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viernes, 28 de enero de 2022

Un género y una tradición / Novelista y espía, dos oficios secretos



Un género y una tradición

Novelista y espía, dos oficios secretos

De Graham Greene a John Le Carré, hubo notables casos de superposición profesional que dieron brillantes obras literarias. Nuevas ediciones confirman la vigencia de un género imbatible.

Pablo de Santis
23 de octubre de 2020


"El coronel preguntó a Ashenden sobre gran número de temas y bruscamente le sugirió entrar en el Servicio Secreto, para el que le reconocía excepcionales aptitudes. En efecto, Ashenden estaba familiarizado con varios idiomas europeos y su profesión constituía una excelente excusa. Con el pretexto de que estaba escribiendo un libro, podía visitar cualquier país sin despertar sospechas”.

sábado, 30 de enero de 2021

Graham Greene / Patricia Highsmith





Graham Greene

Patricia Highsmith 

BIOGRAFÍA 


Patricia Highsmith es una autora de novelas de detectives cuyos libros se pueden releer una y otra vez. De muy pocos se puede decir esto. Es una escritora que ha creado su propio mundo, un mundo claustrofóbico e irracional, en el cual entramos cada vez con un sentimiento de peligro personal, con la cabeza inclinada para mirar por encima del hombro, incluso con cierta renuencia, pues vamos a experimentar placeres crueles, hasta que, en algún punto, allá por el capítulo tercero, se cierra la frontera detrás de nosotros, y ya no podemos retirarnos, estamos condenados a vivir hasta el fin del relato con uno más de su larga serie de hombres buscados por la policía.

martes, 12 de enero de 2021

The Paris Review / El arte de la entrevista

 



Los 50 mejores libros de 2020

El arte de la entrevista

La revista ‘The Paris Review’ convirtió la conversación en un género literario. De William Faulkner a Javier Marías, pasando por Nadine Gordimer o Margaret Atwood, un libro recoge ahora 100 de esos míticos encuentros con escritores


ANDREA AGUILAR
27 de noviembre de 2020

Era junio de 1952 cuando un dúo de jóvenes entrevistadores visitó el elegante despacho del ya entonces consagrado escritor británico E. M. Forster en el King’s College de Cambridge. Dejaron constancia de los muebles de estilo eduardiano, de los cuadros de las paredes y del tono “solícito pero firme” del autor de Pasaje a la India, y entablaron una extensa charla en la que, a partir de las preguntas sobre aspectos técnicos de su escritura, siguieron por distintos derroteros. El propio Forster había frenado el año anterior en seco la lectura pública de una de sus obras inconclusas, alegando que le resultaba más interesante exponer los problemas que ese texto le planteaba y por qué no lograba resolverlos. La idea de preguntarle directamente y reproducir todo aquello por escrito era, en aquel momento, algo bastante excéntrico y, para qué negarlo, lo sería también hoy.




Lo cierto es que aquella conversación fue la primera entrevista para el primer número de 1953 de una revista literaria, de improbable futuro, que había montado un grupo de veinteañeros estadounidenses, licenciados en Harvard y Yale, dispuestos a probar la bohemia y diversión del París de posguerra. No eran la generación perdida, pero llegaron dispuestos a calzarse un rato los zapatos de aquellos americanos que habían hecho de París una fiesta. El ambiente de la Guerra Fría calaba en una cultura literaria de los cincuenta dominada por publicaciones como Partisan Review o Poetry, con un pesado cuerpo crítico y mucha política. “No te consideraban sérieux si no estabas políticamente engagé”, relataba con sorna años después uno de los fundadores, John Train.

domingo, 26 de abril de 2020

El adulterio según Graham Greene


El adulterio según Graham Greene

Los personajes del escritor británico son buenos perdedores, pues el autor fue un católico de izquierda que consideraba el triunfo algo grosero


