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lunes, 20 de enero de 2025

Escritores en busca de alma gemela

 

Michel Houellebecq (izquierda) y H. P. Lovecraft.
Michel Houellebecq (izquierda) y H. P. Lovecraft.CRISTÓBAL MANUEL / WIKIPEDIA

Escritores en busca de alma gemela

En 1991, un desconocido Michel Houellebecq publicaba una brevísima pero intensa biografía de H. P. Lovecraft y se sumaba a una corriente que ha existido siempre: la de los autores que dedican biografías a sus maestros

Laura Fernández
LAURA FERNÁNDEZ
Barcelona - 06 ABR 2021 - 22:30 COT

Los escritores tienden a enamorarse de otros escritores. John Fante, explicaba su hijo Dan, cogía al azar los libros de su biblioteca y ensayaba en ellos la firma de Knut Hamsun, su escritor favorito. Jugaba Fante a meterse en su cabeza. Su obra cumbre, Pregúntale al polvo, es de hecho un intento de reformular la marginalmente canónica Hambre. Fante no escribió sobre Hamsun, pero podría haberlo hecho. Es probable que hablase sobre él con quien quisiera escucharle y que entendiese exactamente por qué había hecho lo que había hecho y cómo lo había hecho. Después de todo, como dice Lorrie Moore, “nadie como un escritor para entender a otro escritor”. Y esto podría aplicarse a cualquier artista, pero el escritor, dice Moore, es el único que puede expresarlo, además, en el arte que practica. Lamentablemente, añade, “no se puede bailar una reseña de una obra de arte”.

jueves, 14 de diciembre de 2023

Juan Tallón / Huyamos de aquí

thelma y Louise


Huyamos de aquí

Todos huimos. Hasta las ratas huyen. La vida va de eso. Incluso la muerte. Hay infinitas formas de hacerlo. Ni siquiera tiene que existir una razón. La huida posee una cara absurda que la libera de ese requisito. A la mierda. Cualquier momento es bueno para largarse. Ni siquiera hay que ir lejos. Eso te exime de hacer una maleta y meter una muda. Huir, a veces, solo es dar media vuelta en mitad de la calle, con el mismo calzoncillo. O abandonar un libro en la página 17. O entrar en Zara con 20 euros. John Fante contaba que su primera huida seria fue, en realidad, una carrera desesperada de 200 metros, cuando solo tenía diez años. Ese día caminaba por las calles de su Denver natal y decrépito, de regreso del colegio, cuando vio salir a una mujer de la parte de atrás de la casa del Padre Stevens. Ella parecía feliz, y el pequeño John se quedó estudiando fijamente su gesto. Tal vez le extrañó, aunque sin tener claro por qué le extrañaba, aquella presencia femenina en la casa del pastor. En verdad, no tenía aún edad para distinguir a una prostituta a lo lejos, mirando de reojo. El descaro de su mirada fija incomodó a la mujer, que cuando estuvo a su altura emborronó la sonrisa y le espetó: «Qué coño miras, mocoso. ¿Quieres que te la chupe?» El muchacho salió corriendo, aterrorizado por la presencia del verbo chupar. Normal. Solo con el tiempo aprendes que no se huye de la mamada, sino que se va hacia ella.

Bandini, o sea, Fante

 


Bandini, o sea, Fante
Ilustración: Tau.

Bandini, o sea, Fante



Juan Tallón
9 de enero de 2023


John Fante (Denver, 1909-Los Ángeles, 1983) creó un alter ego, Arturo Bandini, con el que ficcionó la vida de un italoamericano de segunda generación, hijo de un albañil borracho y de una señora obsesionada con la religión. Ese era Fante, que halló en Bandini el espejo perfecto, esa clase de personaje amado hasta las últimas consecuencias por su sentido del humor y desgarro, y lo más importante, con esa escasa compasión hacia sí mismo.

John Fante / El maestro de la sencillez narrativa


John Fante

John Fante, el maestro de la sencillez narrativa

El pasado mes de mayo se cumplieron 30 años de la muerte de John Fante, un escritor italoamericano de extracción humilde con una vida personal y literaria intensa y trágica. Para celebrar esta efeméride, Anagrama, la editorial que ha publicado toda su obra en castellano, recientemente ha sacado a la luz una colección de relatos titulada El vino de la juventud que, no podía ser de otra forma, ha vuelto a traducir Antonio-Prometeo Moya. Fante fue un precursor de lo que Kerouac y Bukowski harían con posterioridad a él: crear un alter ego a través del cual ficcionalizar su propia vida y, partiendo de este material, escribir novelas autobiográficas que tendrían varias entregas a lo largo de su obra literaria. En el caso que nos ocupa, Fante creó un alter ego llamado Arturo Bandini que a lo largo de cuatro novelas (Espera a la primavera, Bandini, Pregúntale al polvo, Camino de Los Ángeles y Sueños de Bunker Hill) muestra un compendio de las mejores virtudes y los peores defectos del Fante real: Bandini es contradictorio, pendenciero y colérico pero, a la vez, es generoso, sensible y familiar.

