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martes, 25 de junio de 2019

Pablo García / Escritores III

Gabriel García Márquez

"La primera mujer que me fascinó fue la maestra que me enseñó a leer a los cinco años. Pero aquello era distinto. La primera que me inquietó fue una muchacha que trabajaba en la casa. Una noche había música en la casa de al lado, y ella, con la mayor inocencia, me sacó a bailar en el patio. El contacto de su cuerpo con el mío, cuando yo tenía unos seis años, fue un cataclismo emocional del cual todavía no me he repuesto, porque nunca más lo volví a sentir con tanta intensidad, y sobre todo, con semejante sensación de desorden."

Gabriel García Márquez

Pablo García 
ESCRITORES III


Gay Talese
“Ficción y no ficción, más cerca de lo que parece. Lo que las distingue y separa es que una tiene que decir la verdad y la otra puede imaginarla. Pero a veces, cuando imaginas la verdad, parece más cierta que cuando informas sobre algo tratando de mantenerte lo más próximo posible a la verdad. Por eso he intentado probar si puedo escribir historias que son verificables en términos de veracidad, pero que parezcan que han sido inventadas, imaginadas, fabricadas”.

Gay Talese, Vida de un escritor
Georges Simenon
"Escribir no es una profesión sino una vocación de infelicidad. No creo que un artista pueda ser feliz.

Georges Simenon

George R.R. Martin


«La sangre de los primeros hombres corre todavía por las venas de los Stark, y creemos que el hombre que dicta la sentencia debe blandir la espada. Si le vas a quitar la vida a un hombre, tienes un deber para con él, y es mirarlo a los ojos y escuchar sus ultimas palabras. Si no soportas eso, quizá es que ese hombre no debe morir. El gobernante que se esconde tras ejecutores a sueldo olvida pronto lo que es la muerte».
Eddard Stark

George R.R. Martin, Juego de tronos


Graham Swift

"Ir a visitar a alguien a la cárcel se parece a un breve ensayo de la cosa real, una breve idea del castigo. Las puertas se cierran detrás de nosotros. Un sistema -un olor- nos traga, nos registran, nos cuentan, nos marcan. Nos preguntamos vagamente si nos dejarán salir. Luego, cuando se acaba el tiempo, se produce un pequeño milagro. Regresamos -todo está en orden- por el camino por el que vinimos. Damos ese sencillo paso que no lo es tanto para los que se quedan dentro, un paso que para ellos ni siquiera es concebible. Puede que a todos debieran obligarnos a darlos. Una especie de educación, un privilegio. Saber cómo es dejar el mundo y que después nos vuelvan a poner en él."

Graham Swift, La luz del día





martes, 25 de abril de 2017

McEwan y Swift / Sorpresas y estilos tardíos


McEwan y Swift 

Sorpresas y estilos tardíos

McEwan y Swift son dos de los novelistas británicos que me han dado más satisfacción en los últimos años



MANUEL RODRÍGUEZ RIVERO
17 MAR 2017 - 09:37 COT



John Malkovich, en 'Desgracia', de Steve Jacobs.

1. Criada

De aquel brillante e irrepetible dream team de novelistas británicos surgidos en los ochenta (por nacimiento: Barnes, Rushdie, McEwan, Swift, Amis e Ishiguro), los que a lo largo del tiempo me han dado más satisfacciones como lector han sido McEwan y Swift. Estos días ando de suerte: tras haber disfrutado con Cáscara de nuez (Anagrama), en la que McEwan vuelve a ofrecer uno de sus tours de force narrativos al contarnos un thriller desde el punto de vista de un (inteligentísimo) feto, he pasado otra tarde estupenda con El domingo de las madres (Anagrama), de Graham Swift, que permanecerá mucho tiempo en mi recuerdo. Su título hace referencia al ya olvidado Mothering Sunday, que se celebra el cuarto domingo de Cuaresma y en el que era tradicional que los señores dieran permiso a sus sirvientes para que festejaran a sus madres. Lo que pasa es que Jane Fairchild, la criada huérfana que protagoniza esta genial novela corta, no tiene a quién festejar. Una providencial llamada telefónica (estamos en 1924: justo el año en que acaba la serie Downton Abbey, con cuyo contexto tiene tanto que ver esta historia) le “ordena” acudir a un placentero encuentro clandestino con el señorito Paul Sheringam, con el que la joven mantiene una relación secreta desde hace siete. Bien: ese día de las madres será fundamental para la posterior evolución de Jane. Un trágico suceso (es decir, un hecho excepcional que, mezclado con la historia de amor, justifica el subtítulo inglés de ‘Romance’) va a ocasionar un drástico cambio en la vida de la criada. De sentirse una especie de “fantasma” destinada a reproducir su destino (“no ver nada, no oír nada, mantener la boca cerrada”), Jane, que disfruta en sus ratos libres leyendo romances de Stevenson o Conrad que obtiene en la biblioteca de sus amos, se convierte en una “observadora profesional de la vida” de los otros y descubre que “las palabras eran como una piel invisible que envolvía al mundo y le conferían realidad”. De ese modo comienza una triunfante carrera como novelista. A los 98 años y después de haber escrito 19 novelas, la antigua criada habla en voz alta (pero no dice todo: la novela abunda en elipsis repletas de significado) de aquel lejano domingo en que todo cambió. Contada en tercera persona y en un medido estilo libre indirecto en el que resuenan, como ritornelos (al modo de Marías), determinados motivos, esta historia (casi) feminista de amor y superación dotada de gran intensidad erótica está a la altura de otras obras maestras del propio Swift como El país del agua (1983) o Últimos tragos (1996).