Santiago Gamboa
15 de marzo de 2020

¿Cuántos estilos de mujer hay en la literatura? Probablemente tantos como tipos humanos hay en la extensa vida que esa misma literatura observa, interroga y persigue. Pero una de las más intrigantes, en todo lo que llevo leído, se llama Sarah Miles, y es la protagonista de El fin de la aventura, de Graham Greene, una extraordinaria novela que, en mi clasificación personal, contiene uno de los mejores primeros párrafos de la Literatura del siglo XX. Vayan a leerlo. El argumento es clásico y corresponde, según la tipología de Tzvetan Todorov, al siguiente paradigma: “Dos quieren estar juntos y muchas cosas se interponen”, patrón narrativo que puede incluir desde La Odisea hasta Doctor Zhivago, pasando por Romeo y Julieta o La Celestina, pero también a las largas telenovelas latinoamericanas, cuya extensión suele depender de la siguiente pregunta: “¿Cuántos obstáculos puede haber en la vida para el amor?”. Porque el amor, claro, es el motor de la historia. Es la historia. Según los biógrafos de Greene, El fin de la aventura –también traducida en castellano como El fin del romance o El final del affaire– le sirvió para sacarse la espina de un amor triste y doloroso, pues toda novela, en el fondo, es también de autoayuda.

Graham Green / Max Frisch / El mes más cruel

Graham Green
Ilustración de Triunfo Arciniegas


El mes más cruel

El País
5 de abril de 1991

"ABRIL ES el mes más cruel". El célebre verso del poeta anglosajón T. S. Eliot viene a resumir la impresión que en el mundo de la cultura literaria europea han dejado las muertes sucesivas de dos de los escritores que con su obra y su testimonio han ayudado a formar la conciencia crítica del continente, los dos desde perspectivas diferentes, uno con el arma del pesimismo, Max Frisch, y el otro, Graham Greene, con el convencimiento de que no está todo perdido porque queda la fe. Ninguno de los dos mereció, sin embargo, el galardón más importante que se da en este mundo a aquellos que son capaces de trasladar con palabras la emoción de una época. Max Frisch y Graham Greene fallecieron desposeídos del Premio Nobel, y acaso ha sido esa cicatería de la cultura oficial la que ha engrandecido aún más el sentido de la independencia con que crearon su obra.
Marx Frisch, 1967
Ilustración de Otto Dix

Los de estos escritores muertos en abril fueron libros en los que se reflejaba la perplejidad ante la miseria humana, en un universo donde los adelantos técnicos y económicos iban siempre por delante de la compasión y de la solidaridad. Tanto Frisch como Greene fueron personajes comprometidos con su tiempo, y los dos combatieron a favor de la libertad cuando el continente se partió en dos y conoció el centro de la barbarie. El escepticismo de ambos nunca fue consecuencia del abandono de los principios por los que lucharon como europeos: su literatura consolidó también una manera de ser que es hija del repudio de aquella barbarie, y en todas sus obras se puede rastrear el desprecio común por los tiranos. El humor -la paradoja de Max Frisch, el distanciamiento de Greene- era, por otra parte, consecuencia de su conocimiento de la cultura, y ésta fue siempre reflejo de una sensibilidad europea.

domingo, 29 de marzo de 2020

Antonio Muñoz Molina / Réquiem fugaz por Graham Greene

Graham Greene
Ilustración de T.A.


