Leader: Eddie Palmieri
The pinnacle of Palmieri’s career as a socially conscious artist was
the revolutionary group he co-led with his brother Charlie, called
Harlem River Drive. The band was named after a highway that cuts through
Harlem, allowing cars to bypass the local streets of the neighborhood
entirely, where the rich zipped past to avoid the harsh social realities
of the ghetto. For Palmieri, this highway was a symbol of the
inequalities of modern society. It was no accident that his group
combined Latin, soul and free jazz in a way that sought to unify all of
Harlem in the face of adversity. Palmieri’s Harlem River Drive group
employed members of Aretha Franklin’s band, alongside some of the most
important Latin musicians and jazz soloists of the day, such as Ronnie
Cuber, Barry Rogers and Bernard Purdie.
https://www.discogs.com/artist/134111-Harlem-River-Drive
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Artículo de Crónica Global:
Pocas
cosas hay más sensatas que desconfiar de calificativos de gran tonelaje
como, por ejemplo, revolucionario. Y aún menos cosas más rabiosamente
vivificantes e iluminadoras que toparse, muy de tanto en tanto, con algo
que verdaderamente lo es. Aunque algunas veces, o con mayor precisión,
prácticamente siempre, lleve cierto tiempo reparar en ello y asimilarlo.
Que se lo digan, si no, a Eddie Palmieri, que imaginó un disco, una
música distinta, y creyó que el mundo se iba a poner a sus pies sin
sospechar todavía que lo que había logrado hacer era un disco de culto. Y
con los discos de culto, muy devota y juiciosamente amados por muy
pocos durante largo tiempo, lo que ocurre es que a sus creadores sólo
empiezan a darles alegrías años o décadas después, cuando consiguen
aflorar más allá, en este caso específico, de las sesiones de DJs de
rare grooves o de las estanterías de álbumes predilectos de otros
músicos.
Harlem River Drive, obra maestra con todas las letras
publicada en 1971, pasa a menudo por ser el primer álbum como líderes de
banda de los hermanos Palmieri, Eddie y Charlie. Lo cual es inexacto,
ya que Charlie Palmieri (fallecido en 1988 a los 61 años) participó en
la grabación, sí, pero únicamente tocando el órgano en el primer corte,
titulado igual que el disco y el grupo; de modo que el álbum responde
tanto en su meticulosa composición como en su espíritu de sonriente
guerrilla a la visión de Eddie Palmieri.
La trayectoria de los
hermanos, exquisitos y vibrantes pianistas y compositores de salsa y
latin jazz, es más que reconocida, en Estados Unidos institucionalmente
incluso, desde hace muchísimos años. Y eso, de hecho, hace aún más
fascinante el experimento que en su época representó Harlem River Drive.
Cuyo nombre hace (frontal) alusión a la autopista que desde su
construcción en 1964 recorre Nueva York de Norte a Sur, remarcando aún
más una de las fronteras del barrio de Harlem, y permitiendo a los
ricos, a las clases medias, finalmente por extensión a todos aquellos
que tenían la fortuna de no haber nacido en un guetto devastado por la
miseria y la desidia de las autoridades, bordear a toda velocidad la
realidad más áspera e inclemente de su ciudad, sin tener que
atravesarla.
De conciencia política no anduvo falto nunca Eddie
Palmieri, nacido en el Spanish Harlem en el seno de una familia de
puertorriqueños y criado en el Bronx. Ni le faltó tampoco, desde el
principio, el ímpetu innovador. Tras foguearse al piano siendo
prácticamente un niño con figuras del bolero hispano-estadounidense como
Tito Rodríguez y Vicentico Valdés, en 1961 fundó su primera orquesta,
La Perfecta. Al frente de este colorido y efusivo combo, ya se atrevió a
retocar la arquitectura instrumental de la música de baile
afrocaribeña, al introducir en su formación, inspirándose en el jazz que
lo volvía loco, trompetas y trombones que le daban a la paleta de
sonido un muy efectivo mayor grado de contundencia rítmica. El recurso
sería pronto imitado por otros ilustres colegas como Manny Oquendo
(miembro de La Perfecta en su primera etapa) o Willie Colon, y en
adelante incorporado prácticamente como norma no escrita al canon de la
salsa brava que, pocos años después, eclosionaría con Nueva York como
epicentro y el sello Fania como catalizador fundamentalísimo.
Eddie
Palmieri Portada del discoPara el oído no iniciado en el género, pesan
hoy muchos clichés sobre la salsa, una forma de expresión de
extraordinaria riqueza que la explosión romántico-erótico-festiva de los
80 cubrió de malentendidos. La salsa brava (como la apellidan los
amantes del género para diferenciarla de la ola de vulgaridad que vino
después), esa música de los orígenes, la de la apoteosis rítmica de
metales y tambores, sirvió de vehículo de primer orden para expresar el
orgullo de la apestada comunidad latina en aquel Nueva York bronco de
los 70. Y lo hizo integrando tanto la picardía, la sensualidad, el
hedonismo espontáneo, la esperanza y los sueños, como la nostalgia del
hogar lejano, la pena amorosa más honda, la rabia política o la
conciencia de la discriminación étnica. Con todo esto bien presente,
tanto, en fin, que él mismo contribuyó a su era de máximo esplendor,
Eddie Palmieri ya deslizó en sus discos de finales de los años 60 una
serie de temas, como Vámonos p'al monte, Justicia o La libertad, lógico,
que eran en la práctica manifiestos contra el racismo, la desigualdad y
el inmovilismo político al respecto.