domingo, 19 de marzo de 2023

Las mejores novelas internacionales de 2022 / El regreso de los grandes maestros

Cormac McCarthy


Las mejores novelas internacionales de 2022: el regreso de los grandes maestros


 

19 de diciembre de 2022


Tras unos años en los que se multiplicaron los nuevos autores, 2022 ha supuesto el regreso de grandes maestros de la ficción internacional (Cormac McCarthy, Alice Munro, Orhan Pamuk, Joyce Carol Oates, J. M. Coetzee) así como la reivindicación de autores casi olvidados (Fran Ross, Dorothy Allison, John Fante, Isaac Bashevis Singer), con un fogonazo de actualidad (Delphine de Vigan).

1. El pasajero

Cormac McCarthy
Random House

Cormac Mc Carthy. Foto: Beowulf Sheehan

Tras quince años de ausencia, Cormac McCarthy (Providence, 1933) regresa a la novela a lo grande con El pasajero, un relato sobrio sobre unos personajes desencantados que habitan un mundo “agotado, inmune a cualquier intento de explicación”, según Nadal Suau. Su protagonista, Bobby Western, trabaja como buzo de rescate cuando descubre los restos de un avión caído bajo el mar, aunque se ciernen dudas desconcertantes en torno al hallazgo. Con este sugestivo punto de partida, al lector le espera una narración tan inteligente como osada, que “desarticula cualquier intento de conferir sentido a la vida, salvo la pura certeza de que, en efecto, vivimos”.

2. Bastarda

Dorothy Allison
Errata Naturae

Dorothy Allison. Foto: Brett Hall

Dorothy Allison. Foto: Brett Hall

Tan emocionante como desgarradora, Bastarda narra la vida de Bone, hija ilegímita de una mujer tan problemática como su misma familia, los Boatwright, conocidos por su facilidad para contar historias y por perpetrar los peores crímenes. Porque Bone, que vive en una extrema pobreza entre parientes borrachos y mujeres excesivas, es una niña víctima de abusos muy parecidos a los que sufrió la propia autora, Dorothy Allison (Greenville, Carolina del Sur, 1949), que se autorretrata en esta espeluznante novela.

3. Danza de las sombras

Alice Munro
Lumen

Alice Munro. Foto: Derek Shapton

Alice Munro. Foto: Derek Shapton

Publicados en 1968 en inglés, aparecen al fin en castellano los primeros relatos de la Premio Nobel canadiense Alice Munro (Wingham, 1931), reunidos en Danza de las sombras. En ellos ya deslumbran algunos de los rasgos más característicos de su escritura, como el feminismo de muchos de sus relatos; sus finales agridulces, consecuencia de acontecimientos aparentemente intrascendentes que marcan las vidas de las protagonistas, siempre mujeres; un cierto convencionalismo estructural narrativo, la importancia del argumento o el férreo control de los personajes.

4. Las noches de la peste

Orhan Pamuk
Random House





Orhan Pamuk. Foto cedida por Penguin Random House

Ya lo decía Germán Gullón al reseñar Las noches de la peste: “Cada novela de Orhan Pamuk (Estambul, 1952) supone una exploración de la existencia humana, realizada con la maestría de uno de los mejores escritores del presente”. Ambientada en Minguer, una isla ficticia del Egeo que pertenece al imperio otomano, la acción trascurre en 1901, cuando un brote de peste bubónica cambia el destino de la isla. Pamuk utiliza los males ocasionados por la plaga para captar el espíritu de nuestra era y el permanente conflicto cultural nacido de la ignorancia y el prejuicio.

5. Babysitter

Joyce Carol Oates
Alfaguara

Joyce Carol Oates. Foto: Dustin Cohen

Joyce Carol Oates. Foto: Dustin Cohen

Conviene advertirlo desde el principio: como escribió Oyinkan Braithwaite, “Babysitter no es una novela para pusilánimes. No escatima nada en su violento relato de toda clase de horrores que uno pueda imaginar en una sola historia: violación, pedofilia, brutalidad policial, asesinato...”. Porque su protagonista es un misterioso asesino en serie, apodado Babysitter por su predilección por los niños de diez a catorce años, que destruye la seguridad de la coprotagonista del relato, Hannah, una mujer acomodada que vive una aventura con un desconocido.