Antonio Muñoz Molina

Réquiem fugaz por Graham Greene


27 de abril de 1991

Era el sitio más raro y desolado del mundo para enterarse de la muerte de Graham Greene. Un hotel en las afueras de una ciudad del Medio Oeste norteamericano, una habitación tan hospitalaria y casi tan grande como el estadio que se veía por la ventana, a la primera luz lluviosa de un día con rasgos de extrañeza y de sueño mal recordado por culpa del cambio de hora y de la distancia. Él, que fue tan adicto a los viajes a lugares remotos como a la literatura y el whisky, seguramente había conocido esa sensación. He dicho que el hotel estaba en las afueras de la ciudad, pero es inexacto: en rigor, uno no sabía distinguir las afueras del centro, pues todo lo que los ojos podían ver era una repetición horizontal del mismo paisaje, carreteras en interminable línea recta y almacenes y hamburgueserías y gasolineras ingentes, iluminadas en la noche de rojo y amarillo, aparcamientos, edificios altos y aislados en una distancia que no parecía posible atravesar caminando, vallas metálicas. extensiones de césped, filas de casas de madera sin pintar sobre las que ondeaban banderas que parecían signos de una victoria insolente sobre la pobreza y la desgana de quienes vivían en ellas. Me habían explicado que ese edificio que se veía desde la ventana era un centro de instrucción para los reclutas que estudian en la Universidad. Por la mañana temprano, en camiseta y pantalón corto, desfilaban con fusiles al hombro sobre el césped y se podían oír muy débilmente los gritos que repetían al marcar el paso. Tal vez alguno de ellos o de ellas llevaba en la pechera de la camiseta una leyenda parecida a la que me había helado la sangre la tarde anterior: con ese eficaz laconismo del Inglés se pedía en dos palabras el exterminio nuclear de Sadam Husein. Bajo la puerta de la habitación alguien había deslizado un periódico, el USA Today, que tiene, según sus promotores, la atrayente virtud de poder ser leído con el mismo esfuerzo intelectual con que se mira de soslayo un televisor. En la primera página, a la izquierda, entre titulares deportivos, venía la noticia, junto a una foto borrosa, en blanco v negro, de tamaño carnet: a los 86 años, Graham Greene acababa de morir en Ginebra, con la misma discreción con que había vivido y escrito durante los últimos años, casi tan secretamente como Beckett o Rulfo. Por algún motivo, en aquel lugar resultaba más difícil aceptar la evidencia. Está uno tan retirado de su propia vida en esos viajes, tan desposado de la longitud y la latitud de su alma, que no sabe exactamente quién es ni se siente dueño de sus propios recuerdos. Debe de ser una sensación parecida a la que notaban los navegantes antiguos cuando llevaban unos días sin ver la línea de la costa de donde habían partido: sin los puntos de referencia que suministra la costumbre, la realidad más coriácea se disuelve en una especie de niebla. La identidad de uno, su vida verdadera, lo que hacía o deseaba hasta una hora antes de subir al avión, quedan no atrás ni en el pasado, sino en ninguna parte, en un estado de suspenso. Se ha borrado la cuidadosa cuadrícula del calendario, y hasta el orden de las horas y la sucesión del día y de la noche se han roto. El viajero insomne, lúcido y más bien trastornado, siente la misma extrañeza cuando mira con incredulidad el reloj que cuando descorre las cortinas de esa ventana inmensa que da a un paisaje en el que no hay absolutamente nada a lo que su conciencia pueda anclarse. Son las dos de la madrugada y llueve de esa manera unánime con que suele llover en las llanuras sin límites de los países extranjeros, pero en el lugar de donde viene uno acaban de dar las nueve de la mañana y sin duda hace sol. Uno siente la exaltación de no pertenecer a nada de lo que está viendo, el alivio de haber perdido transitoriamente las normas del espacio y del tiempo en las que su vida se resume, pero también una angustia como de extender las manos en la oscuridad y no encontrar a donde asirse, de estar mirando objetos y rostros y escuchando voces que no son del todo reales, que tienen algo de las caras y las voces y las risas violentas de la televisión.

domingo, 2 de febrero de 2020

Anthony Burgess / Graham Greene: un recuerdo

Graham Green
Ilustración de T.A.


