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domingo, 21 de agosto de 2022

Escenas míticas del cine (CCXXXIX)

En 1984 Joseph Ruben dirige La gran huida, que tenía la difícil misión de competir con películas muy buenas en el mismo año como Pesadilla en Elm Street, Indiana Jones y el Templo Maldito, Terminator, Cazafantasmas, Karate Kid, Gremlins, La Historia Interminable, Conan, el destructor, Calles de fuego, etc., pero esta película con una idea muy buena comenzaba de manera trepidante, bajaba un poco en su parte central debido al guión y tenía un estimable final.
El médico Paul Novotny al que daba vida Max Von Sydow ha entrenado a un joven llamado Alex Gardner (Dennis Quaid) para aparecer en los sueños de otras personas a través de la proyección astral con el fin de solucionar los problemas que esos sueños le producen. Su intención completamente científica, es conocer y diagnosticar los traumas que sufren sus pacientes, pero determinadas fuerzas del mal intentan utilizar ese poder con fines muy distintos. Gardner posee extraordinarias capacidades psíquicas, pero anda algo perdido por la vida haciendo el vago, seduciendo mujeres y apostando a los caballos.
En una escena mítica Bob Blair (Christopher Plummer), el enlace con el gobierno al estar el proyecto sufragado por este, tiene una charla con su amigo el Presidente de los Estados Unidos (Eddie Albert), donde éste le confiesa que sufre terribles pesadillas, lo que le hace no estar muy centrado en la carrera nuclear del país, cosa que podría traer fatales consecuencias. Es por esto, que el presidente accederá a dejarse ayudar por su organización. 


Os dejo con la mítica escena.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

7 Women (1966)

Cartel del film
 
 
El gran John Ford cerró su carrera como director con una película que algunos juzgan como menor, y no digo que no lo sea en cuanto a formato y quizás puesta en escena, pero desde luego no en cuanto a trasfondo, en interpretaciones ni lecturas. Mucho se ha dicho de que si Ford era un cineasta ultraconservador que rayaba el fascismo, hombre no sé si llegaba a tanto, pero desde luego al ver este film no diría yo eso.
La historia se centra en el verano de 1935, en la frontera entre China y Mongolia, dominada por señores feudales y bandidos, dónde los miembros de una misión americana se encuentran desamparados tras la invasión del país por Tunga Khan (Mike Mazurki, uno de los borrachines y esbirros más característicos del western en general y del de Ford en particular, detalle importante como se verá). Ante la urgente petición de un médico por parte de la misión, llegará como respuesta la doctora Cartwright (Anne Bancroft, que está brutal), una persona con ideas modernas e independiente, descreída y mundana, con un carácter fuerte y una sinceridad que chocan demasiado frontalmente con el ambiente tradicional y conservador que se respira en la misión.
En la misión, dirigida por Agatha Andrews (Margaret Leighton, que está fenomenal), se combina el trabajo material con la educación religiosa. En ella convive con algunos criados chinos y con sus colaboradores, Jane (Mildred Dunnock), la señorita Russell (Anna Lee, una de las fijas de Ford a lo largo de su carrera, y amiga personal), Charles Pather (Eddie Albert), el profesor de religión, su esposa Florrie (Betty Field, espléndidamente insoportable), que vive un embarazo tardío y muy peligroso, tanto por ese hecho mismo en sí como por la situación que rodea a la misión, y, sobre todo, con la joven Emma Clark (Sue Lyon, algo alejada, aunque no del todo, de sus carnales exhibiciones para Kubrick), atractiva muchacha por la que enseguida adivinamos que la señorita Andrews siente una inclinación “especial”.

  
Ford no acaba de concretar el planteamiento del film, pero no por relajación o pereza, sino que es, diría que aposta para que provoque, de manera imperfecta, una atmósfera opresiva y muy amenazante, ese tipo de peligro difuso, difícil de definir pero que hace que la vida de un grupo de misioneras laicas norteamericanas penda de un fino hilo.
La película transita a lo largo de sus apenas 83 minutos en un equilibrio de contrarios en lucha permanente, simbólicamente encarnados en los personajes.
 
Os dejo con este film no tan menor.
 

miércoles, 28 de agosto de 2013

60 años de Vacaciones en Roma.


 Cartel del film



60 años se cumplen del estreno de Vacaciones en Roma de William Wyler, una de esas películas inolvidables que encima sirvió para el descubrimiento de una enorme actriz, en este caso Audrey Hepburn, muy jovencita en aquel momento, y que por si fuera poco recibió el Óscar de la Academia por su interpretación. Una de las anécdotas, de las muchas que tiene éste rodaje, es que William Wyler, en la prueba a Audrey, a la que notó nerviosa, prefirió que siguiese interpretando, a pesar de haberle dicho que la prueba había acabado, es ahí dónde ella le convenció.
Otra de las grandes anécdotas, es que el papel de Joe Bradley estaba preparado para Cary Grant, pero el galán lo rechazó, ya que se veía demasiado mayor para compartir reparto con la jovencita Audrey, papel que pasó a manos del gran Gregory Peck que lo borda, y además tuvo el detallazo de pedir que en los títulos de crédito, su nombre y el de ella tuvieran el mismo tamaño.




Anna (Audrey Hepburn) es una muchacha aburrida de sus monótonos quehaceres como princesa.
Cuando llega a Roma, se escapará de su jaula dorada para visitar anónimamente la ciudad eterna en compañía del periodista Joe Bradley (Gregory Peck), quien junto a su amigo fotógrafo Irving (Eddie Albert), intentarán aprovechar la coyuntura para realizar el reportaje del año.
Ella está encantada por conocer la ciudad como una persona más. Durante el día que pasan juntos, se divierten, pasan bochornos en la vía pública, van a una fiesta nocturna, surge algo entre ellos hasta que descubren que se han enamorado. Cuando la ausencia de la princesa ya no se puede prolongar, surge el conflicto entre el deber y los sentimientos y ella debe tomar una dura decisión. La princesa se despide de Bradley diciendo que jamás olvidará esos momentos y se besan apasionadamente como despedida final.




"La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?", decían unos versos del poeta Rubén Darío. En esta ocasión lo que le sucede a la muchacha, es que está harta de sus responsabilidades diplomáticas, le duelen los pies de tanta recepción a embajadores y nobleza de la vieja Europa, y quiere volar libre por las dicharacheras vías romanas, con sus vespas (un detalle muy mod en el 53), bicicletas y antiguos monumentos iluminados por un tórrido sol.

En definitiva Vacaciones En Roma es una seductora y elegante comedia romántica, de esas que da gusto recordar en muchos momentos, y que pasa muy bien el tiempo.

Os dejo con una mítica escena, cuando Bradley enseña La boca de la verdad a la princesa...