6. Hambre

John Fante
Anagrama

John Fante

John Fante

Precursor de Raymond Carver y Charles Bukowski, “con esa ligereza que guarda”, según Joaquín Pérez Azaústre, “sacos de hondura con los que pelear”, vuelve el mejor Fante (Denver, 1909-Los Ángeles, 1983) en Hambre, dieciocho relatos descubiertos por su biógrafo Stephen Cooper en una habitación secreta en el rancho familiar de Malibú, entre montones de manuscritos. Y vuelve también su alter ego Arturo Bandini, niño, adolescente y adulto, con sus delirios literarios, su violencia, su desbocado sentido del humor y su derrota vital.

7. Oreo

Fran Ross
Pálido Fuego

Fran Ross. Foto: New Directions Publishing

Fran Ross. Foto: New Directions Publishing

Reivindicada tras décadas de silencio, Oreo, primera novela de Fran Ross (Filadelfia, 1935-Nueva York, 1985), es una suerte de road movie urbana que deja un regusto de lo más amargo, pues, como subrayó Fran G. Matute al reseñarla, “pocas veces una recuperación se nos ha antojado tan necesaria desde el punto de vista no ya solo literario sino sobre todo histórico, en la medida en que estamos sin duda alguna ante una obra única en su género, en tanto que (divertidísima) comedia posmoderna sobre la identidad (racial)”.

8. El polaco

J. M. Coetzee
El Hilo de Ariadna

J. M. Coetzee. Foto: Soledad Constantini

J. M. Coetzee. Foto: Soledad Constantini

En El polaco, un pianista de setenta años de dicha nacionalidad y su anfitriona en Barcelona, Beatriz, una mujer casada de cincuenta años, se conocen cuando el músico viaja a la ciudad para dar un concierto y entablan una ambivalente relación sentimental. Mientras el polaco vive un enamoramiento postrero, ella solo constata el nacimiento de esa pasión que ni comprende ni cree de verdad, haciendo que el suelo racional del lector se vuelva movedizo, pues el Premio Nobel Coetzee (Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 1949) da una vuelta de tuerca a la ficción.

9. Los reyes de la casa

Delphine de Vigan
Anagrama

Delphine de Vigan. Foto: María Teresa Slanzi

Delphine de Vigan. Foto: María Teresa Slanzi

Relato policiaco y novela sociológica a un tiempo, Los reyes de la casa es la brillante denuncia de Delphine de Vigan (Boulogne-Billancourt, 1966) sobre el falso paraíso de los niños que triunfan en las redes. Es el caso de los hermanos Kimmy y Sammy, de siete y ocho años, convertidos gracias al empeño de su madre en estrellas mediáticas, y que desaparecen misteriosamente. Solo años después, gracias a este relato de modernidad deslumbrante, descubriremos que fue lo que pasó.

10. El seductor

Isaac Bashevis Singer
Acantilado

Isaac Bashevis Singer. Foto: Dan Hadani Collection

Isaac Bashevis Singer. Foto: Dan Hadani Collection

Quizá porque siempre creyó que el narrador de nuestro tiempo debe entretener y no sólo predicar ideales sociales y políticos, Isaac Bashevis Singer (Leoncin, Polonia, 1902-Florida, 1991), premio Nobel de 1978, mostró en El seductor su faceta más corrosiva al retratar a un vividor carente de escrúpulos y con él, el Nueva York de mediados del siglo pasado. Comedia de enredos a lo Lubitsch, la novela rebosa sutileza, ingenio, buen humor y un soterrado mensaje moral sobre los peligros de engañar a todos hasta llegar a estafarse a uno mismo.

EL CULTURAL

Novela internacional / Una excelente añada

Annie Ernaux

Novela internacional: una excelente añada

Lourdes Ventura

19 de diciembre de 2022

“Solo se puede leer para iluminarse a uno mismo: no es posible encender la vela que ilumine a nadie más”, afirmaba Harold Bloom. Y sin embargo, las listas de los críticos abren ventanas en el complejo edificio de los libros publicados cada año.

2022 ha sido una excelente añada para la literatura extranjera. La gran noticia del año fue la concesión del Premio Nobel a Annie Ernaux, aunque ninguno de sus dos libros traducidos este año, su magnífica primera novela, Los armarios vacíos y La ocupación, hayan llegado a la lista final de los mejores libros de ficción internacional del año que termina. Entre las decepciones, la última obra del siempre esperado Michel Houellebecq.