Graham Greene: un recuerdo


Anthony Burgess
4 de abril de 1991


Conocí a Graham Greene en 1957. Yo había regresado de Malaya, y un amigo suyo de aquel protectorado de reciente independencia me había pedido que le llevara unas camisas de seda confeccionadas para él en Kuala Lumpur. Se las entregué en su piso de Albany, y aquel día comimos juntos. Al cabo de un tiempo alguien hizo circular el rumor de que las camisas llevaban cosidas en sus puños píldoras de opio. En mi opinión, era un rumor infundado. Green y yo compartíamos la devoción por el opio, perfectamente satisfecha en Extremo Oriente. También teníamos en común el ser católicos, pero esto, a pesar del viejo sarcasmo marxista, no representa una adicción. El día de ese primer encuentro era viernes, de modo que comimos pescado. Antes, mi anfitrión me preparó un martini muy cargado. En aquella época era poseedor de la enorme colección de botellines de whisky sobre la que se basaría para algunas escenas de Nuestro hombre en La Habana. Los botellines formaban parte de la decoración, y no se podían utilizar.Yo acababa de publicar mi primera novela, Time for a Tiger, y Greene tuvo la amabilidad de pedirme que le dedicara su ejemplar. A los dos nos editaba entonces Heinemann, y estoy seguro de que a Greene le había llegado ese ejemplar de forma gratuita.

Jorge Edwads / Uno o dos recuerdos de Graham Greene


Graham Green
Ilustración de T.A.

Uno o dos recuerdos de Graham Greene

Jorge Edwards
5 de abril de 1991

Los restos mortales del escritor británico Graham Greene, muerto el pasado miércoles a los 86 años, reposarán a partir del próximo 8 de abril en la pequeña localidad suiza de Corseaux, en el cantón del Vaud. El sacerdote español Lepoldo Durán, amigo personal de Greene, pronunciará en inglés la oración de despedida en la iglesia Saint Jean de Vevey, lugar donde murió el autor de El poder y la gloria. Hacía un año que Graham Greene, debido a su delicada salud, había dejado su domicilio de la Costa Azul francesa para instalarse en los parajes del lago Leman, cerca de su hija Caroline. Greene estaba considerado como uno de los más importantes escritores contemporáneos.

sábado, 1 de febrero de 2020

Graham Greene / El inocente



Graham Greene
EL INOCENTE

Había sido un error el llevar allí a Lola, y lo comprendí desde el instante mismo en que descendimos del tren, en la pequeña estación pueblerina. En una tarde de otoño, uno se acuerda más de su niñez que en cualquier otra época del año, y el rostro vivo de mi acompañante y la maletita en la que pretendía llevarlo todo para la noche no armonizaban demasiado con el antiguo almacén de granos, situado al otro lado del canal, las luces que titilaban sobre la colina y los anuncios de una antigua película. Pero había dicho: Vámonos al campo, y el nombre de Bishop's Hendron fue el primero que acudió a mi cabeza. Nadie me conocería allí, y no se me había ocurrido que el pueblo fuera a recordarme tantas cosas.
Incluso el viejo portero despertó mis añoranzas.

El gran amor de Graham Greene


Graham Green
Ilustración de T.A.

El gran amor de Graham Greene

El escritor se retiró a Saigón a escribir 'El americano impasible' poniendo tierra de por medio a su relación con una amante

Olga Merino
21 de junio de 2019


Si a Oscar Wilde lo detuvieron en la habitación 118 del Cadogan, en Londres, Graham Greene se atrincheró durante largas temporadas, entre 1952 y 1955, en la número 214 del Hotel Continental Saigon, en la rebautizada Ciudad Ho Chi Minh. Un placa de latón lo recuerda en el pasillo del segundo piso: “El famoso escritor británico Graham Greene se alojó en esta habitación mientras escribía su novela ‘The Quiet American’”, ambientada en la Indochina del ocaso francés, cuando el Tío Sam comienza a hacer de las suyas para detener el avance del comunismo.