domingo, 18 de mayo de 2014

Xavier Moret / Que vienen los ingleses

Ian McEwan, Christopher Hitchens y Martin Amis

¡Que vienen los ingleses!



Una visita a las librerías permite constatar que la rentrée literaria tiene este otoño un marcado acento inglés. La escuadra de autores del Reino Unido se ha permitido un desembarco fulgurante, con lo mejor de cada casa y con la visita a Barcelona, anunciada para las próximas semanas, de pesos pesados de la categoría de Julian Barnes, Martin Amis y Hanif Kureishi. O sea que no sólo podremos tener el placer de leer sus libros, sino que tendremos ocasión de asistir en directo a sus lecturas en el Instituto Británico. A este paso, se nos pondrá cara de ingleses y hasta es posible que sucumbamos a la tradición del te de las cinco. Julian Barnes, el más afrancesado de los autores ingleses, tiene una de esas obras amplias y variadas que se degustan siempre con placer, con parada especial en su superéxito El loro de Flaubert. Nos trae ahora Inglaterra, Inglaterra, obra que desde el mismísimo título puede calificarse de muy inglesa. Se trata de una divertida novela en la que un millonario excéntrico se permite recrear en la isla de Wight una reproducción de lo más emblemático de Inglaterra. Aunque esta visión cómico-futurista pueda parecer absolutamente desmadrada, no hay más que irse a Las Vegas para darse cuenta de que, una vez más, la realidad supera la ficción. En la ciudad más kitsch de Estados Unidos ya hay hoteles que reproducen en medio del desierto de Nevada los canales de Venecia, la torre Eiffel y las pirámides de Egipto. La locura global, en definitiva, y siempre a mayor gloria de los casinos y del dólar. Ian McEwan, de la cosecha de 1948 y autor de novelas como El inocente y Los perros negros, publica ahora Amsterdam, una obra avalada por el prestigioso Premio Booker. McEwan está en forma y lo demuestra con esta sátira social en la que sabe mezclar perfectamente lo negro y lo cómico, algo que siempre se le ha dado bien. Martin Amis, un valor sólido que lleva años en primera fila y que ha sobrevivido a toda clase de polémicas, nos trae los relatos de Mar gruesa, publicados en buena parte en revistas norteamericanas. Amis demuestra ser un maestro también en este terreno. El siguiente en la lista es Hanif Kureishi, que como autor de Mi hermosa lavandería y El buda de los suburbios se ganó ya un buen club de lectores. En su nueva novela, Intimidad, Kureishi riza el rizo y pone su intimidad en primer plano, con la crónica de una separación de un escritor que se parece mucho a él. Graham Swift, último de los desembarcados y autor de la inolvidable El país del agua, novela en Fuera de este mundo el horror de la guerra, con un atentado del IRA como punto de partida y con un fotógrafo en la primera línea de una visión en teoría objetiva. Los cinco autores, en conjunto, componen un grupo generacional variado y de calidad. Podríamos añadir otros seis nombres -por ejemplo, William Boyd, Kazuo Ishiguro, Salman Rushdie, Timothy Mo y Jonathan Coe- y ya tendríamos un equipo titular inglés capaz de desafiar a cualquier selección nacional. En el grupo hay de todo: tradición, toques afrancesados, rastros de Oxford, influencia norteamericana y restos del imperio británico sabiamente asimilados por autores de origen chino, paquistaní o japonés. Desde España hemos visto otros intentos similares de desembarco generacional -de autores italianos, sin ir más lejos- que se han desinflado con el tiempo.Los ingleses, en cambio, siguen siendo un valor sólido y variado. ¿Cuál es la fórmula? Éste es el secreto por el que pagaría una fortuna cualquier editor. Los responsables de la cultura oficial de por aquí han intentado crear de un modo artificial generaciones literarias de calidad, pero me temo que la cosa no ha funcionado. Y es que no es nada fácil. Los ingleses, de hecho, surgieron por generación espontánea cuando todo el mundo daba por hecho que la literatura inglesa ya estaba acabada y que lo que se llevaba era la norteamericana. Quizá ésta sea la fórmula: jugar al despiste, proclamar que el país no da para más y empezar desde cero a asimilar los restos de una decadencia para dejar que cada escritor haga su vida sin interferencias oficiales. Sólo entonces, cuando ya se pueda formar una selección vistosilla surgida de modo espontáneo, será el momento de que los organismos oficiales se atribuyan el mérito. Antes no, no vayan a estropearlo todo.