En aquellos tiempos, más
específicamente en el 68, año oficial del temblor sociopolítico global,
surgió en Harlem una beligerante organización llamada The Young Lords,
una especie de Panteras Negras, pero fundada por puertorriqueños.
Algunas de sus acciones fueron llamativas. Llegaron a cubrir los ojos de
la Estatua de la Libertad con una bandera del país caribeño. El mismo
Palmieri fue a la comisaría a pagar la fianza de los militantes
detenidos por ello, entre los cuales estaba uno de los fundadores de la
organización, Mickey Meléndez, a la sazón amigo íntimo del pianista.
Harlem
River Drive fue, en fin, el desenlace lógico para Palmieri de toda esta
agitación en las calles. Asumiendo y a la vez ampliando el efervescente
sonido boogaloo (un género mestizo surgido de la mezla de la salsa con
el rhythm & blues), lo que hizo el pianista fue conjugar, como nunca
antes hasta entonces, las estructuras musicales afrocubanas (la rumba,
la guajira, el son montuno, el mambo...) con el soul-funk característico
del sello Stax, más duro o crudo, o menos pop y blanqueado, como se
prefiera, que el más popular y difundido (entonces y hoy) de Motown. El
disco, el grupo, el proyecto en sí, representó de este modo la respuesta
cómplice desde el ángulo latino al angustiado grito de hartazgo que
siempre contuvo en mayor o menor grado la música negra, y que en aquel
momento había calado, mucho más allá del underground, hasta los artistas
más respetados y escuchados del momento, Curtis Mayfield, Marvin Gaye,
Otis Redding, James Brown...
Palmieri, ese tipo pequeñito pero
matón que antes de aplacarse y convertirse en un clásico casi aporreaba
el piano como si en vez de teclas hubiera tambores, escribió un disco
cimentado sobre una base rítmica arrolladora. Baterías de sensacional
groove y toda la artillería chispeante de la percusión afrocaribeña
(bongós, timbales, cencerros, congas), sin atropellarse jamás, como si
eso llevara toda la vida haciéndose y fuera lo más natural del mundo,
marcaban el paso de un disco que contiene todo un arco emocional, desde
el júbilo expansivo y contagioso de Idle Hands o Seeds of Life hasta las
atmósferas introspectivas y dramáticas de Broken Home, pasando por esa
suerte de germen del futuro R&B urbano de los 80 y 90 que late en If
(We Had Peace Today).
Recordando a discos de la época, desde los
realizados por War o Funkadelic, en el flanco funk-rock, o al Miles
Davis que se dejó atraer por el lenguaje del rock en Bitches Brew,
Harlem River Drive es un disco único, y no sólo, lógicamente, porque
fuera casi a la vez el comienzo y el final de su experimento. Lo es, más
aún, por registrar a una banda en auténtico estado de gracia y que
encarnó, en su propia composición, el espíritu de hermandad frente a la
adversidad que trataba de comunicar.
Músicos formidables como
Cornell Dupree, Bob Bianco, Burt Collins, Bernard Purdy, Barry Rogers,
Jimmy Norman, Víctor Venegas, Randy Brecker o Eladio Pérez, miembros
antes y después de las bandas de Jimi Hendrix, Aretha Franklin o Bob
Marley, participaron en la grabación. Pero además de excepcionales
instrumentistas, eran judíos, negros o nuevos americanos de procedencia
puertorriqueña, cubana o italiana. Puede parecer gratuito señalar sus
orígenes, pero no entonces, ya que, aunque hoy a menudo se nos olvida,
en aquel mercado musical estaban aún tácitamente compartimentados no
sólo los estilos, sino también las razas y las etnias.
Comercialmente
el disco fue un fiasco. En alguna ocasión ha deslizado Eddie Palmieri
que el sello donde se publicó, Roulette, se desentendió de promocionarlo
y defenderlo adecuadamente después de que el director de la firma
recibiera la visita de agentes del FBI, preocupados por la amplia
circulación del disco entre círculos de izquierdistas radicales,
militantes y simpatizantes de los Panteras Negras e intelectuales
cercanos o no lo suficientemente alejados del comunismo. Quién sabe.
Cosas más extrañas se han visto. Pero casi con toda seguridad la
explicación más sensata y probable sea que, sencillamente, no encontró a
su público en aquel momento. El caso es que hoy es un clásico. Para
muchos, el mejor disco de soul latino jamás grabado. Y para algo así, lo
sabe Eddie Palmieri, vale esperar, aunque sean 20, 30, 40 o casi 50
años.
https://cronicaglobal.elespanol.com/letra-global/cronicas/eddie-palmieri-revolucion-musica_211935_102.html