Graham Greene / El Dr. Fischer de Ginebra



Graham Greene: El Dr. Fischer de Ginebra


27 de mayo de 2010



Idioma original: inglés

Título original: Dr Fischer of Geneva or The Bomb Party

Año de publicación: 1980

Valoración: está bien



Graham Greene
Confieso que tengo debilidad por Graham Greene, de quien ya reseñé hace tiempo El americano impasible. Me parece que Greene es un narrador excelente: sus obras tienen una ligereza, un suspense y un humor irónico difícil de encontrar en otros autores de primera fila. Ahí está, por ejemplo, Nuestro hombre en La Habanao El Ministro del Miedo para demostrarlo; y sin embargo, el novelista tampoco duda en atacar tramas más trágicas, con resonancias épicas muy bien resultas (sin melodrama, pero también sin concesiones facilonas), como en El décimo hombre o El revés de la trama (un título magnífico, ¿no creéis?).

jueves, 15 de agosto de 2019

Las lágrimas de Julianne Moore / “The End of the Affair” o la beata penitente

Julianne Moore (Sarah) y al fondo, Ralph Fiennes (Maurice Bendrix)
El fin de la aventura


Las lágrimas de Julianne Moore 


“The End of the Affair” o la beata penitente
BIOGRAFÍA DE GRAHAM GREENE

En uno de sus lúcidos ensayos sobre la novela moderna, Mario Vargas Llosa reconocía como uno de los grandes méritos de El final de la aventura de Graham Greene el hecho de que su autor había logrado hacer verosímil un milagro en la trama. En 1996, Neil Jordan asumió el reto de volver a contar esa historia, a través de imágenes en movimiento, y con ello el milagro y el proceso de iluminación y conversión de una pecadora, Sarah Miles.

Maurice dies - "The End of the Affair" - Ralph Fiennes, Julianne Moore


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El traje color guisante de Sarah
En esta película todas las escenas están bien orquestadas y meditadas. La ropa de Julianne Moore se luce especialmente. Hay que admirar sus vestidos verdes y rojos, con boinas ladeadas y joyas a juego. Hasta las escenas de amor configuran una lenta danza de brazos y miradas. Sarah, la esposa infiel, y Bendrix, el escritor escéptico y torturado, se aman con locura y compiten por poseer al otro, con deseo, con palabras, con desafíos, etc., mientras el mundo se destruye a su alrededor. Tengo celos de la lluvia, le dice su amante a Sarah. ¿Hay algo acaso más hermoso y enfermizo?

Graham Greene / El final del affaire / La noche oscura


Julianne Moore (Sarah) y Ralph  Fiennes (Maurice Bendrix)
El final del affaire

Graham Greene: El final del affaire


LA NOCHE OSCURA




Graham Greene: El final del affaire.

Traducción de Eduardo Jordá. Epílogo de Mario Vargas Llosa Los Libros del Asteroide. Barcelona, 2019. 320 páginas. 21.95 €. Libro electrónico: 12, 99 €. “Nunca volvió a estar tan cerca de la obra maestra Graham Greene como en El final del affaire”, certifica Mario Vargas Llosa en el epílogo que enriquece este volumen, donde se nos ofrece una nueva y excelente traducción de esta imprescindible novela, exploración de la complejidad del amor y de la fe, del autor de “El poder y la gloria”.

Por Ángela Pérez
16 de junio de 1919

“Qué retorcidos somos los seres humanos, y eso que dicen que hemos sido hechos a imagen y semejanza de un Dios; pero me cuesta mucho hacerme a la idea de un Dios que no sea tan sencillo como una ecuación perfecta, tan claro como el aire”, señala Maurice Bendrix, protagonista y narrador en primera persona de El final del affaire, de Graham Greene (Berkhamsted, Inglaterra, 1904-Vevey, Suiza, 1991), aparecida originariamente en 1951, y que es la primera obra que el autor británico escribe con esa fórmula narrativa, influido por Grandes esperanzas, de Charles Dickens, que estaba leyendo en 1948, momento en el que comenzó a elaborar esta obra, que ahora felizmente recupera Libros del Asteroide en una nueva y excelente traducción del novelista y poeta Eduardo Jordá y con un brillante epílogo de Mario Vargas Llosa.