sábado, 1 de marzo de 2008

Los chicos prodigiosos de la Generación Granta

Graham Swift
Foto de Luis Magán


Los chicos prodigiosos de la Generación 'Granta'



En 1983 la revista londinense lanzó a un grupo de jóvenes escritores británicos entre los que estaban Ian McEwan, Martin Amis, Julian Barnes, William Boyd y Salman Rushdie. Hoy son referencia de la ficción contemporánea.
Siete novísimos novelistas británicos nacieron a la realidad en la posguerra mundial, durante la década en la que triunfaban las novelas de la guerra fría de Graham Greene, el neorrealismo italiano, el nouveau roman, la Generación Beat, El Señor de los Anillos de Tolkien, Nabokov o William Golding, pero nacieron a la ficción durante la Inglaterra gris del thatcherismo, el cine de Peter Greenaway, Stephen Frears o Ridley Scott, el dirty realism de Carver y Ford en Estados Unidos y un mundo de yuppies, punk y la perestroika, y lo hicieron en las páginas de la revista Granta (Best of Young British Novelists, 7, 1983), convocados por el editor Bill Buford con ojo clínico, pues brillan con luz propia desde entonces: son Martin Amis (1949), Julian Barnes (1946), William Boyd (1952), Kazuo Ishiguro (1954), Ian McEwan (1948), Salman Rushdie (1947) y Graham Swift (1949). Dos novísimos novelistas británicos se sumaron al grupo en la siguiente antología editada por Buford (Granta, Best of Young British Novelists, 43, 1993), Hanif Kureishi (1954) y Tibor Fisher (1959, autor de Bajo el culo del sapo, 1992, o No apto para estúpidos, 2002, traducidos en Tusquets). Nueve novísimos novelistas británicos a los que podrían añadirse, por afinidades de edad y de éxito comercial, otros dos chicos Granta, Iain Banks (1954, autor de La fábrica de las avispas, 1984) y Jeanette Winterson (1959, autora de Escrito en el cuerpo, 1992, en Anagrama; El Powerbook, 2000, en Edhasa, o La niña del faro, 2004, Lumen). Son la Generación Granta, lashortlist de autores heterogéneos y polifacéticos por los que la revista londinense apostó fuerte y a los que lanzó, en palabras de su editor, con un número especial de la revista entendido "como campaña demarketing, como un truco para lograr que la gente comprara novelas literarias". Junto a grandes nombres coetáneos como John Banville (1945, autor de El libro de las pruebas, 1989), Nick Hornby (1957, autor de Alta fidelidad, 1995), Irvine Welsh (1958, autor de Trainspotting,1993) o Jonathan Coe (1961, autor de La casa del sueño, 1997), a los que sólo les falta la etiqueta Granta, son los nueve novísimos quienes suceden a la generación de David Lodge o de A. S. Byatt, con los que conviven, y se convierten en el mainstream de la ficción británica, en un grupo de canónicos posmodernos, en la medida en que releen con ironía la tradición y en que son poscoloniales, y de artistas multiculturales que van juntos a la guerra contra el cliché, que son buenos, increíblemente buenos, y que han devuelto la gloria a la narrativa británica porque sus obras ganan el Booker Prize, el Whitbread y otras muchas medallas que se cuelgan como almirantes de la flota literaria, se traducen de forma compulsiva y venden mucho porque se las ingenian para explicar historias comerciales con narrativas de calidad. Del talento omnímodo de estos chicos prodigiosos, de estasinkorruptibles celebrities -la mayoría reunidos en el catálogo de Anagrama, y a los que su editor se refiere en Nuestro British Dream Team (texto incluido en El observatorio editorial, de Jorge Herralde. Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2004)- ha surgido un puñado de obras maestras de la ficción contemporánea.

