sin embargo no nos cabe ninguna duda de que es y tal vez seguirá siendo para siempre una estrella de la primera división. Maugham, al contrario, es un autor que se olvida, aunque se sabe de la existencia de grandes lectores, críticos respetables y escritores consagrados que quisieran subirlo a un piso más alto, pero no se atreven. Así como hay muchos que lo siguen leyendo en secreto, y hasta algunos escritores que siguen nutriendo con la lectura la propia obra, y sin embargo lo niegan en público más de tres veces y mucho después de que ha cantado el gallo.

domingo, 12 de julio de 2015

Vargas Llosa / El caballero Cipolla y el desvarío griego


Mario Vargas Llosa 

BIOGRAFÍA

El caballero Cipolla y el desvarío griego

El referéndum convocado por Tsipras ha sido una obra maestra de confusión y delirio hipnótico. La magia y el hipnotismo colectivos pueden encaramar al poder a cualquier demagogo sin escrúpulos



FERNANDO VICENTE
En el verano de 1926, Thomas Mann y su familia pasaron unas vacaciones en Forte dei Marmi; era una época en la que el fascismo estaba en pleno apogeo y los discursos de Mussolini retumbaban por toda Italia. Con estos recuerdos y el interés que en aquel decenio se despertó en Europa (y en Alemania en particular) por el hipnotismo, el espiritismo y las ciencias ocultas, el autor de La montaña mágica escribió Mario y el mago, un relato aparecido en 1930 en el que la crítica ha visto siempre una parábola sobre el efecto encantatorio de líderes carismáticos como Hitler y Mussolini sobre las masas, que, seducidas por la palabra del jefe, abdicaban de su soberanía y poder de decisión y lo seguían, ciegas y dóciles, en sus extravíos.
El espléndido y ceñido relato admite muchas interpretaciones y es, además de una parábola política, una historia que pone los pelos de punta. En un pueblecito de la costa, junto al mar Tirreno, Torre di Venere, el narrador describe un espectáculo en el que un mago hipnotizador, el caballero Cipolla, hombre malvado, repelente y deforme pero dotado de una fuerza psíquica irresistible, enajena a todo su auditorio y lo obliga a humillarse y hundirse en el ridículo más espantoso.
La verdad es que la lectura de Mario y el mago en clave política es tan actual como cuando los dictadorzuelos carismáticos campeaban por el mundo entero; en nuestros días, el caballero Cipolla se encarna no sólo en caudillos fascistas y comunistas, sino, también, en aparentemente benignos dirigentes democráticos, que ganan limpias elecciones y son capaces, gracias a sus poderes comunicativos, de imbecilizar a sus propios pueblos, privándolos de razonamiento y sentido común; en otras palabras, llevándolos a la ruina. ¿No es el caso de un Perón, un Evo Morales, un Rafael Correa, un Daniel Ortega? Ningún ejemplo es más doloroso que el de Argentina, el país más culto de América Latina: ¿cómo es posible que todavía la sociedad argentina siga cautiva de la hipnosis suicida con que la sedujo hace sesenta o setenta años un coronel inculto y fascistón y que ha llevado al país que fue el más avanzado del continente americano y uno de los más prósperos y modernos del mundo a la decadencia, la ruina económica y la miseria moral que representa la presidenta Kirchner?