Esa afirmación de Bendrix sobre el retorcimiento de los seres humanos, sin duda muy cierta, puede aplicarse especialmente a él mismo. Maurice Bendrix es uno de los personajes más logrados y complejos del universo Greene, no exento de figuras llenas de aristas, lo que otorga a la producción del autor de El poder y la gloria -quizá su novela más célebre, aunque no le vayan a la zaga otras como El tercer hombre, El americano impasible El factor humano- una gran riqueza y la convierte en imprescindible en las letras, no solo inglesas, del siglo XX.

Graham Greene / El fin de la aventura / Reseña de Vargas Llosa


Milagros en el siglo XX 

El fin de la aventura, 

de Graham Greene



Mario Vargas Llosa
Londres, 7 de julio de 1999

A Graham Greene le irritaba sobremanera que lo llamaran "un escritor católico", y en el segundo volumen de su elusiva autobiografía, Ways of Escape, explicó que no era "a Catholic writer but a writer who happens to be a Catholic". Sin embargo, lo cierto es que las tres mejores novelas de su vasta obra, The Power and the Glory, The Heart of the Matter y The End of the Affaire, en las que se acercó más a la obra maestra que nunca llegó a escribir, giran en torno de la religión, del problema de la fe, y, más concretamente, del drama que significa ser católico en el mundo moderno.
     Donde con más audacia desarrolló este tema fue en El fin de la aventura (1951), cuyo arranque es uno de los mejores con que haya empezado jamás una novela ("Una historia no tiene principio ni fin..."), comparable a las más hechiceras frases inaugurales de una historia (como "En un lugar de la Mancha" o "Digamos que me llamo Ismael"), que inmediatamente subyugan al lector y lo instalan en un clima psicológico que la continuación del relato irá espesando. Fue la primera ficción que Greene narró en primera persona, dice que por influencia de Great Expectations de Dickens, que estaba leyendo en diciembre de 1948, en el Hotel Palma de Capri, al empezar a escribir esta historia.
     Ella narra, en el marco de un Londres sórdido, triste y pobretón, aturdido por constantes bombardeos de la aviación alemana, los amores adúlteros de un mediocre novelista ateo, Maurice Bendrix, con Sarah Miles, esposa de su amigo Henry, un funcionario apagado, eficaz y, en cierto modo, emblemático. La sencillez estructural del relato es engañosa, porque encierra una compleja trama espiritual de la que el lector va tomando conciencia tardíamente, al igual que el propio protagonista, el retorcido Bendrix, quien sólo luego de la muerte de Sarah descubre la explicación de su extraña conducta, algo que él, estúpidamente, trataba de esclarecer haciéndola seguir por un detective privado (el amable y juicioso Parkis, que inyecta algo de humor al mundo asfixiantemente depresivo en que fluye la historia).

miércoles, 14 de agosto de 2019

Graham Greene / El poder y la gloria / Reseña






Graham Greene: El poder y la gloria


Carlos Andia

22 de enero de 2016


Idioma original: inglés
Título original: The Power and the Glory
Traducción: Guillermo Villalonga
Año de publicación: 1.961
Valoración: Muy recomendable 


Continúa todavía existiendo una parte de la población que ha (hemos) recibido una educación de raíz católica. Laxa, sí, de perfil bajo, o de colegio concertado, llámese como se quiera, pero más o menos vinculada con lo religioso. Y, claro, por mucho que luego nos hayamos hecho librepensadores o cosas peores, las ficciones relacionadas con curas agitan viejos fantasmas y despiertan nuestro interés –cierto que algo malsano, sobre todo cuando se plantean escenarios de duda trágica o persecución. 