Desperdigan imaginación, sentido (crítico) y sensibilidad hasta el punto de poder crear una impertinente historia del mundo en nueve capítulos y medio

Se quieren satíricos, plurales y divertidos pero a la vez nos inculcan filosofía contemporánea y construyen ficciones acerca de nuestras más profundas verdades
Mientras publicaba crime fiction bajo el seudónimo de Dan Kavanagh, Julian Barnes se hizo inmenso con El loro de Flaubert (1984), y Una historia del mundo en diez capítulos y medio(1989), disparatada e iconoclasta enmienda a la totalidad, e Inglaterra, Inglaterra (1999) lo convirtieron en imprescindible. Arthur & George(2005), con el padre de Sherlock Holmes de protagonista, es su última entrega. William Boyd se consolidó en el mercado con Barras y estrellas(1987). Martin Amis abrió juego conDinero (1984), una sátira de nuestro tiempo enrarecido en manos de un antihéroe improbable, fragmentario, neurótico y de ambigua identidad -¡atiende al nombre de John Self!- como los personajes de Pynchon. Luego llegaron dos grandes libros, La flecha del tiempo (1991) y sus memorias sui géneris, Experiencia (2000), y su última novela es una nueva ficcionalización de la historia contemporánea, La Casa de los Encuentros (2006). Ian McEwan se consolida con Niños en el tiempo (1987), una historia de traumas surgidos de idílicas vidas cotidianas, como sucede en Amor perdurable(1997) y su análisis de un amor patológico inyectado en una pareja feliz. Su última novela es Chesil Beach (2007). Salman Rushdie publicó Los versos satánicos (1988) y quedó demonizado y consagrado al instante por la fetua del régimen integrista de Jomeini, pero su novela Hijos de la medianoche (1981) ya había sido un prodigio de realismo mágico trasladado al imaginario indio. Kazuo Ishiguro será siempre el autor deLos restos del día (1989), pero Cuando fuimos huérfanos (2000), su confesada contribución a la world fiction, es una novela de altos vuelos. En 2005 publicó su última ficción narrativa hasta el momento, Nunca me abandones, una fábula futurista y ambigua en la que dispara una vez más sus dos armas secretas, el narrador no fiable y la focalización. La ficción poscolonial de Hanif Kureishi nació con la historia marginal de Mi hermosa lavandería (1985) y los conflictos de identidad cultural de la comunidad paquistaní en Londres, llevados a su punto de ebullición enEl Buda de los suburbios (1990).
Hacia 1993, el crítico y novelista Malcolm Bradbury se queja de que "la ficción literaria seria está siendo sumamente presionada por la ficción comercial" (The Modern British Novel), y de que "la Gran Narrativa está cediéndole el terreno a temas mucho más plurales y divertidos", y precisamente son estos chicos prodigiosos de la Generación Granta los que están resolviendo la cuadratura del círculo que parecía estar pidiendo Bradbury, están escribiendo una ficción literaria seria que resulta muy comercial porque no tienen reparos en servirse de la literatura de género (reescriben y manipulan los modelos del género negro, la novela de espías, el culebrón victoriano, la ciencia-ficción o el melodrama con la industria del mejor impostor, radiografían el mundo contemporáneo, escriben sobre política, sexo, violencia y psicosis, esto es, están siempre hablando del asunto y hablando sin escrúpulos, son traviesos y le meten un dedo en el ojo al establishment o le pintan un bigote a Jane Austen, Lord Darlington o Gustave Flaubert porque garabatean la tradición y juguetean con ella. Se quieren satíricos, plurales y divertidos pero a la vez nos inculcan filosofía contemporánea a mano armada y construyen inmensas ficciones acerca de nuestras más profundas verdades, pues aunque el que lo dijo fue Martin Amis enExperiencia (2000), seguramente todos están de acuerdo en que "todo escritor sabe que la verdad está en la ficción". Nos cuentan lo que nos está pasando, son los genuinos artistas de nuestro mundo flotante y, tal vez por eso, escribiendo tan bien como sus mayores, venden mucho más. Están todos muy vividos y muy viajados, pero sobre todo son muy leídos, ejercen de críticos y de enfants terribles y, cada loco con su tema -Amis, la historia contemporánea y sus artificiosas y nabokovianas neurosis fantásticas, Barnes y sus relecturas irónicas de la tradición realista decimonónica, Kureishi y la vida doméstica y suburbial, los perversos extremos emocionales de McEwan o la subversión de los géneros narrativos en manos de Ishiguro-, desperdigan imaginación, sentido (crítico) y sensibilidad hasta el punto de poder crear con sus obras completas una impertinente historia del mundo en nueve capítulos y medio. El truco que confesaba Buford ha surtido efecto, y de la mano de estos chicos los lectores han vuelto con estusiasmo a consumirnovelas literarias. En realidad hace tiempo ya que no son chicos, pero cada vez son más prodigiosos y, mientras sus perseguidores más jóvenes aceleran el paso -Zadie Smith, Alan Warner, Toby Litt o Rachel Cusk, bendecidos todos por Granta, Best of Young British Novelists, 81, 2003- están ya preparándose para viajar un día a Estocolmo, a recoger el Premio Nobel que los acredite como los autores universales que ya son. ¿Quién será el afortunado al que le tocará ir en representación del grupo? ¿Quién tendrá el placer del viajero?

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