Suma y sigue el excelente trabajo de traducciones de las editoriales independientes: Errata Naturae, Nórdica, Impedimenta, Libros del Asteroide, Cabaret Voltaire, Acantilado, H & O, Pálido Fuego, Minúscula, Periférica...

Conviene destacar que la mayoría de los mejores autores de 2022 seleccionados son estadounidenses, junto con un sudafricano, una canadiense, una francesa y un turco. Y que en la lista aparecen cuatro Premios Nobel (Alice MunroOrhan PamukJ. M. Coetzee e Isaac Bashevis Singer), y dos candidatos eternos, Joyce Carol Oates y Cormac McCarthy, cuya novela El pasajero ha sido considerada la mejor del año por los críticos de El Cultural. 

El autor de La carretera presenta aquí a Boby Western, buzo de rescate, testigo de un misterioso avión estrellado en el mar con pasajeros muertos a bordo. Esa trama, mezclada con textos alucinatorios vinculados a la hermana del protagonista, se desarrolla en bares oscuros, con tipos duros, diálogos magníficos y largas peroratas sobre física cuántica. En el mismo volumen, Stella Maris, una novela que complementa la historia obsesiva de la hermana esquizofrénica.

Suma y sigue el espléndido trabajo de traducciones de las editoriales independientes: Errata Naturae, Nórdica, Cabaret Voltaire, Acantilado...

La segunda mejor novela de nuestra lista, Bastarda, de Dorothy Allison, es quizá la gran sorpresa de la temporada. Publicada en inglés en 1992, esta obra autobiográfica relata los brutales abusos sexuales y físicos cometidos por su padrastro, mientras los conflictos de clase, raza y sexualidad impregnan la densa novela.

De Danza de las sombras, de la Premio Nobel Alice Munro, cabe decir que son quince historias de sus inicios que muestran la vida doméstica y sus cráteres. El cuarto lugar lo ocupa otro Nobel, el turco Orhan Pamuk, que narra en Las noches de la peste la historia de un paraíso oriental atacado por un brote de peste bubónica en 1901. El pasado y el presente enlazados en una novela apasionante y apasionada.

En el quinto lugar aparece Babysitter, de la ya citada Joyce Carol Oates, mientras que en el sexto puesto fulge Hambre, dieciocho relatos de John Fante en los que el autor de La hermandad de la uva despliega su talento con personajes deprimentes y desternillantesEl polaco de J. M. Coetzee es una novela breve e intensa del Nobel sudafricano, con dos miradas sobre el amor: el hombre, romántico y apasionado; ella, racional y escrutadora de cada sentimiento.

Por lo que a Oreo, de la afroamericana Fran Ross, se refiere, es la historia de una niña judía negra que pretende vengarse contra su padre. Publicada en 1974, para Paul Auster “esta festiva obra maestra es una de las novelas más deliciosas, divertidas e inteligentes que he leído”. Mucho menos festiva resulta Los reyes de la casa, de Delphine De Vigan, en la que cuestiona el destino de los niños influencers de internet, mediante una intriga policiaca y psicológica.

Finalmente, llegamos a El seductor, de Isaac Bashevis Singer, que cuenta los avatares de Hertz Mínsker, un emigrante judío, buscavidas y seductor de damas. Con la ironía habitual del Premio Nobel polaco-norteamericano, esta comedia de enredo retrata la vida de los emigrantes judíos en la Norteamérica de los años 40. Sí, una añada excepcional.

EL CULTURAL





jueves, 30 de julio de 2009

John Fante / Un siglo después



John Fante
A UN SIGLO DE JOHN FANTE

Por Brenda Lozano
Letras Libres, julio de 2009


Se llama John Fante y sus limpiaparabrisas no funcionan. Es su primer coche, la primera noche que llueve, ese año, en Los Ángeles. Es 1936, tiene veintisiete años, quiere dejar, un rato, la máquina de escribir en el ático de Long Beach donde termina su primera novela. Regresa al ático, termina, le escribe una carta a Carey McWilliams: “Camino de Los Ángeles está terminada y yo estoy encantado, chico. Espero enviártela el viernes. Parte del contenido pondría de punta los pelos del culo de un lobo.” Es la primera vez que escribe sobre Arturo Bandini, su álter ego, le gusta, le entusiasma, la entrega pero no se publica hasta 1985. Escribe otras dos al hilo. Espera a la primavera, Bandini (1938) y Pregúntale al polvo (1939). A los setenta y dos años, le dicta, ciego, a su mujer, desde la cama, Sueños de Bunker Hill (1982), la cuarta y última novela de la saga Bandini. Recuerda, en la novela, ese tiempo cuando recorría de noche las calles de Los Ángeles, en su coche. Cuando llovía, cuando atascado entre frases, resolvía recorrer las calles al volante, acompañado de un limpiaparabrisas que nunca funcionó.