Graham Greene / El tercer hombre / Reseña


Graham Greene

Graham Greene: El tercer hombre

BIOGRAFÍA

Título original: The Third man
Idioma: inglés
Fecha de publicación: 1950
Valoración: Recomendable

Presentamos hoy un libro escrito para ser disfrutado. Quizás esta afirmación les resulte a algunos demasiado contundente, pero es que en mi opinión, El tercer hombre es un libro que está impecablemente escrito y sabiamente armado para que el lector disfrute con cada una de sus líneas.

No quiero decir con esto que El tercer hombre posea un estilo especialmente depurado, agitador o preciosista, no: lo que lo hace digno de ser recomendado es la deliciosa tensión que mantiene en todo momento. No en vano, su escritor, el célebre británico Graham Greene, creador de obras como El fin del romance o Nuestro hombre en la Habana (ambas adaptadas al cine), gestó este libro pensando en la película que posteriormente haría Carol Reed. De ahí el ritmo cinematográfico que tiene esta novela negra que devoré durante un viaje en autobús de seis horas y de la que me ha quedado un grato recuerdo.

Graham Greene / El americano impasible / Reseña



Graham Greene




Graham Greene: El americano impasible

10 de enero de 2010



Idioma original: inglés
Título original: The Quiet American
Año de publicación: 1955
Valoración: Muy recomendable

Recuerdo que leí este libro por primera vez inmediatamente antes -o después- de Nada y así sea, de Orianna Fallaci, y entre las dos obras me ofrecieron un díptico interesantísimo sobre la Guerra de Vietnam, o Guerra de Indochina, desde la época de colonialismo francés, hasta la guerra civil abierta con los Estados Unidos como invitados indeseados; de hecho, el trasfondo de El americano impasible es precisamente el momento en el que los Estados Unidos pasan de ser meros observadores a implicarse diplomática y militarmente en el conflicto, con las consecuencias que todos conocemos.

Graham Greene / El factor humano / Reseña

Graham Greene

Graham Greene: El factor humano

Carlos Andia
9 de mayo de 2019

Idioma original: inglés
Título original: The Human Factor
Traducción: Iris Menéndez y Enrique Sordo
Año de publicación: 1978
Valoración: Recomendable


Casualidades: siendo más bien poco aficionado a los relatos de intriga y espionaje, muy poco antes de ponerme con este libro había terminado otro de asunto teóricamente similar. Como la reseña se publicó hace poco, no volveré sobre aquella lectura, pero sí me complace dejar constancia de la diferencia. Moviéndose también por terrenos más o menos próximos (tramas de espionaje), la novela de Greene es justo la antítesis de la otra: argumento muy sencillo, solo un puñado de personajes pero interesantes, profundidad psicológica, el punto de humor justo. Todos los ingredientes bien manejados y ensamblados con inteligencia. En realidad, tampoco creo que El factor humano se deba considerar un libro sobre espías. Efectivamente hay espías, el relato se monta en torno a ellos y su trabajo, pero ese mundo opaco es solo una de las capas del relato, y no necesariamente la más importante. 

Catherine Walston / El gran amor de Graham Greene


Catherine Walston

Catherine Walston

El gran amor de Graham Greene

El escritor se retiró a Saigón a escribir 'El americano impasible' poniendo tierra de por medio a su relación con una amante


21 de julio de 2019

Catherine Walston y Graham Greene
Si a Oscar Wilde lo detuvieron en la habitación 118 del Cadogan, en Londres, Graham Greene se atrincheró durante largas temporadas, entre 1952 y 1955, en la número 214 del Hotel Continental Saigon, en la rebautizada Ciudad Ho Chi Minh. Un placa de latón lo recuerda en el pasillo del segundo piso: “El famoso escritor británico Graham Greene se alojó en esta habitación mientras escribía su novela ‘The Quiet American’”, ambientada en la Indochina del ocaso francés, cuando el Tío Sam comienza a hacer de las suyas para detener el avance del comunismo.