Viejo, desde la cama, vuelve al mismo momento, al mismo personaje que le ocupó en su primer libro. Un protagonista que lee y escribe, que se rompe la camisa en nombre de una mujer, un católico, de ascendencia italiana, que pertenece a una familia pobre. Además de los cuatro libros protagonizados por Arturo Bandini, escribió Llenos de vida (1952), La hermandad de la uva (1977). Póstuma se publicó la primera novela, Un año pésimo (1985), Al oeste de Roma (1986), algunas compilaciones de cuentos y una selección de su correspondencia. Ahora que los títulos y las fechas entre paréntesis están exhaustas, digamos que Fante nació en 1909, en Boulder, Colorado. Empezó a escribir a los veinte años, publicó su primera historia en The American Mercury, colaboró en diversas publicaciones de Estados Unidos. Fue guionista de Hollywood, su crédito corrió en varias películas. Murió a los setenta y cuatro años, en 1983. Volvamos al limpiaparabrisas que no funciona.

John Fante regresó, al final de su vida, a Bandini, del mismo modo que volvió, de libro en libro, a las características del mismo personaje. En su obra pasean cuatro protagonistas: Arturo Bandini, Dominic y Henry Molise, y otro que, sin escalas, se llama John Fante. Pero podrían llamarse igual. El carácter de un protagonista se parece mucho al del otro. Son escritores que desearon ser beisbolistas, pero descubrieron una biblioteca. Descubrieron a Dostoievski, Flaubert, Maupassant, a Nietzsche. La lectura, cardinal, los convierte en críticos. Transforma la lectura ese modo de ser, esa forma de expectorar frases. Ese modo de ser que lucha contra sí y contra su historia.
¿Y qué narran desde esa forma de ser? El tema central es la familia. Bandini, Molise y Fante son, antes que escritores, hijos. Hijos de un albañil autoritario. La familia, la condición del hijo, es la fuerza gravitacional de la obra. Ser hijo de un hombre que lo observa sentado, con un libro en las manos, como si observara a un perro soltando pelos en el sillón. Hijo de un hombre que maldice en italiano y que, de novela en novela, desafina cada vez peor el O sole mio, un albañil que detesta en partes iguales a su familia (era juez, jurado y verdugo; Yavé en persona. Nadie le llevaba la contraria sin que hubiera pelea. Le fastidiaba casi todo, en particular su mujer, sus hijos, sus vecinos, su iglesia, su párroco, su pueblo, su estado, su país de adopción y su país de origen). Hijo de una madre dedicada a su familia, de aspecto descuidado (pobre mamá, ni siquiera Christian Dior habría mejorado su aspecto), una católica entregada a las cuentas del rosario. Una madre que cocina una lasaña suculenta haciendo de una mesa la verdadera patria. La mamma y la cucina. ¡La famiglia!, una que rige la literatura de Fante.

Un padre que coloca un ladrillo sobre otro, una madre que cuenta sus rezos, unos hermanos que suman un día al otro y un protagonista que coloca una frase después de otra. Si hacemos las cuentas, ¿qué hace de la obra de Fante algo más que un álbum familiar o los diarios de un escritor en ciernes? El carácter de los personajes. Es una literatura que lee y escribe el carácter. Poco importan las frases estilizadas, la economía de diálogos, las descripciones sin límites, acaso los puntos flacos de Bandini. Pero son libros en los que el detalle de un limpiaparabrisas inservible, una madre preparando una pasta o una llamada telefónica a la mitad de la noche son anécdotas suficientes para novelar. Importan, en todo caso, las frases que construyen esos personajes, sus opiniones, esas palabras que forjan su carácter.

A un siglo de su nacimiento, releer una novela fascinante como La hermandad de la uva, o una bastante débil como Un año pésimo, muestra algo que sólo está en la voz, en los libros de John Fante. Esas frases puestas una después de la otra, así, como lo hace un albañil, en aras del carácter. Esa modesta suma de palabras que es la grandeza de su literatura. Y de la literatura.


ANA CRESPO DE LUNA